lunes, 6 de abril de 2015

Cuándo aparece la lógica?

¿Cuándo aparece la lógica?

En el periodo que comprende de los 7 hasta los 11 años, el niño desarrolla la capacidad de empezar a organizar el entorno mediante los parámetros lógicos propios de su cultura. Las operaciones matemáticas (suma, resta, multiplicación y división) se inician en este período, y el niño adquiere, al final, los conceptos de peso y volumen. Ahora, además, es capaz de clasificar los objetos según sus similitudes y diferencias. Sin embargo, su aprendizaje se basa en la experiencia, a través de la cual puede llegar a nociones que, después, aplique a otras situaciones en abstracto mediante la hipótesis y la deducción.

El conocimiento matemático

En esta etapa se consolida el conocimiento matemático de clasificación, seriación y medida (cantidad, longitud, peso, superficie y volumen). Es decir, el niño asimila las propiedades de los objetos según su forma y distribución en el espacio físico que él conoce por sus sentidos y experiencia. El espacio no es el elemento definitorio, sino la cantidad, una variable que, en el período anterior, el niño no podía asimilar. Así, la cantidad de elementos no depende del espacio que ocupen, sino de su número. Pero, si la pregunta es “¿qué pesa más, un kilo de paja o uno de hierro?”, la respuesta correcta dependerá de la edad alcanzada dentro del mismo período. Los estudios realizados indican que el niño suele fijar a los 7 años el concepto de cantidad; a los 9, el de peso; y a los 11, el de volumen. Por ello, no aprenderá el concepto de densidad hasta después de esta edad, porque ahora aún no puede establecer la relación entre peso y volumen
La construcción de un espacio y tiempo mensurables es una de las características de esta etapa, pero el niño establece también categorizaciones, especialmente en los estadios finales de este periodo, sobre los 11 años. Por ejemplo, las de animales, minerales y plantas; la subdivisión de los animales en vertebrados e invertebrados, etc. Mediante estas clasificaciones, el niño llega a razonamientos del tipo: si a 40 perros se añaden dos galgos, se tienen 42 perros, y si se añaden aún dos gatos, se tienen 44 animales, todos ellos mamíferos vertebrados.

Socialización

Asimismo, esta etapa representa su entrada en el mundo humano como ser social. Los valores culturales de los adultos y su vivencia personal conforman sus opiniones y creencias. El niño forja, en la última etapa del período operatorio-concreto, sus conceptos éticos básicos, tanto de igualdad como de respeto a las diferencias, en su relación con los demás y con la comunidad en la que vive. Clasificar, conservar, medir, predecir, conceptualizar y asumir la perspectiva del otro son las habilidades de este período en el desarrollo de la inteligencia del niño.
En referencia al juego, ahora ya social, cabe señalar que éste pasa, inicialmente, por un respeto absoluto a las reglas y por un cumplimiento inflexible de las mismas. Progresivamente, sin embargo, el niño será capaz de adaptarlas a cada situación concreta. Y es que el desarrollo de la inteligencia del niño deja de estar centrado sólo en sus capacidades intelectivas personales. Cruza el umbral del yo individual para entrar en un yo colectivo, en un grupo con estructuras jerárquicas y competencias en las que él está incluido.
Hay varios agentes de socialización, pero los más destacados son la familia y la escuela.

  • La familia. El talante formativo de los padres —forma de autoridad y tipo de atención— proporciona al niño la imagen de los modelos en los que puede reflejarse para crecer. Por otro lado, la vida con los hermanos le permite iniciarse en las relaciones de servicio, competencia y dominio: «te ayudo a poner la mesa», «no he sido yo», «esto es mío», etc.
  • La escuela. En la escuela, el niño no sólo aprende unos conocimientos específicos. Esta institución es, además, la transmisora de los valores y de las normas socioculturales que el niño asociará, fundamentalmente, a la figura de su profesor o profesora. Las diferencias en el estilo de cada profesor —cómo organiza las actividades y materiales de enseñanza, cómo impone la disciplina y marca conductas, o cómo se relaciona afectivamente con sus alumnos— repercutirán no sólo en el desarrollo formativo académico del niño, sino también en el social y emocional. También las relaciones con sus iguales, con los otros niños de su misma edad, tienen una gran importancia en esta etapa: aprende a relacionarse con sus compañeros, a formar grupos y a participar en sus respectivas actividades, y se establecen entre ellos las conductas de liderazgo, complicidad y rivalidad.