viernes, 5 de septiembre de 2025

Mi opinión después de 20 años de trabajo con familias y perros



Hay aprendizajes que no se encuentran en los libros ni en las teorías, sino en la vida misma. Yo no tengo veinte años de experiencia profesional entrenando perros, pero sí tengo veinte años de vida viendo cómo las familias —incluyendo la mía y las de mis amigos— se relacionan con sus mascotas. Y cuando uno observa con atención, se da cuenta de que lo que pasa con un perro no es tan distinto a lo que pasa en la vida familiar: lo que transmitimos, consciente o inconscientemente, termina moldeando el comportamiento de quienes conviven con nosotros.

Me pasó hace poco con un vecino. Contrató a un entrenador de perros reconocido, con rutinas claras y un plan estructurado. Todo parecía funcionar en teoría, pero a las dos semanas el perro seguía con los mismos hábitos: ladrar en exceso, subirse al sofá, no obedecer. La familia estaba frustrada, convencida de que el problema era el perro. Pero lo que no veían era que ellos mismos reforzaban las conductas: la mamá lo acariciaba cuando rompía las reglas, el papá le hablaba con tonos contradictorios y el hijo lo excitaba antes de dormir. Me impactó darme cuenta de que no es el perro quien falla, sino la incoherencia humana que lo rodea.

Eso mismo ocurre con tantas cosas de la vida. No basta con tener un manual, ni con seguir un plan. Si no hay coherencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos, los resultados no llegan. Es como en los negocios: puedes tener la mejor estrategia de marketing digital, pero si en la práctica la empresa no cree en el servicio que ofrece, los clientes lo perciben. Lo mismo lo he visto reflejado en artículos de la Organización Todo En Uno donde se habla de liderazgo empresarial, y también en reflexiones más personales que aparecen en Bienvenido a mi blog donde se conecta la vida diaria con lecciones que parecen pequeñas, pero son profundas.

El punto es que la verdadera transformación no depende solo de la técnica. Depende de las personas. Y eso es lo más difícil, porque cambiar un hábito en una familia —o en una sociedad— exige compromiso, paciencia y, sobre todo, consciencia. En mi generación se habla mucho de la inmediatez, de resultados rápidos, de apps que solucionan todo. Pero la vida no funciona así. Si quieres que tu perro cambie, tienes que cambiar tú también. Si quieres que tu familia mejore la comunicación, tienes que escuchar de verdad y no solo hablar. Si quieres que la sociedad sea más justa, tienes que empezar por tu metro cuadrado de coherencia.

A veces siento que los perros son espejos más sinceros que las personas. Ellos reflejan lo que somos. Si estamos tensos, se tensan. Si estamos tranquilos, se relajan. Si no hay claridad, se confunden. Esa lección me golpea fuerte, porque me recuerda que en cada relación humana —sea con un perro, un amigo, un padre o una pareja— transmitimos mucho más con nuestras acciones que con nuestras palabras. Es lo mismo que reflexiono a menudo en mi propio espacio, El Blog Juan Manuel Moreno Ocampo donde escribo para dejar constancia de esas preguntas que me acompañan día a día.

Y aquí aparece la contradicción más humana de todas: todos sabemos qué deberíamos hacer, pero no siempre lo hacemos. Es como la familia del perro. Tenían las pautas, las herramientas, la teoría. Pero en el fondo, seguían siendo los mismos. ¿Y cómo no va a repetirse la historia, si el cambio nunca se encarna?

Creo que esa es una invitación para todos: dejar de buscar culpables afuera y asumir la parte que nos corresponde. No se trata de entrenar perros ni de aplicar fórmulas mágicas, sino de reconocer que cada vínculo exige coherencia. La espiritualidad me ha enseñado lo mismo: en el blog Amigo de ese ser supremo en el cual crees y confías muchas veces se recuerda que lo esencial no es la promesa, sino la acción diaria que le da sentido.

Cuando lo pienso, no puedo evitar sonreír: los perros no mienten. No fingen estar entrenados si no lo están. No hacen teatro para aparentar. Nos muestran con su conducta lo que en realidad hemos sembrado. Y en esa transparencia radica su mayor enseñanza.

Por eso, después de veinte años de vida conviviendo con familias y perros, tengo la certeza de que la pregunta no es “¿cómo cambio a mi perro?”, sino “¿cómo nos cambiamos como familia?”. Y tal vez esa sea la misma pregunta que deberíamos hacernos como sociedad: ¿cómo dejamos de pedir soluciones externas para empezar a vivir con más coherencia interna?

¿Sentiste que esto te habló directo al corazón?
Escríbeme, cuéntame tu historia o compártelo con quien sabes que lo necesita.

📲 WhatsApp directo: +57 310 450 7737
📘 Facebook: Juan Manuel Moreno Ocampo
🐦 Twitter: Juan Manuel Moreno Ocampo
💬 Comunidad de WhatsApp: Únete a nuestros grupos
📢 Canal de Telegram: Únete aquí

✒️ — Juan Manuel Moreno Ocampo
"A veces no hay que entender la vida… solo vivirla con más verdad."

No hay comentarios.:

Publicar un comentario