domingo, 28 de septiembre de 2025

Todas las medias verdades sobre gat@s que te han contado


Hay historias que nos marcan sin darnos cuenta. Recuerdo cuando escuché por primera vez la fábula del león y el ratón. Me la contaron de niño para enseñarme que nadie es menos que nadie, que hasta el más pequeño puede ayudar al más grande. Y sí, es una bonita metáfora. Pero cuando crecí, empecé a convivir con felinos y a mirar el mundo de otro modo. Entendí que muchas veces esas historias son solo eso: historias.

Si has vivido con un gato, sabes que probablemente disfrutaría más jugando con el ratón que liberándolo para una oportunidad en el futuro. Y no por crueldad: porque su lenguaje es otro, su manera de relacionarse es distinta, sus códigos no son los nuestros.

Como en esta historia, hay muchísimas cosas que nos cuentan sobre los gatos —y sobre cómo “deberíamos” convivir con ellos— que en realidad son medias verdades. Y esas medias verdades terminan afectando a las familias multiespecie, haciéndoles tomar decisiones equivocadas.

Cuando empecé a leer Mensajes Sabatinos y otros blogs de reflexión espiritual, noté algo: muchas veces repetimos frases heredadas sin revisarlas. Con los gatos pasa igual. Y cada frase mal entendida puede convertirse en un mito que altera nuestra relación con ellos.

Me gustaría compartirte algunas de las medias verdades más comunes que he visto y cómo las he vivido yo, para que puedas mirarlas con otros ojos.

Una de las más grandes: “Los gatos son indiferentes”. Cuántas veces escuchamos eso. Pero la verdad es que los gatos no son indiferentes: tienen otra forma de demostrar su afecto. Su amor no grita, no salta, no se agita. Se tumba cerca. Te mira despacio. Parpadea lento. Se sienta justo donde tú vas a estar. Ese es el lenguaje de la presencia, no de la indiferencia.

Otra media verdad muy extendida: “Los gatos son traicioneros”. He oído esto desde pequeño. Pero la traición es un concepto humano. Los gatos pueden reaccionar de forma abrupta cuando están asustados o sobreestimulados, pero no planean nada en contra tuya. Sus límites son claros y, si los aprendes a leer, descubrirás que su comportamiento es predecible y honesto.

También está la frase: “Los gatos se encariñan con la casa, no con las personas.” Esto es solo parcialmente cierto. Sí, los gatos son sensibles a su territorio, pero también crean vínculos profundos con las personas. Estudios de la Universidad Estatal de Oregón (2019) muestran que muchos gatos establecen apego seguro con sus humanos, igual que los bebés.

En Amigo de ese Ser Supremo en el cual crees y confías se habla de cómo la presencia silenciosa también es vínculo, y creo que esa es la clave para entender a un gato. Su vínculo no se construye desde la exigencia ni desde la dependencia, sino desde la constancia y el respeto.

Otra media verdad es “Los gatos son fáciles de cuidar porque son independientes.” Es cierto que son más autosuficientes que un perro, pero no significa que no necesiten atención emocional, estimulación mental o visitas al veterinario. Esa idea de independencia absoluta lleva a muchos a descuidar su salud o su entorno.

Y por último, “Un gato feliz es un gato gordo.” Nada más lejos de la realidad. La obesidad felina es uno de los problemas más graves en hogares modernos. Un gato saludable es activo, curioso y tiene un peso adecuado para su complexión. La gordura no es sinónimo de bienestar, es un signo de alerta.

Todo esto me hace pensar que convivir con gatos es un acto de humildad. No puedes imponer tus reglas ni tus mitos. Tienes que aprender a observar, a escuchar lo invisible, a sostener un vínculo que no se parece al que nos enseñaron.

En Mi Blog Personal he escrito sobre cómo el amor verdadero no es posesión, es acompañamiento. Con los gatos es exactamente eso: acompañar su naturaleza sin intentar moldearla a nuestra conveniencia.

Yo también caí en esas medias verdades. Pensé que Kira (mi gata de la infancia) “sabía cuidarse sola”, que “no necesitaba tanto afecto”. Y con los años entendí que sí lo necesitaba, solo que no lo pedía con palabras. Cuando finalmente empecé a jugar más con ella, a observarla sin celular en la mano, a respetar sus ritmos, nuestra relación cambió.

Aprender a cuidar a un gato es aprender a leer un lenguaje nuevo. Un lenguaje hecho de pausas, silencios, gestos mínimos. Es aprender que, en la convivencia multiespecie, tú no eres el protagonista absoluto, eres un compañero.

Por eso este blog no es solo para cuestionar mitos. Es una invitación a desaprender. A que cada familia con gatos se pregunte: “¿Esto que creo es real o solo es costumbre?” A que busquen información actualizada y empática. A que se den permiso para mirar más allá de las frases heredadas.

En un mundo donde los estímulos son ruidosos y rápidos, un gato nos recuerda la importancia de la lentitud, del respeto, de los vínculos silenciosos. Nos recuerda que no todo se explica: algunas cosas se sienten.

Así que la próxima vez que escuches una “verdad absoluta” sobre los gatos, mírala con cariño y desconfianza. Porque, como con el león y el ratón, hay enseñanzas escondidas en los cuentos, pero también hay realidades que necesitan ser contadas de otra forma.

¿Sentiste que esto te habló directo al corazón?
Escríbeme, cuéntame tu historia o compártelo con quien sabes que lo necesita.

📲 WhatsApp directo: +57 310 450 7737
📘 Facebook: Juan Manuel Moreno Ocampo
🐦 Twitter: Juan Manuel Moreno Ocampo
💬 Comunidad de WhatsApp: Únete a nuestros grupos
📢 Canal de Telegram: Únete aquí

— Juan Manuel Moreno Ocampo
“A veces no hay que entender la vida… solo vivirla con más verdad.”

No hay comentarios.:

Publicar un comentario