Sentir que el mundo te llama a vivir con verdad es un acto de valentía. Desde niño he reflexionado sobre el poder de nuestras decisiones cotidianas; ahora, como joven de 21 años, me detengo a pensar en algo que todos hemos abrazado con entusiasmo: el comercio electrónico. ¿Alguna vez te has detenido a pensar qué hay tras ese clic de “comprar ahora”? No hablo solo de conveniencia, sino de un impacto no inmediato, casi invisible, pero real: la contaminación generada por los envíos digitales que hoy inundan nuestro planeta.
La pandemia aceleró esta revolución. Pedidos que antes hacíamos en tiendas físicas ahora llegan a la puerta de la casa con solo pulsar un botón. Una alegría instantánea, sí, pero gobierna una doble cara: por un lado, evitamos desplazarnos —lo que en teoría reduce emisiones—, pero por otro, asume la responsabilidad de una logística compleja, empaques plásticos y una gestión de residuos cada vez más crítica en ciudades y océanos. En 2022, según Oceana, uno de los movimientos más veloces de mercado, con una cuota del 19 % del e‑commerce, desembocó en una alarmante cantidad de plásticos innecesarios que muchas veces ni siquiera se reciclan.
Imagínalo: una caja, varias capas de bolsas, piezas de poliestireno, el trajín de rutas de reparto y esa última milla que tanto celebramos. ¿Cuánto contamina en verdad? La primera vez que leí esas cifras supe que tenemos una gran deuda con nuestro planeta. No es solo un idealismo juvenil: es conciencia crítica. La energía que consume Amazon, Rappi o Mercado Libre para empaquetar, transportar y reciclar o desechar, significa CO₂ que vuela, plásticos en los mares y un incremento de residuos en nuestras ciudades. Y lo que es peor, muchas veces lo pagamos sin saberlo.
Pero no todo es oscurecer el panorama. El comercio electrónico tiene el potencial de transformarse. Si empezamos a exigir opciones —como envíos sin plástico, empaques reutilizables o compactos—, podemos, poco a poco, cambiar la industria. Legislar también es clave: como pasó en 29 estados de México y la CDMX, donde se prohibieron bolsas plásticas desechables, lo mismo debería aplicarse a los envoltorios inútiles de los envíos .
Mientras tanto, nosotros como consumidores tenemos el poder. Elegir envíos consolidados, agrupar pedidos, pedir que se evite el envoltorio sobrante. No es solo una compra: es un acto de responsabilidad con nuestro entorno. Y sí, también significa cuestionarnos ese impulso de gratificación rápida. ¿Lo necesitamos ya, o podemos esperar?
En este espacio reflexivo, resueno con mis otros rincones digitales. En El Blog Juan Manuel Moreno Ocampo, he escrito sobre cómo el día a día propone estas preguntas existenciales. En Mensajes Sabatinos destaco la pausa consciente; y en Amigo de… Ese ser supremo en el cual crees y confías, me conecto con una fuerza mayor que nos llama a cuidar la casa común. De verdad, te invito a revisitar algunos artículos —como el que publiqué en Bienvenido a mi blog sobre la mirada interna en decisiones cotidianas.
La urgencia de cuidar el planeta no es nueva, pero sí lo es nuestra actitud joven y comprometida. La contaminación digital —incluido este tipo de consumo— representa alrededor del 4 % de las emisiones globales de CO₂, que podrían multiplicarse por diez en una década si no actuamos. Cada clic cuenta, cada pedido iluminado o sostenido por conciencia tiene eco en el aire que respiramos.
Y no solo hablo de los plásticos físicos: también de la “contaminación digital” que supone nuestra voracidad por conexiones, aplicaciones, streaming… todo consume energía, se alimenta de infraestructuras intensivas y muchas aún dependen de fuentes fósiles . ¿Estás pensando ahora en cuántas pestañas dejaste abiertas hoy? Es señal de que podemos hacerlo mejor, desde decisiones personales hasta presionando a empresas y gobiernos por energías limpias y empaques sostenibles.
Luego me pregunto: ¿qué le diría mi yo de cinco años atrás a este momento de conciencia? “Estoy orgulloso de ti”, me diría. Porque reconocer la contradicción —entre comodidad y cuidado ambiental— es el primer paso para caminar hacia una verdadera responsabilidad colectiva.
Y aquí, amigo lector, viene el reto profundo: no se trata de renunciar a nuestros hábitos, sino transformarlos. Pedirle a las plataformas que ofrezcan opciones verdes. Apoyar leyes que prohíban envoltorios innecesarios. Elegir conscientemente. Conectarnos desde nuestra fe y nuestra conciencia con ese Ser supremo que me inspira a cuidar esta tierra que nos sustenta.
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