viernes, 1 de agosto de 2025

Vacíos Digitales y Puentes Humanos: Reflexiones de un Joven en un Mundo Conectado



A veces siento que la palabra "brecha digital" suena como algo lejano, como si fuera una excusa para no ver lo que está justo frente a nuestros ojos: que estamos más conectados que nunca, pero también más dispersos. Crecemos creyendo que porque tenemos acceso a internet o un teléfono inteligente, ya tenemos todas las respuestas; pero no siempre es así. He notado, y no solo en mí, que el verdadero reto es aprender a usar esas herramientas, no solo consumirlas.

Hoy quiero compartir esta reflexión sobre esos vacíos que dicen que tenemos los jóvenes en habilidades críticas digitales. Lo vi en un artículo que hablaba sobre cómo, a pesar de estar tan metidos en el mundo digital, aún nos faltan muchas habilidades para adaptarnos a lo que exige el mundo laboral y empresarial. La verdad es que me resonó mucho, porque lo veo en mis amigos, lo veo en las charlas que tengo con mi familia, e incluso lo veo en mis propios silencios cuando me enfrento a algo que no entiendo y me da miedo preguntar.

Cuando escuchamos que "los jóvenes no tienen habilidades digitales críticas", puede sonar como un ataque, pero también puede ser un espejo. Para mí, más que una acusación, es un llamado a vernos con honestidad. Porque no es que no sepamos usar la tecnología, sino que muchas veces no sabemos usarla para algo más que entretenernos o para llenar vacíos que no queremos enfrentar.

He crecido con la convicción de que la tecnología es un puente. Un puente hacia el conocimiento, hacia la gente, hacia mí mismo. Pero también sé que, si ese puente no tiene bases firmes, cualquier viento fuerte lo puede derribar. Y esas bases no son solo técnicas: no son solo aprender a usar un Excel o a programar, sino también aprender a pensar, a crear, a preguntar. A saber que no está mal no saber, que lo importante es tener la disposición de aprender y la humildad de reconocer que no lo sabemos todo.

En mi familia siempre me enseñaron que el aprendizaje no se detiene cuando sales del colegio. Mi abuelo solía decir que la verdadera universidad es la vida, y yo cada vez lo entiendo más. Es curioso cómo en mi blog, “Bienvenido a mi Blog” (https://juliocmd.blogspot.com/), he ido dejando pistas de esa búsqueda constante. Y en el de mi papá, “El Blog Juan Manuel Moreno Ocampo” (https://juanmamoreno03.blogspot.com/), encontré la misma huella: esa mezcla de curiosidad y de respeto por lo que uno todavía no sabe.

Me acuerdo de un momento en particular: tenía 16 años y me pidieron hacer una presentación sobre inteligencia artificial. Me sentí tan perdido, como si de repente todo el mundo entendiera un lenguaje que yo ni siquiera sabía pronunciar. Pero en lugar de cerrarme, decidí preguntar. Pregunté a mis amigos, a mis profesores, a mi familia. Me di cuenta de que no hay nada más valioso que la curiosidad honesta, porque esa es la chispa que enciende el fuego del aprendizaje.

Hoy sigo creyendo que la clave está en preguntarnos a nosotros mismos: ¿qué quiero aprender? ¿para qué lo quiero aprender? Porque si no sabemos para qué sirve algo, lo más probable es que lo aprendamos solo de forma superficial, sin que realmente nos transforme.

Los vacíos en habilidades críticas digitales no son solo un problema de currículos escolares o de empresas que no capacitan bien. Son también una señal de cómo nos relacionamos con la tecnología. A veces me preocupa ver que muchos jóvenes se sienten inseguros de sus capacidades, como si el mundo digital les exigiera ser expertos en todo. Pero la verdad es que no se trata de saberlo todo, sino de tener la capacidad de aprender, de colaborar y de adaptarse.

Esa es una de las cosas que más me gusta de los espacios como la “Organización TodoEnUno.NET” (https://organizaciontodoenuno.blogspot.com/): que promueven no solo el uso de herramientas digitales, sino también la conciencia de lo que esas herramientas pueden construir en nuestras vidas. Porque al final, las habilidades digitales críticas no se quedan en la pantalla; tienen que ver con cómo usamos esa tecnología para crear soluciones reales, para ayudar a otros, para crecer juntos.

Creo que parte de la respuesta está en dejar de ver la tecnología como algo aparte de la vida. Está tan metida en nuestra rutina que a veces nos olvidamos de que es solo una herramienta. Lo que hace la diferencia es la intención con la que la usamos. ¿La usamos para distraernos o para aportar? ¿Para competir o para colaborar?

Y ojo, no lo digo como alguien que lo tenga resuelto. Sigo tropezando cada día con mis propias contradicciones: a veces me quedo pegado horas en TikTok o me dejo llevar por la inercia de no querer aprender algo nuevo. Pero también me doy cuenta de que cada vez que logro salir de ese ciclo y enfocarme en algo que me nutra, siento una energía diferente, una certeza de que estoy creciendo.

En el blog “Amigo de ese ser supremo en el cual crees y confías” (https://amigodeesegransersupremo.blogspot.com/), se habla mucho de cómo la fe y la espiritualidad pueden dar sentido a lo que hacemos. Y para mí, esa conexión es vital. Porque aprender no es solo acumular datos: es también aprender a vivir mejor, a ser más humanos, más conscientes, más compasivos.

He aprendido que cuando hablamos de habilidades críticas, no podemos separar lo técnico de lo humano. Saber programar o manejar una hoja de cálculo importa, claro, pero también importa saber escuchar, saber compartir, saber construir relaciones reales. La tecnología sin humanidad es solo un ruido más en un mundo ya demasiado ruidoso.

Por eso, creo que lo que necesitamos es un equilibrio: formarnos en lo técnico, pero sin perder la esencia de lo que somos. Porque la vida no es solo un tutorial de YouTube o una hoja de cálculo. La vida es también ese momento en que te das cuenta de que no sabes algo, pero igual te lanzas a aprenderlo. Es ese momento en que te equivocas y te das cuenta de que no pasa nada, porque el error también es un maestro.

Me encantaría que esta reflexión se convierta en un punto de partida para quienes la lean. Que no se queden solo con la idea de que "hay vacíos", sino que vean esos vacíos como oportunidades para crecer, para construir puentes más sólidos. Porque al final, lo que realmente importa no es lo que no sabemos, sino lo que estamos dispuestos a aprender.

Para cerrar, quiero decirte algo que me digo a mí mismo cada día: no tengas miedo de ser principiante. Ser principiante no es ser menos; es tener la valentía de empezar, de equivocarte, de volver a empezar. Y esa es, para mí, la habilidad más crítica de todas.

La imagen que imagino para acompañar este blog es la de un joven con un computador portátil en las piernas, sentado en un parque lleno de árboles. Su mirada no está clavada en la pantalla, sino que observa el horizonte: curioso, algo expectante, pero con una sonrisa que dice que está dispuesto a aprender. Al fondo, un cielo al atardecer con tonos cálidos que recuerdan que cada día es una nueva oportunidad para construir algo diferente.

¿Sentiste que esto te habló directo al corazón?
Escríbeme, cuéntame tu historia o compártelo con quien sabes que lo necesita.

Agendamiento: Whatsapp +57 310 450 7737

Facebook: Juan Manuel Moreno Ocampo

Twitter: Juan Manuel Moreno Ocampo

Comunidad de WhatsApp: Únete a nuestros grupos

Grupo de WhatsApp:    Unete a nuestro Grupo

Comunidad de Telegram: Únete a nuestro canal  

Grupo de Telegram: Unete a nuestro Grupo

👉 “¿Quieres más tips como este? Únete al grupo exclusivo de WhatsApp”.

— Juan Manuel Moreno Ocampo
“A veces no hay que entender la vida… solo vivirla con más verdad.”

No hay comentarios.:

Publicar un comentario