jueves, 25 de septiembre de 2025

¿Tu perro es feliz? 5 preguntas clave



Hace unos años, alguien me preguntó, casi sin previo aviso:

—¿Cómo sabes que tu perro es feliz contigo?

Me quedé en silencio. No porque no creyera que fuera feliz, sino porque nunca me lo había planteado así, tan directamente. Esa pregunta se me quedó pegada varios días. Y creo que, desde entonces, no se me ha terminado de despegar.

La realidad es que no siempre es fácil estar seguro de que estamos haciendo las cosas bien. Los perros no hablan con palabras. No te dicen: “Sí, estoy perfecto, gracias por todo”. Y ahí está nuestro desafío: tenemos que aprender a escucharlos de otra manera, con sus gestos, con sus movimientos, con pequeñas señales que a veces se nos escapan.

Por suerte, hoy sabemos cómo hacerlo. Existen señales claras, validadas científicamente, que muestran si tu perro se siente a gusto, cómodo y feliz contigo. Y no tienen que ver con comprarle juguetes caros o darle premios cada hora, sino con construir un vínculo real y cotidiano.

Cuando leo textos en “Mensajes Sabatinos” sobre el cuidado invisible que sostiene los vínculos, pienso justo en esto. La felicidad de un perro no es una casualidad, es un resultado de presencia, de atención, de coherencia.

Una de las señales más claras es el juego espontáneo y frecuente. Un perro feliz juega. No solo contigo, sino también por su cuenta. Salta, corre, persigue pelotas invisibles, mueve juguetes por la casa sin miedo ni inhibición. El juego es una señal clara de bienestar emocional (Boissy et al., 2007). Si tu perro juega, está diciendo que su mundo es seguro.

Otra señal es el descanso profundo y regular. Un perro tranquilo emocionalmente es capaz de descansar profundamente. Se tumba cerca de ti con confianza, duerme en posturas relajadas (patas estiradas, cuerpo extendido, respiración lenta) y logra entrar en sueño profundo fácilmente. Según el estudio de Kis et al. (2017), el sueño tranquilo y profundo es clave en el bienestar canino. En otras palabras, un perro que duerme bien es un perro que confía en su entorno.

También está la curiosidad. La curiosidad es otra señal fundamental de bienestar. Un perro feliz explora nuevos lugares con calma, olfatea objetos y entornos nuevos sin ansiedad ni temor constante. Esto demuestra seguridad y ausencia de estrés excesivo (Ley et al., 2007). Cuando paseas con él y ves que se atreve a investigar, que no camina encogido ni con la cola metida, ahí hay un indicador potente.

En “Amigo de ese ser supremo en el cual crees y confías” he leído varias veces sobre aprender a leer los signos de la vida con calma. Esto aplica también aquí: leer al perro sin exigir, sin proyectar. Solo observar y reconocer lo que ya está ahí.

Y por supuesto, está la cercanía relajada. Se acerca a ti con confianza, busca tu contacto de forma tranquila. Se apoya en ti, se tumba a tu lado, te mira despacio con parpadeos lentos. La cercanía relajada indica apego seguro y felicidad emocional (Rehn & Keeling, 2016). Ese momento en que tu perro se tumba a tus pies sin pedir nada más es un mensaje enorme: está cómodo, está seguro, está contigo.

Si mientras lees esto has reconocido a tu perro en alguna de estas señales, tranquila: lo estás haciendo bien. Y si te has dado cuenta de que falta algo, ahora ya sabes en qué fijarte. La felicidad de tu perro no depende de grandes cosas. Depende de que lo entiendas, lo escuches y lo cuides bien. Nada más (y nada menos).

Cuando escribo en “Bienvenido a mi Blog” sobre cómo aprender a vivir con más conciencia, me doy cuenta de que el mismo principio aplica para la relación con los animales: no es un checklist que se cumple, es una sensibilidad que se cultiva.

Yo también tuve momentos de duda. Hubo días en que mi perro estaba distante y yo pensaba que algo estaba mal conmigo. Hasta que aprendí a leerlo. Entendí que los perros, igual que nosotros, tienen días buenos y días raros. Que su lenguaje no es lineal. Que la felicidad se construye a diario, no en un solo gesto.

Por eso, si te preguntas “¿Mi perro es feliz conmigo?”, no te angusties. Hazte estas preguntas:
—¿Juega de forma espontánea?
—¿Descansa profundo y sin miedo?
—¿Explora con curiosidad?
—¿Se acerca a ti con confianza?

No hay receta mágica, pero estas señales son brújula. Si están presentes, es muy probable que estés haciendo las cosas bien. Si no, no es un fracaso, es una invitación a ajustar, a aprender, a acompañar distinto.

En “El blog Juan Manuel Moreno Ocampo” he escrito sobre la importancia de no esperar al último momento para cuidar los vínculos. Esto también aplica a tu perro. No esperes a que aparezca un problema para revisar su bienestar. No esperes a que te “lo diga” con conductas extremas. Aprende a leer los signos tempranos.

Quizá la enseñanza más grande es que cuidar de un perro no es solo alimentarlo. Es acompañarlo también en lo invisible. Es estar atento a lo que no dice, a lo que expresa con su cuerpo. Es sostener su mundo con la misma delicadeza con la que sostendrías el de un niño.

Así, la pregunta “¿Mi perro es feliz conmigo?” deja de doler y se convierte en guía. Porque no importa tanto la respuesta absoluta, importa tu disposición a mirar, a escuchar y a mejorar. Importa que te lo preguntes. Porque quien se pregunta ya está cuidando distinto.

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— Juan Manuel Moreno Ocampo
“A veces no hay que entender la vida… solo vivirla con más verdad.”

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