martes, 7 de abril de 2015

Cuándo aprenderá mi hijo a sumar y a leer?

¿Cuándo aprenderá mi hijo a sumar y a leer?

La noción numérica

  • Alrededor de los 3 años, el niño puede repetir de memoria series de números, sin embargo no comprende lo que realmente significa, la noción matemática que especifica el significado cuantitativo de cada número. El niño desarrolla las primeras nociones numéricas a partir de los números que su atención es capaz de abarcar, comenzando, por ejemplo, con el número de dedos de su mano.
  • Entre los 3 y los 4 años, el niño cuenta 1 y 2 y compara magnitudes (grande y pequeño).
  • A los 5 años, ha aprendido lo que es el 0, el concepto de conjunto, y empieza a desarrollar la noción de añadir, principio fundamental de la suma.
  • A los 6 años, empieza a realizar operaciones elementales de suma y resta.
  • A los 7 años, puede contar números de 2 en 2 y aprende los conceptos de docena y decena.
  • Finalmente, a los 8, es capaz de distinguir entre un número par y uno impar. Cada niño desarrolla estos conceptos en función de su capacidad intelectual.

La lecto-escritura

El aprendizaje de los mecanismos que permiten leer y escribir es uno de los más difíciles que debe afrontar el niño y requiere la utilización de todo su caudal cognitivo. Asimismo, es de una importancia capital, ya que constituye la base para cualquier otro aprendizaje escolar.
Para garantizar la adquisición de la lecto-escritura, el niño debe mostrar un desarrollo lingüístico, neurológico y perceptual adecuados. Lingüísticamente, tiene que saber articular correctamente y ser capaz de narrar una secuencia de hechos ordenándolos lógicamente. En el aspecto neurológico, debe presentar una lateralidad definida (ser claramente zurdo o diestro) y mostrar un buen equilibrio corporal. Finalmente, es imprescindible que pueda mantener la atención sobre la misma actividad durante más de media hora, que sea capaz de trazar líneas diagonales y que pueda establecer semejanzas y diferencias en un dibujo.
Consejo: La lectura de cuentos, desde temprana edad, y los juegos didácticos con cifras o letras ayudan a crear buenas expectativas en relación con el aprendizaje posterior de la lecto-escritura y también del cálculo.

Si quieres saber cómo puedes desarrollar el interés por la lectura de tu hijo no te pierdas nuestro curso “Mi hijo no lee“. En él encontrarás los recursos necesarios para potenciar los buenos hábitos de lectura del pequeño.

lunes, 6 de abril de 2015

Cuándo aparece la lógica?

¿Cuándo aparece la lógica?

En el periodo que comprende de los 7 hasta los 11 años, el niño desarrolla la capacidad de empezar a organizar el entorno mediante los parámetros lógicos propios de su cultura. Las operaciones matemáticas (suma, resta, multiplicación y división) se inician en este período, y el niño adquiere, al final, los conceptos de peso y volumen. Ahora, además, es capaz de clasificar los objetos según sus similitudes y diferencias. Sin embargo, su aprendizaje se basa en la experiencia, a través de la cual puede llegar a nociones que, después, aplique a otras situaciones en abstracto mediante la hipótesis y la deducción.

El conocimiento matemático

En esta etapa se consolida el conocimiento matemático de clasificación, seriación y medida (cantidad, longitud, peso, superficie y volumen). Es decir, el niño asimila las propiedades de los objetos según su forma y distribución en el espacio físico que él conoce por sus sentidos y experiencia. El espacio no es el elemento definitorio, sino la cantidad, una variable que, en el período anterior, el niño no podía asimilar. Así, la cantidad de elementos no depende del espacio que ocupen, sino de su número. Pero, si la pregunta es “¿qué pesa más, un kilo de paja o uno de hierro?”, la respuesta correcta dependerá de la edad alcanzada dentro del mismo período. Los estudios realizados indican que el niño suele fijar a los 7 años el concepto de cantidad; a los 9, el de peso; y a los 11, el de volumen. Por ello, no aprenderá el concepto de densidad hasta después de esta edad, porque ahora aún no puede establecer la relación entre peso y volumen
La construcción de un espacio y tiempo mensurables es una de las características de esta etapa, pero el niño establece también categorizaciones, especialmente en los estadios finales de este periodo, sobre los 11 años. Por ejemplo, las de animales, minerales y plantas; la subdivisión de los animales en vertebrados e invertebrados, etc. Mediante estas clasificaciones, el niño llega a razonamientos del tipo: si a 40 perros se añaden dos galgos, se tienen 42 perros, y si se añaden aún dos gatos, se tienen 44 animales, todos ellos mamíferos vertebrados.

Socialización

Asimismo, esta etapa representa su entrada en el mundo humano como ser social. Los valores culturales de los adultos y su vivencia personal conforman sus opiniones y creencias. El niño forja, en la última etapa del período operatorio-concreto, sus conceptos éticos básicos, tanto de igualdad como de respeto a las diferencias, en su relación con los demás y con la comunidad en la que vive. Clasificar, conservar, medir, predecir, conceptualizar y asumir la perspectiva del otro son las habilidades de este período en el desarrollo de la inteligencia del niño.
En referencia al juego, ahora ya social, cabe señalar que éste pasa, inicialmente, por un respeto absoluto a las reglas y por un cumplimiento inflexible de las mismas. Progresivamente, sin embargo, el niño será capaz de adaptarlas a cada situación concreta. Y es que el desarrollo de la inteligencia del niño deja de estar centrado sólo en sus capacidades intelectivas personales. Cruza el umbral del yo individual para entrar en un yo colectivo, en un grupo con estructuras jerárquicas y competencias en las que él está incluido.
Hay varios agentes de socialización, pero los más destacados son la familia y la escuela.

  • La familia. El talante formativo de los padres —forma de autoridad y tipo de atención— proporciona al niño la imagen de los modelos en los que puede reflejarse para crecer. Por otro lado, la vida con los hermanos le permite iniciarse en las relaciones de servicio, competencia y dominio: «te ayudo a poner la mesa», «no he sido yo», «esto es mío», etc.
  • La escuela. En la escuela, el niño no sólo aprende unos conocimientos específicos. Esta institución es, además, la transmisora de los valores y de las normas socioculturales que el niño asociará, fundamentalmente, a la figura de su profesor o profesora. Las diferencias en el estilo de cada profesor —cómo organiza las actividades y materiales de enseñanza, cómo impone la disciplina y marca conductas, o cómo se relaciona afectivamente con sus alumnos— repercutirán no sólo en el desarrollo formativo académico del niño, sino también en el social y emocional. También las relaciones con sus iguales, con los otros niños de su misma edad, tienen una gran importancia en esta etapa: aprende a relacionarse con sus compañeros, a formar grupos y a participar en sus respectivas actividades, y se establecen entre ellos las conductas de liderazgo, complicidad y rivalidad.

domingo, 5 de abril de 2015

Tests de inteligencia: ¿Qué son?

Tests de inteligencia: ¿Qué son?

El test es una prueba que un profesional realiza a otra persona o a un colectivo. Del mismo modo que un examen, tiene un resultado que valora en términos de éxito o fracaso relativos a la persona que lo pasa, pero, a diferencia del examen, cuenta con unas características específicas, tanto de origen como funcionales, que lo alejan de forma determinante de la prueba académica.
Un test psicológico es un conjunto de pruebas universalizadas en su administración y nomenclatura, es decir, —que tiene unos contenidos iguales y debe aplicarse con idénticos enunciados y en unas mismas condiciones objetivas a todas las personas. La finalidad del test es evaluar las capacidades intelectivas y los mecanismos psicológicos de un individuo en un momento determinado de su vida. Con los resultados del test se obtiene una circunstancia semejante. El test es una herramienta de exploración psicológica. Permite al profesional obtener una información puntual, pero no establecer el diagnóstico. Este último ha de ser el resultado de la suma de varios datos, como los propios tests, las entrevistas personales o el análisis del historial del individuo, entre otros. Las conclusiones de un test no tienen nunca un valor absoluto por sí mismas, sino en relación al resto de la información obtenida por el psicólogo para realizar el diagnóstico. Por tanto, es sólo uno de los instrumentos utilizados para determinar las aptitudes o dificultades y síntomas de niños, adolescentes y adultos.

¿Cuál es el objetivo del test?


Por muy extendida que esté la idea de que los tests sirven para medir la inteligencia, y a pesar de que algunos adopten nombres que podrían indicar tal cosa, se trata de un concepto erróneo. Por un lado, hay un grupo de tests, los llamados psicométricos, que lo que miden no es la inteligencia —que es un concepto abstracto y, por lo tanto, no mensurable—, sino los rendimientos intelectivos de un individuo en un momento preciso —el de pasar el test—, y que tienen como tabla de medida a un grupo sociocultural específico. Las habilidades, rendimientos y, particularmente, los resultados de cualquier test deben tener en cuenta este factor de variable sociocultural. La fiabilidad de un test psicométrico será mayor o menor según esté más o menos adaptado a estas variables. Por otro lado, existen muchos otros tests cuyo objetivo no es medir la inteligencia, sino analizar otros aspectos importantes en el estudio psicológico, como los que valoran el carácter, la sociabilidad, la sinceridad o la estabilidad de las personas a las que se les pasa.

sábado, 4 de abril de 2015

Tests de inteligencia: ¿sí o no?

Tests de inteligencia: ¿sí o no?

Muchos profesionales critican la utilización de los tests o ponen en duda sus resultados en determinados casos. Por ejemplo, los tests no pueden determinar qué proceso mental sigue el individuo al contestar. Además, se tienden a sobrevalorar socialmente, como si fuesen un indicador invariable, cuando en realidad dan muy poca información sobre la capacidad de una persona para resolver problemas prácticos, organizar una tarea o enfrentarse a situaciones inhabituales. Por otro lado, es difícil, sobre todo en los tests colectivos, controlar variables que pueden alterar el rendimiento, como el estado de salud o la situación emocional del examinado. Y, finalmente, si aceptamos que la inteligencia es la capacidad individual del ser humano para adaptarse y transformar el medio en función de sus intereses, la posibilidad de que un test pueda medirla o valorarla es muy limitada, porque, para cada individuo, esta capacidad está en función del medio en el que se mueve.
Sin embargo, estas críticas no descalifican a los tests de inteligencia. La utilidad de éstos es suficiente como para intentar mejorarlos siempre que se presenten objeciones como las citadas. Por ello, los tests deben ser contextualizados con una visión más amplia en función de los factores sociales o culturales de cada individuo. Además, este tipo de test se revisa y actualiza a lo largo de los años, y se adapta también en función del país en el que se aplica.

Pros de los tests

  • Son un indicador objetivo de un momento y una circunstancia determinados.
  • Pueden medir rendimientos interactivos de una persona, en función de su grupo sociocultural.
  • Son uno de los instrumentos más utilizados y valorados en todos los campos de la psicología.
  • La mayoría han sido probados experimentalmente
  • Son un buen punto de partida para establecer qué debe mejorar una persona en su desarrollo personal.
  • Permiten obtener gran cantidad de datos de una persona en muy poco tiempo.

Contras de los tests


  • No valoran el proceso mental realizado, sólo el tiempo y número de aciertos en las respuestas.
  • Socialmente, se acostumbra a sobrevalorar excesivamente sus resultados.
  • Miden sólo algunas capacidades, no todas.
  • Hay variables que no pueden controlarse y que, sin embargo, distorsionan los resultados.
  • No miden la adaptación específica de un individuo al medio.
  • No son generalizables ni a todos los países ni para todas las capas sociales, puesto que existe una realidad multicultural y distintos niveles sociales que influyen de forma importante en las respuestas que cada individuo pueda dar.

viernes, 3 de abril de 2015

El juego, imprescindible para el desarrollo de la inteligencia

El juego, imprescindible para el desarrollo de la inteligencia

Durante el período intuitivo o preoperacional, el juego constituye un paso indispensable en el desarrollo cognoscitivo del niño. Es una capacidad intelectiva fruto de su evolución anterior, y una exigencia a esta edad para asimilar el mundo que le rodea. Se trata de una actividad imprescindible para el desarrollo y para la evolución de su inteligencia.
Hasta aproximadamente los 2 años, el niño descubre el medio por su proximidad a él y por las sensaciones que le produce. El juego no es tal, sino una repetición de movimientos que buscan reproducir una misma sensación. Desde su sillita, deja caer el juguete que tiene en la mano, para oír el ruido que produce al chocar contra el suelo. Junto a su desarrollo neurobiológico y al avance de sus capacidades motoras, alrededor del año experimentará también lanzando el juguete en distintas direcciones. El niño no ha descubierto realmente el juego, pero es un explorador cada vez más audaz de todas las sensaciones que pueda obtener de su medio. No juega, pero cada hallazgo será repetido centenares de veces para celebrarlo y aprenderlo. Hay autores que denominan también a este primer período como del desarrollo de la inteligencia práctica: una acción determinada produce un efecto buscado.

Imitar y representar

En el umbral de los dos años se producen las primeras conceptualizaciones del entorno. El niño no sólo repite la acción para lograr un fin, también la imita. Para ello tiene que distinguir una sucesión externa y reproducirla, en un proceso más complejo de interiorización que el anterior de acción y efecto, que, además, le ayuda a descubrirse a sí mismo y a diferenciarse de lo que le rodea.
Por ejemplo un camión de juguete no tiene motor ni anda solo, pero el niño imita su ronquido al tiempo que lo empuja para que se desplace. Igualmente, aunque no sabe jugar al ajedrez, el niño ha visto cómo lo hacían los adultos y puede imitar sus movimientos como si jugase de verdad.
La función simbólica conforma imágenes mentales que representan objetos, personas, acciones o sucesos. En un primer estadio, entre los 2 y antes de los 4 años, el niño ya no necesita tener el modelo frente a él para poder realizar una imitación. Puede realizar representaciones sin necesidad de ese espejo, gracias a una aprehensión ritual y simbólica. Sin darse exactamente cuenta de lo que está haciendo –Piaget lo comparaba a pasar mentalmente una película a cámara lenta en la que se ve la acción pero se pierde el argumento– el niño repite acciones o sonidos vividos en el pasado. El juego simbólico es el siguiente paso. El niño representa esa imagen y también puede cambiarla para adaptarla a sus gustos (jugando a tiendas, el tendero le da golosinas) o para invertir papeles (él mismo es el tendero).

Todas las cosas están vivas

Una de las características de la inteligencia intuitiva o preoperatoria, alrededor ya de los 3 años y en adelante, es el animismo. Todos los objetos están dotados de vida, y las sensaciones que tienen esas cosas son invariablemente las mismas que él tendría. Si la escoba que está apoyada en la pared de la cocina se cae al suelo, debe sentir dolor. Y si el niño se golpea con el borde de la mesa, hay que regañar y pegar a la mesa por haber sido mala al hacerle daño. Otro factor sería el sincretismo, es decir, la unión de imágenes distintas sin que exista entre ellas una hilazón analógica o causal. La escoba, que al caer al suelo había llamado su atención, puede transformarse inmediatamente en un caballo.

Con algunos de sus juegos, el niño también se descarga de acciones o escenas que le han disgustado. Un ejemplo de ello sería el niño que riñe a su muñeco, lo castiga y, finalmente, lo cubre de besos. Con estas representaciones, el juego infantil representa la liberación de un desplacer. El niño consigue conjurar así sus sentimientos de desazón, liberándose de ellos con estas imitaciones simbólicas y logrando que su situación con el entorno sea, en los momentos en que está enfadado, mucho más tolerable.

jueves, 2 de abril de 2015

Las 4 etapas en el desarrollo de la inteligencia del niño

Las 4 etapas en el desarrollo de la inteligencia del niño

Una de las corrientes que más y mejor ha estudiado el desarrollo de la inteligencia en el niño, y que ha establecido conclusiones más interesantes es la llamada psicología genética o evolutiva. Su máximo representante, Jean Piaget, fue uno de los grandes pedagogos del siglo XX y contaba con una sólida formación tanto en biología como en psicología. En una combinación entre las teorías de nativistas o genetistas (que dan una importancia primordial a la herencia y a los factores innatos en la evolución de la inteligencia) y las de los asociacionistas (que valoran, en cambio, en este sentido, el peso de la educación y de los factores adquiridos), Jean Piaget propugnó la importancia de atender a ambos factores para determinar el proceso evolutivo de la inteligencia en el niño hasta la adolescencia. De este modo, y según esta corriente psicológica, es fundamental tener en cuenta el estadio en que se encuentra el niño a la hora de transmitirle conocimientos.
Para facilitar la comprensión del proceso evolutivo de la construcción y del desarrollo de la inteligencia en el niño hasta cruzada la adolescencia, Piaget lo divide en cuatro períodos, en cada uno de los cuales el niño presenta diferentes capacidades intelectivas. Estos períodos o unidades se suceden el uno al otro sin que exista ninguna interrupción, formando un todo integrado. Esto significa que la situación del niño al final de cada uno de los estadios le permite integrarse en el siguiente sin ningún problema. Por otro lado, el desarrollo biológico y neurológico está absolutamente unido al desarrollo psíquico, por lo que cada período constructivo, su estructura y su resultado final son el fruto de la interrelación constante de todos estos factores.
Los cuatro períodos considerados por Piaget en el desarrollo de la inteligencia del niño son los siguientes:
  • Período sensoriomotor: del nacimiento hasta los 2 años.
  • Período intuitivo: de los 2 hasta los 7 años.
  • Período operatorio-concreto: de los 7 a los 11 años.
  • Período operatorio formal: de los 11 a los 15 años.
Sin embargo, no deben considerarse como períodos cerrados, pues es precisamente la relación entre ellos la que da forma al equilibrio evolutivo del niño: sólo son válidos en tanto forman una estructura integrada, y el final de cada estadio prepara el inicio del siguiente, en un proceso continuo.
Así pues, las edades señaladas, tanto en los períodos como en sus estadios sucesivos, son meramente orientativas. Están integradas en el desarrollo neurobiológico del niño y en el medio que le rodea, en su maduración psicofísica, y pueden variar según las características biológicas y psicológicas de cada niño. No son, por tanto, edades cerradas, sino períodos abiertos que mantienen un orden estructural evolutivo en el desarrollo intelectivo del niño.

Después de Piaget


Son numerosas las teorías surgidas tras los estudios de Piaget, y que se basan en ellos. Algunas sugieren la existencia de un quinto período, propio de la edad adulta. Otras incluyen numerosas modificaciones en la periodización de Piaget, proponiendo nuevos estadios y diferentes divisiones por edades. Unas terceras acentúan el papel desempeñado por la memoria en el desarrollo intelectivo. Y, por último, algunas afirman que gran parte de lo que ha sido atribuido al razonamiento y a la capacidad de resolver problemas en el desarrollo intelectual responde, en realidad, al aumento de conocimientos de que gozan los niños actualmente.

miércoles, 1 de abril de 2015

Para que tu hijo aprenda a convivir,

tendrás que orientarle en el respeto a las diferencias de los demás y los valores.

La sociabilidad es la capacidad de relacionarnos con los demás, de mostrar nuestra simpatía y de identificarnos con los otros. Para que tu hijo sea sociable, tienes que ayudarle para que aprenda a convivir. Porque desde que tu hijo llega a la familia, todo es cuestión de convivencia y armonía.

Cuando tu hijo da sus primeros pasos y se mueve a su antojo en la casa, o cuando de adolescente busca afianzar su personalidad, y el diálogo y las relaciones con los padres y las familias se vuelven tensas, también se trata de convivencia. Y también hablamos de convivencia en sus relaciones entre compañeros de colegio o instituto, el modo en que respetamos o tratamos a los demás, e incluso la manera en que participamos en la vida pública.
Convivir y mejorar esa convivencia es parte clave de la formación de nuestros hijos. Ante sus rabietas, sus celos, cuando se muestra agresivo, desobedece o no colabora en casa, debemos actuar con tolerancia y respeto. Una buena educación familiar ha de permitir resolver los conflictos de un modo civilizado y distribuir de forma justa las cargas, las responsabilidades, los deberes y los derechos. Como padres, debemos marcar las pautas de una forma clara y flexible, siendo justos y protectores a su vez.
Cuando la convivencia familiar está en permanente conflicto, la educación de los hijos se resiente. A medida que los niños crecen, su vida social se amplía y deben desarrollar la capacidad de convivir con amigos en el colegio o compañeros de trabajo. Por eso, el desarrollo personal requiere de una convivencia feliz en familia. Eso no quiere decir que no haya conflictos y problemas, pero sí se tiene que orientar a la integración de todos, a la solidaridad, al respeto mutuo y a la aceptación de las normas comunes.
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