miércoles, 24 de diciembre de 2025

UN MENSAJE DE NAVIDAD QUE NO SE ATRASA



Hay mensajes que llegan tarde y otros que nacen exactamente cuando tienen que nacer. Supongo que este texto es uno de esos. No es un mensaje de Navidad “bonito”, ni pretende vestir de luces lo que a veces se siente oscuro por dentro. Más bien es un mensaje honesto —como los que escuché crecer en mi casa, entre conversaciones que a veces dolían, a veces sanaban, pero siempre enseñaban— sobre lo que significa cerrar un año siendo una persona joven que todavía está aprendiendo a sostenerse a sí misma mientras sostiene a otros sin darse cuenta.

La Navidad tiene ese efecto extraño: nos vuelve conscientes del tiempo. Uno siente que enero fue ayer, pero al mismo tiempo parece que pasaron diez vidas. Y ahí, en esa mezcla rara de cansancio, gratitud y nostalgia, es donde nace este mensaje. Porque si algo he entendido a mis 21 años, es que la Navidad no se trata de regalos ni de reuniones perfectas, sino de pequeñas verdades que nos encuentran cuando bajamos la guardia.

He visto a mucha gente este año tratando de ser fuerte sin saber que tenía permiso de estar cansada. He visto familias unirse y otras romperse. He visto amistades renacer de la nada y otras desvanecerse sin avisar. También he visto silencios que pesan más que cualquier discusión. Como los que hablo en mi blog El Blog Juan Manuel Moreno Ocampo (https://juanmamoreno03.blogspot.com), donde siempre termino concluyendo que nadie nos enseña de verdad a sostenernos, solo a seguir.

Y aun así seguimos. Eso ya merece ser celebrado.

A veces uno llega a diciembre como quien llega arrastrando una maleta pesada. No solo con lo que pasó, sino con lo que no pasó. Con metas que no se cumplieron, con palabras que no dijimos, con duelos que aún no entendemos. Y aunque en redes todo parece luces y familia perfecta, la vida real es mucho más cruda y también más hermosa. Como decía una vez en Bienvenido a mi blog (https://juliocmd.blogspot.com), la vida nunca ocurre donde la esperamos, sino donde se atreve a mostrarnos algo que aún no queríamos mirar.

Por eso este mensaje no es para celebrar “la magia de diciembre” sino para honrar algo más profundo: el simple hecho de seguir vivos.

La Navidad, al final, es un recordatorio de que todavía estamos aquí. Respirando. Sintiéndolo todo. A veces entendiendo, a veces disfrazando el dolor, a veces despertando. La Navidad no te exige que estés feliz… te invita a estar presente.

Y estar presente, créeme, ya es un acto espiritual.

He aprendido este año que la espiritualidad no son las frases bonitas que repetimos cuando todo va bien. La espiritualidad es lo que nos sostiene cuando todo parece incoherente. Es lo que describe tan bien Amigo de ese ser supremo en el cual crees y confías (https://amigodeesegransersupremo.blogspot.com), ese blog que ha sido como un faro para quienes buscan respuestas en medio de su propio ruido interno.
Ahí entendí que la fe —en Dios, en el universo, en uno mismo— no es cerrar los ojos: es abrirlos sin miedo a lo que verás.

Esta Navidad quisiera invitarte a algo que yo mismo estoy aprendiendo: dejar de exigirte ser quien todavía no eres. Permitir que diciembre no te obligue a tener claridad sobre todo. Dejar que la vida esté un poco desordenada mientras tú te vas ordenando por dentro. Recordarte que el próximo año no es la promesa de una vida nueva, sino la continuidad de esta vida que ya estás tratando de construir con los pedazos que tienes.

También quisiera que te regales silencio.
Sí, silencio.
Ese espacio que incomoda pero que te devuelve el alma a su lugar.

El silencio es un lujo que pocos se permiten, pero es donde aprendemos lo que realmente necesitamos. Lo he escrito muchas veces en Mensajes Sabatinos (https://escritossabatinos.blogspot.com), porque ahí descubrí que el silencio es una conversación sin testigos entre tú y tu propia verdad.

La Navidad también es eso: una conversación contigo mismo.

Tal vez este año perdiste a alguien.
O tal vez perdiste una parte tuya.
Tal vez lograste cosas gigantes que no te alcanzaron para llenar el vacío que aún carga tu nombre.
O quizás creciste tanto que nadie a tu alrededor supo cómo acompañarte.

Sea cual sea tu historia, quiero decirte algo que ojalá alguien te hubiera dicho antes:

No estás llegando tarde a tu vida. Estás llegando justo cuando te corresponde.

La Navidad no es el cierre perfecto.
Es apenas una pausa.
Una respiración profunda antes del siguiente paso.
Un abrazo en medio del camino.

Quisiera también recordarte que mereces estar donde se te abrace sin condiciones. Donde puedas equivocarte sin ser condenado. Donde tu proceso sea visto como un proceso, no como un fracaso. Donde puedas ser joven sin que te exijan ser adulto, y ser maduro sin que te ridiculicen por sentir distinto.

Esta Navidad te deseo algo que vale más que cualquier regalo: paz interna.
Y paz interna no significa ausencia de problemas, sino presencia de claridad.
La claridad de saber que no estás solo. Que tu historia importa. Que cada paso que diste este año —incluso los que parecieron inútiles— estaban construyendo algo que todavía no ves.

Si nadie te lo dijo hoy, te lo digo yo:
Estoy orgulloso de ti.
Por lo que lograste, por lo que renunciaste, por lo que sobreviviste, por lo que sigues intentando.

2025 fue un año raro para muchos. Complejo, impredecible, emocionalmente exigente. También fue un año de despertares. De ver quién se quedó, quién se fue y quién realmente eras tú debajo de todo lo que mostrabas.

Y ahora llega diciembre, con su forma suave de recordarnos que todavía hay algo por rescatar.

Yo rescato la esperanza.
No la esperanza ingenua, sino la esperanza consciente.
La que se siembra en el alma cuando uno elige creer aunque no haya garantías.

Que esta Navidad te encuentre en ese punto donde puedas decir:
«No sé lo que viene, pero estoy listo para recibirlo».

Porque sí, mereces lo bueno.
No solo por lo que haces, sino por lo que eres cuando nadie te ve.

Y si en algún momento sientes que tus fuerzas flaquean o que tus pensamientos te superan, vuelve al lugar donde todo empezó: a ti. A tu respiración. A tu capacidad infinita de reinventarte. Ahí está tu verdadero hogar.

Gracias por leerme.
Gracias por existir.
Gracias por permanecer.

Y ojalá esta Navidad no sea solo un día, sino una decisión: la decisión de tratarte con más amor del que te tuviste este año.

¿Sentiste que esto te habló directo al corazón?
Escríbeme, cuéntame tu historia o compártelo con quien sabes que lo necesita.

Agendamiento: Whatsapp +57 310 450 7737

Facebook: Juan Manuel Moreno Ocampo

Twitter: Juan Manuel Moreno Ocampo

Comunidad de WhatsApp: Únete a nuestros grupos

Grupo de WhatsApp:    Unete a nuestro Grupo

Comunidad de Telegram: Únete a nuestro canal  

Grupo de Telegram: Unete a nuestro Grupo

👉 “¿Quieres más tips como este? Únete al grupo exclusivo de WhatsApp”.

Juan Manuel Moreno Ocampo

“A veces no hay que entender la vida… solo vivirla con más verdad.”

No hay comentarios.:

Publicar un comentario