miércoles, 28 de febrero de 2024

Qué tan ricos eran los padres de Kevin en ‘Mi pobre angelito’?

Los amantes de la película han debatido sobre el dinero de la familia McCallister durante años. Le preguntamos a la Reserva Federal de Chicago.


La película nunca explica a qué se dedican los padres de Kevin. Así que la gente ha llenado las lagunas. Credit...20th Century Fox


La batalla en Mi pobre angelito entre Kevin McCallister (Macaulay Culkin) de 8 años y dos ladrones conocidos como los Bandidos Mojados se ha mostrado en las pantallas de todo el mundo cada Navidad desde el estreno de la película en 1990.

Y cada año, para algunos espectadores, la casa y el estilo de vida de los McCallister inspira su propia tradición: preguntarse hasta qué punto era rica esta familia.

The New York Times consultó a economistas y personas involucradas en la película (conocida en España como Solo en casa) para encontrar la respuesta.

Los McCallister pertenecen al 1 por ciento



Al principio de la película, uno de los ladrones, Harry (Joe Pesci), le dice a su compañero, Marv (Daniel Stern), que la casa de los McCallister es su objetivo principal en un vecindario adinerado.

“Es esa, Marv, esa es la cereza del pastel”, dice Harry, antes de especular con que en la casa hay un montón de “cosas valiosas”, como video grabadoras, equipos de sonido, joyas muy valiosas y “valores negociables que se encuentran poco”.

La casa es la mejor pista de cuánto dinero tienen los McCallister.

La cereza del pastel, o al menos su exterior, es una casa que existe en el mundo real y está ubicada en el número 671 de Lincoln Avenue, en el suburbio de Winnetka, Chicago, uno de los vecindarios más caros de Estados Unidos, según Realtor.com. Parece tener espacio suficiente para que Kevin y sus cuatro hermanos tengan cada uno su propia habitación, pero también puede albergar a un ejército de visitantes.

En 1990, la casa era asequible solo para el 1 por ciento de los hogares con ingresos más altos de Chicago, y eso seguiría siendo el caso hoy, según los economistas del Banco de la Reserva Federal de Chicago.


Los ladrones en Mi pobre angelito señalaron la casa de los McCallister como su objetivo principal. Credit...20th Century Fox

Los economistas —Max Gillet, analista sénior de investigación; Cindy Hull, vicepresidenta asistente y jefa interina del grupo de mercados financieros, y Thomas Walstrum, economista empresarial sénior— llegaron a esta conclusión después de examinar datos que incluyen los ingresos de los hogares en el área metropolitana de Chicago para 1990 y 2022, el valor de la propiedad de la casa, las tasas hipotecarias vigentes en ese momento y los impuestos y seguros habituales.

Partiendo del supuesto de que los McCallister no gastaban más del 30 por ciento de sus ingresos en vivienda, los economistas también determinaron que la casa habría sido asequible para un hogar con unos ingresos de 305.000 dólares en 1990 (unos 665.000 dólares en 2022).

A mediados de 2022, una vivienda similar costaría unos 2,4 millones de dólares, según el cálculo de Zillow para la casa de Mi pobre angelito. Una propiedad de ese valor sería asequible para un hogar con unos ingresos de 730.000 dólares, que se situaría en el 1 por ciento de los hogares del área de Chicago, según los economistas.

¿Cómo son tan ricos?


“No sé cuánto ganaban los McCallister, pero sí han hecho mucho por mi cuenta bancaria”, dijo Todd Strasser, quien escribió las novelas oficiales de la película.

Mi pobre angelito nunca explica a qué se dedican los padres.

En internet, donde esta pregunta aparece con regularidad, algunas personas han sugerido que Kate McCallister es una diseñadora de moda, porque la casa tiene varios maniquíes en su interior, que más tarde aparecen en uno de los intentos de Kevin para engañar a los ladrones haciéndoles creer que, de hecho, no está solo en casa.

Todd Strasser, autor de las novelas oficiales de Mi pobre angelito y dos de sus secuelas, declaró en una entrevista que no fue supervisado de cerca por los cineastas. La orientación que le dieron, dijo, fue esencialmente: “Aquí tienes el guion, haz lo que quieras”.

Así que en el libro, convirtió a la madre de Kevin en diseñadora de moda, por los maniquíes, y al padre de Kevin en hombre de negocios, porque era “una apuesta segura”, dijo.

Dijo que nunca se le ocurrió explicar en detalle cómo los McCallister habían conseguido su dinero; pensó que eran “clase media alta” pero no “superricos”.

La familia tiene otras muestras de riqueza significativa, pero no estratosférica: llevan ropa bonita y contratan varias furgonetas para llevarlos al aeropuerto, sí, pero cuando Kate intenta sobornar a una pareja de ancianos para que renuncien a sus boletos desde París y así poder volver a casa, les ofrece joyas y dinero en efectivo, pero insinúa que su Rolex podría ser falso.

“No sé cuánto ganaban los McCallister, pero sí han hecho mucho por mi cuenta bancaria”, dijo Strasser.

Una teoría de los fans sostiene que Peter McCallister está implicado en el crimen organizado. Según esta teoría, la casa de los McCallister fue el objetivo de una especie de venganza, y la brutal violencia de Kevin contra los ladrones es el producto de una crianza expuesta a la actividad criminal.

El Times no pudo descartar esta teoría.
El tío Rob pagó los vuelos


Esta es técnicamente una imagen de Mi pobre angelito 2, cuando los padres de Kevin, de manera bastante improbable, toman otro vuelo de primera clase en Navidad. No vas a creer lo que pasó después.

Un dato comúnmente citado sobre la riqueza de la familia es su viaje navideño a París.

Llevar a 15 personas a París es caro, sobre todo si los cuatro adultos viajan en primera clase, pero los padres de Kevin no pagan los billetes de avión. Al principio de la película, Kate McCallister le dice a un agente de policía —que en realidad es Harry disfrazado— que el hermano de su esposo pagó los vuelos.

Ese hermano es el tío Rob. Es una figura menor en la primera película, pero las pocas menciones que sí recibe nos dan a entender que tiene muchísimo dinero. Paga los billetes y tiene un apartamento en París con una vista clara de la Torre Eiffel y que de alguna manera puede albergar a 15 miembros de su familia. (La secuela de la película, Mi pobre angelito 2: perdido en Nueva York, da más pistas de que el tío Rob es adinerado, pero este análisis se basa solo en la primera película).

Un tercer hermano, el tío Frank (el malencarado), vive en Ohio y viaja con la familia de Illinois a París. No sabemos nada de sus ingresos, pero sí que es tacaño. En la casa de su hermano en Illinois, evita pagar los 122,50 dólares de la cuenta de la pizza. En el avión, cenando en primera clase, le dice a su esposa que meta el salero y el pimentero de cristal en el bolso.

Este comportamiento podría darnos a entender que es adinerado. El hurto en tiendas era “significativamente más común” entre personas con ingresos familiares superiores a 70.000 dólares, según un artículo de 2008 publicado en The American Journal of Psychiatry.

El tío Frank es también un personaje adulto típico en el mundo de John Hughes, quien escribió y produjo Mi pobre angelito, dijo Robert Bulman, profesor de sociología en el Saint Mary’s College of California, quien estudia la representación de adolescentes y escuelas secundarias en el cine.

Dijo que una característica común de una película de Hughes es la tensión dramática alimentada por el conflicto entre jóvenes y adultos, que casi siempre se resuelve a favor de la persona más joven.

Señaló que en las películas de adolescentes de Hughes —entre ellas El club de los cinco y La chica de rosa— las tensiones de clase también suelen ser prominentes e impulsan la historia.

“Sus historias generalmente favorecen la perspectiva del joven de clase trabajadora o del niño pobre que está tratando de ganarse el acceso a un grupo de compañeros más adinerados, por ejemplo”, dijo el profesor Bulman. “Pero, en Mi pobre angelito, es claramente una victoria para Kevin como niño, pero también Kevin como niño rico que defiende su impresionante fortaleza”.

La película no es sobre el dinero



Cuidado, te contamos el final: la mamá de Kevin finalmente regresa a casa desde París, después de sobornar a una pareja en el aeropuerto para que cedan sus asientos y conseguir un aventón con John Candy. 

Eve Cauley, la decoradora de sets de Mi pobre angelito, fue responsable de la decoración, como los muebles y el papel tapiz, dentro de la casa de los McCallister, que se filmó en escenarios construidos en una escuela local.

Dijo en un correo electrónico que la casa no estaba decorada con muebles costosos, pero tenía un aspecto deliberadamente “señorial y de lujo”.

Cuando se hizo la película, el azul marino y el palo de rosa eran colores populares en el mundo del diseño de interiores, dijo Cauley. Pero se inspiró en las pinturas de Norman Rockwell y en las tarjetas navideñas antiguas para usar rojos, verdes y dorados intensos en la casa familiar.

Hughes le dijo que quería que la casa tuviera un “aspecto atemporal”. “Me dijo que le gustaba que sus películas tuvieran un aspecto un poco más bonito y limpio que la realidad, porque su propósito al hacer películas es entretener al público y elevarlo”, afirmó.

Cauley también tenía algunos consejos para las personas que buscan una respuesta sobre los ingresos de la familia.

“Para mí, con todo respeto, los fans que discuten sobre los ingresos de los padres, o el costo de la casa, deberían, en cambio, simplemente disfrutar de la película”, dijo.

Hughes y el director Chris Columbus “crearon esta película conmovedora y cómica como entretenimiento para el público, para levantar el ánimo en las fiestas”, dijo. “Lo hizo, y lo sigue haciendo, levantar el ánimo”.

martes, 27 de febrero de 2024

Mi novio controlaba mis finanzas? ¿Y mi novia también?

El común denominador entre esas dos relaciones no había sido el género ni la orientación sexual, ni siquiera la diferencia económica. Fui yo.

Este ensayo forma parte de un proyecto de Modern Love sobre la intersección entre dinero y relaciones.

A mediados de mis veinte, estaba al borde de la bancarrota. No es que me costaba trabajo pagar el recibo de la electricidad a fin de mes, sino que constantemente hacía números en mi cabeza para que me alcanzara el dinero. Arrastraba una gran deuda que llevaba años transfiriendo de una tarjeta de crédito a otra. Mis ingresos anuales no llegaban a los 20.000 dólares. En terapia (cuyo costo me ocasionaba una consternación adicional), hablaba mucho del susurro de ansiedad que me acompañaba todos los días, el miedo a que mi inseguridad financiera fuera un síntoma de que estaba haciendo algo mal.

Por ese entonces tenía un novio, una persona amable. No era el último hombre con el que saldría, pero casi. Trabajaba muchas horas como editor de televisión; no era rico, pero no tenía deudas y ganaba lo que entonces me parecía el botín de un rey: algo así como 1000 dólares a la semana. Era el primer compañero sentimental con el que vivía y el primero cuyos ingresos triplicaban con creces los míos. Cuando nos mudamos a nuestra pequeña habitación de un dormitorio, sugirió una escala equitativa para pagar nuestros gastos diarios en la que yo aportaba aproximadamente un tercio. No creo que la palabra equitativo fuera aún parte de mi vocabulario, pero ambos sabíamos que jamás habría podido costear un porcentaje igualitario.

Agradecí su generosidad, pero me sentí muy incómoda por el acuerdo. Cada mes, cuando le extendía un cheque, mi cuerpo se llenaba de una potente combinación de vergüenza y miedo. Aunque mi lado racional comprendía que nuestro acuerdo era justo, seguía sintiéndome fracasada. Me aterrorizaba la idea de la dependencia, que me parecía una puerta siniestra.

He trabajado desde que mis padres, ambos de clase trabajadora, me consiguieron mi primer permiso laboral a los 14 años. Llegué a entender la independencia financiera como libertad. Siendo adolescente, cuando me mudé de la casa de mi infancia, rechacé la ayuda de mis padres porque sabía que eso les permitía opinar sobre mi manera de vivir. Durante mi veintena me desempeñé varios años como trabajadora sexual, una experiencia que confirmó mi sospecha de que no existía el dinero gratis.

Llevaba tres años limpia y sobria cuando mi novio y yo nos fuimos a vivir juntos, pero incluso en mi momento más bajo de adicción, había sido autosuficiente de manera obsesiva. No importaba lo desordenada que fuera mi vida. Yo siempre conseguía dinero para pagar la renta. Pero a los 26 años, estudiante y escritora inédita, tenía por primera vez una gran deuda. Más tarde entendería que era la situación habitual de la mayoría de los artistas en ciernes que no vienen de familias adineradas.
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En nuestro segundo año de convivencia, mi novio se ofreció a pagar la deuda de mi tarjeta de crédito. Mis pagos apenas llegaban al monto de la deuda inicial, señaló. Asentí, pero sentí que la sangre se me iba de la cara.

“Eso es muy generoso”, dije. “Pero esa idea me hace sentir… incómoda”. Eso era decir poco. Tenía ganas de vomitar.

“Puedes considerarlo un préstamo, si quieres”, respondió.

Durante los años que vivimos juntos, empecé a cocinar más. Me gustaba cocinar y, como era una chica con abuelas puertorriqueñas e italianas, me habían educado para disfrutar dando de comer a la gente. No sé cuándo empecé a lavarle la ropa, pero pronto se convirtió en una rutina.

“Es un poco raro que hagas todo esto”, me dijo una vez. Le quité importancia. “No pasa nada”, le dije. “Estoy en casa más a menudo que tú”. Y en cierto modo estaba bien. Doblar ropa era más fácil que escribir.

No solo en nuestra casa las cosas se ponían raras. Cubría mis tatuajes delante de sus padres. Desde luego, no les dije que estaba escribiendo un libro sobre mis años como adicta y trabajadora sexual; de hecho, no se lo conté a casi nadie. Reuní una gran colección de suéteres. Mi vida empezó a parecerse a una especie de disfraz. Nunca me había visto tan convencional. Y yo nunca había pedido ni aceptado ayuda económica.

En nuestro tercer año juntos, él y yo empezamos a hablar de tener un hijo y de casarnos. Aunque esas posibilidades me entusiasmaban en cierto modo, también me llenaban de inquietud. ¿Cómo había pasado de ser una dominatriz que salía sobre todo con mujeres a una profesora aburrida que vivía con un hombre en un departamento que no podía permitirse? ¿En qué momento el disfraz dejó de ser un juego para convertirse en mi vida real?

Lo que ocurrió fue exactamente lo que debí haber esperado: me enamoré de una mujer y lo dejé. La ruptura fue una agonía, agravada por el hecho de su generosidad y mi incapacidad para devolvérsela. Por un sentimiento de culpa, asistí con él a semanas de terapia de pareja tras la ruptura y dejé atrás la mayoría de las pertenencias que compartíamos. Al cabo de unos meses, sin embargo, me deshice de aquellos suéteres y me hice nuevos tatuajes. Luego, publiqué ese libro sobre todo lo que había aprendido a ocultar.

Cuando reflexioné sobre nuestra relación, retrocedí ante mi consternación y desconcierto, y recurrí al autodesprecio, que me parecía más seguro. ¿Qué demonios me había poseído? El patriarcado, decidí: había entrado en el viejo teatro de la heterosexualidad y me había encontrado encasillada, con ropa sucia, platos y suéteres.

La historia podría haber terminado ahí. Seguí con esa mujer —a la que todavía llamo “mi mejor ex”— durante tres años. Luego me enamoré de otra mujer. Aunque yo ya no estaba tan en la quiebra, ella tenía un nivel de ingresos que todavía era muy distante al mío. Era propensa a los grandes gestos y a hacer regalos caros: me compraba boletos de avión, masajes, comidas caras, joyas y gafas de sol Gucci. Me quedaba estupefacta por esa generosidad, y aún más por mi consentimiento.

“Quiero cuidarte”, me decía a menudo. Cada vez que pronunciaba esas palabras, yo sentía un relámpago de miedo. ¡Mira lo que había pasado la última vez que dejé que alguien me cuidara! Pero detrás de ese miedo había algo más. Me sentía embelesada. Tenía un hambre voraz. Para mi sorpresa, descubrí que deseaba con desesperación que me cuidaran.

Durante un tiempo, el efecto narcótico de sus grandes gestos de cuidado ocultó la realidad de nuestra dinámica: era la más inestable que había conocido. Peleábamos a menudo. Me obsesionaba nuestra relación, al punto de excluir casi todo lo demás en mi vida.

Y, sin embargo, una vez más me esforcé por convertirme en la buena esposa, realizando tareas administrativas mundanas en su nombre, llevando su abrigo en actos públicos y empequeñeciéndome para evitar conflictos.

Cuando la dejé, mi vida estaba en ruinas. Me había alejado de amigos y familiares. Y había vuelto a ser una extraña para mí misma. Pero también abrí los ojos: vi que el común denominador entre esas dos relaciones no había sido el género ni la orientación sexual, ni siquiera la diferencia económica. Había sido yo.

La misma cualidad que me había hecho sentir tan orgullosa —mi necesidad de controlar mi propia independencia, mi incapacidad para aceptar ayuda con elegancia— había generado un desequilibrio en mí. No podía aceptar el apoyo sano de un amante y me metí de cabeza en una dinámica retorcida con otra pareja.

Después, llegué a ver la relación con mi novio editor de televisión con más matices. Había pasado los años anteriores a nuestra relación como una especie de delincuente profesional, preparada para el juicio, la violencia, el arresto y la humillación. Siempre había tenido un trabajo, claro, pero mi vida se había vuelto precaria y vulnerable de todas las maneras en que puede serlo para una adicta y trabajadora sexual. Me habría avergonzado admitirlo en ese momento, pero había consuelo tan solo en el estilo ordinario de mi vida con él. No me culpaba por ansiar ese consuelo, sino por negarme a reconocerlo.

En algunos momentos, también había sido tentador reducir la historia de aquella tumultuosa relación con la mujer que quería cuidar de mí a una historia digerible: había sido genia del control. O quizá ambas habíamos sido poseídas temporalmente por una química tóxica. Más allá de las verdades parciales que encerraban esas explicaciones, yo sabía que había sido esa hambre voraz de cuidados —provocada por mi rechazo incondicional al cuidado durante toda la vida— lo que me había hecho volver a ella una y otra vez. Sabía también que solo había una persona que podía hacerme capaz de amar de una manera más equilibrada: yo.

A medida que he ido madurando, el consuelo de culpar a alguien o a algo más de mis penurias se ha vuelto poco común. Intento responsabilizarme con más ternura que recriminación. Cuando me convierto en una extraña para mí misma, la explicación siempre es complicada.

Los años transcurridos me han enseñado a dar y recibir todo tipo de recurso, incluso el dinero, de la mejor manera. Mi esposa y yo somos bastante buenas a la hora de no llevar nuestros problemas a ese terreno concreto. Ninguna de las dos anhela el tipo de cuidados que uno solo debería esperar de un padre o de un dios, y ambas sabemos pedir ayuda cuando la necesitamos. Solo somos dos adultas, cada una responsable de sí misma, que eligen vivir juntas cada día. Puede ser mucho más trabajo, pero al final nos cuesta menos.

lunes, 26 de febrero de 2024

Cómo saber si mi perro es feliz? Las cuatro señales de su 'firulais' que lo revela



Estas son las señales que debe tener en cuenta.

Los ojos, la cola y la curiosidad pueden revelar el estado de ánimo de su mascota.

Se ha evidenciado a lo largo de la historia que el amor por los animales transforma nuestro mundo y es una experiencia llena de beneficios en una relación, en la que nuestros perros acaban siendo un miembro más de la familia en un espacio donde no solamente se cuida de ellos sino que también ellos de nosotros.

No obstante, descifrar el estado de ánimo de nuestros caninos es todo un reto que puede perturbar la dinámica con ellos, por esto, es indispensable ver las huellas que nos lleven a descubrir si nuestra mascota es feliz junto a nosotros y observar las pequeñas actitudes que denotan su gozo para velar por su bienestar y compartir la alegría de un lomito feliz y lleno de energía.

domingo, 25 de febrero de 2024

Cada cuánto debe llevar a su perro al veterinario?

Médicos especialistas aconsejan mantener actualiza la historia clínica de los peludos.


Los perros y gatos se han convertido en parte de la familia desde hace varias décadas. De allí que su salud se haya convertido en una prioridad para sus dueños, que buscan mantenerlos con bienestar y buena alimentación.

No obstante, mantenerles comida, agua y compañía no son suficientes. De acuerdo con los médicos veterinarios, es importante realizarles análisis completos cada año (12 meses), lo que permite detectar enfermedades y tratarlos a tiempo. 

Asimismo, es importante tener en cuenta el bienestar mental de sus mascotas, pues esto hace parte fundamental en el desarrollo afectivo de cada uno de ellos. Trabajar en temas de estrés y estados de ánimo de nuestros peludos garantiza, por un lado, la disminución de dolores y enfermedades y, por otro lado, un comportamiento adecuado en diferentes escenarios.

“En los perritos es importante realizar un chequeo veterinario, ya que son animales que tienen una vida social activa, entonces van a estar en el parque, se van a sacar a hacer sus necesidades, tienen algún adiestramiento o tienen tutor paseador de varios perros y eso implica contagios de enfermedades”, explica Angie Carvajal, médico veterinario de Agrocampo.

Cabe resaltar que, si el canino está en una edad temprana o es aún un cachorro, es recomendable ir cada semana a un chequeo para establecer un plan vacunal y un adecuado desparasitado.

Recomendaciones para tener en cuenta con sus mascotas

Debe haber un refuerzo anual de vacunas contra las enfermedades más letales en canes: Parvovirosis, moquillo, leptospira, hepatitis y rabia.
Tos de perrera: Se debe aplicar vacuna cada 6 meses.

En perros de avanzada edad, es decir, más de 7 años, es recomendable realizar chequeos preventivos cada 6 meses como control casi permanente de salud, ya que durante esa etapa de salud pueden presentarse complicaciones cardiacas, metabólicos o desgaste en articulaciones.

Realizar un acompañamiento psico-emocional con profesionales para mejorar el rendimiento afectivo y social de los caninos.

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sábado, 24 de febrero de 2024

La contaminación por el plástico de un solo uso es la otra cara mundial de la pandemia




Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, América Latina y el Caribe producen 541.000 toneladas de basuras diarias

La pandemia del covid-19 no solo ha traído efectos negativos para la humanidad, sino también para el planeta tierra. A pesar de que las medidas de aislamiento en distintos países del mundo redujeron las emisiones de CO2, como en China, donde disminuyeron en 25%, la producción masiva de tapabocas, geles antibacteriales y la acumulación de desechos médicos están generando contaminación que los países no saben cómo manejar.


Según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), América Latina y el Caribe es una región que produce 541.000 toneladas de basuras diarias, de las cuales más de 90% no son recicladas. Para el organismo internacional, este problema puede aumentar hasta en 25% para 2050.

Si se tiene en cuenta que, según la consultora Health Market Research, las farmacias españolas vendieron un récord de 42 millones de mascarillas en mayo, y que China -según datos de AFP- ha exportado 3.860 millones de estas al mundo desde el 1 de marzo, son cada vez más los deshechos con los que tienen que lidiar los países.

Peor aún, cuando se estima que cada tapabocas demora hasta 400 años en desintegrarse y que más de diez millones de mascarillas queden como residuos en las calles cada mes. Según data el informe, en marzo la producción de mascarillas en España no fue superior a 169.000, pero para mayo las cifras alcanzaron los 1,4 millones de unidades.

“El incremento en el plástico de un solo uso está asociado a la demanda de equipos de protección, como tapabocas, mascarillas y guantes, tanto a nivel médico como personal”, explicó el profesor del departamento de Economía de la Universidad del Norte, Andrés Vargas.

Para el experto, el reto para todos los países estará en robustecer los planes de manejo de residuos sólidos, para así incrementar la proporción de plásticos que se disponen adecuadamente y evitar que lleguen a deteriorar los ecosistemas.

“La demanda del consumidor por empaques en materiales amigables es un motor muy fuerte que hay que aprovechar”, agregó.

En Colombia, además de la contaminación que genera la acumulación de desechos médicos, la Procuraduría delegada para Salud, Protección Social y Trabajo Decente advirtió que, entre abril y octubre, al país ingresaron más de 126 millones de tapabocas que no cuentan con registro sanitario ni certificación Invima.

Según cifras de Kantar, en el país el consumo masivo aumentó 16% en marzo, el primer mes del aislamiento obligatorio. Mientras tanto, la categoría que incluye productos como el tapabocas subió hasta 27% en abril.

Deben aplicarse las medidas vigentes

Para el exministro de Ambiente, Manuel Rodríguez, en Colombia ya hay medidas que pueden aplicarse para el manejo de residuos de hospitales y equipos médicos, que aumentaron durante la pandemia.

Para el exfuncionario el problema recae en el uso cotidiano de tapabocas, geles antibacteriales, entre otros productos, por lo que indicó que el Gobierno debe “aplicar las medidas ya existentes” para la protección del medio ambiente. “Debería haber alguna indicación de las autoridades sobre cómo los ciudadanos debemos disponer de los desechos de esos productos que usamos diariamente”, aseguró.

viernes, 23 de febrero de 2024

Alzheimer en gatos?

Si ya sabemos o conocemos que los perros pueden sufrir el “Alzheimer canino” o Síndrome de Disfunción Cognitiva, hoy vamos a ver si también los gatos son susceptibles a ello.

¿Qué es el Síndrome de Disfunción Cognitiva o SDC?

En este síndrome, el cerebro sufre cambios que impiden que funcione con normalidad , y, dependiendo de qué lesiones haya, se pueden producir unos síntomas u otros.

¿Qué cambios suceden en el cerebro de nuestros compañeros felinos?

Al envejecer, pueden ocurrir, progresivamente, algunas de estas alteraciones:Se acumulan placas de un tipo de proteína que impiden un funcionamiento correcto de los patrones cerebrales.

El cerebro recibe menos aporte sanguíneo, por diferentes razones.
El cerebro tiene menor capacidad de usar la glucosa como fuente de energía.
Hay pérdida de neuronas.

Disminución de algunos neurotransmisores. Los neurotransmisores son las moléculas encargadas de pasar acciones y mensajes entre las neuronas.

Aumento de radicales libres que producen daño en las neuronas, oxidándolas y generando un mal funcionamiento o degeneración.

Estos cambios afectan principalmente áreas del cerebro relacionadas con el aprendizaje y la memoria, de ahí que la mayoría de los síntomas que veremos, tienen que ver con estas funciones.
¿A qué edad aparece?

Es un problema vinculado al envejecimiento con lo que aparece en la etapa senior de nuestros gatos, comenzando tan pronto como a los 8 años de edad y aumentando en porcentaje de frecuencia en edades más avanzadas.

Según un estudio de los etólogos Moffat y Landsberg, en los felinos, un 30% de entre 11-14 años y hasta el 50% en los mayores de 15 años presentan al menos un signo compatible con la disfunción cognitiva. En otro estudio, también de Landsberg, se detectaron síntomas compatibles en felinos y felinas de 7-8 años.

Como ocurre con nosotros, el envejecimiento no afecta a todos por igual, de ahí que haya gatos que pueden padecer este síndrome y otros que no.

¿Qué síntomas puede tener un gato con este síndrome?

Los síntomas más frecuentes son:Desorientación espacial, es decir: el gato puede parecer confuso sobre dónde está: signos como mirar “a la nada”, o quedarse atrapados en una esquina, o que olviden dónde tienen que hacer sus necesidades.

Desorientación temporal, o no saber en qué momento del día están: olvidarse de la hora de la comida, cambios en la eliminación (orinar y defecar), cambios en el patrón del sueño y la actividad…

Interacción alterada o cambios en la relación con la familia y otros animales. Esto puede ser tanto un aumento en la demanda de atención, como aumento de los comportamientos agresivos. También puede haber algunos gatos que están más irritables, ansiosos o, por contra, que están menos participativos.

Cambios en el ciclo del sueño: pueden deambular sin dormir durante la noche y dormir durante el día.
Pérdida de los hábitos de higiene ya aprendidos: dejan de hacer sus necesidades en el arenero y empiezan a hacérselo por la casa.

Olvidar las rutinas y los trucos aprendidos.
Cambios en la actividad: de menor actividad a caminar sin rumbo
Vocalización: lloros o gritos, con más frecuencia a la noche.
Menor acicalado.

Incluso cualquier signo de tipo neurológico, como ataques epilépticos, ceguera o sordera, puede estar provocado por este síndrome.

Es importante remarcar que estos síntomas no son exclusivos del síndrome de disfunción cognitiva y pueden deberse a otras patologías. Es más, con frecuencia pueden coexistir varias patologías en los gatos geriátricos.

Así, enfermedades neurológicas, patologías que provoquen dolor, algunos trastornos hormonales, problemas de conducta, la hipertensión y cualquier enfermedad que produzca aumento del consumo de agua y de la micción, como la insuficiencia renal o del hígado, las hemos de tener en mente cuando nuestros gatos envejecen.

De momento, no existe ninguna prueba que nos diagnostique el síndrome de disfunción cognitiva en gatos, por lo que será la exclusión de las otras enfermedades que producen estos síntomas lo que nos llevará al diagnóstico definitivo.

Si mi gato tiene alguno de estos síntomas ¿qué debo hacer?

Es muy frecuente que los tutores de gatos pasen por alto gran parte de las alteraciones que provoca en nuestros gatos el síndrome de disfunción cognitiva, o, que consideren que son «normales por la edad».

Así, lo primero es llevar a tu gato a tu veterinario para que, en función de los síntomas que presenta, establezca qué pruebas son necesarias para llegar a saber la causa y, con ello, el tratamiento más adecuado.

Es importante hacer una revisión mínimo anualmente a nuestros gatos, y en cuanto llegan a edades más avanzadas, 2 veces al año.

En estas revisiones, a partir de los 8 años de edad, se hacen una serie de preguntas con un cuestionario, destinado a averiguar si el gato está empezando a tener algún indicio de este síndrome de disfunción cognitiva.

¿Tiene tratamiento?

Este es el tema más crítico.

En el caso de la disfunción cognitiva, si bien a día de hoy no la podemos curar, sí que se pueden mejorar los síntomas y enlentecer su evolución, con lo que un diagnóstico y tratamiento temprano pueden marcar la diferencia en la calidad de vida de nuestros compañeros felinos.

Así que, si tienes un compañero de vida felino de más de 8 años, mantente muy alerta a cualquier cambio en su comportamiento, para poder detectar cualquier indicio de disfunción cognitiva.

Podemos hacer muchas cosas por ellos para mejorar su envejecimiento si estamos bien atentos y, así, darnos una vida conjunta larga y con buena calidad.

jueves, 22 de febrero de 2024

La educación en la era digital

Para disminuir la brecha de recurso humano especializado se deben integrar esfuerzos para que cada vez más jóvenes acceden a mejor preparación.


A las nuevas generaciones se les debe ofrecer herramientas y espacios para que puedan desarrollar conocimientos y habilidades que requiere el futuro.

Una de las grandes fuentes de desarrollo en el mundo es la educación, gracias a esta cada vez nuestra sociedad tiene más posibilidades de avanzar económica y socialmente.

Es por eso que a las nuevas generaciones se les debe ofrecer herramientas y espacios en los que puedan desarrollar conocimientos y habilidades en temas que fomentarán la evolución y el crecimiento de nuestro país, como las Tecnologías de la Información y la Comunicación TIC’s.

Todo esto se convierte en un universo nuevo y amplio en el cual las generaciones del futuro desempeñan un papel fundamental, ya que su proceso de aprendizaje ha dejado de ser de manera tradicional, y se ha convertido en uso de herramientas tecnológicas que facilitan su desempeño y proceso de crecimiento.

En América Latina la oferta de profesionales con habilidades TIC es mucho menor a la demanda, que para este año se espera que sea mayor a 449.000, según el Estudio sobre Habilidades en Redes en América Latina de IDC.

Este estudio realizado en 2016 señala que se debe formar a los niños y jóvenes latinoamericanos en habilidades, como en como lo son la realización de videos; la gestión de la nube; centros de datos y virtualización; Big data; ciberseguridad; Internet de las Cosas (IoT), desarrollo de software; además de las habilidades básicas en redes.

Es por eso que el Ministerio de Educación de Colombia en su plan de acción empezará a implementar programas de transformación digital para la innovación educativa con enfoque STEM+A, el cual busca impulsar y desarrollar el pensamiento computacional, crítico y creativo a través de estrategias relacionadas con ciencia, tecnología, e innovación.

Este programa, que atiende una de las necesidades planteadas en el Plan Nacional de Desarrollo 2018 - 2022 y al Plan Decenal de Educación 2016 - 2026, tiene como objetivo fortalecer las competencias del siglo XXI en la educación preescolar, básica y media.

Por eso, Samsung, como empresa líder en tecnología y en procesos de responsabilidad social enfocados en la promoción de la educación en el país, hace parte de las empresas del sector privado que quiere poner su granito de arena y promover que los jóvenes colombianos desarrollen y propongan ideas con el impulso de la tecnología, para plantear soluciones a oportunidades de mejora en las comunidades en las que habitan, relacionadas en temas de ciencia, tecnología, ingeniería o matemáticas bajo el Concurso de Soluciones para el Futuro.

Este concurso es una oportunidad para generar espacios de pensamiento crítico y desarrollo de habilidades en donde se desafía a los jóvenes a estar dispuestos a salir de su zona de confort para marcar la diferencia en su comunidad de la mano de la tecnología; además de vivir otras experiencias para no estancarse en la rutina, pues deben acomodarse a un mundo cambiante y dinámico.

El pensamiento crítico permitirá que las generaciones futuras desarrollen una serie de habilidades que los ayudará a desenvolverse y adaptarse a un ambiente laboral y social con disrupciones constantes.

Además, los hará más competitivos en el mundo profesional y contribuirá al desarrollo tecnológico de nuestro país.

Compañías privadas -como Samsung-, el sector público y las instituciones educativas deben aunar esfuerzos para desarrollar programas que les permitan a todas las personas, independientemente de su nivel socio económico, poder tener acceso y dominio de las nuevas tecnologías para poder vivir en la nueva era digital.

Es por eso que a través de programas enfocados al desarrollo de habilidades para el siglo XXI y la educación enfocada en tecnología, los tres sectores y demás actores que quieran involucrarse deben ver que para disminuir la brecha de recurso humano especializado se deben integrar esfuerzos para que cada vez más jóvenes colombianos puedan acceder a la mejor preparación para los retos que se les avecinan y crear un mejor país de la mano con la Cuarta Revolución Industrial.