Hay años que pasan como si fueran un suspiro acumulado. A veces uno parpadea y ya está en diciembre otra vez, preguntándose cómo diablos hizo para sobrevivir a todo lo que vivió, a todo lo que sintió, a lo que calló y también a lo que por fin se atrevió a decir. El 2025 fue uno de esos años: uno que no avisó nada, pero que lo transformó todo.
En lo personal, este fue un año que no siempre entendí. Hubo semanas en las que me sentí fuerte, en control, con la sensación de que la vida por fin estaba alineando fichas que yo llevaba años intentando ordenar. Pero también hubo días pesados… de esos en los que uno se despierta con la mente nublada, como si llevara un morral lleno de pensamientos que no pidió cargar. Y, aun así, aquí estoy, y aquí estamos todos los que logramos cruzar el puente de este año que se va entre silencios, aprendizajes, pérdidas, regalos inesperados y un crecimiento que, aunque dolió, deja una gratitud muy difícil de explicar.
Yo no sé si a ti te pasó, pero a mí el 2025 me enseñó a agradecer cosas que antes daba por obvias. Agradecer el desayuno de cada mañana, el abrazo que uno recibe sin pedirlo, el trabajo que a veces cansa, pero sostiene, la salud que uno siempre siente “normal” hasta que se tambalea. Y, sobre todo, agradecer a las personas que siguen ahí, incluso cuando uno mismo se desconecta un poco de sí.
Agradecer no es solo decir “gracias”; es entender que no estabas solo. Que alguien, desde su esquina del mundo, también estaba sosteniendo algo para ti. Eso lo aprendí en esos días donde, sin decirlo, necesitaba que me preguntaran si estaba bien… y alguien lo hacía. Tal vez un familiar, a veces un amigo, otras un mensaje raro que aparecía por ahí, incluso en blogs como Bienvenido a Mi Blog (https://juliocmd.blogspot.com/) o en esos escritos sinceros de Mensajes Sabatinos (https://escritossabatinos.blogspot.com/) donde siempre parece que alguien escribió lo que tú aún no te atreves a aceptar.
Y por eso hoy, antes de hablar del 2026, necesito detenerme un segundo en eso: gracias 2025. Gracias por las personas que se quedaron, por las que se fueron y por las que llegaron. Gracias por las semillas que todavía no florecen, pero que ya están sembradas. Gracias por cada momento donde me sentí a la deriva… porque sin ellos no habría descubierto muchas de las orillas que hoy sí veo con claridad.
Ahora, si me pongo la mano en el pecho y miro hacia adelante, el 2026 no se siente como un año cualquiera. Se siente como una puerta. Una que no todos abrimos al mismo tiempo, pero que está ahí, esperando que cada uno tome aire y decida entrar sin cargar culpas viejas. Y cuando digo sin culpas, hablo de ese hábito tan humano de arrastrar lo que ya no nos pertenece: errores, miedos, dudas que ya demostraron que no nos llevan a ninguna parte.
Yo creo que el 2026 nos pide algo distinto. No más correr sin pensar, no más vivir en piloto automático, no más luchar contra uno mismo. Este año nuevo nos está pidiendo despertar, pero de verdad.
A veces lo pienso mientras leo o escribo cosas para mi propio blog (https://juanmamoreno03.blogspot.com/). Uno cree que está compartiendo algo para los demás, pero en el fondo termina escribiéndose a sí mismo. Es extraño, pero es real: uno siempre se está dejando mensajes que entenderá después.
Y es justamente ahí donde nace esta esperanza del 2026.
Yo no siento que este nuevo año venga con la promesa de la vida perfecta —esa que mucha gente vende en redes, llena de metas millonarias, cuerpos soñados y viajes a lugares que aparecen mágicamente sin mostrar todo lo que costaron. Siento que el 2026 viene con una promesa más valiosa: la de aprender a vivir con más verdad.
A vivir sin máscaras, sin el miedo a decepcionar, sin esa necesidad agotadora de demostrar algo todo el tiempo. A vivir más consciente, más presente, más honesto con lo que uno siente. A soltar lo que uno sabe que ya debe soltar, y a proteger lo que uno sabe que debe proteger.
Y algo importante: este año que inicia también está atravesado por lo colectivo. Yo no puedo hablar del 2026 sin pensar en la cantidad de cosas que nos están pasando como sociedad. La tecnología avanzando más rápido de lo que entendemos, los cambios laborales que nos están exigiendo adaptarnos sin previo aviso, la espiritualidad abriéndose paso entre generaciones que antes la ignoraban, y la búsqueda constante de significado en un mundo saturado de ruido.
Entre todo eso, lo único que realmente nos queda es la capacidad de ser humanos. Humanos que sienten, que dudan, que sueñan, que siguen adelante aunque la vida a veces apriete.
Si miro hacia mis propios pasos, lo que espero del 2026 no son milagros, sino movimiento. Movimiento hacia lo que sí quiero construir, hacia lo que sí quiero sanar, hacia lo que sí quiero sentir. Y ese movimiento no exige velocidad, exige intención.
Este año quiero permitirme ser más paciente conmigo mismo. Más humano. Más consciente del tiempo, pero sin obsesionarme con él. Quiero seguir aprendiendo, seguir entendiendo que la vida no se trata de hacerlo todo bien, sino de hacerlo con sentido. De equivocarse, sí, pero equivocarse hacia adelante.
Quiero que el 2026 sea un año para tomar decisiones con corazón, no con miedo. Para decir “sí” cuando algo me expande y “no” cuando algo me encoge. Para acercarme a quienes hacen bien y alejarme de quienes desgastan. Para vivir relaciones más honestas, proyectos más reales y sueños más propios.
Y también para seguir escribiendo. Porque escribir me ha salvado más veces de las que acepto públicamente. Porque en cada artículo, en cada reflexión, en cada palabra que dejo en estos blogs, termino encontrando pedazos de mí que ni siquiera sabía que estaban perdidos.
No la que crees que el mundo espera, no la que te inventaste para sobrevivir… sino la verdadera, la que respira detrás de todo ese ruido mental, la que aparece cuando estás solo en tu cuarto con tus pensamientos, la que sabe lo que quiere aunque todavía no sepa cómo llegar.
Esa versión es la que vale la pena.
Pero no entres al 2026 como quien entra a un cuarto desconocido con la luz apagada. Entra como quien decide encender algo dentro de sí. Aunque sea pequeño, aunque sea frágil, aunque sea incierto.
Porque lo que importa no es lo que el año trae, sino lo que tú decides hacer con él.
Y yo, desde aquí, desde lo que soy y lo que estoy aprendiendo, te deseo un 2026 con más verdad, más amor, más conciencia, más libertad interior. Un año donde puedas reconocerte, abrazarte, transformarte… sin prisa, pero sin pausa.
Un año donde vuelvas a ti.
Agendamiento: Whatsapp +57 310 450
7737
Facebook: Juan Manuel Moreno Ocampo
Twitter: Juan Manuel Moreno Ocampo
Comunidad de WhatsApp: Únete a nuestros
grupos
Grupo de WhatsApp: Unete a nuestro
Grupo
Comunidad de Telegram: Únete a nuestro canal
Grupo de Telegram: Unete a nuestro Grupo
👉 “¿Quieres más tips como
este? Únete al grupo exclusivo de WhatsApp”.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario