domingo, 17 de agosto de 2025

Qué pasa cuando los jóvenes ya no son “ninis”?



Una reflexión sobre lo que sí estamos construyendo, aunque no se vea.

Hace poco leí una noticia que decía que el número de “ninis” en Colombia (jóvenes que no estudian ni trabajan) bajó a 2,51 millones en abril. Al principio, lo tomé como una estadística más, de esas que pasan de largo en la pantalla del celular. Pero algo en esa cifra me hizo detenerme. No por lo que significa numéricamente, sino por lo que implica humanamente.

Porque hablar de “ninis” siempre ha sido una forma de etiquetar desde la falta: lo que no hacemos, lo que no producimos, lo que no aportamos. Como si toda nuestra existencia pudiera resumirse en una casilla vacía del sistema. Como si dejar de estudiar por un tiempo o no tener trabajo fijo fuera sinónimo de fracaso. Como si la pausa fuera sinónimo de pereza.

Pero… ¿y si no es así? ¿Y si este descenso de 3,7% en el número de “ninis” —como lo reportó La República— nos invita a ver algo más profundo que las cifras del DANE? ¿Y si, detrás de eso, hay una generación que empieza a pararse diferente frente a su vida?

Pienso en amigos míos que no estudian “formalmente”, pero aprenden todos los días en YouTube, en cursos gratuitos, en grupos de Telegram donde se comparten ideas sobre criptomonedas, edición, política o espiritualidad. Pienso en chicas que dejaron la universidad porque no las llenaba, pero hoy lideran emprendimientos que transforman su barrio. O en ese compañero que no ha conseguido un contrato laboral, pero dedica su tiempo a cuidar a su abuela, mientras arma un portafolio de diseño que probablemente lo saque del país.

A ellos —a nosotros— nadie nos está preguntando qué sí estamos haciendo. Solo miden lo que falta.

Pero yo quiero escribir desde el otro lado. Desde lo que sí existe. Porque aunque no esté en el Excel del DANE, hay un movimiento interno, silencioso, que no para de crecer.

Hay jóvenes sanando heridas familiares.
Hay jóvenes descubriendo que su espiritualidad no es herencia sino decisión.
Hay jóvenes que decidieron dejar el alcohol, volver a su cuerpo, probar la agricultura, abrir un canal de YouTube para hablar de salud mental.

Y sí, también hay jóvenes que están rotos, tristes, adictos, solos. Pero eso no los convierte en “nada”. Lo que pasa es que esta sociedad confunde “ser útil” con “estar ocupado”.

Yo no quiero que nos glorifiquen por trabajar 14 horas o tener cinco diplomas. Yo quiero que nos pregunten si estamos felices. Si nos sentimos acompañados. Si nos estamos escuchando. Porque es muy distinto sobrevivir a vivir. Y lo segundo no siempre se ve en las cifras.

Hace unos días, escribí en mi blog El blog de Juan Manuel Moreno Ocampo algo que ahora vuelve a tener sentido:
"No es que no tengamos sueños. Es que no nos los permiten soñar con calma."
Y a veces, para construir un sueño, uno necesita parar. Respirar. Replantearse. Salirse del molde. Irse a vivir al campo, o volver a casa. Abrazar a la mamá que uno no entendía. Enfrentarse al espejo. Y eso no se mide con una tasa de ocupación.

También es cierto que muchas veces sí hay abandono, desmotivación, falta de oportunidades reales. La deserción no siempre es voluntaria. Pero cuando bajan las cifras de “ninis”, ¿estamos hablando de que hay más empleos de verdad o solo más informalidad? ¿Más oportunidades o más necesidad?

El reto no es solo que haya menos jóvenes sin estudiar ni trabajar. Es que esos que sí estudian y sí trabajan lo hagan en condiciones humanas, con propósito, con respeto, sin explotación.

Desde este rincón del internet también quiero decir que la respuesta a esto no es solo técnica ni económica. Es profundamente relacional y espiritual. Porque si el sistema no nos ve como personas, ¿cómo vamos a vernos entre nosotros con dignidad?

A mí me han salvado los abrazos, los libros, las conversaciones profundas, las caminatas en silencio, la oración en mi cuarto cuando el mundo me queda grande. Me han salvado las palabras de mi papá en Bienvenido a mi blog, las reflexiones de los sábados en Mensajes Sabatinos, y la certeza de que hay un ser superior que no me mide por mi productividad sino por mi corazón.

Me han salvado personas reales. No cifras.

Y también me han salvado los proyectos. Como Todo en Uno.NET, donde se habla de tecnología con propósito, y Organización Todo en Uno, que busca empoderar a las empresas con herramientas humanas. Porque no todo joven está perdido. Muchos estamos intentando reinventar las reglas del juego.

Así que la próxima vez que alguien diga “ese es un nini”, respira. Tal vez no sea que no hace nada. Tal vez está haciendo algo muy importante… pero invisible.

Porque no estudiar ni trabajar no significa no vivir. Y vivir, de verdad, no siempre se hace desde un escritorio.


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— Juan Manuel Moreno Ocampo
"A veces no hay que entender la vida… solo vivirla con más verdad."

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