Sentir cómo el silencio roto por el lamento de una mascota me despierta, es parte de vivir de verdad. Desde muy joven aprendí que a los animales no se les puede mentir: una mirada apagada, un ladrido extraño o un maullido prolongado revelan mucho más que cualquier palabra. A mis 21 años, esa intuición me ha llevado a preguntarme: ¿por qué cada vez más perros y gatos desarrollan diabetes? Y, más importante aún, ¿qué nos está pidiendo el mundo a través de ellos?
La fuente principal que me inspiró este blog es un artículo reciente de Agronegocios que señala algo que aún no sabemos digerir del todo: “la diabetes afecta al menos a cinco de cada 1.000 perros y a tres de cada 1.000 gatos”. Es decir, estamos hablando de una realidad cada vez más común, que no solo golpea a nuestras mascotas, sino que también despierta preguntas sobre nuestra forma de vivir.
Cuando leo esa cifra, pienso inmediatamente en los paseos apresurados, en las sobras que solemos compartir, en la falta de ritmo, de estructura, de conciencia. Todo eso, al final, se refleja en la salud de otro ser vivo que depende de nosotros. Y sí, la dieta y el ejercicio son parte vital del tratamiento, pero ¿y si repensamos cómo integramos estas prácticas en nuestra propia vida?
Sumado a esto, la literatura médica —como el Merck Vet Manual— nos recuerda que en los perros, la diabetes suele requerir uso de insulina dos veces al día junto con cambios en la dieta, y en los gatos se recurre a insulina basal y dietas bajas en carbohidratos, alcanzando remisión en hasta el 90 % de los casos. Sin embargo, el desafío no está solo en suministrar insulina: es sostener una rutina amorosa y consciente que nutra al cuerpo y al espíritu de nuestras mascotas.
Y ante todo, me resuena una pregunta grande: ¿cómo este cuidado solidario puede reflejar nuestra propia escucha a lo esencial? Cuando me siento ante mi cuaderno y pienso en lo que escribí en El Blog Juan Manuel Moreno Ocampo sobre la conexión entre cuidado interior y exterior, me doy cuenta de que enseñar disciplina a un perro con diabetes es también aprender a disciplinar la mente y el corazón. De la misma manera que cuidamos horarios de alimentación e insulina, podríamos aprender a cuidar horarios de descanso, meditación o lectura.
La charla con mi mentor espiritual me llevó a reflexionar sobre esto. En “Amigo de… Ese ser supremo en el cual crees y confías” he hablado de cómo nos desconectamos del cuidado interno cuando vivimos atados a la inmediatez. Preguntarte cada mañana: “¿qué necesito hoy para estar bien?” es tan importante como preguntarte: “¿qué alimento necesita mi mascota para no enfermar?”
También encuentro eco en experiencias familiares. En Mensajes Sabatinos dejé un texto sobre cómo mi papá caminaba con nuestra perra cada tarde sin falta: un ritual que incluía cuidado mutuo y silencio compartido. Hoy entiendo que esos paseos no eran solo ejercicio: eran prácticas de amor cotidiano. Lo sabía mi perro, lo sé yo. Y por eso, al ver cómo cada vez más mascotas desarrollan diabetes, siento una llamada profunda a reequilibrar nuestra mirada sobre la vida.
Claro, el diagnóstico no es el final, sino el comienzo de un camino. La American Veterinary Medical Association lo confirma: perros y gatos con diabetes pueden vivir felices y acompañados por años si reciben tratamiento, monitorización y ejercicio adecuados . Pero requieren dedicación, no indiferencia. Así que la diabetes no es una condena: es una invitación a estar presentes.
En un mundo en que todo acelera, en que llenar el carro de compras parece compartir amor, en que cada clic online nos adelanta gratificación, nuestras mascotas nos recuerdan el valor de la pausa, el ritmo, la rutina sensata. Como compartí en mi otro blog de organización empresarial organizaciontodoenuno.blogspot.com, la estructura importa: es la plataforma en la que florecen las decisiones conscientes.
Y en mi espacio de contabilidad (micontabilidadcom.blogspot.com), hablamos de cómo la disciplina diaria —sea financiera, emocional o física— crea ecos en nuestra realidad. Alimentar bien a tu gato con dieta ideal, medir su peso, monitorear su glucosa… es un acto de contabilidad del cuidado. Contar no solo pesos y gastos, sino gestos cotidianos.
Hay un dato que me impactó: si el dueño de un perro tiene diabetes tipo 2, hay un riesgo mayor de que el perro también la desarrolle, lo que sugiere que los hábitos de vida compartidos importan . No es una coincidencia, sino una llamada urgente a modificar rutinas en conjunto. Como familia somos ecos, somos ambiente. Al transformar nuestras mañanas, también mejoramos su vida, y viceversa.
Con los gatos pasa algo similar: muchos logran remisión si se detecta a tiempo y se administra una dieta alta en proteínas y baja en carbohidratos. Ahí veo una lección: la oportunidad está en el tiempo justo. Tanto en salud animal, como en nuestras decisiones personales. No esperemos a que todo se desencadene para actuar.
Por eso escribo este blog: para recordarnos que la compasión empieza en detalles. Un paseo extra, una croqueta escogida, un chequeo regular. Pero también: una charla profunda, un silencio atendido, una reflexión diaria. Si así cuidamos a nuestras mascotas, podemos aprender a cuidarnos a nosotros mismos.
Hoy quiero invitarte, más que a informarte, a reconocer que tus decisiones marcan un círculo: el animal que amas, tu cuerpo, tu mente, tu casa, tu comunidad. La diabetes en ellos no es solo cuestión veterinaria: es una metáfora viva. Nos dice: “frenemos el ruido, volvamos a lo esencial”
Agendamiento: Whatsapp +57 310 450
7737
Facebook: Juan Manuel Moreno Ocampo
Twitter: Juan Manuel Moreno Ocampo
Comunidad de WhatsApp: Únete a nuestros
grupos
Grupo de WhatsApp: Unete a nuestro
Grupo
Comunidad de Telegram: Únete a nuestro canal
Grupo de Telegram: Unete a nuestro Grupo
👉 “¿Quieres más tips como
este? Únete al grupo exclusivo de WhatsApp”.
✒️ — Juan Manuel Moreno Ocampo
A veces no hay que entender la vida… solo vivirla con más verdad.