viernes, 21 de julio de 2017

Por qué los malos resultados en las pruebas PISA?

Según Julián De Zubiría, fundador del Merani, a los estudiantes les va mal porque no se les ha enseñado a pensar, interpretar y resolver problemas. 
 
Que Colombia haya ocupado el último lugar en las pruebas PISA es frustrante, pero hay que entender los resultados en contexto. 

Por absurdo que parezca, la escuela en América Latina ha venido trabajando sin tener en cuenta cómo funciona el cerebro. Se ha esforzado por transmitir informaciones para que sean recopiladas por los estudiantes, desconociendo que la mente es extremadamente deficiente para almacenar datos. En eso nos superan con creces las computadoras y las grabadoras. 

El cerebro está diseñado para crear, soñar, amar, inventar, procesar, analizar e interpretar la información, pero no para almacenarla. Para ello fueron creadas las redes, las USB, los celulares y los discos duros. Sin embargo, hasta ahora no hemos inventado nada que analice e interprete mejor la información que el cerebro humano, posiblemente nunca lo podremos hacer con la flexibilidad, plasticidad y adaptabilidad que lo caracterizan. 

Lo anterior es cierto en mayor medida en una época en la que logramos guardar casi toda la información en medios magnéticos. Vivimos una sociedad que posee una red casi ilimitada de circulación de archivos. Esta situación ha permitido caracterizar el desarrollo de la competencia para interpretar y analizar datos, como la meta cognitiva más importante del proceso educativo durante la educación básica. 

No se requiere tener en la cabeza la información exacta sobre los accidentes geográficos, los presidentes, los algoritmos, la gramática o los símbolos químicos, como había supuesto la escuela tradicional. Ahora bastará con una tecla de un computador o un celular para acceder a cualquier información necesaria. De la misma manera que hoy en día no tenemos que recordar los números telefónicos ya que éstos se pueden archivar magnéticamente. A propósito, ¿cuántos números telefónicos sabe usted si se le pierde el celular?.

Lo que sí necesitamos con urgencia es que los jóvenes sepan dónde y cómo encontrar la información, cómo interpretarla, analizarla y contrastarla de diversas maneras. Que puedan trabajar hipotética y deductivamente con ella; es decir, requerimos competencias para argumentar, deducir, inferir e interpretar. 

Así como los deportistas necesitan ejercitar sus músculos para desarrollarlos, niños y jóvenes tienen que ejercitar una y otra vez sus procesos para pensar. La escuela debería ser un lugar para ejercitar estos procesos de pensamiento en todas las clases, en todos los cursos y en todas las asignaturas. La escuela tendría que ser un gimnasio para pensar.

Sin embargo, por dedicarnos a transmitir múltiples informaciones desarticuladas, los niños y jóvenes en América Latina adquieren muy pocos conceptos de las ciencias sociales, de las ciencias naturales y de la matemática. Es por ello que cuando nuestros estudiantes son evaluados en lectura, en conceptos científicos y en resolución de problemas, América Latina se ubica en la cola del mundo y Colombia, tristemente, sigue peleándose el último lugar. 

¿Qué prueban las pruebas? 

Pruebas como PISA evalúan competencias para pensar, interpretar, resolver problemas y leer críticamente. Estas competencias no las han desarrollado nuestros estudiantes porque el sistema educativo todavía sigue dedicado a transmitir informaciones impertinentes y fragmentadas. 

El origen del problema no está en los maestros, es más complejo ya que todo el sistema educativo está pensado para transmitir informaciones y no para pensar. Así fueron pensados los currículos, los sistemas de evaluación, la selección y formación de los maestros. Así también están pensados los museos y hasta los concursos y noticieros de televisión. Han sido construidos para transmitir informaciones, pero no para interpretarlas, analizarlas o leerlas de manera crítica e independiente. 

La solución es sencilla pero requiere un cambio profundo en el sistema educativo. Necesitamos entender que la finalidad principal de la educación básica no puede ser que los niños aprendan fechas históricas, accidentes geográficos o nombres de huesos y plantas que se encuentran libremente en la red. La finalidad no puede ser que los niños aprendan las operaciones aritméticas que hoy pueden resolver con las calculadoras. La finalidad de la educación básica debe ser el desarrollo de las competencias transversales para pensar, interpretar, comunicarse y convivir. 

Por ello, las clases deben ejercitar la inducción, la comparación, la generalización y la argumentación. En sociales, por ejemplo, hay que garantizar el dominio de conceptos como los de tiempo histórico, clase social, Estado, revolución o producción. Hay que desarrollar el pensamiento multicausal, crítico y relativista, que les permita a los jóvenes interpretar de manera compleja los fenómenos sociales. 

En ciencias naturales hay que comprender a profundidad conceptos como los de masa y energía, desarrollar competencias para explicar y predecir los fenómenos naturales y las competencias ecológicas para convivir con la naturaleza. Eso es miles de veces más importante que saber los símbolos químicos o los nombres de los huesos y las plantas, que solo sirven para resolver crucigramas y para responder los exámenes de los profesores de química. 

Por eso los niños suelen botar los cuadernos a la caneca al culminar los grados ya que lo enseñado allí no servirá en la vida. ¿Botarían acaso los cuadernos si en la escuela se enseñara cómo conquistar a las muchachas o los muchachos? ¿Botarían a la caneca los cuadernos si en la escuela nos ayudaran a construir nuestros proyectos de vida, a manejar el dinero o a interpretar de manera compleja la realidad social y natural? 

Lo que se sigue enseñando en nuestras escuelas es muy impertinente para los niños, la sociedad y la época porque no se puede transferir a la vida. Por ello, volvimos a quedar en los últimos lugares en las pruebas PISA, que evaluaron como los jóvenes resuelven problemas complejos, mientras nosotros en Colombia seguimos enseñando ortografía y la compleja y abstracta gramática, conocimientos que desconocen hasta nuestros mejores escritores.

jueves, 20 de julio de 2017

Democracia sin lectura crítica?

En Colombia solo tres de cada mil jóvenes escolarizados alcanzan esta habilidad a los 15 años. Sin lectura crítica no es posible elegir de manera responsable. Mejorar la calidad de la educación es necesario para vivir en una democracia. 
 
¿Democracia sin lectura crítica? Foto: Semana 
El periodista y escritor Eduardo Galeano sostiene que en el siglo XX se violaron la mayoría de derechos humanos. Por ejemplo, durante los años setenta en el Cono se suprimieron los derechos civiles, sociales y políticos. La tortura se convirtió en el método, por excelencia, para conseguir información. El terrorismo de Estado se usó indiscriminadamente con el fin de generar el miedo constante en la población. El secuestro y la desaparición fueron el pan de cada día para los sindicalistas, los intelectuales, los artistas y los estudiantes: casi todos ellos fueron catalogados como subversivos. Los opositores fueron considerados indeseables. 

Para desgracia de la humanidad, quienes más ferozmente han violado los derechos humanos jamás van presos. Ellos, como señala Galeano, tienen las llaves de las cárceles. Sin embargo, el escritor sostiene que un derecho que no pudo ser eliminado: el derecho a soñar y a pensar distinto. En esta última tesis no estaría de acuerdo con Eduardo Galeano.

En Colombia, y en diversos lugares del mundo, soñar y pensar distinto son actos que siguen sacrificándose. La libertad necesita de condiciones que, desafortunadamente, no se cumplen en la mayoría del continente. Solo son libres aquellos que piensan por sí mismos, dijo Kant dos siglos atrás. La ignorancia hace a las personas presa fácil de los prejuicios sociales, políticos e ideológicos; de la manipulación de los medios de comunicación, de las ideas mágicas, simplificadoras y supersticiosas, de los personajes mesiánicos, del reduccionismo, la intolerancia y el fanatismo.

Por eso, una persona que todavía no domina la lectura crítica tiene graves limitaciones para interpretar la realidad material y simbólica. La lectura y la escritura de calidad nos liberan del tiempo y del espacio en el que vivimos. Nos permiten trascender, interactuar y dialogar con personas en múltiples contextos históricos, culturales y regionales. En consecuencia, aprehendemos no solo de nuestra propia, limitada y singular experiencia, sino esencialmente de la experiencia acumulada a lo largo de la historia por los 110.000 millones de seres humanos que, se estima, nos han antecedido en su paso por el planeta Tierra.

Es por ello que la socióloga y antropóloga Michele Petit tiene razón cuando considera a la lectura comprensiva como condición de la democracia. Sólo así , afirma, podremos elegir destino, resistirernos de mejor manera a la opresión, y dejaremos de ser objeto de los discursos y los pensamientos de otros. Alberto Merani, por su parte, explica que el hombre se vuelve humano, “únicamente cuando ha convertido en instrumento de las relaciones sociales la cualidad objetiva del pensamiento y el lenguaje; y concluye que sin educación no hay libertad y que sin libertad no hay educación que valga la pena”. 

En Colombia solo tres de cada mil jóvenes escolarizados tienen un nivel de lectura crítica a los 15 años, según las últimas pruebas PISA que han sido aplicadas y tabuladas. Lo cual les permite distinguir matices en las afirmaciones, captar los pensamientos profundos que subyacen a los textos y encontrar posibles incoherencias en las ideas de un autor. 

¿Cómo serán las dificultades que tienen estos mismos jóvenes para distinguir matices en las ideologías de los partidos políticos? ¿Cómo serán las limitaciones que tienen para comprender la conveniencia de un programa político, económico o cultural y para evidenciar lo equivocado que pueda ser elegir a un candidato en unas elecciones locales o regionales? Mientras los niveles de comprensión lectora en el país permanezcan así no podremos hablar de democracia y libertad. Necesitamos ciudadanos que puedan elegir y construir su propio destino. 

El país acaba de pasar por una jornada electoral que definió los gobernantes locales y regionales para los próximos cuatro años. La conclusión es muy clara: mientras no mejoremos de manera sensible la calidad de la educación no podremos hablar de que vivimos en una democracia. Los niveles ínfimos de lectura crítica que hoy alcanza nuestra población demuestran que no estamos en la capacidad de elegir adecuadamente.

En Colombia, millones de personas tienen más de dieciocho años, pero muy pocos son mayores de edad en el sentido kantiano; es decir, muy pocos tienen herramientas y criterio para pensar por sí mismos. Sin lectura crítica no es posible elegir de manera responsable. Es por ello, que mejorar la calidad de la educación es una condición sine qua non para que podamos decir que vivimos en una democracia.

miércoles, 19 de julio de 2017

A qué deberían ir los niños a la escuela?

En Colombia hemos aplazado el debate en torno a los fines de la educación. Sin abordarlo, no será posible mejorar la calidad de la educación, y mucho menos que logremos convertirnos en el país más educado de América Latina
 

En Colombia hemos carecido de política pública en educación. Andamos como inmigrantes: a la deriva. Cada nuevo ministro llega con una nueva agenda. Tenemos políticas de gobierno, pero no de Estado. Y por ello, como país no hemos abordado las reflexiones esenciales sobre los fines de la escuela, los modelos pedagógicos, los fundamentos y la pertinencia del currículo, la formación de docentes o la naturaleza de la educación inicial, entre otros. El más serio intento por abordar estas temáticas fue en 1994, cuando la gigantesca movilización de docentes culminó con una Ley General de Educación. Sin embargo, el peso desproporcionado que alcanzaron los aspectos administrativos durante los gobiernos de Pastrana y Uribe hizo abortar este esfuerzo inicial. Doce años continuos de abandono de lo pedagógico produjeron una gran contrarreforma educativa que a la postre terminó por anular las grandes discusiones pedagógicas que se habían gestado durante el gobierno de Ernesto Samper. También a ello contribuyó el abandono de FECODE del movimiento pedagógico que había impulsado en los años 80 del siglo pasado y su casi exclusiva dedicación a la reivindicación gremial del magisterio. Es por ello que en las dos últimas décadas el país no ha vuelto a pensar en serio en torno a un proyecto educativo de largo aliento. De esta manera, la reflexión pedagógica se ha concentrado excesivamente en aspectos coyunturales. En estas líneas me referiré a uno de los debates pedagógicos pendientes: El currículo.

La visión fragmentada, informativa y desarticulada que ha dominado la educación en Colombia ha conducido a una idea totalmente equivocada a nivel curricular y es que, ante cualquier nuevo problema, debe aparecer una nueva asignatura. La idea mágica que subyace es que la cátedra creada lo resolverá. Así aparecieron múltiples asignaturas en la última época: La de tránsito, finanzas, cooperativismo, educación sexual, paz o emprendimiento, para citar algunas de ellas. Sólo en las dos últimas legislaturas del Congreso se promovieron iniciativas para crear 16 nuevas cátedras. La gran mayoría de ellas fueron pensadas y diseñadas por congresistas que carecen de los mínimos elementos para realizar una reflexión pedagógica que amerite ser comentada en estas líneas. Una y otra vez se ha impuesto esta visión en el currículo nacional. Y por ello, hoy los jóvenes tienen que enfrentar hasta quince asignaturas en cada uno de los grados. Y también por ello, matemáticas no tiene nada que ver con sociales, ni educación física está relacionado con artes; como tampoco lo está lenguaje con ciencias naturales. Son congregaciones de islas o pequeños árboles de navidad recargados de adornos, según el símil del senador Juan Manuel Galán en el reciente debate que promovieron quienes quieren retornar a una Constitución más clerical, excluyente y discriminante.

La idea que sustentaré en estas líneas es en extremo sencilla. En lugar de quince asignaturas desligadas, toda la educación básica debe estar concentrada en desarrollar tres esenciales competencias transversales: pensar, comunicarse y convivir. En últimas, los estudiantes deberían ir al colegio a aprehender a pensar, comunicarse y convivir. Todo lo demás es superficial al lado de esas tres esenciales competencias en la vida. Por ello, todas las asignaturas de todos los grados y todas las áreas deben desarrollarlas. Así se garantizaría que desapareciera uno de los factores que más explica la baja calidad: el trabajo desarticulado de los docentes en las instituciones educativas.

De esta manera, el desarrollo de la competencia para interpretar puede considerarse la meta cognitiva más importante del proceso educativo durante la educación básica. No se requiere tener en la cabeza la información exacta sobre los accidentes geográficos, los presidentes, los algoritmos, la gramática o los símbolos químicos, como equivocadamente había supuesto la escuela tradicional. Ahora bastará con una tecla de un computador o un celular para acceder a cualquier información necesaria. Lo que sí necesitamos es que los jóvenes sepan dónde y cómo encontrar la información y que tengan los conceptos previos para interpretarla. Que puedan trabajar hipotética y deductivamente con ella; es decir, requerimos competencias para argumentar, deducir, inferir e interpretar. Así como los deportistas necesitan ejercitar sus músculos, niños y jóvenes tienen que ejercitar una y otra vez sus procesos para pensar. La escuela tendríamos que convertirla en un verdadero gimnasio para pensar.

Pero, por importante que sea, la finalidad cognitiva no basta. Necesitamos que los niños y jóvenes desarrollen competencias que les faciliten la comunicación con los demás. La escuela tiene que ser un lugar para aprender a hablar, escribir, escuchar y leer. Estas son competencias sin las cuales no se puede convivir de manera adecuada en el siglo XXI.

Hoy estas competencias tendrán que desarrollarse con diferentes lenguajes y discursos, ya que los niños no sólo se enfrentan a textos escritos. Niños y jóvenes están diariamente expuestos a comunicaciones visuales en afiches, propagandas y en el cine. Varias veces al día interactúan de diversas formas en la red. En este contexto, no tiene sentido que la escuela siga mediando exclusivamente el lenguaje escrito.

Finalmente, pero no por ello menos importante, habría que desarrollar las competencias para convivir con los otros; en muchísimo mayor medida en un país que por primera vez en décadas tiene la histórica oportunidad de decidir si continúa la guerra o si comienza a respetar y valorar las diferencias y a convivir en paz. Si le seguimos apostando a la exclusión, la ira y la amargura, o si nos decidimos por la alegría y la esperanza. Estas competencias están asociadas a lo que Gardner llamó la inteligencia intra e interpersonal. Es decir, son las competencias que nos ayudan a conocernos, comprendernos y a convivir con los otros de manera civilizada. Por ello, algunos pedagogos las llaman competencias ciudadanas.

La escuela tiene que enseñarnos a convivir con quienes son diferentes a nosotros porque tienen diversas razas, idiomas, religiones, culturas, estratos, géneros o inclinaciones sexuales. La escuela no puede concentrarse únicamente en la dimensión cognitiva y no debe trabajar exclusivamente algunas zonas del cerebro. Necesitamos que se convierta en un espacio en el cual desarrollemos intereses y fortalezcamos la autonomía y la solidaridad. Necesitamos formar individuos que se comprendan a sí mismos, a los otros y al contexto. Necesitamos individuos más éticos, sensibles e integrales, y eso sólo lo resolveremos si entendemos que el trabajo en la dimensión ética, valorativa y ciudadana es una responsabilidad de todos los docentes.

Pero nada de lo anterior será posible si no resolvemos de manera colectiva, reflexiva y argumentada la pregunta central en educación: Hoy en día, ¿a qué deberían ir los niños y jóvenes a las escuelas? Y ello no es posible responderlo si no garantizamos un currículo más pertinente para formar los niños y jóvenes que requiere la sociedad del siglo XXI. En este debate, diversos países de América Latina nos llevan una ventaja casi inalcanzable. Precisamente, por ello, hay que iniciarlo cuanto antes.

martes, 18 de julio de 2017

Qué no es necesario enseñar hoy día en la escuela?

Una buena parte de las cosas que se siguen enseñando resultan bastante impertinentes en la era de Google e Internet. Este artículo hace un análisis de las diversas áreas que se trabajan en la escuela desde esta perspectiva.
 

Cuando le preguntaron al padre de Fernando Gaviria -la nueva revelación del ciclismo mundial por su gran actuación en el último Giro de Italia- ¿qué había sido lo más difícil en la formación de su hijo?, respondió: "lo más duro fue luchar contra un sistema educativo tan inflexible como el colombiano". Tiene toda razón, pues muy seguramente la escuela es la institución social más detenida en el tiempo, la que más se resiste a cambiar y adaptarse a los tiempos que vivimos. 

Es por eso que en estas notas responderemos a la pregunta: ¿qué podría dejar de enseñarse en la escuela sin que los niños y jóvenes tuvieran problema en su vida futura? Antes de responder, sería importante que usted como lector reflexionara sobre qué de lo que aprendió en la escuela, nunca volvió a necesitar en su vida. ¿Qué de ello fue claramente impertinente aprender? Es muy probable que la mayoría de contenidos que estudió, fueron olvidados con el paso del tiempo. 

Las matemáticas que se requieren a lo largo de la vida se aprenden en la primaria. De resto, es prácticamente nulo lo que queda y se usa con frecuencia. El extremo de impertinencia llega al estar calculando derivadas e integrales que más del 99.9% de los mortales nunca en su vida volvemos a utilizar. Algunos pensarán que son indispensables en las universidades, pero la pregunta es si acaso son allí pertinentes. La matemática ha debido ser repensada por completo ante el invento de la calculadora. Aun así, los profes suelen prohibir su uso con el fin de poder seguir enseñando los mismos algoritmos que han enseñado a lo largo de su carrera docente. Así se prolongan las tradiciones: Enseñamos lo que nos enseñaron a nosotros, casi sin hacernos la pregunta de ¿para qué sirve en la vida? o ¿qué pasaría si no lo enseñáramos o no lo aprendiéramos? La última es la pregunta clave que hoy hay que hacerse. 

Lo más grave es que lo esencial de la matemática no se aprende en la escuela actual. No se enseña a pensar matemáticamente, leer o interpretar problemas que involucren razonamiento numérico; pero, muy especialmente, ni se enseña ni se aprende a convertir lo real en un problema matemático: A modelar la realidad.

Los profesores del área no se cansan de repetir que así no entendamos nada, la matemática es clave para desarrollar el pensamiento. Esa frase no puede ser más incoherente: Pensar es entender. Por tanto, nada que no entendamos puede desarrollar el pensamiento ¡Nada! También suelen responder a una profunda pregunta con relativa trivialidad: “Profe, ¿y esto para qué sirve?”, preguntan los estudiantes; a lo que suele ser habitual una respuesta bastante inocua: “Ah, usted cree que esto no sirve. Espérese para que vea cómo es de importante Cálculo 1 para “entender” Cálculo 2”. Pero el joven está haciendo una pregunta mucho más profunda: ¿Para qué sirve lo que estamos viendo en la vida? Como es obvio, esas respuestas desmotivan, en especial a los estudiantes más creativos y reflexivos.

Un aspecto fundamental de entender es que los profes buscan que sepamos cálculo, álgebra o trigonometría; pero estos aprendizajes parecen independientes de que comprendamos su significado o su sentido, lo cual es absurdo. A manera de ejemplo, trate de explicar qué es una derivada, un logaritmo o una integral. Si no puede hacerlo, no se preocupe, ya que un poco más del 99.9% de los mortales tampoco podemos a pesar de haber dedicado años enteros a resolver ejercicios con algoritmos similares. Dominar el algoritmo tiene muy poco que ver con entenderlo.

En Lenguaje pasa algo similar. La mayor parte del tiempo escolar se desperdicia estudiando gramática, ortografía y una literatura descontextualizada. Sin embargo, pareciera que no nos damos cuenta de que la mitad de los jóvenes no puede inferir en las ideas que subyacen en una noticia deportiva de tan sólo un párrafo de extensión. Pese a esto, están leyendo la María, Romeo y Julieta o estudiando el pretérito pluscuamperfecto del subjuntivo: Hay un abismo entre lo que pueden entender los estudiantes y lo que están estudiando en clase ¿De qué sirve acercarse a un libro como “Romeo y Julieta” sin poder elaborar su sentido profundo? En muchos casos se genera un efecto contrario y más devastador: el odio a la lectura. 

Los estudiantes ven sintaxis, gramática y morfología, pero carecen de comprensión lectora o de lectura contextual y crítica. García Márquez propuso una gran polémica cuando sugirió: “simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros”. A pesar de su idea, seguimos agobiando a los niños con la ortografía y el complejo estudio de las reglas de la lengua, aunque escriban y lean muy mal. Es otra área que hay que reformar por completo para que efectivamente se consoliden las competencias comunicativas de las cuales hoy carecen los niños y jóvenes del país. 

En Ciencias Naturales perdemos un tiempo muy extenso estudiando la tabla periódica, los símbolos químicos y los pesos atómicos; algo por completo impertinente en la era de Google e Internet. Es un tiempo totalmente desaprovechado en trivialidades, que a lo sumo nos sirve para responder exámenes del profesor de química y para resolver crucigramas. En anatomía perdemos la motivación y la energía estudiando listados de nombres interminables de huesos, arterias y músculos a los que hoy día tenemos a la mano con una sola tecla del computador o del celular. 

En Ciencias Sociales no alcanza el tiempo para conocer la multiplicidad de nombres de accidentes geográficos de los diversos contextos regionales, nacionales e internacionales. Tampoco para intentar recordar presidentes, batallas o periodos históricos. Recuerdo ahora que cuando el Ministerio de Educación Nacional me solicitó la evaluación del programa de 4º de primaria hace ya 30 años, respondí que me parecía un excelente programa para una maestría en historia, pero por completo impertinente para niños que tienen dificultad para comprender lo relativos que son los conceptos en contextos diversos y que aún no logran ubicarse en una línea del tiempo histórico. Treinta años después, el problema es similar, aunque sin duda esta es un área en que la nueva Historia ha dado un pertinente cuestionamiento al generar preguntas relativas a los factores que generan las dinámicas sociales, económicas y políticas.

Es probable que muchos de ustedes piensen que lo anterior ha cambiado, que es excesiva la generalización que hago o que la escuela se está renovando. Aun así, me duele decepcionarlos. En matemáticas, por ejemplo, el 87% de los estudiantes colombianos de quince años se queda máximo en los dos primeros niveles evaluados por PISA y apenas el 13% llega a los niveles tres y cuatro de seis posibles. En lectura, como también indica PISA, y como he reiterado en otras ocasiones, tan sólo nueve de cada mil jóvenes alcanza la lectura crítica. ¿Será que sin ella se pueden estudiar las guerras del siglo XIX, las leyes físicas newtonianas o la naturaleza de los seres vivos?

Sin ninguna duda, la educación requiere una revolución muchísimo más estructural de lo que piensan la mayoría de los ciudadanos. Por ahora, les queda a los estudiantes el consuelo de que permanecen los descansos y las vacaciones y de que existen docentes que sí se dedican a las cuestiones esenciales de la vida. Desafortunadamente, siguen siendo menos de los necesarios. Estos innovadores son los que nos ayudarán a transformar las escuelas.

lunes, 17 de julio de 2017

Por qué los niños tienen miedo?

Los niños, cuando están en edad preescolar, suelen tener a menudo ataques de miedo. Las razones por las que los niños comienzan a tener miedo pueden ser muy diferentes y variadas, dependiendo de diversos factores. A veces los adultos no piensan en que sus palabras o acciones pueden tener influencia sobre el niño y, en algunos casos, el miedo a la reacción que puedan tener los padres ante determinadas acciones o comportamientos, puede repercutir por un largo tiempo e incluso a veces durante varios años en la vida de los niños.

La explicación científica de por qué los niños se asustan

La explicación científica a este hecho, según Iván P. Pavlov, es la de una manifestación del reflejo pasivo-defensivo de la persona o un reflejo natural de precaución.

Este reflejo pasivo-defensivo es especialmente pronunciado en los niños. Con la edad, el niño va perdiendo el miedo poco a poco, pero si la educación que ha recibido ha sido incorrecta puede que el miedo se intensifique o se mantenga.

Muchas pruebas y observaciones muestran que un mismo objeto puede ser para algunos niños algo totalmente indiferente e inofensivo para ellos, mientras que para otros, por el contrario, despierte un miedo intenso.

Por ejemplo, un niño no tiene miedo a la oscuridad, pero alguien le dice:
“Por la noche viene el hombre del saco y te cogerá”. El niño, al escuchar esa historia, seguramente ya no quiera quedarse solo en un cuarto oscuro si es muy pequeño.

La actitud de los padres en el proceso

Seguramente no nos hemos parado a pensar en la gran imaginación que tienen los niños y su enorme capacidad de sugestión.

En todas las edades, y especialmente en preescolar, muchos padres asustan a los niños de manera innecesaria. Pongamos un ejemplo simple, una madre que va con su hijo a dar un paseo: “¡No toques al perro que puede morderte”, “No te acerques a la zanja”, “Te vas a caer del columpio”, etc. Tales advertencias intimidatorias conducen a la incertidumbre en la educación del niño y a la aparición de la timidez y el miedo. Estar demasiado atentos a los actos de los niños, a menudo, hace más mal que bien, repercutiendo en que el niño sea cobarde y sea extremadamente cuidadoso para cualquier cosa.

La causa del miedo en los niños en edad preescolar puede surgir, en consecuencia, de las actitudes de los adultos. A veces las palabras bruscas en un enfado, las amenazas de posibles consecuencias ante una acción, o los viejos mitos para que los niños se porten bien como el del hombre del saco, aunque parecen inofensivos, pueden causarle miedo y que se convierta en un niño nervioso y tímido.

Como padres, debemos también revisar el contenido de los cuentos de nuestros hijos, evitando que si son muy pequeños estos tengan aspectos demasiado oscuros o pesimistas. Debemos ayudarles a elegir un cuento que le transmita energía, confianza…, una visión optimista de la vida.

El miedo es una de las experiencias más conmovedoras en la infancia, y a veces los padres no podemos llegar a imaginar lo difícil que es experimentar el miedo siendo pequeños porque ya lo hemos olvidado. Los niños no están protegidos por los argumentos de la razón, la voluntad o la resistencia como los adultos, y el temor en ocasiones les absorbe haciéndose muy grande algo que para nuestros ojos pasa completamente inadvertido.

Desde preescolar es necesario centrarnos en este tema previniendo la aparición de dichos miedos y temores, y cultivando en los peques su resistencia y su valentía para enfrentarse a cualquier situación.

domingo, 16 de julio de 2017

El método de la Universidad de Stanford para mejorar las calificaciones

Según una investigación de una de las mejores instituciones de educación superior del mundo, con esta fórmula no es necesario ser el más inteligente ni estar horas estudiando. 
 

Muchos estudiantes buscan en la web infinidad de recomendaciones para mejorar sus notas. Otros estudian hasta la madrugada memorizando conceptos que al día siguiente, después del examen, olvidan. Los hay también que se atreven a incumplir la ley solo para no perder el año, como el caso de una madre en Estados Unidos que entró ilegalmente en el sistema informático del colegio de sus hijos y alteró sus calificaciones. 

Nada de esto sirve para la investigadora de la Universidad de Stanford Patricia Chen, quien asegura que el éxito educativo radica en que los estudiantes sean conscientes de lo que está estudiando. Un truco que pocos toman en serio.

En su investigación llamada:“El uso estratégico de recursos para el aprendizaje: Una Intervención de autoreflexión que mejora el rendimiento académico”, publicado en la revista Psychological Science, la autora concluyó que la clave está en la metacognición. Es decir, todo ser humano tiene la capacidad de reflexionar sobre su propio proceso de aprendizaje y conocimiento, lo que implica planificar qué se quiere aprender y cómo se quiere aprender. 

“A menudo los estudiantes se lanzan a estudiar sin pensar antes de haber trazado una estrategia sobre qué utilizar, sin entender por qué están empleando cada recurso, y sin planificar cómo van a utilizarlos para aprender de forma eficiente”, explica en su artículo.

Para Chen, a pesar de que muchas instituciones se enorgullecen de prestar todas las herramientas tecnológicas y materiales de estudio para que sus alumnos consigan avanzar en sus conocimientos, muy pocas se aseguran si estas metodologías de aprendizaje son eficaces, lo que acaba siendo un problema. 

Para el pedagogo José Enver Ayala, quien además es jefe de la Unidad Curricular de la Universidad del Quindío, el método de aprendizaje que propone la investigadora se ha planteado en las diferentes vertientes pedagógicas desde 1970. Según Ayala, la reflexión antes de presentar una evaluación incide directamente en las buenas calificaciones. 

¿Cómo funciona este método?

Chen seleccionó diez días antes de hacer un examen a dos grupos de jóvenes. Al primero tan solo le dijo que el examen estaba próximo y que debían ponerse a estudiar, mientras que al segundo le entregó un test de 15 minutos sobre el examen al que estaban a punto de enfrentarse.

A estos les recomendó que reflexionaran antes de iniciar la prueba y se cuestionaran qué nota querían sacar, cuál sería la importancia que tendría este resultado en su carrera estudiantil y qué probabilidades creían tener de ganar la prueba. Además, debían justificar qué tipo de herramientas iban a usar para estudiar (libros, videos, aplicaciones). 

Este sencillo programa de autoconocimiento fue decisivo para que el segundo grupo de estudiantes obtuvieran notas más destacadas que el primero que hizo lo que muchos estudiantes hacen ante una prueba: lanzarse al vacío, sin criterio de lo que están respondiendo. 

Para Ayala, quien ha planteado en la Universidad del Quindío la discusión de cómo las herramientas tecnológicas pueden ir más allá de su aplicación, asegura que aunque este tipo de investigaciones ya se han hecho, “el desarrollo tecnológico en los procesos de educación siguen causando superficialidad y muy poca reflexión en los estudiantes”.

sábado, 15 de julio de 2017

Las 5 claves del mejor colegio del mundo para ser el número uno

Entre las recomendaciones que hizo la directora de esta institución educativa, considerada la mejor por la Ocde, está la de solo dedicar una hora al día en tareas.
 

El mundo entero se ha empeñado en entender el sentido que se le da al aprendizaje en Finlandia desde que la primera prueba Pisa, aplicada en el 2000 por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde), demostró que ese país nórdico tenía el mejor sistema educativo.

El Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos -Pisa, por sus siglas en inglés-, se aplica actualmente en 65 países para evaluar las competencias de las personas de 15 años en las áreas de lenguaje, matemática y ciencias. El sentido del examen no es medir conocimientos específicos, sino qué tan preparados para la vida adulta están los jóvenes. En otras palabras: cómo aplican lo que han aprendido en las escuelas hasta esa edad.

Hanna Sarakorpi es la directora del colegio público Saunalahti School de Finlandia, considerado el mejor colegio del mundo por este organismo internacional, y estuvo recientemente en España para participar en el IV Simposio Internacional sobre innovación Aplicada. Durante su intervención, habló acerca de la educación en Europa y su país. De acuerdo con la directiva, “los niños necesitan descansar y jugar”, pues ellos “no aprenden solo en el colegio”.

Estas son las claves a las que se refirió y que hacen de la institución que dirige un referente:

No hay más de una hora de tareas por día
“En Europa se habla mucho de los deberes, pero en Finlandia no. Tenemos claro que todos los niños deben tener trabajo para la casa, pero en mi opinión, como máximo tiene que ser máximo de una hora por día”, comentó la directora de este centro, que es uno de los mejores del mundo valorados en la última evaluación educativa que realiza la Ocde. 

Este colegio, ubicado en la ciudad de Espoo, parece un museo de arte moderno. El edificio está ubicado en un territorio de 10.500 metros cuadrados donde funcionan las escuelas primaria y secundaria, el área de preescolar, el teatro, el comedor, la biblioteca y el gimnasio. La formación se lleva a cabo en un ambiente relajado, cada niño se sienta donde quiere y se alienta la comunicación entre los estudiantes durante las clases. 

El trabajo en equipo es importante
La mayor parte de las clases se realizan en grupos de trabajo. De esta manera, cada niño tiene la posibilidad de sentarse en una silla como de oficina que se regula a su altura y puede deslizarse hasta el otro extremo del salón. Los que prefieran pueden sentarse en pequeños sillones que están equipados con una pequeña mesa para su computador portátil. La computadora reemplaza la pizarra típica y está conectada a una red común.

De acuerdo con Sarakorpi, hay que permitirle a los estudiantes que investiguen, jueguen, imaginen y aprendan a resolver problemas. “Tenemos libros, por supuesto como cualquier colegio, pero no sólo los empleamos para leer y escribir. Hacemos mucho trabajo en equipo y tratamos de desarrollar las habilidades de los estudiantes”, contó la docente, quien aseguró además que regularmente se crean grupos con alumnos de varias clases que se agrupan por sus habilidades.

“Cada vez más la didáctica sale de la clase tradicional”, explicó, quien contó que en su institución hay un edificio que cuenta con amplios espacios comunes y grandes zonas de cristal para crear nuevos espacios. “Nuestro edificio nos permite crear nuevos espacios de aprendizaje. Todos los muebles tienen ruedas para poderlos mover y las zonas acristaladas nos ayudan a crear un sentimiento de grupo”, dijo.

Según la directora, al centro educativo acuden estudiantes con 18 lenguas maternas diferentes. “Es por eso que en nuestro colegio, el concepto más importante es el de sentimiento de comunidad”, contó.

No hay que dejar de lado la educación preescolar
En Finlandia, la educación preescolar, que dura obligatoriamente un año y que se imparte en jardines infantiles o en la casa de educadores certificados, se realiza estimulación temprana de la socialización. Posteriormente, los menores acuden al colegio a partir de los 6 años de edad. Antes de llegar a esta etapa, no se les enseña ni a leer ni a escribir. “Creemos que a esa edad lo más importante es que los niños jueguen para que de esa forma aprendan”, dijo Sarakorpi. 

El secreto está en un currículo nacional
Otra de las claves del éxito, según la experta, es la existencia de un currículum nacional de educación que unifica todas las estrategias de educación en el país, el cual se enmarca en pautas básicas. En su última reforma, que se llevó a cabo el año pasado, se pone más énfasis en las habilidades frente a los conocimientos. “Aprender haciendo es una de nuestras máximas características”, resaltó la experta. También contó que se trata de una dinámica que ha sido comprobada para que los alumnos aprendan mejor si hacen las cosas por ellos mismos. “Todos necesitamos jugar, incluso los adultos, para aprender”, agregó. 

El modelo finlandés fue creado a comienzos de los 70 luego de casi una década de debate parlamentario sobre qué tipo de educación se necesitaba en el país. En los años 50, Finlandia estaba diezmada por las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial y su economía, básicamente agraria, tenía como eje la explotación forestal. Se requerían nuevas competencias y el acuerdo fue dárselas a toda la población, no a los más ricos ni a los mejores. Hoy, el país no solo figura como uno de los más educados del mundo, sino que también acumula envidiables índices en felicidad, competitividad e innovación.

Los niños que van a los colegios en Finlandia se alejan del método clásico de formación. Además, disfrutan de un buen rendimiento académico, con bajo nivel de estrés, algo poco común para chicos de su edad.

Los problemas del matoneo se resuelven hablando
Otra de las cuestiones que resaltó la directiva de este colegio finlandés fue el tratamiento que se hace acerca del acoso escolar. "Tenemos reglas muy estrictas y cada vez que vemos u oímos algo nos lo tomamos muy en serio. Primero hablamos con el alumno y si vuelve a suceder con los padres. Normalmente con una o dos reuniones se zanja el problema", concluyó.