Hay días en los que siento que todos estamos corriendo sin parar, como si la vida se hubiera convertido en un timeline infinito que nunca pregunta si realmente queremos estar ahí. Y lo curioso es que, en medio de tanto movimiento, veo a muchas personas —y empresas— repitiendo el mismo patrón: vender por vender, trabajar por trabajar, llenar el día de tareas sin preguntarse si eso los acerca o los aleja de donde sueñan estar.
Quizás lo noto porque lo he vivido yo mismo. Una etapa en la que hacía cosas solo para avanzar, pero no sabía exactamente hacia qué. Y es ahí cuando uno se da cuenta de que sin dirección, cualquier paso parece correcto… hasta que te das contra un muro. Me pasa lo mismo cuando veo a negocios intentando crecer sin objetivos comerciales claros: se desgastan, se frustran, se repiten, se comparan… y al final sienten que nada es suficiente.
Lo que más me impacta, incluso más que la falta de resultados, es la pérdida de sentido. Porque vender es más que una transacción: es un puente entre historias, necesidades reales y soluciones honestas. Pero cuando se vende sin propósito, se rompe el puente y solo queda la presión de cumplir números vacíos.
Creo que este tema toca fibras porque se parece mucho a la vida misma. Cuando no tenemos un norte emocional, espiritual o personal, terminamos reaccionando en automático. Nos distraemos con lo urgente y olvidamos lo importante. Nos parecemos a esas empresas que solo quieren vender porque “toca”, porque “el mes está duro”, o porque “la competencia lo está haciendo”. Pero, ¿y lo que yo realmente quiero construir?, ¿y lo que mi cliente realmente necesita?, ¿y lo que sostiene la relación más allá del dinero?
Hace poco releí un texto de Mensajes Sabatinos (https://escritossabatinos.blogspot.com) donde hablaba del silencio interior y cómo ahí es donde uno encuentra la honestidad necesaria para tomar decisiones difíciles. Pensé en cuántas empresas necesitarían ese mismo silencio: detenerse un segundo, escuchar su propia historia, revisar por qué nacieron y hacia dónde quieren ir ahora. Porque sí, las organizaciones también se cansan, también se desalinean, también necesitan terapia.
Cuando uno revisa a fondo los problemas que nacen de vender sin objetivos, no son solo errores financieros: son señales de desconexión. Señales que muestran que se está viviendo desde la urgencia y no desde la intención. Y quizá por eso este tema no es solo de negocios; también es espiritual, emocional y profundamente humano.
A veces, cuando acompaño procesos o hablo con emprendedores, escucho frases como “yo solo quiero vender”, “necesito resultados ya”, “lo que sea con tal de facturar”. Y entiendo la desesperación, todos hemos sentido ese ahogo. Pero vender sin estrategia es como amar sin presencia: algo se entrega, sí, pero nunca se construye.
El problema aparece cuando ese vacío se normaliza. Cuando se acostumbra a vender a quien sea, como sea y por lo que sea. Cuando las metas del equipo no coinciden con las metas del dueño. Cuando cada campaña apunta a un lado distinto. Cuando se confunde actividad con productividad. Y la peor parte: cuando se pierde la capacidad de mirar el largo plazo.
Me gusta mucho como en Organización TodoEnUno.NET (https://organizaciontodoenuno.blogspot.com) se habla del liderazgo consciente y del papel que tiene la estrategia para evitar ese desgaste. En uno de los artículos, recuerdo leer sobre cómo los objetivos son la columna vertebral de cualquier proceso. Sin columna, el cuerpo no se desarma de inmediato… pero sí empieza a caer poco a poco.
Así mismo pasa en ventas.
Empezamos ofreciendo productos que no entendemos, atendiendo clientes que no valoran, diseñando campañas sin mensaje, fijando precios sin análisis, improvisando procesos que al final se vuelven tragedias anunciadas. Y luego nos preguntamos por qué la motivación cae, por qué el equipo se siente perdido, por qué las cifras no cuadran.
Además, vender por vender suele traer otro efecto silencioso: la pérdida de identidad. Una empresa que no sabe lo que quiere, no sabe qué prometer. Y una empresa que no sabe qué prometer, no sabe qué cumplir. Y cuando no se cumple, el cliente se va. Puede sonar duro, pero la fidelidad no se construye con descuentos; se construye con claridad y coherencia.
Incluso desde lo personal, me he dado cuenta de que el alma también necesita objetivos. Uno no puede levantarse cada día solo a “sobrevivir”: hay que darle un sentido al día, aunque sea pequeño. A veces es escribir en mi blog (https://juanmamoreno03.blogspot.com). A veces es leer algo que me reta a pensar distinto. A veces es simplemente hablar con ese ser supremo que siento cerca, como en los textos que escribimos en Amigo de Ese Ser Supremo (https://amigodeesegransersupremo.blogspot.com). Ese tipo de metas internas te anclan, te mantienen consciente, te recuerdan que hay algo más profundo detrás de cada acción.
Volviendo al mundo empresarial, hay otro problema de vender sin objetivos: la desalineación del equipo. Es impresionante cómo cambia el ambiente cuando cada persona sabe hacia dónde apunta. Se siente la diferencia entre un equipo que trabaja por obligación y uno que trabaja con propósito. Lo veía mucho en los artículos de Todo En Uno.NET (https://todoenunonet.blogspot.com), donde se habla del poder de la estrategia, la automatización y la claridad operativa. Son temas técnicos, sí, pero cuando se entienden desde dentro, son profundamente humanos.
A veces pensamos que la venta es fría, matemática, automática. Pero no. La venta es profundamente emocional. La gente compra desde la confianza, desde la conexión, desde el alivio que le produce saber que alguien entiende su problema. Y si nosotros mismos no sabemos lo que queremos, ¿cómo vamos a acompañar a alguien más en lo que ellos necesitan?
He visto negocios desaparecer no por falta de talento, sino por falta de dirección. Y otros que renacen solo por detenerse, respirar y redefinir su propósito. Es como si encontrar su objetivo comercial fuera, también, encontrar su centro emocional.
Por eso, hoy siento que este tema va más allá de las empresas. Es un recordatorio para todos: no vivas vendiéndote por venderte, no trabajes solo para llenar horas, no digas sí a todo para evitar el vacío. Crear objetivos no es limitarte: es darte permiso de construir la vida que realmente quieres.
Uno de los textos más fuertes que releí hace poco en Bienvenido a mi Blog (https://juliocmd.blogspot.com) hablaba de la intención. De cómo cuando uno actúa desde la intención correcta, lo que llega es más auténtico, más alineado y más propio. Lo mismo pasa en los negocios: cuando los objetivos nacen de un propósito real, la venta fluye, las decisiones duelen menos y el trabajo deja de sentirse como una carga.
Agendamiento: Whatsapp +57 310 450
7737
Facebook: Juan Manuel Moreno Ocampo
Twitter: Juan Manuel Moreno Ocampo
Comunidad de WhatsApp: Únete a nuestros
grupos
Grupo de WhatsApp: Unete a nuestro
Grupo
Comunidad de Telegram: Únete a nuestro canal
Grupo de Telegram: Unete a nuestro Grupo
👉 “¿Quieres más tips como
este? Únete al grupo exclusivo de WhatsApp”.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario