lunes, 24 de julio de 2017

Llegó la hora de pensar

Aunque la filosofía es clave para enfrentar la crisis de la democracia actual, el crecimiento de los populismos, la posverdad o la polarización de la sociedad, muchos cuestionan su utilidad. 
Hace tres años el Congreso de los Diputados de España aprobó una reforma a la educación que levantó polvareda: los legisladores decidieron reducir las horas de filosofía que veían los estudiantes de colegio, lo que hizo que dejara de ser una materia obligatoria durante todo el bachillerato para serlo solo durante el primer año.

La medida se mantuvo durante algún tiempo pero, ante las protestas de profesores, filósofos y estudiantes, hace dos semanas el propio Congreso aceptó que se había equivocado. “Creemos que en este mundo, cada vez más tecnológico, es importante la formación humanística, con un replanteamiento de la filosofía –explicó Sandra Moneo, una diputada del Partido Popular, el mismo partido que había promovido el cambio en primer lugar–. Tenemos que hacer un ‘mea culpa’ en este sentido”.

El tema, que ha generado un debate público sobre la pertinencia de la filosofía, no es nuevo. El año pasado la Universidad Complutense de Madrid se planteó cerrar su Facultad de Filosofía, ante lo cual recibió cartas de varios intelectuales que abogaban por su permanencia, incluyendo una de Fernando Savater. En Colombia también se habla del tema. Desde 2015 desapareció la sección sobre filosofía de las pruebas Saber 11 (más conocidas como el examen del Icfes) y en noviembre el alcalde de Cartagena, Manuel Vicente Duque, cuestionó en una entrevista la utilidad de enseñarle esa materia a un joven de escasos recursos: “¿De qué les sirve la filosofía si estos son muchachos que se la tienen que salir a jugar a la calle?”, dijo.

No solo pasa con la filosofía. De hecho, y debido a lo que algunos expertos llaman una tendencia al ‘antiintelectualismo’, en los últimos años varias voces han discutido acerca de la pertinencia de las humanidades y han pedido que la educación haga más énfasis en las ciencias duras y en las carreras que llaman ‘productivas’.

Pero a pesar de las voces que aún pregonan la ‘inutilidad’ de la filosofía, esta disciplina es hoy más pertinente que nunca. “La filosofía no es útil como es útil un martillo o un serrucho –explica Luis Eduardo Hoyos Jaramillo, director del Departamento de Filosofía de la Universidad Nacional–, pero si pensamos que el ser humano no puede vivir sin reflexionar, sin criticar y analizar lo que oye y ve, entonces podemos concluir que puede ser muy útil en un sentido más serio y profundo”.

Los filósofos, de hecho, constantemente dudan de lo que muchos dan por sentado y buscan otras explicaciones a la realidad. Eso es clave para cualquier persona que quiera vivir en sociedad y, precisamente, la presencia de la materia en el pénsum escolar busca formar jóvenes reflexivos, con pensamiento crítico y miradas analíticas a la realidad. En otras palabras, gente que no coma entero.

Muchos expertos creen que la filosofía puede jugar un papel clave para entender la situación actual del mundo occidental, en donde la misma democracia parece cuestionada por el brexit, el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos y el crecimiento de movimientos nacionalistas y xenófobos en Europa. Como dice el filósofo colombiano Sergio de Zubiría, “en épocas de crisis, como la que atraviesa la civilización actual, el espacio para volver a las preguntas fundamentales es urgente”. Sobre todo, teniendo en cuenta que parte de lo que estudian los filósofos (y lo que ven de forma muy rápida los estudiantes de bachillerato) son las teorías que le han dado forma a la civilización occidental y, en algunos casos, a la idea misma de la democracia: el pensamiento de Sócrates, Platón, Aristóteles, Hegel, Marx, Engels, Camus, Sartre, Nietzsche, Heidegger y Habermas, entre muchos otros.

“No solo se trata de un interés histórico –cuenta Carlos Andrés Manrique, director del Departamento de Filosofía de la Universidad de los Andes–. Eso nos da herramientas para plantearnos las preguntas con las que nos confrontan los retos que enfrentan las sociedades actuales, y para hacerlo de manera creativa y novedosa”.

Para el escritor y profesor de la Universidad de Caldas Pablo Rolando Arango, la razón es mucho más profunda: “El contacto con las grandes obras filosóficas les enseña a las personas a dudar de sí mismas. Si más gente pudiera asumir esa actitud, no habría tanto fanático en temas como la política, la ciencia o la religión”.

En el caso de Colombia la reflexión también es pertinente. El país pasa por un momento de polarización en el que se abren discusiones que parecían superadas, como la relación entre la política y la religión, y en el que la implementación de los acuerdos con las Farc deja en evidencia heridas y diferencias. Varios filósofos, de hecho, ya se han puesto manos a la obra. El propio Sergio Jaramillo, alto comisionado para la paz, estudió filosofía y Sergio de Zubiría hizo parte de la comisión de expertos que redactó un análisis sobre la historia del conflicto.

También hay esfuerzos desde la academia (en donde, valga decirlo, los estudiantes de filosofía están entre los mejores del país en las pruebas de lectura y escritura). A finales del año pasado, por ejemplo, salió un libro editado por la Universidad de los Andes y la Universidad Nacional llamado Intervenciones filosóficas en medio del conflicto, con reflexiones de varios intelectuales sobre los retos de la construcción de paz en Colombia. Y hay varios grupos de estudio dentro de las universidades que se preguntan por el significado de conceptos como el perdón, la reconciliación y la paz.

Pero De Zubiría cree que el papel de los filósofos debe ser mayor: “Con una voz filosófica más fuerte, el debate saldría enriquecido. Un ejemplo sencillo es lograr que la polarización no sea exclusivamente emotiva, sino que se dé en un debate con argumentos, en el que la contraparte no sea un enemigo, sino una persona que piensa diferente”.

Arango, por su parte, dice que aunque la academia está haciendo muchas cosas pertinentes y útiles para el país, lo más interesante está pasando hacia fuera: “La filosofía también está en la vida diaria y en la calle. De hecho, en cosas tan sencillas como el libro de Martín Caparrós sobre el hambre (‘El hambre’, 2014) hay varias preguntas filosóficas”.

Por eso, hay un esfuerzo paralelo por llevar las ideas de la filosofía a un lenguaje común. Uno de los libros más vendidos durante la pasada Feria del Libro de Bogotá en el pabellón de Francia, el país invitado de honor, fue La liga de los filósofos fantásticos, una novela gráfica de Jul y Charles Pepin que en Colombia edita Rey Naranjo, y que acerca las ideas de los filósofos más importantes de la historia (desde Aristóteles hasta Sartre) a la vida cotidiana. Y la Universidad de Caldas tiene una plataforma, llamada La Penúltima Verdad, que traduce los conceptos de varias ciencias humanas al lenguaje que usan las mamás, los taxistas, los vendedores ambulantes y los jóvenes.

La idea es que la filosofía sea una disciplina fundamental para cada vez más personas, y que cuando se vuelvan a abrir los debates sobre su utilidad y su pertinencia, los mismos ciudadanos la defiendan como propia. Ya la situación actual demuestra que es hora de pensar a fondo y de regresar a las preguntas básicas. Aunque como dice el profesor Luis Eduardo Hoyos, “claro que uno podría también creer que se puede llevar una vida sin crítica, sin reflexión y sin análisis. Como también se puede vivir sin poesía y sin música. Pero una vida así sería mucho más desolada de lo que normalmente suele ser”.

domingo, 23 de julio de 2017

Icfes aplicará una nueva prueba para estudiantes de 200 colegios del país


Desde este año, el Icfes iniciará la aplicación de la prueba Pisa for Schools, una herramienta de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que se implementará para 200 colegios privados públicos en el país.

La directora del Icfes, Ximena Dueñas, afirmó que será una herramientas para evaluar el desarrollo de los estudiantes como las pruebas Pisa.

“Los resultados que el Icfes entregará a través de la presentación de un informe a cada colegio, aportarán información detallada del grado de desarrollo de las competencias en lectura, matemáticas y ciencias de los estudiantes y los factores internos y externos que están asociados a los resultados”.

La prueba, que es presentado por los estudiantes de 15 años de edad, evalúa y analiza las destrezas y la aplicación creativa del conocimiento en las áreas de lectura, matemáticas y ciencias (materias escolares básicas).

En este proceso se recogerán datos sobre la situación socioeconómica, actitudes, intereses y el ambiente de aprendizaje creado en el colegio.

sábado, 22 de julio de 2017

La intolerancia, el pan de cada día


INTOLERANTIA, del latín, sinónimo de intransigencia, terquedad, obstinación, irrespeto a quienes piensan diferente, actúan diferente en lo político, religioso, cultural, sexual, racial y demás actividades cuotidianas de la vida. Cada día vivir en armonía con la comunidad se hace más difícil. Toleramos menos en casa a la esposa y a los hijos, estos tampoco en la escuela a los compañeros, generando el bullyng.
¿Qué es el Bullying o acoso escolar?


La intolerancia

“Es el maltrato físico y/o psicológico deliberado y continuado que recibe un niño por parte de otro u otros, que se comportan con él cruelmente con el objetivo de someterlo y asustarlo, con vistas a obtener algún resultado favorable para los acosadores o simplemente a satisfacer la necesidad de agredir y destruir “.

También se da con los compañeros de trabajo que no soportamos, intolerancia con los animales en el condominio, en los parques, las fiestas ruidosas, el endemoniado tráfico que no solo nos molesta sino que nos amarga el día.

Cada vez son más los matrimonios que no duran, nadie tolera nada, ni aguanta una broma. Hay más parejas solas que casadas según los estudios, ni hablar de la homofobia y xenofobia, a la persona que esta adelante nuestro en el cine y no deja ver la película, las colas o filas que son desesperantes para toda actividad: pagar servicios, diligencias bancarias, ubicar mesa en el restaurante, en la gasolinera, en los aeropuertos, en las terminales de buses, cola o fila para todo, la intolerancia religiosa que ha causado tantas persecuciones y muertes, en la política con dictaduras e ideologías concentradas en una sola persona.

Esto genera ira ante la impotencia, envidia de los que tienen privilegios, venganza y desquite por las molestias recibidas.

Las líneas de emergencia colapsan con reportes de intolerancia por el consumo del alcohol, con picos en los fines de semana y diciembres.

En Bogotá este tipo de altercados dejan más de 50 casos diarios en todos los niveles sociales, cerca del 80% del total de homicidios se deben a riñas, en Ciudad de México la cifra es de 70%, y en Quito el 30% y ni hablar de Venezuela.

La violencia intrafamiliar, el maltrato a los niños, la violencia económica, la intolerancia con los adultos mayores, son pan de cada día.

La intolerancia

La cultura ciudadana debería ser el camino para resolver los conflictos y ser más tolerantes, el dialogo debe primar para una buena convivencia, aunque hay quienes dicen que desde que se inventó el dialogo se acabó la autoridad, particularmente en la familia con los hijos y casos donde la tolerancia está directamente relacionada con la ignorancia, por la falta de estudio, por la esclavitud y sobre todo las mujeres que todo lo tienen que tolerar ante la dependencia cultural y económica.

La Intolerancia Alimentaria: La alimentación se ha tornado difícil para mucha gente. La intolerancia a los lácteos, (a la leche y sus derivados), a la carne con grasa, al aceite, a los alimentos saturados, no se tolera la sal, el azúcar, los vinos por aquello del ácido úrico, Hay que acudir a la comida vegetariana, light y los productos orgánicos que copan las góndolas de los supermercados. Los médicos están en bonanza con estos impacientes intolerantes.

Difícil tarea para la sociedad empezar a entender que somos diferentes, pensamos diferente comemos diferente, y por tanto la vida es diferente y se hará tolerante si aplicamos la paciencia, la inteligencia, y contamos hasta diez en cada caso.

viernes, 21 de julio de 2017

Por qué los malos resultados en las pruebas PISA?

Según Julián De Zubiría, fundador del Merani, a los estudiantes les va mal porque no se les ha enseñado a pensar, interpretar y resolver problemas. 
 
Que Colombia haya ocupado el último lugar en las pruebas PISA es frustrante, pero hay que entender los resultados en contexto. 

Por absurdo que parezca, la escuela en América Latina ha venido trabajando sin tener en cuenta cómo funciona el cerebro. Se ha esforzado por transmitir informaciones para que sean recopiladas por los estudiantes, desconociendo que la mente es extremadamente deficiente para almacenar datos. En eso nos superan con creces las computadoras y las grabadoras. 

El cerebro está diseñado para crear, soñar, amar, inventar, procesar, analizar e interpretar la información, pero no para almacenarla. Para ello fueron creadas las redes, las USB, los celulares y los discos duros. Sin embargo, hasta ahora no hemos inventado nada que analice e interprete mejor la información que el cerebro humano, posiblemente nunca lo podremos hacer con la flexibilidad, plasticidad y adaptabilidad que lo caracterizan. 

Lo anterior es cierto en mayor medida en una época en la que logramos guardar casi toda la información en medios magnéticos. Vivimos una sociedad que posee una red casi ilimitada de circulación de archivos. Esta situación ha permitido caracterizar el desarrollo de la competencia para interpretar y analizar datos, como la meta cognitiva más importante del proceso educativo durante la educación básica. 

No se requiere tener en la cabeza la información exacta sobre los accidentes geográficos, los presidentes, los algoritmos, la gramática o los símbolos químicos, como había supuesto la escuela tradicional. Ahora bastará con una tecla de un computador o un celular para acceder a cualquier información necesaria. De la misma manera que hoy en día no tenemos que recordar los números telefónicos ya que éstos se pueden archivar magnéticamente. A propósito, ¿cuántos números telefónicos sabe usted si se le pierde el celular?.

Lo que sí necesitamos con urgencia es que los jóvenes sepan dónde y cómo encontrar la información, cómo interpretarla, analizarla y contrastarla de diversas maneras. Que puedan trabajar hipotética y deductivamente con ella; es decir, requerimos competencias para argumentar, deducir, inferir e interpretar. 

Así como los deportistas necesitan ejercitar sus músculos para desarrollarlos, niños y jóvenes tienen que ejercitar una y otra vez sus procesos para pensar. La escuela debería ser un lugar para ejercitar estos procesos de pensamiento en todas las clases, en todos los cursos y en todas las asignaturas. La escuela tendría que ser un gimnasio para pensar.

Sin embargo, por dedicarnos a transmitir múltiples informaciones desarticuladas, los niños y jóvenes en América Latina adquieren muy pocos conceptos de las ciencias sociales, de las ciencias naturales y de la matemática. Es por ello que cuando nuestros estudiantes son evaluados en lectura, en conceptos científicos y en resolución de problemas, América Latina se ubica en la cola del mundo y Colombia, tristemente, sigue peleándose el último lugar. 

¿Qué prueban las pruebas? 

Pruebas como PISA evalúan competencias para pensar, interpretar, resolver problemas y leer críticamente. Estas competencias no las han desarrollado nuestros estudiantes porque el sistema educativo todavía sigue dedicado a transmitir informaciones impertinentes y fragmentadas. 

El origen del problema no está en los maestros, es más complejo ya que todo el sistema educativo está pensado para transmitir informaciones y no para pensar. Así fueron pensados los currículos, los sistemas de evaluación, la selección y formación de los maestros. Así también están pensados los museos y hasta los concursos y noticieros de televisión. Han sido construidos para transmitir informaciones, pero no para interpretarlas, analizarlas o leerlas de manera crítica e independiente. 

La solución es sencilla pero requiere un cambio profundo en el sistema educativo. Necesitamos entender que la finalidad principal de la educación básica no puede ser que los niños aprendan fechas históricas, accidentes geográficos o nombres de huesos y plantas que se encuentran libremente en la red. La finalidad no puede ser que los niños aprendan las operaciones aritméticas que hoy pueden resolver con las calculadoras. La finalidad de la educación básica debe ser el desarrollo de las competencias transversales para pensar, interpretar, comunicarse y convivir. 

Por ello, las clases deben ejercitar la inducción, la comparación, la generalización y la argumentación. En sociales, por ejemplo, hay que garantizar el dominio de conceptos como los de tiempo histórico, clase social, Estado, revolución o producción. Hay que desarrollar el pensamiento multicausal, crítico y relativista, que les permita a los jóvenes interpretar de manera compleja los fenómenos sociales. 

En ciencias naturales hay que comprender a profundidad conceptos como los de masa y energía, desarrollar competencias para explicar y predecir los fenómenos naturales y las competencias ecológicas para convivir con la naturaleza. Eso es miles de veces más importante que saber los símbolos químicos o los nombres de los huesos y las plantas, que solo sirven para resolver crucigramas y para responder los exámenes de los profesores de química. 

Por eso los niños suelen botar los cuadernos a la caneca al culminar los grados ya que lo enseñado allí no servirá en la vida. ¿Botarían acaso los cuadernos si en la escuela se enseñara cómo conquistar a las muchachas o los muchachos? ¿Botarían a la caneca los cuadernos si en la escuela nos ayudaran a construir nuestros proyectos de vida, a manejar el dinero o a interpretar de manera compleja la realidad social y natural? 

Lo que se sigue enseñando en nuestras escuelas es muy impertinente para los niños, la sociedad y la época porque no se puede transferir a la vida. Por ello, volvimos a quedar en los últimos lugares en las pruebas PISA, que evaluaron como los jóvenes resuelven problemas complejos, mientras nosotros en Colombia seguimos enseñando ortografía y la compleja y abstracta gramática, conocimientos que desconocen hasta nuestros mejores escritores.

jueves, 20 de julio de 2017

Democracia sin lectura crítica?

En Colombia solo tres de cada mil jóvenes escolarizados alcanzan esta habilidad a los 15 años. Sin lectura crítica no es posible elegir de manera responsable. Mejorar la calidad de la educación es necesario para vivir en una democracia. 
 
¿Democracia sin lectura crítica? Foto: Semana 
El periodista y escritor Eduardo Galeano sostiene que en el siglo XX se violaron la mayoría de derechos humanos. Por ejemplo, durante los años setenta en el Cono se suprimieron los derechos civiles, sociales y políticos. La tortura se convirtió en el método, por excelencia, para conseguir información. El terrorismo de Estado se usó indiscriminadamente con el fin de generar el miedo constante en la población. El secuestro y la desaparición fueron el pan de cada día para los sindicalistas, los intelectuales, los artistas y los estudiantes: casi todos ellos fueron catalogados como subversivos. Los opositores fueron considerados indeseables. 

Para desgracia de la humanidad, quienes más ferozmente han violado los derechos humanos jamás van presos. Ellos, como señala Galeano, tienen las llaves de las cárceles. Sin embargo, el escritor sostiene que un derecho que no pudo ser eliminado: el derecho a soñar y a pensar distinto. En esta última tesis no estaría de acuerdo con Eduardo Galeano.

En Colombia, y en diversos lugares del mundo, soñar y pensar distinto son actos que siguen sacrificándose. La libertad necesita de condiciones que, desafortunadamente, no se cumplen en la mayoría del continente. Solo son libres aquellos que piensan por sí mismos, dijo Kant dos siglos atrás. La ignorancia hace a las personas presa fácil de los prejuicios sociales, políticos e ideológicos; de la manipulación de los medios de comunicación, de las ideas mágicas, simplificadoras y supersticiosas, de los personajes mesiánicos, del reduccionismo, la intolerancia y el fanatismo.

Por eso, una persona que todavía no domina la lectura crítica tiene graves limitaciones para interpretar la realidad material y simbólica. La lectura y la escritura de calidad nos liberan del tiempo y del espacio en el que vivimos. Nos permiten trascender, interactuar y dialogar con personas en múltiples contextos históricos, culturales y regionales. En consecuencia, aprehendemos no solo de nuestra propia, limitada y singular experiencia, sino esencialmente de la experiencia acumulada a lo largo de la historia por los 110.000 millones de seres humanos que, se estima, nos han antecedido en su paso por el planeta Tierra.

Es por ello que la socióloga y antropóloga Michele Petit tiene razón cuando considera a la lectura comprensiva como condición de la democracia. Sólo así , afirma, podremos elegir destino, resistirernos de mejor manera a la opresión, y dejaremos de ser objeto de los discursos y los pensamientos de otros. Alberto Merani, por su parte, explica que el hombre se vuelve humano, “únicamente cuando ha convertido en instrumento de las relaciones sociales la cualidad objetiva del pensamiento y el lenguaje; y concluye que sin educación no hay libertad y que sin libertad no hay educación que valga la pena”. 

En Colombia solo tres de cada mil jóvenes escolarizados tienen un nivel de lectura crítica a los 15 años, según las últimas pruebas PISA que han sido aplicadas y tabuladas. Lo cual les permite distinguir matices en las afirmaciones, captar los pensamientos profundos que subyacen a los textos y encontrar posibles incoherencias en las ideas de un autor. 

¿Cómo serán las dificultades que tienen estos mismos jóvenes para distinguir matices en las ideologías de los partidos políticos? ¿Cómo serán las limitaciones que tienen para comprender la conveniencia de un programa político, económico o cultural y para evidenciar lo equivocado que pueda ser elegir a un candidato en unas elecciones locales o regionales? Mientras los niveles de comprensión lectora en el país permanezcan así no podremos hablar de democracia y libertad. Necesitamos ciudadanos que puedan elegir y construir su propio destino. 

El país acaba de pasar por una jornada electoral que definió los gobernantes locales y regionales para los próximos cuatro años. La conclusión es muy clara: mientras no mejoremos de manera sensible la calidad de la educación no podremos hablar de que vivimos en una democracia. Los niveles ínfimos de lectura crítica que hoy alcanza nuestra población demuestran que no estamos en la capacidad de elegir adecuadamente.

En Colombia, millones de personas tienen más de dieciocho años, pero muy pocos son mayores de edad en el sentido kantiano; es decir, muy pocos tienen herramientas y criterio para pensar por sí mismos. Sin lectura crítica no es posible elegir de manera responsable. Es por ello, que mejorar la calidad de la educación es una condición sine qua non para que podamos decir que vivimos en una democracia.

miércoles, 19 de julio de 2017

A qué deberían ir los niños a la escuela?

En Colombia hemos aplazado el debate en torno a los fines de la educación. Sin abordarlo, no será posible mejorar la calidad de la educación, y mucho menos que logremos convertirnos en el país más educado de América Latina
 

En Colombia hemos carecido de política pública en educación. Andamos como inmigrantes: a la deriva. Cada nuevo ministro llega con una nueva agenda. Tenemos políticas de gobierno, pero no de Estado. Y por ello, como país no hemos abordado las reflexiones esenciales sobre los fines de la escuela, los modelos pedagógicos, los fundamentos y la pertinencia del currículo, la formación de docentes o la naturaleza de la educación inicial, entre otros. El más serio intento por abordar estas temáticas fue en 1994, cuando la gigantesca movilización de docentes culminó con una Ley General de Educación. Sin embargo, el peso desproporcionado que alcanzaron los aspectos administrativos durante los gobiernos de Pastrana y Uribe hizo abortar este esfuerzo inicial. Doce años continuos de abandono de lo pedagógico produjeron una gran contrarreforma educativa que a la postre terminó por anular las grandes discusiones pedagógicas que se habían gestado durante el gobierno de Ernesto Samper. También a ello contribuyó el abandono de FECODE del movimiento pedagógico que había impulsado en los años 80 del siglo pasado y su casi exclusiva dedicación a la reivindicación gremial del magisterio. Es por ello que en las dos últimas décadas el país no ha vuelto a pensar en serio en torno a un proyecto educativo de largo aliento. De esta manera, la reflexión pedagógica se ha concentrado excesivamente en aspectos coyunturales. En estas líneas me referiré a uno de los debates pedagógicos pendientes: El currículo.

La visión fragmentada, informativa y desarticulada que ha dominado la educación en Colombia ha conducido a una idea totalmente equivocada a nivel curricular y es que, ante cualquier nuevo problema, debe aparecer una nueva asignatura. La idea mágica que subyace es que la cátedra creada lo resolverá. Así aparecieron múltiples asignaturas en la última época: La de tránsito, finanzas, cooperativismo, educación sexual, paz o emprendimiento, para citar algunas de ellas. Sólo en las dos últimas legislaturas del Congreso se promovieron iniciativas para crear 16 nuevas cátedras. La gran mayoría de ellas fueron pensadas y diseñadas por congresistas que carecen de los mínimos elementos para realizar una reflexión pedagógica que amerite ser comentada en estas líneas. Una y otra vez se ha impuesto esta visión en el currículo nacional. Y por ello, hoy los jóvenes tienen que enfrentar hasta quince asignaturas en cada uno de los grados. Y también por ello, matemáticas no tiene nada que ver con sociales, ni educación física está relacionado con artes; como tampoco lo está lenguaje con ciencias naturales. Son congregaciones de islas o pequeños árboles de navidad recargados de adornos, según el símil del senador Juan Manuel Galán en el reciente debate que promovieron quienes quieren retornar a una Constitución más clerical, excluyente y discriminante.

La idea que sustentaré en estas líneas es en extremo sencilla. En lugar de quince asignaturas desligadas, toda la educación básica debe estar concentrada en desarrollar tres esenciales competencias transversales: pensar, comunicarse y convivir. En últimas, los estudiantes deberían ir al colegio a aprehender a pensar, comunicarse y convivir. Todo lo demás es superficial al lado de esas tres esenciales competencias en la vida. Por ello, todas las asignaturas de todos los grados y todas las áreas deben desarrollarlas. Así se garantizaría que desapareciera uno de los factores que más explica la baja calidad: el trabajo desarticulado de los docentes en las instituciones educativas.

De esta manera, el desarrollo de la competencia para interpretar puede considerarse la meta cognitiva más importante del proceso educativo durante la educación básica. No se requiere tener en la cabeza la información exacta sobre los accidentes geográficos, los presidentes, los algoritmos, la gramática o los símbolos químicos, como equivocadamente había supuesto la escuela tradicional. Ahora bastará con una tecla de un computador o un celular para acceder a cualquier información necesaria. Lo que sí necesitamos es que los jóvenes sepan dónde y cómo encontrar la información y que tengan los conceptos previos para interpretarla. Que puedan trabajar hipotética y deductivamente con ella; es decir, requerimos competencias para argumentar, deducir, inferir e interpretar. Así como los deportistas necesitan ejercitar sus músculos, niños y jóvenes tienen que ejercitar una y otra vez sus procesos para pensar. La escuela tendríamos que convertirla en un verdadero gimnasio para pensar.

Pero, por importante que sea, la finalidad cognitiva no basta. Necesitamos que los niños y jóvenes desarrollen competencias que les faciliten la comunicación con los demás. La escuela tiene que ser un lugar para aprender a hablar, escribir, escuchar y leer. Estas son competencias sin las cuales no se puede convivir de manera adecuada en el siglo XXI.

Hoy estas competencias tendrán que desarrollarse con diferentes lenguajes y discursos, ya que los niños no sólo se enfrentan a textos escritos. Niños y jóvenes están diariamente expuestos a comunicaciones visuales en afiches, propagandas y en el cine. Varias veces al día interactúan de diversas formas en la red. En este contexto, no tiene sentido que la escuela siga mediando exclusivamente el lenguaje escrito.

Finalmente, pero no por ello menos importante, habría que desarrollar las competencias para convivir con los otros; en muchísimo mayor medida en un país que por primera vez en décadas tiene la histórica oportunidad de decidir si continúa la guerra o si comienza a respetar y valorar las diferencias y a convivir en paz. Si le seguimos apostando a la exclusión, la ira y la amargura, o si nos decidimos por la alegría y la esperanza. Estas competencias están asociadas a lo que Gardner llamó la inteligencia intra e interpersonal. Es decir, son las competencias que nos ayudan a conocernos, comprendernos y a convivir con los otros de manera civilizada. Por ello, algunos pedagogos las llaman competencias ciudadanas.

La escuela tiene que enseñarnos a convivir con quienes son diferentes a nosotros porque tienen diversas razas, idiomas, religiones, culturas, estratos, géneros o inclinaciones sexuales. La escuela no puede concentrarse únicamente en la dimensión cognitiva y no debe trabajar exclusivamente algunas zonas del cerebro. Necesitamos que se convierta en un espacio en el cual desarrollemos intereses y fortalezcamos la autonomía y la solidaridad. Necesitamos formar individuos que se comprendan a sí mismos, a los otros y al contexto. Necesitamos individuos más éticos, sensibles e integrales, y eso sólo lo resolveremos si entendemos que el trabajo en la dimensión ética, valorativa y ciudadana es una responsabilidad de todos los docentes.

Pero nada de lo anterior será posible si no resolvemos de manera colectiva, reflexiva y argumentada la pregunta central en educación: Hoy en día, ¿a qué deberían ir los niños y jóvenes a las escuelas? Y ello no es posible responderlo si no garantizamos un currículo más pertinente para formar los niños y jóvenes que requiere la sociedad del siglo XXI. En este debate, diversos países de América Latina nos llevan una ventaja casi inalcanzable. Precisamente, por ello, hay que iniciarlo cuanto antes.

martes, 18 de julio de 2017

Qué no es necesario enseñar hoy día en la escuela?

Una buena parte de las cosas que se siguen enseñando resultan bastante impertinentes en la era de Google e Internet. Este artículo hace un análisis de las diversas áreas que se trabajan en la escuela desde esta perspectiva.
 

Cuando le preguntaron al padre de Fernando Gaviria -la nueva revelación del ciclismo mundial por su gran actuación en el último Giro de Italia- ¿qué había sido lo más difícil en la formación de su hijo?, respondió: "lo más duro fue luchar contra un sistema educativo tan inflexible como el colombiano". Tiene toda razón, pues muy seguramente la escuela es la institución social más detenida en el tiempo, la que más se resiste a cambiar y adaptarse a los tiempos que vivimos. 

Es por eso que en estas notas responderemos a la pregunta: ¿qué podría dejar de enseñarse en la escuela sin que los niños y jóvenes tuvieran problema en su vida futura? Antes de responder, sería importante que usted como lector reflexionara sobre qué de lo que aprendió en la escuela, nunca volvió a necesitar en su vida. ¿Qué de ello fue claramente impertinente aprender? Es muy probable que la mayoría de contenidos que estudió, fueron olvidados con el paso del tiempo. 

Las matemáticas que se requieren a lo largo de la vida se aprenden en la primaria. De resto, es prácticamente nulo lo que queda y se usa con frecuencia. El extremo de impertinencia llega al estar calculando derivadas e integrales que más del 99.9% de los mortales nunca en su vida volvemos a utilizar. Algunos pensarán que son indispensables en las universidades, pero la pregunta es si acaso son allí pertinentes. La matemática ha debido ser repensada por completo ante el invento de la calculadora. Aun así, los profes suelen prohibir su uso con el fin de poder seguir enseñando los mismos algoritmos que han enseñado a lo largo de su carrera docente. Así se prolongan las tradiciones: Enseñamos lo que nos enseñaron a nosotros, casi sin hacernos la pregunta de ¿para qué sirve en la vida? o ¿qué pasaría si no lo enseñáramos o no lo aprendiéramos? La última es la pregunta clave que hoy hay que hacerse. 

Lo más grave es que lo esencial de la matemática no se aprende en la escuela actual. No se enseña a pensar matemáticamente, leer o interpretar problemas que involucren razonamiento numérico; pero, muy especialmente, ni se enseña ni se aprende a convertir lo real en un problema matemático: A modelar la realidad.

Los profesores del área no se cansan de repetir que así no entendamos nada, la matemática es clave para desarrollar el pensamiento. Esa frase no puede ser más incoherente: Pensar es entender. Por tanto, nada que no entendamos puede desarrollar el pensamiento ¡Nada! También suelen responder a una profunda pregunta con relativa trivialidad: “Profe, ¿y esto para qué sirve?”, preguntan los estudiantes; a lo que suele ser habitual una respuesta bastante inocua: “Ah, usted cree que esto no sirve. Espérese para que vea cómo es de importante Cálculo 1 para “entender” Cálculo 2”. Pero el joven está haciendo una pregunta mucho más profunda: ¿Para qué sirve lo que estamos viendo en la vida? Como es obvio, esas respuestas desmotivan, en especial a los estudiantes más creativos y reflexivos.

Un aspecto fundamental de entender es que los profes buscan que sepamos cálculo, álgebra o trigonometría; pero estos aprendizajes parecen independientes de que comprendamos su significado o su sentido, lo cual es absurdo. A manera de ejemplo, trate de explicar qué es una derivada, un logaritmo o una integral. Si no puede hacerlo, no se preocupe, ya que un poco más del 99.9% de los mortales tampoco podemos a pesar de haber dedicado años enteros a resolver ejercicios con algoritmos similares. Dominar el algoritmo tiene muy poco que ver con entenderlo.

En Lenguaje pasa algo similar. La mayor parte del tiempo escolar se desperdicia estudiando gramática, ortografía y una literatura descontextualizada. Sin embargo, pareciera que no nos damos cuenta de que la mitad de los jóvenes no puede inferir en las ideas que subyacen en una noticia deportiva de tan sólo un párrafo de extensión. Pese a esto, están leyendo la María, Romeo y Julieta o estudiando el pretérito pluscuamperfecto del subjuntivo: Hay un abismo entre lo que pueden entender los estudiantes y lo que están estudiando en clase ¿De qué sirve acercarse a un libro como “Romeo y Julieta” sin poder elaborar su sentido profundo? En muchos casos se genera un efecto contrario y más devastador: el odio a la lectura. 

Los estudiantes ven sintaxis, gramática y morfología, pero carecen de comprensión lectora o de lectura contextual y crítica. García Márquez propuso una gran polémica cuando sugirió: “simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros”. A pesar de su idea, seguimos agobiando a los niños con la ortografía y el complejo estudio de las reglas de la lengua, aunque escriban y lean muy mal. Es otra área que hay que reformar por completo para que efectivamente se consoliden las competencias comunicativas de las cuales hoy carecen los niños y jóvenes del país. 

En Ciencias Naturales perdemos un tiempo muy extenso estudiando la tabla periódica, los símbolos químicos y los pesos atómicos; algo por completo impertinente en la era de Google e Internet. Es un tiempo totalmente desaprovechado en trivialidades, que a lo sumo nos sirve para responder exámenes del profesor de química y para resolver crucigramas. En anatomía perdemos la motivación y la energía estudiando listados de nombres interminables de huesos, arterias y músculos a los que hoy día tenemos a la mano con una sola tecla del computador o del celular. 

En Ciencias Sociales no alcanza el tiempo para conocer la multiplicidad de nombres de accidentes geográficos de los diversos contextos regionales, nacionales e internacionales. Tampoco para intentar recordar presidentes, batallas o periodos históricos. Recuerdo ahora que cuando el Ministerio de Educación Nacional me solicitó la evaluación del programa de 4º de primaria hace ya 30 años, respondí que me parecía un excelente programa para una maestría en historia, pero por completo impertinente para niños que tienen dificultad para comprender lo relativos que son los conceptos en contextos diversos y que aún no logran ubicarse en una línea del tiempo histórico. Treinta años después, el problema es similar, aunque sin duda esta es un área en que la nueva Historia ha dado un pertinente cuestionamiento al generar preguntas relativas a los factores que generan las dinámicas sociales, económicas y políticas.

Es probable que muchos de ustedes piensen que lo anterior ha cambiado, que es excesiva la generalización que hago o que la escuela se está renovando. Aun así, me duele decepcionarlos. En matemáticas, por ejemplo, el 87% de los estudiantes colombianos de quince años se queda máximo en los dos primeros niveles evaluados por PISA y apenas el 13% llega a los niveles tres y cuatro de seis posibles. En lectura, como también indica PISA, y como he reiterado en otras ocasiones, tan sólo nueve de cada mil jóvenes alcanza la lectura crítica. ¿Será que sin ella se pueden estudiar las guerras del siglo XIX, las leyes físicas newtonianas o la naturaleza de los seres vivos?

Sin ninguna duda, la educación requiere una revolución muchísimo más estructural de lo que piensan la mayoría de los ciudadanos. Por ahora, les queda a los estudiantes el consuelo de que permanecen los descansos y las vacaciones y de que existen docentes que sí se dedican a las cuestiones esenciales de la vida. Desafortunadamente, siguen siendo menos de los necesarios. Estos innovadores son los que nos ayudarán a transformar las escuelas.