domingo, 31 de mayo de 2015

Respetar el entorno, una lección muy importante

Respetar el entorno, una lección muy importante

Desde muy pequeño, el niño puede y debe aprender a respetar el entorno (sus cosas, su casa, la ciudad o el pueblo donde vive, la naturaleza…). Es necesario que, desde que empiece a tener uso de razón, la relación del niño con la naturaleza y con la comunidad sea respetuosa. Pequeñas y simples actitudes de los mayores le pueden ir enseñando que los recursos son limitados, que la limpieza y el orden de las instalaciones comunitarias son valores sociales importantes y que no se puede invadir el espacio físico de los demás. Durante el segundo y el tercer año, el niño imita todo lo que ve a su alrededor. Si el niño observa que nosotros no respetamos el medio ambiente, difícilmente lo hará él. En esta etapa, la curiosidad y la observación son propias del carácter del niño, que capta a la perfección  las actitudes y acciones de sus padres y las repite con exactitud. Es, por tanto, muy importante aprovechar la capacidad de imitación para inculcar buenos hábitos a los hijos.
El niño debe entender desde pequeño la importancia de respetar y proteger a los demás seres vivos. Así pues, lograr que el niño aprenda a cuidar las plantas y aprecie la belleza que las flores aportan al entorno es un hábito más a desarrollar  y que además le predispondrá a tener más respeto por la naturaleza a medida que vaya creciendo.

4 propuestas fáciles para inculcar el respeto por el entorno:

  1. Pasear y observar el entorno con el niño es una excelente manera de comunicarle cómo debe ser su relación con la naturaleza. Este tipo de actividades en el exterior le proporcionan sensación de libertad y le permiten satisfacer su curiosidad.
  2. La curiosidad y el instinto provocan, a menudo, que el niño quiera arrancar o destrozar las flores. La mejor manera de inculcar al niño el respeto hacia ellas es explicarle que las plantas son seres vivos y que, por ello, no deben romperse. Además, en todo momento, debemos mostrar cuán frágiles son las especies vegetales y qué cuidados necesitan para que el niño imite nuestras acciones.
  3. Hacer partícipe al niño de pequeñas labores en el cuidado del jardín, fomenta en él el deseo de proteger la naturaleza. A partir de los 2 años ya puede colaborar a regar o a plantar con nuestra ayuda.
  4. Entre los 2 y los 3 años, el niño descubre los distintos atractivos del parque y debe aprender a respetar sus instalaciones, por eso hay que explicar al niño que los espacios verdes son de la comunidad y, por lo tanto, hay que respetarlos, cuidarlos y mantenerlos limpios. 

Cuidado con… malgastar el agua

A la mayoría de los niños les encanta jugar con agua, un elemento vital y que desgraciadamente escasea cada vez más en el planeta. Por esta razón, es preciso enseñar al niño que malgastar el agua es un mal hábito que perjudica a muchos: no hay que desperdiciar el agua dejando el grifo abierto o jugando con una manguera simplemente para divertirse

¿Qué pasa con los animales?

El niño se sentirá atraído por los animales como si se tratara de objetos curiosos que tiene que explorar. No hay que reprenderle o asustarle cada vez que se acerque a un perro, un gato o un pajarito, pero sí enseñarle las posibles reacciones de cada uno y la necesidad de respetarlos.

Debes saber que los perros son compañeros excelentes para los niños, especialmente aquéllos de razas pacientes y mansas. Sin embargo, no hay que olvidar que un animal doméstico en casa también requiere cuidados e higiene, puesto que puede transmitir enfermedades a las personas. Lavarse las manos después de haber tenido contacto con los animales es un buen hábito que, entre otros, hay que estimular en el niño. Además, los animales contribuyen a desarrollar en el niño el sentido de la responsabilidad, pues, si los tienen cerca, poco a poco se van convirtiendo en sus protectores.

sábado, 30 de mayo de 2015

Mi hijo no se comporta igual en casa que en la guardería, ¿es normal?

Mi hijo no se comporta igual en casa que en la guardería, ¿es normal?

Los niños son siempre espontáneos, pero también es cierto que muchos padres nos sorprendemos cuando, al hablar con el educador, éste remarca el buen comportamiento que tiene en clase y su buena disposición en general. Muchas veces parece que no estén hablando del mismo niño. Ante estas gratas notificaciones, los padres nos sorprendemos porque la actitud que adopta el niño en casa normalmente no tiene nada que ver. Esto se debe a que la relación que establece el niño con nosotros y con el educador no tiene la misma carga afectiva y, además, en casa no tiene competencia, lo que le lleva a intentar imponer siempre su voluntad.
En casa el niño tiene un cierto dominio sobre los padres. La escasa objetividad frente a nuestro hijo hace que nuestras actuaciones no sean siempre coherentes; es frecuente que a una negativa rotunda le siga una postura de afirmación. El niño sabe que puede cambiar nuestra actitud y que sus reacciones no pueden ser las mismas en la guardería; allí sus imposiciones son escuchadas, pero no acatadas. Por eso, cuando los niños se encuentran en clase y realizan cualquier actividad que requiere colaboración, son respetuosos con sus compañeros y acatan el orden que reclama la situación.

¿Cómo detectar estas situaciones?


  • Es necesario que exista una comunicación real con los educadores que posibilite nuestra confianza para con el centro.  Esto ayudará al niño a adquirir una mayor seguridad en la guardería.
  • Además de las aclaraciones diarias, normalmente se organiza una primera reunión a principios de curso, en la que se intercambia información acerca de los objetivos que se pretende conseguir.
  • Más adelante, se organizan reuniones de grupo para ver los avances generales, y también reuniones individuales que son de carácter más puntual. En ellas se habla de la conducta del niño, de sus actuaciones, de sus adquisiciones y sus respuestas.

viernes, 29 de mayo de 2015

Mi hijo come poco o rechaza la comida ¿qué hago?

Mi hijo come poco o rechaza la comida ¿qué hago?

Una de las quejas que se escuchan con más frecuencia en la consulta pediátrica es: “Doctor, mi hijo come poco”. Es una preocupación que suele afectar a los padres primerizos y que no suele tener importancia. A estas edades, el niño mantiene un ritmo menor de crecimiento que el del primer año y necesita menos alimento. A esto se agrega el incipiente deseo de independencia, de modo que encuentra en la alimentación el medio adecuado para imponer sus caprichos y tantear así la autoridad de los padres.  La mejor manera de comprobar si come suficiente o no es observar el lugar que ocupa en la curva de talla y peso. Sólo si hay estancamiento debemos pensar que la alimentación es insuficiente.
Muchos niños rechazan la comida para llamar la atención. En estos casos, no debemos forzar al niño a comer, ni caer en el uso de recursos como el famoso juego del avión. En su afán de llamar la atención el niño puede eternizar su negatividad, entrando en un círculo vicioso. Él se da cuenta de la angustia que a veces nos produce a los padres el hecho de que no coma todo lo que pretendemos, y de esta forma logra satisfacer sus necesidades de mimo y sobreprotección. Por estas razones, es muy frecuente que el niño rechace el alimento, a veces sistemáticamente. Para conseguir que abandone esta costumbre, debemos que revestirnos de una buena dosis de paciencia y evitar que el niño perciba la  posible angustia o tensión que con su actitud nos produce a los padres.

¿Qué hacer en estos casos?

  • En primer lugar, debemos asegurarnos de que el niño no ingiera nada entre horas, porque podría ser una condición que predisponga al rechazo de las comidas.
  • También conviene esforzarnos por ofrecerle un menú variado, puesto que la monotonía puede llegar a cansar al niño.
  • Si aun así persiste el rechazo del alimento, el siguiente paso sería tratar de vencer una posible postura de juego del niño con una buena dosis de cariño y persuasión.
  • Si tampoco así conseguimos una mejoría, nunca debemos obligar al niño a comer por la fuerza; tampoco ponerle una y otra vez el mismo plato hasta que se lo coma, sino que tenemos que darle en la comida siguiente el alimento que corresponda.
Con estas normas, en la mayoría de los casos se logran buenos resultados. Conviene vigilar que el niño vaya aumentando de peso y talla adecuadamente, ya que de no ser así habría que acudir al pediatra.

¿Qué hacer cuando rechaza un alimento en concreto?

  • Si no quiere comer, es preferible que le retiremos el plato.
  • Si al cabo de 10 o 15 minutos dice que tiene hambre, le volvemos a ofrecer lo mismo; si tampoco entonces lo quiere, es que trata de controlar a los mayores. En estos casos, no es conveniente sustituirlo por otro plato sino esperar hasta la próxima comida. Seguro que en la siguiente tendrá más hambre, y no le pasará nada por estar unas horas sin comer.
  • Pasados unos días, le podemos volver a ofrecer la misma comida que había rechazado, actuando siempre con toda naturalidad.
En un principio, a los padres nos puede costar seguir esta estrategia, pero a la larga es la más beneficiosa tanto para los padres como para el niño.

Recuerda…


  • A partir del segundo año de vida, es muy frecuente que los niños rechacen algunos alimentos. Si un niño rechaza un alimento sistemáticamente, no hay que obligarle a comérselo, ni tampoco repetirlo una y otra vez hasta que se lo coma. Es preferible no dar importancia al asunto y ofrecerle otro alimento en la comida siguiente. Cuando unos días más tarde se le vuelva a presentar el alimento que rechazó, es posible que el niño lo acepte sin ningún problema.
  • Para asegurar que el niño siga un desarrollo totalmente correcto es fundamental que su dieta sea equilibrada. Lo que más importa en su alimentación no es la cantidad, sino la calidad. Hay que seleccionar atentamente lo que le ofrecemos y consultar con el pediatra los cambios que se realicen en su alimentación.

jueves, 28 de mayo de 2015

El niño explorador y su curiosidad por el entorno

El niño explorador y su curiosidad por el entorno

Lo que caracteriza el juego de los niños de entre uno y tres años es fundamentalmente la necesidad de experimentar con los objetos; montarlos, desmontarlos, descubrirlos. Es divertido observar su insaciable necesidad de aprender y experimentar todo aquello que tiene ante sus ojos. Cuando se le da por vez primera alguna cosa, como por ejemplo una galleta, el primer paso será probarla, más por saber de qué se trata que por ganas de comer. Luego es posible que le dé varios golpes, que la estruje o la tire al suelo. Probablemente, la levante hasta la altura de sus ojos para contemplarla mejor, la mire desde varios ángulos o la machaque e inspeccione las migas. Por último, después de haber descubierto cada uno de los detalles de tan fascinante objeto, es posible que se coma lo que quede de galleta o que, harto ya del asunto, la deje. Asimismo, no debe sorprender el hecho de encontrar al pequeño haciendo pedazos el muñeco más nuevo. Su curiosidad por conocer cómo está hecho puede más que las ganas de jugar simplemente con él.

¿Qué juguetes o actividades son los más apropiados en esta etapa?

  • Los juguetes que tienen ruedas y pueden ser arrastrados por el suelo, cómo los trenes, permiten a los niños experimentar con el movimiento. Les resulta divertido tirar de ellos hacia adelante o arrastrarlos serpenteando.
  •  El juego de apilar cubos de distintos tamaños y colores, construyendo torres lo más altas posible, suele hacerles disfrutar más que muchos de los juguetes sofisticados que se encuentran en el mercado. Algunas tablas del desarrollo psicomotor miden el grado de madurez alcanzado por el niño según el número de cubos o piezas que es capaz de apilar.
  • Pintar. Entre los 12 y los 18 meses, el niño es capaz de coger un lápiz con el puño e imprimir un garabato en la superficie más próxima que encuentre. También es capaz de observar atentamente las ilustraciones de los libros y revistas; sobre todo si representan niños u objetos conocidos. Es un buen momento para introducir las ceras de colores, no tóxicas. Al principio, se limitará a garabatear; hacia los 2 años, hará trazos rígidos. Además, pintar es una excelente manera de aprender a distinguir los colores. Bastará con tener a mano unos pinceles, papel o cartón y pinturas no tóxicas de cuatro o cinco colores básicos. Dejar al niño a sus anchas con pinturas o lápices de colores es muy aconsejable para fomentar su creatividad y desarrollar su habilidad gráfica. Alrededor de los 3 años, el niño sujeta el lápiz con firmeza y es capaz de imprimirle una dirección y una cierta intencionalidad. Aunque sus trazos todavía son imperfectos y no permiten adivinar lo que representan, su intención empieza a ser la de dibujar algo concreto.
  • Otra actividad que resulta muy divertida para los pequeños es colocar pegatinas de colores sobre un papel. De momento, el simple hecho de pegar y despegar constituye todo un reto. Hacia los 3 años, la imaginación le permite componer un dibujo simple con las pegatinas. Asimismo, disfruta modelando plastilina con herramientas de plástico.

Recuerda…


  • Cualquier juguete de construcción le permite ejercitar su habilidad manual.
  • No necesariamente el juguete más sofisticado va a ser el más atractivo para el niño, sino todo lo contrario: poder montarlo, desarmarlo o arrastrarlo agradará mucho más al pequeño.
  • Es muy importante comprar ceras de colores o pinturas no tóxicas para los niños. Normalmente, los productos destinados a uso infantil llevan una etiqueta donde se especifican las normas para su utilización y también su composición.
  • Es aconsejable proporcionar al niño el ambiente apropiado para pintar. El papel o superficie a pintar debe ser grande, puesto que el niño no es capaz de controlar su trazo. Para evitar que el niño pinte garabatos en todas las paredes de la casa, le debemos poner un papel grande en una de las paredes de su habitación e indicarle que aquélla es la única pared que puede pintarse.
  • Nunca debemos dejar al alcance de las manos del pequeño disolventes para pinturas.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Usar Google en pleno examen: ¿trampa o ayuda?

Profesores británicos dicen que se debe cambiar el sistema de evaluación y permitirle a los estudiantes usar las nuevas tecnologías.


Los alumnos están en capacidad de usar internet durante la presentación de sus exámenes. Así lo aseguró el director de la unidad de evaluación de las Universidades de Oxford y Cambridge, Mark Dawe, hace unos días. 

El británico argumentó que el mundo ha cambiado y los jóvenes de hoy deben comprender, más que memorizar. Incluso, hizo énfasis en que las herramientas tecnológicas son las mejores aliadas en el aprendizaje.

Este concepto de educación resulta revolucionario ya que deja a un lado los paradigmas tradicionales de memorización. Entonces, surge la pregunta: ¿para qué se guardan y se aprenden conceptos si hoy en día es posible encontrar todo en Google?

Si se le da crédito a las declaraciones de Dawe, hay que cambiar todo el sistema y esto incluiría la dinámica de las clases. Internet y todos los dispositivos móviles, así como también las tabletas harían parte de las nuevas herramientas que reemplazarían el lápiz y el papel. 

En países como España se han hecho una serie de estudios. En Barcelona se hizo un experimento que duró dos años y se aplicó a 5 mil alumnos y 130 profesores. La primera fase del proyecto consistía en adaptar la evaluación, permitiendo la consulta de Internet y fuentes escritas durante los exámenes. 

Una segunda parte del estudio consistía en explicar a los alumnos una serie de conceptos y palabras que debían aprenderse de memoria y fueron evaluados de manera tradicional constituyendo un tercio de la nota. El 90 por ciento de los centros que aplicaron la prueba con ayudas incrementaron su capacidad de análisis y sus calificaciones.

La propuesta tiene sus detractores. Docentes de la Universidad de Sevilla, aseguran que aunque la capacidad de análisis es importante, pero el ejercicio de la memoria es una forma de potencializar el cerebro y es importante continuar con el sistema tradicional.

martes, 26 de mayo de 2015

Por qué los niños de 3 y 4 años desobedecen?

¿Por qué los niños de 3 y 4 años desobedecen?

La educación de los niños desobedientes es todo un reto para los padres y educadores, pues éstos suelen tener un carácter fuerte y muy desafiante. Pero, ¿Qué hay detrás de este carácter? ¿Qué podemos hacer para mejorar su comportamiento?

Entender la conducta infantil

En general, cuando los niños de 3 y 4 años desobedecen lo hacen por frustración. En esta edad los pequeños están aprendiendo que no pueden hacer siempre lo que quieren y que hay unas normas, las cuales deben acatar y entender. Sin embargo, esto no es fácil para nadie y menos para los niños de esta edad que aún no saben exactamente qué es lo que se espera de ellos. Los que actúan desobedeciendo a los padres cuando se les dice algo, suele ser porque ellos mismos están hechos un lío. No saben qué es lo que deben hacer o simplemente les apetece hacer otras cosas y reaccionan desobedeciendo.

¿Cómo corregimos este mal comportamiento?

Antes de dar pautas para esta corrección es necesario puntualizar que:
1-. Cuanto antes corrijamos, menos nos costará.
2-. Los padres debemos ser firmes con las normas y no estar hechos un lío. Ellos no pueden ver que estamos confusos o que pueden con nosotros.
 Hay varias maneras de cambiar la conducta en los niños y cada padre deberá adaptar estas directrices en función de los hijos y de la familia, pero en general son:
Actuar rápido: cuando se les dice que hagan algo y no quieren hacerlo suelen no responder o directamente decirnos que no. En este momento tenemos que actuar y llevarlos a hacer lo que les hemos dicho.
- Normas claras: los niños deben entender que en la sociedad hay unas normas y que deben tener disciplina para estar en ella. Por ello, es importante que establezcamos las normas de conducta tanto en casa como fuera de ella y las sigamos al pie de la letra. No podemos hacer una cosa y mañana otra, y menos con los niños que están hechos un lío.
- Discusiones fuera: cuando los niños no quieran hacer algo intentarán discutir con nosotros, de tal manera que ganen tiempo. No se lo debemos permitir; debemos pasar al primer punto, actuar sin negociar.
- Mantenerse firmes y no dudar: los hijos esperan mucho de los padres y, si nosotros no sabemos actuar con contundencia, ellos también dudan. Las ideas deben estar siempre claras.

Verás que, con estas pequeñas indicaciones, conseguirás modificar esta parte del carácter de tus hijos que poco te gusta y tanto te preocupa.

lunes, 25 de mayo de 2015

Como hacer que tu hijo sea mas autónomo

Como hacer que tu hijo sea mas autónomo

A los 7 años, nuestro hijo nos demuestra que quiere independencia, pero quizás todavía no haya desarrollado las habilidades necesarias para lograr su autonomía. Con un poco de ayuda y un voto de confianza, nuestro pequeño lo logrará de manera gradual.

Fomentar la confianza en sí mismos

Para que nuestro hijo desarrolle su autonomía debemos ayudarle a confiar en sí mismo, que pueda resolver situaciones de la vida cotidiana sin depender de los adultos. Para que esto suceda, nuestro hijo deberá adquirir algunas habilidades, hábitos y valores básicos que le servirán en todos los contextos, tanto dentro de la casa como en la calle o en la escuela. Pero nada es mágico en cuanto a aprendizaje. Este es un proceso que llevará tiempo, aunque dará buenos resultados en un futuro próximo.
Dejarle que comience a elegir su ropa, que se bañe y se vista solo, son pequeños pasos hacia la autoconfianza, logrando que se aleje un poco de nuestro regazo y comience a tomar decisiones y responsabilidades. Lo mismo ocurre con las tareas del hogar. Le podemos asignar tareas específicas, de las cuales, él será responsable, como, por ejemplo: preparar la mesa para la hora de comer, hacer su cama o darle un barrido al suelo.

Actitud responsable y ética

Es importante que aprenda a ser responsable con sus cosas del colegio, que no pierda sus lápices o demás objetos, que sea prolijo, goce del orden de sus libros y le importen sus calificaciones. Así mismo, comportarse de manera ética con sus compañeros, ser responsable de las tareas que le asignen en la escuela, adquirir el hábito de echarle un vistazo a sus cuadernos para asegurarse de que tiene todo completo y no tengamos que hacerlo nosotros, los padres.
También es importante que vaya adquiriendo nociones de peligros que puedan provocarle daño en casa o en la calle. Es importante enseñarle a utilizar el cuchillo de manera correcta a la hora de comer (además de cuidarle, le daremos autonomía) e instruirle acerca del uso del fuego de la cocina y la calefacción. Fuera de casa, lo más importante es que aprenda a cruzar las calles y a no hablar con extraños.

Con respecto al “afuera”, será necesario para desarrollar su civismo que logre habilidades que le permitan relacionarse con los demás. Saludar y despedirse de manera respetuosa, ser agradecido, pedir las cosas por favor, esperar su turno al hablar, hará que nuestro hijo pueda entablar una conversación en cualquier contexto social y, a la vez, desarrollará su autonomía.

domingo, 24 de mayo de 2015

El “A, E, I, O, U” para padres

El  “A, E, I, O, U”  para padres

A: Aprender   a escuchar de verdad.

   Hay gente que por naturaleza tiene el talento innato de saber escuchar, pero otros debemos aprender y desarrollar ese talento. Escuchar de verdad significa abrir no sólo el canal auditivo, sino todos los otros sentidos (ver, oír, sentir).
   Sabemos que la información no verbal nos aporta mucha más información que la verbal, estamos hablando de que el 55% de la información nos la da el lenguaje corporal y un 38% la tonalidad de la voz… Así que debemos aprender a tener en cuenta estas variables para aprender a escuchar. Cuando se habla de nuestros hijos, la tarea es más fácil dado que los conocemos mucho, pero no supongamos nada! Ante cualquier duda preguntemos directamente.
   A su vez, cuando estemos escuchando, no permitamos que nuestra voz interior (en coaching se habla de “diálogo interno”, que son todas las ideas relacionadas con lo que estamos escuchando y que nos vienen a la cabeza como una metralleta: lo que pensamos al respecto, que mejor consejo queremos dar, buscar en nuestras propias vivencias, y un largo etcétera) ensordezcan el mensaje verdadero, que por supuesto es el que sale de la boca del emisor y no de nosotros mismos.
   Esta tarea no sólo nos va a servir con nuestros hijos, sino en la vida en general.

E: Ejemplificar

   La mejor manera de enseñar es dando ejemplo.
 Si nos fijamos en cómo han aprendido nuestros hijos un montón de cosas sin ningún tipo de explicación, nos sorprenderá ver que son la mayoría. Ellos por imitación aprenden de nosotros y aunque después la enseñanza se fortalece con la explicación verbal, no olvidemos que hay que seguir dando ejemplo.
   ¿Cómo le puedo pedir a mi hijo que deje de utilizar su móvil, por ejemplo, cuando nosotros nos acostamos con él y sólo levantarnos es lo primero que abrimos, después de los ojos? Nos podemos dar muchas excusas, pero predicar con el ejemplo, ¡es la CLAVE!

I: Informarnos

   Dicen que los hijos deberían venir con un manual bajo el brazo, o que nadie nos ha enseñado a ser padres… ¡Totalmente cierto!
   Y ahora deberíamos preguntarnos, ¿cuántas páginas web, libros, agencias, etc consultamos antes de emprender un viaje? ¿cuántos buscadores usamos antes de comprar un piso? ¿cómo nos hemos preparado para ser padres?
 Por tanto, una vez contestadas interiormente estas simples preguntas, ¿a qué conclusión llegamos?
   Que con nuestros hijos, una de las tareas más importantes a las que nos enfrentamos en la vida, no nos informamos como deberíamos. Vamos a tientas, esperando que las cosas salgan lo mejor posible y encomendándonos  al Dios, diosa que queramos.
   Hay muchos profesionales escribiendo en libros, webs, programas… para nosotros, ¿qué tal si empezamos a usarlos?
0: Ordenar
   Nuestros hijos necesitan orden en sus vidas y para ello, nos tienen a nosotros.  Parece que en la sociedad actual se ha perdido un poco este concepto y hay que recuperarlo.
  Debemos dar órdenes a nuestros hijos, marcando hábitos a seguir, horarios que cumplir, obligaciones que se deben realizar, señalando límites que no se pueden cruzar. Siempre acompañados, como no, de mucho amor.
     Y hay que perder el miedo a sus negativas, sus reproches y toda una serie de artimañas que utilizarán para no seguir nuestras órdenes. Esta función a veces puede ser cansina (después de un día duro de trabajo), pesada (ya que nos repetimos más que el ajo) e incluso desapetecible, pero nuestra obligación como padres es poner orden en casa y en sus cabezas. Así que ¡adelante!

U: Unificar

   Es muy importante, cuando hablamos de nuestros hijos, que unifiquemos criterios.
   ¿Qué significa unificar criterios?
   Que todos los responsables de la educación de nuestros hijos sigan una misma línea de educación. Estamos hablando sobre todo de los dos progenitores, cuantas veces vemos que el papá es muy estricto en algunas exigencias y mamá mira hacia otro lado, o a la inversa. Esto se puede llegar a complicar mucho más en padres separados. Pero por el bien de nuestros hijos deberíamos sentarnos ante nuestra expareja y tener charlas conciliadoras que nos unan, al menos en este aspecto. Cuando la situación es muy complicada se puede pedir ayuda a un mediador familiar, que hará todo lo posible por ayudar a la familia a llegar a un buen entendimiento.
   También es muy importante que el colegio que escojamos siga una coherencia con la educación que damos a nuestros hijos, no olvidemos que la mayor parte del día la pasan en la escuela.

El  ”A, E, I, O, U”  son 5 sencillos pasos que pueden mejorar mucho la relación familiar.

sábado, 23 de mayo de 2015

10 claves para conseguir que tu hijo crezca emocionalmente sano

10 claves para conseguir que tu hijo crezca emocionalmente sano

  1. El niño se forma una imagen propia a partir de la valoración que se hace de él. Que se valoren sus actividades y actitudes potencia su autoestima.
  2. El niño necesita tener la seguridad de que aquello que hace agrada a los suyos. Las exigencias de los padres crean en muchas ocasiones retos sobre las capacidades de su hijo y ello es causa de ansiedad e inseguridad en el niño.
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  3. El niño debe observar una actitud consecuente en sus padres para poder tener un punto de referencia y orientarse en su forma de actuar.
  4. Los padres no debemos olvidar que el niño tiende a imitarnos. Somos sus modelos y, según lo que el niño viva y asimile en casa, formará su personalidad.
  5. Los cambios de respuesta por parte de los padres desconciertan al niño y crean malos hábitos en ellos. La coherencia es fundamental para un buen entendimiento.
  6. Educar bien no significa plena permisibilidad ante las actitudes de posición que muestra el niño.
  7. Es necesario una respuesta conjunta por parte del padre y de la madre ante una acción determinada del niño. Éste debe ver que los padres están de acuerdo respecto a su conducta.
  8. Conviene mostrarse firme ante el desafío del niño y mostrarle que con gritos y agresividad no conseguirá nada.
  9. La atención de los padres debe ir acompañada de un comportamiento tolerante y flexible que permita al niño fortalecer su autonomía y adoptar actitudes y comportamientos propios.
  10. Con una relación de participación, atención y comunicación, los padres ayudamos al niño a forjarse su propia personalidad. además de darle capacidad de respuesta individual.

Cuidado con…

  • Las opiniones de gente ajena al núcleo familiar. En muchas ocasiones, amigos y familiares tienden a hacer comentarios y referencias sobre el comportamiento de los niños. Ante este hecho, muchos padres hacemos caso omiso, pero otros nos dejamos influenciar, prestamos demasiada atención a respuestas y opiniones que brindan, con mucha facilidad, personas totalmente ajenas al núcleo familiar y adoptamos nuevos cánones en la educación de nuestros hijos. Éste nuevo intento fracasa estrepitosamente, porque no son los ajenos los que entienden al niño, sino que somos los propios padres quienes sabemos mejor que nadie cómo afrontar sus necesidades y ayudarle en su proceso evolutivo.
  • Comparar a nuestro hijo con otros niños. Todos los padres perdemos nuestra objetividad al hacer referencia a nuestros hijos y disfrutamos haciendo alarde de sus progresos. Esto no perjudica al niño, pero sí tiene su repercusión cuando se empiezan a hacer comparaciones respecto a lo que hacen otros niños. La verdad es que, en ocasiones, no se le permite al niño ser como es y parece que se le prepare para una competición. Muchas veces los padres, sin darnos cuenta, transferimos en el niño aquello que quisiéramos que fuese y también nuestras propias aspiraciones, influyendo notablemente en su personalidad. Ello origina problemas a los padres, que nos sentimos decepcionados, y a los niños, porque no pueden realizar lo que se les exige. Para que eso no ocurra, lo ideal es que los padres no volquemos nuestras propias aspiraciones en el niño y que le permitamos ser como es, sin pretender cambiarle y aceptando sus progresos y sus limitaciones.

viernes, 22 de mayo de 2015

El padrastro o la madrastra y su lugar en la familia

El padrastro o la madrastra y su lugar en la familia

El padrastro o la madrastra —más allá de los tópicos que rodean a estos personajes, identificados tradicionalmente con conductas malvadas—, a pesar de no ser el padre o la madre, tiene un lugar en la jerarquía del hogar y una autoridad reconocida, y ambas cosas deben ser respetadas. Para que sus opiniones y normas puedan ser acatadas sin conflictos, es imprescindible que el progenitor de los niños apoye y confirme su autoridad doméstica. Sin embargo también es perjudicial para los niños, además de peligroso para la dinámica familiar, que el padrastro o madrastra intente reemplazar al padre o a la madre naturales.
Por eso, cuando aparece esta figura en la vida del niño se inicia una nueva etapa en la que hay que establecer nuevas reglas, fronteras, alianzas y lealtades. El reparto de las funciones de autoridad respecto a los hijos es absolutamente necesario para el buen funcionamiento doméstico, y también para que no haya confusiones acerca de la identidad —sexual y generacional— de cada uno. Así, aunque los hijos deben responder fundamentalmente a la autoridad de sus padres naturales, en el ámbito de la nueva familia han de reconocer también la autoridad de la nueva pareja del progenitor con quien conviven.
Sin embargo, en algunos casos„ surgen situaciones difíciles, especialmente cuando los hijos de una persona divorciada no aceptan a la nueva pareja que ésta ha escogido. La lógica crisis que implica para los hijos el hecho de tener que adaptarse a una nueva situación respecto a sus padres, puede generar en el progenitor el temor a vivir una nueva relación conflictiva. El paso del tiempo y la paciencia son fundamentales para que los niños vayan  aceptando a la nueva pareja, confíen en ella, y a partir de ahí puedan, en consecuencia, aceptar sus normas y opiniones dentro del hogar. Al igual que frente al padre y madre naturales, el niño no ha de colocarse por encima de la nueva pareja, y la intervención de su progenitor en este sentido es de suma importancia. En definitiva, el nuevo matrimonio ha de poder establecer sus reglas de convivencia en el hogar, pero también ha de respetar las normas generales que los padres naturales comparten en la educación de su hijo, al mantener la función coparental entre ellos
En algunas ocasiones, tras la inclusión de un nuevo compañero sentimental en la dinámica familiar, hasta entonces monoparental, aparecen algunas dificultades en la educación de los niños. Las situaciones conflictivas suelen ser de dos tipos:
  1. El progenitor divorciado delega sus funciones parentales a la nueva pareja, que paulatinamente se va haciendo cargo de cuestiones que hasta entonces correspondían al progenitor en exclusiva, con la consiguiente confusión de roles para los niños. Podemos decir que el progenitor está abdicando y delegando sus tareas y responsabilidades como padre a alguien que no debe hacerse cargo de ellas.
  2. En otras ocasiones, nos encontramos con progenitores divorciados que se sienten muy ambivalentes cuando su nueva pareja toma decisiones con sus hijos, o cuando hace prevalecer sobre ellos sus normas de convivencia. Se diría que el progenitor no acepta bien los derechos que se atribuyen al nuevo cónyuge, en el sentido de desempeñar una función educativa con los hijos de su primer matrimonio. El niño percibirá esta ambivalencia y tendrá conductas sintomáticas de rebeldía, enfrentamiento, desobediencia y descaro hacia la nueva pareja de su progenitor. Para restablecer la alianza de los nuevos cónyuges puede ser muy útil la ayuda de un terapeuta de pareja.
Recuerda

  • Los padres naturales son los encargados de fijar las líneas generales que presiden la formación del niño como persona.
  • El nuevo compañero puede asumir funciones con los hijos de su pareja, corno ayudarles en los estudios si ellos se lo piden.
  • El niño debe tener muy claras las normas domésticas de cada hogar, lo cual es más fácil de conseguir si se le exponen, desde un principio, con claridad

jueves, 21 de mayo de 2015

La importancia de los abuelos en la crianza de nuestro hijo

La importancia de los abuelos en la crianza de nuestro hijo

Los abuelos pueden ser de gran ayuda para la crianza de los niños si el trabajo no permite que se pase tanto tiempo en casa como se quisiera.

En las últimas dos décadas los abuelos se han convertido cada vez más en un soporte físico y financiero de sus nietos. Ellos están ahí para cuidar de los niños especialmente cuando tienen padres que aún están tratando con la conciliación familiar y laboral, algo que se ve tanto en familias con dos progenitores como con padres solteros.
Los abuelos dan un poco de solidaridad a sus hijos para ayudarlos con la crianza de los nietos especialmente en esta economía difícil en todos los países del mundo. Es vital que los pequeños reciban cuidados de personas que tengan experiencia criando niños y que los quieran incondicionalmente.

Antes de pedirle ayuda a los abuelos hay que ser honesto

Muchos abuelos dirán que sí de inmediato si se les pide cuidar a los nietos con frecuencia, pero esto no quiere decir que estarán listos para la responsabilidad. Así que hay que hablar honestamente al respecto para evitar problemas más adelante. Los que siguen son los puntos más importantes a discutir.

¿Está listo para el compromiso?

Si ellos deciden que sí van a ayudar, ¿se comprometerán a todo el tiempo que se les necesite? Deben decidir si sienten que pueden cuidarlos a largo plazo. Quizás se pueda comenzar probando una semana para ver cómo se sienten.

¿Tiene suficiente energía?

Si los nietos son pequeños necesitarán muchísima energía para cuidarlos. Hay abuelos que ya no tienen muy buena salud ni tampoco pueden hacer mucho ejercicio. Si igualmente quieren participar en la crianza de los niños, lo ideal sería limitar el tiempo para que no se desgasten.

¿Qué reglas se seguirán, las de los abuelos o las de los padres?

Como distintos individuos que son es posible que cada pareja tenga ideas diferentes acerca de reglas o creencias y deberán ponerse de acuerdo en cuáles deben ser seguidas si van a comenzar esta nueva etapa de su relación.

¿Quién paga mientras los abuelos cuidan a los niños?

Si han decidido que sí quieren ayudar con la crianza de los nietos hay que establecer límites y crear un presupuesto para los gastos de los niños mientras estén con ellos. De esta forma no se gasta de más ni se abusa de la confianza y el dinero de los abuelos.

¿Se les debe pagar algo por la ayuda?

Esto dependerá de la situación. Muchos dicen que no quieren un sueldo, pero si se le está interrumpiendo su trabajo o sus actividades normales por ayudar con los niños, quizás la mejor opción es aportar algo de dinero a su vida también. Si estos se niegan a aceptarlo, de igual manera se les puede llevar a cenar o a hacer algo que les guste como agradecimiento por su colaboración. 

La ayuda tiene algunas desventajas

Pedirles ayuda a los abuelos mientras se concilia el tiempo entre la familia y el trabajo tiene muchas ventajas, pero también algunas desventajas para todos los involucrados. Cada situación es distinta, aunque en general hay algunas cosas que atender durante todo el proceso. Listamos algunas comunes.
- Los niños pueden confundirse y no saber cuál es la figura de autoridad: ¿son los padres o los abuelos?
- Se pueden crear conflictos entre los padres y los abuelos si no se siguen las reglas que se establecieron antes de tomar el compromiso de crianza.
- Los abuelos pueden sacrificar demasiado, incluyendo su salud y su dinero, por ser incondicionales con sus hijos y sus nietos.

Se debe mantener una buena comunicación constantemente entre abuelos y padres para evitar malos entendidos y problemas en el futuro. 

miércoles, 20 de mayo de 2015

Cómo viven los hijos que no podamos conciliar la vida laboral y familiar

Cómo viven los hijos que no podamos conciliar la vida laboral y familiar

La vida laboral y la familiar no son fáciles de conciliar y puede que esto provoque en nuestros hijos ciertos trastornos emocionales.

Lo que esto causa

Es común sentir frustración e impotencia al saber que estamos muchas horas alejados de nuestros hijos a causa de nuestro trabajo. Que los niños lleguen a un hogar en que no hay nadie después de la escuela, o que los esté esperando el personal doméstico, crea en ellos sentimientos de soledad y desatención. A esto se le suma la falta de un referente, ya que los pequeños necesitan de la identificación con sus progenitores para poder desarrollarse de manera saludable. Los adultos trabajamos mucho para que no les falte nada, pero sin embargo les falta lo único que necesitan, sus padres.
Este vacío emocional que sienten, ligado a las responsabilidades de atenderse solos, de hacer solos sus tareas escolares, entre otras cuestiones, se ve reflejado en diversos trastornos psicológicos que pueden aparecer en ellos, como el estrés causado por la separación y diversos problemas de conducta.

Horarios irracionales

Lo peor de todo es que la mayoría de las veces no podemos hacer nada para poder pasar más tiempo con nuestros hijos y llegar a una conciliación entre el trabajo y la familia. La sociedad española se ve ante el tremendo problema de los horarios, sin encontrar compatibilidad entre las horas en que estos están en la escuela y los adultos en su trabajo.

Lo que los niños necesitan

Nuestros hijos necesitan afecto, cariño, contacto físico y atención a cada instante. Si les damos tiempo de calidad, su autoestima y confianza se incrementarán y no tendrán dificultades emocionales. Para ello es necesario que el poco tiempo que tenemos para estar con ellos sea placentero, que podamos volcarnos de manera natural en sus necesidades, en escuchar lo que tienen en su corazón, en jugar con ellos y en demostrarles nuestro amor.
Nosotros, los padres, somos la base en la cual estructuran su personalidad, y si pasamos nuestro día en el trabajo y cuando estamos en casa no les dedicamos el tiempo que necesitan, se sentirán abandonados e interpretarán que no los queremos y nos molestan. Deben sentir que son lo más importante de nuestras vidas, porque en realidad lo son, y no debemos dejar que piensen lo contrario. Pero todo esto se demuestra con hechos.

¿Cómo conciliar la vida laboral y familiar?

Cuando ambos padres trabajamos fuera de casa durante largas horas no deberíamos llenar a nuestros hijos de actividades extraescolares para que estén ocupados todo el día, con la ilusión de que de esta manera no nos extrañarán ni necesitarán tanto. El tiempo que les prodiguemos a nuestros pequeños no se compara con nada.
Lo mejor sería que uno de los dos, ya sea mamá o papá, pueda recortar su horario laboral para poder estar con los niños cuando salen del colegio. Pero esto a veces es más una utopía que una realidad. En caso de ser imposible, la solución radica en tomar conciencia que las pocas horas que compartimos con nuestros hijos deben ser de calidad. Jugar, dialogar, cantar, interesarnos por sus tareas… cualquier actividad en la que estemos en contacto es buena. Hasta sirve preparar juntos la cena o ponerles la ropa de dormir y leerles un cuento, juntos en la cama.

A cada minuto deben sentirse amados y protegidos. Y en las horas en las que están en casa y nosotros en el trabajo, podemos llamarlos por teléfono para conversar, aunque sea durante unos minutos, para saber cómo ha sido su día, que nos cuenten algo que les haya pasado o simplemente decirles que los amamos y que, aunque estemos fuera de casa, son nuestra razón de vivir.

martes, 19 de mayo de 2015

La importancia del deporte en la escuela

La importancia del deporte en la escuela

La escuela es un escenario ideal para fomentar el interés por el deporte, ya que suele disponer de personal e instalaciones adecuadas para practicarlo. El niño podrá ejercitarse en la actividad deportiva al tiempo que su desarrollo biológico y psicológico.

El ámbito escolar ofrece la oportunidad de practicar deporte de manera organizada y según las necesidades de cada niño.

La práctica deportiva ejerce una gran atracción, tanto en la infancia y la adolescencia como en la edad adulta. Pero los niños y jóvenes sienten una fascinación especial por la actividad deportiva, que parece estar en consonancia con su desarrollo y la evolución de su morfología muscular, fisiológica y también psicológica.

El ejercicio físico produce un cierto grado de excitación y placer por las condiciones físicas inherentes a estos procesos.

La competencia, los logros, la lucha por conseguir objetivos y el reconocimiento de los demás son también componentes de esa atracción. Por eso hay que ser prudente y evitar que los niños que se inician en la práctica de un deporte se sientan presionados por unos niveles de exigencia demasiado elevados para su edad y sus aptitudes.

Características del deporte escolar

Lo importante del deporte en la escuela es que da prioridad al objetivo de: Mantenerse en buena forma física y ayudar al niño a iniciarse en la práctica deportiva.
Aunque exista la competición, será siempre menos exigente y más tolerante, para permitir que todos los niños puedan participar. A medida que avancen los cursos, los deportes escolares se harán más competitivos y se sustituirá cada vez más el placer de jugar por el placer de competir, de ganar y de obtener resultados.

Deporte y socialización

El deporte contribuye a la socialización del niño ya iniciada desde la primera infancia por su relación con el núcleo familiar. Además, el colegio le proporciona un ambiente social diferente al familiar.
El deporte exige una determinada forma de comportamiento, de acuerdo con unas reglas estrictas, y marca también unas relaciones determinadas con los compañeros (entrenamientos, consecución de un objetivo común, disciplina…).

Para el niño que se movía en el entorno familiar y escolar, practicar un deporte representa un paso más adelante en la socialización, ya que no basta con la simple asistencia, sino que exige poner en funcionamiento las ganas de compartir un objetivo y el esfuerzo común.

lunes, 18 de mayo de 2015

Educar al joven en el deporte de competición

Educar al joven en el deporte de competición

La competición es el eje central alrededor del cual gira la actividad deportiva. Sin ella, no habría propiamente deporte, sería sólo un juego. Precisamente porque hay competición, se necesitan normas que la regulen.

Los deportistas de alta competición o de élite son aquellos cuyas marcas deportivas se hallan entre las más altas de su categoría, es decir, pueden competir con los denominados plusmarquistas.

La adolescencia es la etapa en la  que empiezan a despuntar los llamados deportistas de élite, que reciben este nombre por pertenecer al pequeño grupo de deportistas preparados y entrenados especialmente para la alta competición. Estos jóvenes presentan unas características físicas y psicológicas muy especiales, adecuadas para un deporte determinado. Normalmente suelen ser elegidos con mucha antelación, incluso siendo niños en edad escolar. En esa temprana época, se fijaron en ellos al presentar destacadas características morfológicas y de habilidad que llamaron la atención, por ejemplo, como corredor o como nadador.

Para ser un deportista de alta competición se exige un gran compromiso tanto por parte del joven como por parte de los padres.

Cualquier joven ha soñado alguna vez con llegar a ser un gran deportista. No obstante, son minoría los que llegan a alcanzar algún día las cotas más altas de la competición. Sin tener que llegar a esos extremos, se puede ser un deportista con una calidad aceptable y conseguir un reconocimiento por parte de amigos, compañeros y conocidos.

La agresividad en el deporte

Toda actividad deportiva se caracteriza por dos elementos muy importantes: la combatividad y la competitividad; una no puede existir sin la otra.

No debe olvidarse que el deporte se basa en el enfrentamiento contra un oponente en condiciones de igualdad de oportunidades, es decir, en el deporte siempre está presente de una manera más o menos manifiesta la agresividad.

Esta agresividad se expresa esencialmente bajo la forma de dominación, en definitiva se trata de vencer al oponente según las reglas establecidas para cada deporte. Si bien cierta agresividad en los deportistas es necesaria para la obtención de los objetivos propuestos, ésta aparece más manifiesta cuando el afán de ganar, de conseguir el logro, se convierte en el único sentido de la actividad deportiva, es decir, cuando se pierde lo que entendemos como el «espíritu deportivo».

Cuando la consecución de los logros predomina como una exigencia por encima de todo, sin tener en cuenta los valores deportivos, el deporte en sí degenera, perdiendo su valor formativo.

Los resultados que se obtienen siempre son efímeros y, por tanto, toda actividad deportiva puede fácilmente pasar de una situación de éxito a otra de fracaso. Pero tal vez ahí radique la pasión que todo acontecimiento deportivo suscita, lo efímero de su éxito produce un estado de expectación casi constante.

Los padres han de tener presente este carácter efímero de los logros deportivos para inculcar a sus hijos el valor de la lucha deportiva como parte de la nobleza humana, donde el buen juego sea reconocido por su valor, más que por el resultado.

domingo, 17 de mayo de 2015

7 consejos útiles para que tu hijo disfrute del deporte

7 consejos útiles para que tu hijo disfrute del deporte

En el artículo de hoy os damos las claves para que vuestros hijos lleguen a disfrutar del deporte gracias a siete consejos que ayudarán al niño de cualquier edad a desarrollarse gracias a la actividad deportiva:

  1. El deporte tiene efectos formativos tanto para los niños como para los jóvenes. Los niños deben introducirse en el mundo del deporte de manera gradual teniendo en cuenta su edad, constitución física, sus preferencias e inclinaciones deportivas…
  2. A partir de los 7 o 8 años es cuando se les puede incluir en un equipo deportivo, porque ya están preparados para asimilar las reglas del juego, pero aun así habrá que esperar hasta los 11 o 12 años para que el juego pase a ser más competitivo.
  3. Será en la adolescencia cuando el niño dé plenamente todo su rendimiento. Los padres y responsables deben alentar a sus hijos a que participen en algún deporte que ellos elijan libremente. Pero deben evitar ser demasiado exigentes en sus logros.
  4. El deporte debe tener principalmente un carácter formativo, de convivencia y sana combatividad. Si se convierte en una exigencia para conseguir únicamente la victoria, el deporte pervierte ese carácter formativo y de integrador social.
  5. Uno de los deportes que se puede fomentar en los niños, ya desde bien jovencitos, es la natación, pero siempre de forma que parezca un juego y sin ningún tipo de imposiciones. Nunca debe haber obligación, sobre todo si existe miedo.
  6. Los padres son los más indicados para iniciar a sus hijos en el deporte por medio de su ejemplo. La escuela es el lugar donde se puede seguir la evolución deportiva de los niños.
  7. El deporte tiene un valor de integración individual y social, porque permite fomentar la amistad y, también, encauzar la agresividad inherente al ser humano, tanto a los deportistas como a los espectadores, quienes se identifican con sus equipos.

sábado, 16 de mayo de 2015

El peligro de criar niños narcisos

Estudio prueba que excesiva alabanza hacia un hijo puede traer consecuencias negativas a futuro.

La actitud de los progenitores no es totalmente responsable del narcisismo de un niño.
La actitud de los progenitores no es totalmente responsable del narcisismo de un niño.

Brad Bushman, doctor en psicología social y profesor de Comunicación Social en la Universidad de Ohio, cambió la forma de criar a sus tres hijos al terminar, a finales del 2014, una de las investigaciones más novedosas de su carrera. “Nuestros hallazgos científicos, que nos tomaron dos años, nos mostraron que un niño sobrevalorado por sus padres será probablemente un joven y un adulto narciso, que tendrá dificultades para funcionar en sociedad”, dice este psicólogo con 30 años de experiencia.
El experto se puso una meta desde entonces: decirles a sus hijos “los quiero mucho”, en vez de “ustedes son lo mejor”, para enseñarles que cada miembro de la raza humana es igualmente valioso.

La creencia es compartida por Eddie Brummelman, coinvestigador del estudio ‘Mi hijo es el regalo de Dios a la humanidad: desarrollo y validación de la escala de sobrevaloración parental’. “Se llega más lejos en la vida tras sentirse amado y aceptado, que luego de creerse el niño-rey”, advierte.
Este investigador de la Universidad de Ámsterdam es uno de los cuatro científicos que trabajaron de manera activa en Europa para complementar el trabajo de Bushman. En equipo, este año produjeron el que se considera el primer estudio longitudinal sobre los orígenes del narcisismo, publicado en febrero en el Journal of Personality and Social Psychology de Estados Unidos.
“El narcisismo tiene profunda influencia en la sociedad. Es un rasgo de personalidad negativo, hasta peligroso, porque va unido a altos niveles de agresividad y a muy bajos niveles de empatía. Hasta aquí, la ciencia no había estudiado sus orígenes; nosotros quisimos averiguar cómo se desarrolla en un niño, porque todo parte en la infancia. Descubrimos que los padres que sobrevaloran a sus hijos tienden a construir narcisos”, dice Bushman.
Y agrega: “Es una forma de crianza arriesgada: si un niño en pleno crecimiento se convence de que es el mejor de todos, jamás querrá mejorar ni corregirse como adulto. Si los padres entienden este riesgo, si aprenden y reflexionan, pueden transformarse en un instrumento de educación potente”.
Por su parte, Brummelman sostiene: “El narcisismo es un rasgo fascinante de la personalidad. Los niños narcisistas se sienten superiores a sus pares, están convencidos de que ameritan todos los privilegios y su meta es ser admirados. Pero estudios han probado que cuando un narciso es rechazado o humillado, puede desatar una tormenta de agresiones –explica–. Un adulto narciso puede convertirse en un peligro para la sociedad y nunca vivirá una vida equilibrada. Porque, tarde o temprano, la realidad contradice sus creencias: nuestras mediciones probaron que los narcisos no son, necesariamente, más inteligentes ni tienen mejores notas ni les va mejor en la vida que a sus pares”.
Padres narcisos
Otra dimensión que afloró en este estudio es el nexo directo entre padres que son narcisos y su mayor tendencia a la sobrevaloración de sus hijos. “Los padres tienden a mirar a sus niños con anteojos color rosa, pero hay tendencias diversas. Desde la psicología antigua, los teóricos han observado que algunos padres poseen visiones infladas y poco realistas de sus hijos. La sobrevaloración filial fue un concepto introducido por primera vez en psicología por Freud. Ella es especialmente alta en padres narcisistas. Perciben a sus hijos como más inteligentes de lo que sus tests de coeficiente intelectual prueban”, indica el estudio.
No obstante, la actitud de los progenitores no es totalmente responsable del narcisismo de un niño. Hay otros poderosos factores que inciden, como la carga genética y los rasgos propios del temperamento.
Rasgos de personalidad
La infancia tardía –entre 7 y 12 años– es la edad en que afloran rasgos de la personalidad que permiten visualizar el narcisismo incipiente, de acuerdo con Brummelman.
Y es que en este periodo de la vida, un niño ya adquirió suficiente capacidad cognitiva para poder autoevaluarse desde la perspectiva de los otros. Las encuestas midieron narcisismo, autoestima, sobrevaloración parental, calidez emocional. El resultado del trabajo científico apoyó la teoría del aprendizaje social: todos los niños con rasgos claros de narcisismo habían llegado a ese estado por tener padres que los sobrevaloraban.
Es fácil para un niño que recién despunta al mundo el “creerse el cuento”, si lo escucha permanentemente de sus máximas figuras de respeto: sus padres. “Es normal que si un pequeño escucha día a día que es el mejor, el más inteligente, el más capaz y el más bello, lo interiorice. Al crecer, sus expectativas pueden estrellarse con la realidad”, agrega Brummelman.
Otra sorpresa de este revolucionario estudio fue que se probó que los padres que crían a sus hijos con calidez y les brindan atención emocional y contención producen niños seguros de sí mismos y con alta autoestima, aunque jamás hayan escuchado “que son los mejores”. Eso, porque la contención emocional no está ligada a la sobrevaloración. Estos niños, además de estar mejor armados en la vida, dicen Bushman y Brummelman, no correrán riesgo de sufrir algunos trastornos de la salud mental que sí acechan a los narcisos en la adultez.
Y, debido a las huellas de individualismo exacerbado presentes en las personalidades narcisas, estudios anteriores en psicología observaron que “personas de culturas individualistas como la occidental corren riesgo de sufrir niveles más altos de narcisismo que las culturas colectivistas, como las orientales, por ejemplo China”, señala el holandés.
Pero ¿un hijo único está en mayor riesgo de ser un narciso? “Sí, corre un riesgo ligeramente mayor. Pero, una vez más, todo recae en la crianza que reciba”, indica el estudio.
El doctor en psicología de la Universidad de Mississippi del Sur Christopher Barry concluyó en su investigación ‘Narcisismo y maquiavelismo en los jóvenes’, del 2010, que, simplemente, los narcisos no son felices. “Un mundo narciso sería un lugar muy solitario. Quien padece este rasgo, si bien hace amigos fácilmente, no los conserva. Tiene una visión inflada de sus cualidades, reñida con la realidad, lo que dificulta sus relaciones”, señala Barry. Y las investigaciones de Jean Twenge, doctora en psicología de la Universidad de San Diego, comprobaron que, en un cuarto de siglo –entre 1982 y 2006–, los rasgos de narcisismo entre los estudiantes universitarios estadounidenses habían aumentado notoriamente, lo que la crisis económica hizo menguar. Dice Twenge: “Las estadísticas de narcisos entre los universitarios de este país iba en alza por más de 20 años, apoyados en el éxito, el crédito fácil y en una sociedad altamente individualista. Aunque la crisis financiera bajó en algo las cifras, otras fuerzas culturales, como las redes sociales, y en especial los padres, empujan las estadísticas hacia el narcisismo”. Influye igualmente una sociedad que va en aumento en sus niveles de individualismo y materialismo.
El estudio de Brummelman, Bushman y su equipo probó con creces que, a veces, los padres llegan a extremos. En uno de los bloques de su investigación, la sobrevaloración paternal rozó los límites de la imaginación.
“A los padres participantes se les presentaron 80 términos de diferentes temas, desde geografía mundial hasta palabras y personajes que un niño debiera conocer a esa edad. Por ejemplo, Primera Guerra Mundial y El Mago de Oz. De ellos, 20 eran inventados por nosotros, personajes como Reina Alberta y cuentos como La princesa y las uvas. Nos dimos cuenta de que los padres que más sobrevaloraban a sus hijos afirmaban que sus pequeños conocían incluso estas palabras inventadas”, concluyó la investigación.
Cerca de mil encuestas
Los autores del estudio establecieron una escala de sobrevaloración parental (POS).
Para ello, encuestaron a casi mil personas, entre los siete y los 74 años; en total, 565 escolares, entre 7 y 11 años, además de sus padres y madres.
Los investigadores confrontaron dos premisas: la teoría del aprendizaje social, que apoya la idea de que el narcisismo es causado por sobrevaloración parental, y la teoría psicoanalítica, que responsabiliza del narcisismo a la falta de calidez emocional en la crianza.

viernes, 15 de mayo de 2015

Me visto yo solito

¡Me visto yo solito!

El desarrollo que experimenta el niño de los 3 a los 6 años es un proceso evolutivo en el que se van solapando etapas en una progresión tan continua como imperceptible a ojos de quienes conviven con él.  De este modo, se podría decir que ingresa en esta etapa siendo un «niño pequeño» totalmente dependiente de sus padres y, cuando la finaliza, los padres no pueden sino preguntarse qué ha sido de aquel pequeño que garabateaba en una hoja de papel o hacía verdaderos esfuerzos de concentración para hacer el lazo de sus zapatos.
En esta etapa, hay dos condiciones, una motriz y otra relativa a la maduración psíquica, que se complementan perfectamente. Se trata, en primer lugar, de la progresión de la motricidad fina, que le permite al niño manipular objetos con mayor destreza y precisión, y, en segundo lugar, de ese deseo innato en todo ser humano que es la independencia. Durante esta etapa, la habilidad manual del niño experimenta un desarrollo sustancial, lo que le permite realizar actividades que requieren cierta precisión; por eso, una de las actividades cotidianas en las que esta progresión se manifiesta de un modo más evidente es en el acto de vestirse.

  • A partir de los 3 años, se produce un gran desarrollo en las destrezas manuales del niño, aunque esto no significa que deje de necesitar algunas ayudas puntuales con los botones o los lazos.
  • A los 4 años, el niño es capaz de ponerse los zapatos solo, pero el hecho de atárselos le supone una tarea muy difícil todavía y, cuando se aventura a ello; no logra precisamente una lazada perfecta.
  • Los niños de 3 y 4 años prefieren usar zapatos provistos de un sistema de cierre tipo «velcro» porque esto les permite abrochárselos sin ayuda. En cambio, los niños algo mayores deberían tener algún par de zapatos de cordones para aprender a hacer la lazada.
  • Entre los 4 y los 5 años, el niño es capaz, aunque con comprensibles errores, de abrocharse y desabrocharse su camisa o su chaqueta sin ayuda, salvo algunos botones que se hallen fuera de su alcance o que sean distintos de los que él está acostumbrado a manipular. Muchas veces escoge él mismo las prendas que quiere ponerse y pide expresamente que lo dejen vestirse solo. Este tipo de conducta debe incentivarse para que el niño adquiera confianza en sí mismo.
  • Hacia los 5 años, los niños aprenden —si les enseñamos a hacerlo y  practicamos un poco con ellos— a atarse los cordones de los zapatos con cierta facilidad. Generalmente, prefieren hacerlo en el suelo, desde donde tienen una mayor facilidad de acción. Al final del quinto año y a lo largo del sexto, aprenderán a hacerlo logrando una lazada correcta.

jueves, 14 de mayo de 2015

Andar, saltar, trepar… ¡esto es un no parar!

Andar, saltar, trepar… ¡esto es un no parar!

Al cumplir el primer año de vida, el mundo se abre ante los ojos del niño como un lugar repleto de rincones y objetos por descubrir. Con una coordinación cada vez mejor, y unas piernas que parecen incansables, el niño puede ir, o al menos eso cree él, donde se le antoje. Subirá y bajará las escaleras, se colará por la puerta abierta a la primera oportunidad, y se meterá en todos los rincones de la casa. En cuanto domine el arte de andar, no parará de la mañana a la noche o hasta que caiga rendido de cansancio y de sueño. En este proceso hay dos momentos clave:
  • Al llegar a los 18 meses, sus pasos dejarán de ser vacilantes y se harán cada vez más rápidos y seguros, incluso empezará a correr.
  • Entre los 2 y los 3 años, descubrirá también el placer de saltar y trepar, y ello le abrirá un mundo infinito de posibilidades de juego.  Al principio, les cuesta encaramarse a las sillas o a las mesas, pero muy pronto desarrollan su sentido del equilibrio y, al final de esta etapa, son capaces de desenvolverse con soltura, sin mayor dificultad. 

Bicicletas y pelotas

La curiosidad tan característica de los niños despierta su atención por todo aquello que rueda o simplemente se desplaza. Incluso antes de aprender a utilizarla, la bicicleta del hermano mayor o de algún amigo ya fascina al pequeño, que ve simbolizado en este vehículo su afán de explorar y conquistar otros territorios. Cuando el niño ya es capaz de montar en bicicleta, es normal que quiera ir con ella a todas partes. Así que no debemos preocuparnos si, al principio, el niño cae con facilidad, debemos animarle a continuar y enseñarle la técnica correcta para conducir este atractivo juguete. El proceso de aprendizaje pasa por tres fases:
  • A los 18 meses, el niño se siente atraído por este juguete maravilloso que es el triciclo, pero se contentará con sentarse sobre el mismo y desplazarse arrastrando los pies.
  • A los 2 años, y gracias a las instrucciones recibidas por los adultos, el niño tiene la capacidad de coordinación suficiente para aprender a situar los pies correctamente y pedalear para desplazarse.
  • Sin embargo, la coordinación, el equilibrio y la fuerza necesaria para dirigir la bicicleta no llegan hasta después de los 3 años. Entretanto, las ruedecillas accesorias le proporcionarán la estabilidad necesaria para poder usarla.

Otro juguete que llama la atención de los niños son las pelotas. A cualquier niño, entre el año y los 3 años, le gusta jugar con una pelota. Sin embargo, a los 18 meses sólo la tira con las manos o la desplaza torpemente con el pie. A los 3 años, el niño ha adquirido la coordinación necesaria para chutar la pelota.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Vestirse y desnudarse, un juego más

Vestirse y desnudarse, un juego más

Entre los 18 meses y los 2 años, el niño empieza a aprender a desvestirse solo. Como muchas otras cosas en la infancia, el aprendizaje empieza, aparentemente, al revés. Un niño de 18 meses o de 2 años no tiene suficiente habilidad para acertar a meter un botón en el ojal o cerrar una hebilla o una cremallera, pero sí aprende a abrirlos y se desnuda, sin demasiada dificultad, de pies a cabeza. Es decir, tendrán que pasar algunos meses antes de que pueda vestirse solo pero, en cambio, es habitual que se desnude sin ayuda, o que intente quitarse la ropa cuando le molesta o no es de su agrado.
Vestirse suele ser un proceso demasiado complicado para un niño de 18 meses, pero a partir de los 2 años ya es un buen momento para comenzar a enseñárselo. ¿Cómo?
  • Para empezar, debe aprender cómo se llama y en qué parte del cuerpo se pone cada prenda. Es aconsejable, pues,  que nombremos cada una de las piezas de ropa y le pidamos que sea él quien vaya a buscarlas al armario.
  • Luego, animarle a cooperar: enseñarle a meter los pies en las perneras de los pantalones, o a levantar los brazos para ponerse un jersey que tenga que entrar por la cabeza.
  • Cuando el niño tenga ya 2 años, puede empezar a ponerse algunas prendas sin ayuda, siempre bajo la supervisión de un adulto. No hay que esperar grandes logros en los primeros intentos, pues el verdadero objetivo en este momento es que juegue a vestirse y vaya aprendiendo, al mismo tiempo, a nombrar la ropa. No hay que tener prisa por ayudarle, sino permitir que lo intente, y observar sus errores con paciencia, sin dejar de felicitarle cuando lo haga bien.

Recuerda…


  • Aunque sea pequeño, al niño de 2 años no le cuesta quitarse la chaqueta abierta por delante.
  • Para él, tirar de los calcetines y quitárselos es algo divertido.
  • También puede prescindir de los pantalones con facilidad.
  • Si quiere desnudarse, sabe sacarse la camiseta por la cabeza.
  • La tarea más sencilla y seguramente la primera que el niño aprende es a colocarse la ropa interior.
  • Pronto será capaz de aguantar el equilibrio sobre una pierna para ponerse los pantalones.
  • Le resulta divertido subirse el pantalón, incluso hasta más arriba de la cintura.
  • Pasar la camiseta por la cabeza requiere un grado superior de destreza.
  • Le divierte ver cómo aparece la mano por el extremo de la manga.
  • El niño de 3 años, es capaz de ponerse solo los calcetines, aunque no siempre acierte a ponérselos del derecho.