sábado, 30 de agosto de 2025

El día que me di cuenta de que entrenar perros no era suficiente


Recuerdo perfectamente el día en que todo cambió. No fue una revelación con fuegos artificiales, sino un silencio que se volvió demasiado fuerte como para ignorarlo. Estaba en una sesión de entrenamiento con un perro y su tutor, una de esas clases que parecen fluir como si todo estuviera escrito de antemano. El perro, atento y listo. El tutor, comprometido y paciente. Yo, siguiendo cada paso con la convicción de que estábamos haciendo las cosas bien.

Las órdenes se cumplían. Los ejercicios funcionaban. Había entusiasmo y motivación. Al terminar, la sensación era de triunfo. Pero unas semanas después, recibí un mensaje que me golpeó directo en el estómago:

“No sé qué pasa… en las sesiones todo va genial, pero en casa sigue sin hacerme caso. A veces siento que no me entiende. O peor… que no confía en mí.”

Ese “peor” se me quedó retumbando. Porque lo que estaba fallando no era la técnica, ni la disciplina, ni el número de repeticiones. Lo que estaba fallando era algo mucho más profundo: la relación.

Cuando el tutor me explicó con más detalle, comprendí que el perro sabía exactamente lo que se esperaba de él, pero algo se quebraba en el ambiente del hogar. Como si las paredes de la casa transformaran el idioma que ambos habían aprendido. Las órdenes se volvían ruido. La atención se desvanecía. La confianza, simplemente, no aparecía.

Y fue entonces cuando entendí que el verdadero problema no estaba ni en el perro ni en el humano, sino en el puente invisible que los unía. Ese vínculo silencioso que no se entrena con premios ni se enseña con un clicker.

Ese día descubrí que entrenar perros no era suficiente.

Me lo repetí varias veces: no basta con enseñar conductas, hay que construir vínculos. Los perros, igual que nosotros, necesitan sentir confianza, respeto y conexión. Y esa parte yo nunca la había estudiado en profundidad. Siempre me había centrado en la técnica, en los pasos, en el “cómo se hace”. Pero nadie me había hablado del “cómo se siente”.

Pienso en esto y recuerdo lo que escribí una vez en El blog Juan Manuel Moreno Ocampo: la vida no se trata solo de hacer las cosas bien, sino de hacerlas con verdad. Un perro puede obedecer por miedo o por costumbre, pero solo confía cuando siente que la relación es auténtica.

Ese día fue incómodo porque me obligó a reconocer mis límites. Me di cuenta de que necesitaba formarme en otro tipo de conocimiento: la psicología de los vínculos, la comunicación no verbal, la manera en que los humanos transmitimos emociones sin darnos cuenta.

En Bienvenido a mi blog mi papá reflexionaba mucho sobre cómo en la vida las relaciones son lo que de verdad nos sostiene, incluso más que los títulos o los métodos. Tal vez por eso me resonó tanto: lo que estaba fallando en la relación entre ese perro y su tutor era exactamente lo que muchas veces falla en las relaciones humanas. Sabemos “las órdenes”, pero no logramos entendernos.

Me gusta pensar que ese momento no fue un fracaso, sino un giro necesario. Me mostró que la vida siempre tiene un “más allá” que exige humildad. Yo podía seguir enseñando comandos y corrigiendo conductas, pero si no me enfocaba en lo invisible, todo iba a seguir siendo superficial.

El perro sabía lo que hacer, el humano también. Pero entre los dos faltaba esa magia que ocurre cuando un vínculo es genuino. Y eso me llevó a replantearme no solo mi trabajo, sino mi manera de mirar al mundo.

Porque al final, ¿no pasa lo mismo con nosotros? ¿Cuántas veces creemos que todo está en orden —que seguimos las reglas, que hacemos lo correcto— pero sentimos que la conexión con los demás se nos escapa de las manos?

En Mensajes sabatinos leí algo que conecta perfecto con esto: “Lo importante no es repetir lo aprendido, sino vivir lo comprendido.” Y ahí entendí que entrenar un perro no sirve de nada si el tutor no aprende a vivir la relación de otra forma.

Hoy, cuando recuerdo ese mensaje, no lo leo como una queja, sino como una puerta. Fue el inicio de un camino distinto, uno donde comprendí que la clave está en trabajar con la relación, no solo con el comportamiento. Y aunque mañana contaré cómo descubrí nuevas herramientas para hacerlo, me quedo con esta certeza:

No basta con enseñar. No basta con explicar. Lo esencial es conectar.

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Juan Manuel Moreno Ocampo
“A veces no hay que entender la vida… solo vivirla con más verdad.”

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