sábado, 6 de septiembre de 2025

Cuidar a un gato es cuidar una parte de ti que el mundo no ve



Hay cosas en la vida que parecen simples hasta que decides detenerte y mirarlas de cerca. A mí me pasó con los gatos. Podría decir que me gustan porque son tiernos, porque acompañan en el silencio o porque tienen esa independencia que a veces envidio, pero en realidad descubrí que cada vez que cuido a un gato estoy cuidando una parte mía que rara vez muestro. Esa que se toma en serio los silencios, que se emociona con un parpadeo lento, que entiende que no todo lo que vale la pena se puede explicar con palabras.

No exagero cuando digo que un ronroneo me ha devuelto la paz en momentos donde parecía que todo estaba perdido. Hay días en los que uno siente que el mundo va demasiado rápido, que lo que esperan de ti es que seas productivo, fuerte, “suficientemente adulto” para cargar responsabilidades que pesan más de lo que parece. En esos días, un gato que se tumba a tu lado sin pedir nada se vuelve un recordatorio brutal: puedes detenerte, puedes respirar distinto, puedes simplemente existir sin rendir cuentas.

Doris Lessing escribió: “Vivir con un gato es convivir con otra conciencia.” Y esa frase me persigue porque siento que es verdad. Los gatos no están ahí para cumplir nuestras expectativas, no son “mascotas decorativas”, son conciencias paralelas que caminan junto a la tuya. Te enseñan a mirar con detalle, a valorar lo sutil, a amar sin exigir que el otro sea distinto. Y en una sociedad donde pareciera que todo el tiempo hay que demostrar algo, ese tipo de amor libre de condiciones se siente como un oasis.

Cuando alguien me pregunta por qué los cuido con tanto respeto, yo siempre pienso que no es solo por ellos, sino por lo que representan. Porque si soy capaz de atender las necesidades de un ser que no me habla en mi idioma, pero que sí me comunica emociones, entonces también soy capaz de atender la parte mía que tampoco grita, pero que necesita ternura y calma. Y ahí es cuando entiendo que cuidar a un gato es, de verdad, cuidarme a mí mismo.

Lo curioso es que esta sensibilidad no siempre es bien vista. Crecí escuchando que ser “demasiado sensible” era una debilidad, que había que endurecerse para sobrevivir, que el mundo no perdona. Pero cuando miro a un gato confiadamente durmiendo a mi lado, siento que esa sensibilidad que tanto escondemos es lo mejor que tenemos. Es la que nos conecta, la que nos hace humanos, la que nos devuelve la capacidad de amar sin miedo.

Hace poco escribí en mi propio blog sobre lo fácil que es perder de vista lo esencial cuando nos dejamos arrastrar por las exigencias externas. Y creo que los gatos nos salvan de eso. Ellos no esperan que seas perfecto, solo que seas real. Tal vez por eso muchas veces pienso que cuidarlos es un entrenamiento para la vida: escuchar más, juzgar menos, dar espacio, respetar el ritmo del otro.

También es cierto que cuidar no es solo acariciar y dar comida. Es hacerlo bien. Con conocimiento, con criterio, con respeto. Entender sus necesidades, reconocer que no son “juguetes” sino seres con personalidad propia. Cuando alguien me pide cuidar a su gato, siento la responsabilidad de entrar en un hogar ajeno no solo para atender a un animal, sino para proteger ese pedazo invisible del dueño que confió en mí. Porque sí, cuando compartes tu vida con un gato, una parte de ti también está en juego: tu vulnerabilidad, tu capacidad de confiar, tu manera de amar.

Y quizás lo más transformador es reconocer que ese cuidado funciona en doble vía. Ellos también nos cuidan. Nos cuidan de la prisa, de la dureza, de la desconexión con lo simple. Nos recuerdan que el silencio no es vacío, que mirar despacio no es perder el tiempo, que la ternura es un poder que no necesita explicación.

Por eso, cuando hablo de cuidar gatos, en realidad hablo de cuidar a esa parte nuestra que no siempre mostramos, la que el mundo no ve pero que sostiene lo que somos. Porque al final, lo invisible también necesita cuidado. Y a veces un ronroneo puede sanar más que mil palabras.

¿Sentiste que esto te habló directo al corazón?
Escríbeme, cuéntame tu historia o compártelo con quien sabes que lo necesita.

📲 WhatsApp directo: +57 310 450 7737
📘 Facebook: Juan Manuel Moreno Ocampo
🐦 Twitter: Juan Manuel Moreno Ocampo
💬 Comunidad de WhatsApp: Únete a nuestros grupos
📢 Canal de Telegram: Únete aquí

✒️ Firma auténtica
— Juan Manuel Moreno Ocampo
“A veces no hay que entender la vida… solo vivirla con más verdad.”

No hay comentarios.:

Publicar un comentario