sábado, 2 de agosto de 2025

Cuando la Tierra Nos Habla: Un Aceite, una Esperanza y el Valor de Escuchar



Hay algo que siempre me ha inquietado: la forma en que la naturaleza nos devuelve todo lo que le damos, como un espejo implacable y, a la vez, lleno de amor. Crecí viendo a mi abuelo cuidar la tierra, enseñándome que lo que uno siembra, tarde o temprano florece… o se marchita. Y cuando leí sobre ese emprendimiento colombiano que creó un aceite para descontaminar las zonas afectadas por el petróleo, sentí que era como una respuesta a esas lecciones familiares: una semilla de esperanza plantada en un terreno que parecía estéril.

Vivimos en un país donde la tierra ha sido herida tantas veces, donde el petróleo, que parece sinónimo de progreso, también arrastra consigo cicatrices profundas. Zonas manchadas, comunidades desplazadas, ecosistemas devastados. Sin embargo, me conmueve ver cómo, de esas mismas heridas, surgen ideas que transforman lo oscuro en luz. Este aceite biotecnológico, hecho por un grupo de emprendedores colombianos, no es solo un producto: es un acto de reconciliación con la naturaleza, un puente que une la tecnología y el corazón humano.

A veces siento que, como jóvenes, nos cuesta ver la magnitud de lo que enfrentamos. La contaminación parece un problema tan grande, tan lejano, que preferimos ignorarlo. Pero no es un asunto de “otros”: es nuestro futuro, nuestro aire, nuestra agua, nuestras raíces. Cuando un grupo de personas decide crear algo como este aceite, lo que están haciendo es recordarnos que cada acción, por pequeña que parezca, puede ser un hilo más en la red de cuidado y responsabilidad que tejemos entre todos.

Me gusta pensar que esta historia tiene mucho que ver con lo que comparto en mi blog, “El Blog Juan Manuel Moreno Ocampo” (https://juanmamoreno03.blogspot.com/), donde la reflexión personal y la conciencia colectiva se entrelazan. No se trata solo de contar lo que ocurre, sino de preguntarnos qué significa para nosotros. ¿Qué nos dice la tierra cuando la vemos sangrar petróleo? ¿Qué nos dice nuestra conciencia cuando sabemos que podríamos hacer algo y no lo hacemos?

En mis charlas con amigos y con mi familia, a menudo surge esa sensación de impotencia. Sentimos que no tenemos el poder para cambiar las cosas grandes. Pero luego, al ver emprendimientos como este, recuerdo que el poder está en lo que decidimos hacer con lo que sabemos. Ellos no se quedaron en la queja: buscaron una forma concreta de sanar, de limpiar, de devolverle a la tierra un poco de lo que le hemos quitado.

Me parece importante rescatar lo humano detrás de lo tecnológico. Porque, claro, este aceite es un producto de innovación, de ciencia y de investigación. Pero también es el fruto de muchas manos, de muchas preguntas, de muchos días de ensayo y error. Es la expresión de una esperanza colectiva: la de un país que se niega a rendirse, incluso cuando las circunstancias parecen adversas.

En la página de “Organización TodoEnUno.NET” (https://organizaciontodoenuno.blogspot.com/), se habla mucho de cómo la tecnología puede ser una herramienta para el bien común. Yo creo que eso es clave: no quedarnos en la idea de que la tecnología está separada de la vida, sino entenderla como una prolongación de nuestros valores, de nuestra forma de ver el mundo. Este emprendimiento es un ejemplo vivo de eso: usar la ciencia no para enriquecerse a costa de la naturaleza, sino para restaurarla.

Me imagino que este aceite debe tener un aroma particular, como una promesa hecha líquido. Imagino a los emprendedores probándolo en las tierras manchadas, viendo cómo poco a poco la capa negra se va retirando y debajo aparecen los colores de la tierra viva. Imagino también la emoción contenida en sus miradas, como cuando uno logra algo que parecía imposible.

Pero no quiero idealizarlo. Sé que el camino para estas iniciativas no es fácil. Hay burocracia, hay desconfianza, hay intereses económicos que muchas veces se interponen. Sin embargo, también sé que hay algo más fuerte que todo eso: la convicción de que cuidar la tierra es cuidarnos a nosotros mismos. Esa convicción no nace en los laboratorios: nace en el corazón, en la conciencia y en la memoria de quienes entienden que somos parte de un ciclo que no podemos seguir rompiendo.

Hace poco, en el blog “Amigo de ese ser supremo en el cual crees y confías” (https://amigodeesegransersupremo.blogspot.com/), encontré un texto que hablaba sobre el amor como la fuerza más poderosa para transformar el mundo. Y creo que ese amor está en cada gota de este aceite. Porque limpiar las heridas de la tierra no es un negocio cualquiera: es un acto de amor. Amor por lo que somos, por lo que podemos llegar a ser, por lo que heredaremos a quienes vienen detrás.

Me gusta pensar que este emprendimiento no es solo un invento, sino también una historia. Una historia de cómo podemos ser creativos y compasivos al mismo tiempo. De cómo, incluso cuando parece que todo está perdido, siempre hay alguien que decide hacer algo diferente. Y eso, para mí, es lo que hace que esta historia valga la pena contarla y compartirla.

La imagen que imagino para este blog es la de un joven de pie, con un recipiente transparente en las manos, sosteniendo el aceite que brilla con la luz dorada del atardecer. Al fondo, un paisaje de árboles y un cielo que, aunque muestra las huellas del petróleo, también deja ver el verde que renace. Su mirada está fija en el horizonte, como si supiera que este pequeño frasco es solo el inicio de algo más grande.

A quienes están leyendo esto, quiero decirles que no subestimemos nunca el poder de nuestras acciones. Tal vez no tengamos la fórmula para crear un aceite mágico, pero todos podemos encontrar maneras de limpiar nuestras propias huellas, de sembrar algo bueno, de tejer esa red que sostiene la vida.

¿Sentiste que esto te habló directo al corazón?
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— Juan Manuel Moreno Ocampo
“A veces no hay que entender la vida… solo vivirla con más verdad.”

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