martes, 9 de diciembre de 2025

Cuando una pregunta revela un vacío: juventud, conciencia y el espejo de la inteligencia artificial



Oye… últimamente no puedo dejar de pensar en lo que pasó con ese chico de 13 años en Florida. Esa noticia de que lo arrestaron luego de preguntarle a ChatGPT “cómo matar a un amigo en medio de la clase” me sacude profundamente — y no solo como noticia — sino como señal de alerta para todos nosotros, como comunidad, como sociedad.

Recuerdo cuando éramos adolescentes: diciéndonos bromas subidas de tono, desahogándonos con rabia, rabietas, confusiones propias de ese tira y afloje que llamamos crecer. Pero veía esas cosas como eso: como emociones intensas, a veces explosivas, pero con la convicción de que al final del día — con una charla, con empatía, con comprensión — podíamos sanar, avanzar. Hoy veo que algo cambió: la tecnología nos dio una plataforma poderosa, veloz, seductora, que en segundos responde — pero no acompaña. Puede brindar soluciones, conocimiento, inspiración… o puede amplificar impulsos oscuros.

Cuando leí que el estudiante dijo que “solo era una broma”, no pude evitar sentir una punzada interna: ¿qué hace que una broma así sea concebida en la mente de un niño de 13 años como algo plausible? ¿Qué lo lleva a pensar que pedir “cómo matar a un amigo” puede ser un chiste? Y más allá — ¿qué tan conscientemente estamos educando a quienes usan estas herramientas para comprender su poder, su límite, su responsabilidad?

La detención fue inmediata. Un software de monitoreo escolar llamado Gaggle detectó la frase, alertó a las autoridades, y se activaron protocolos de emergencia. Algunos dirán: “menos mal”, “mejor prevención que tragedia”. Pero yo siento que esta historia cristaliza un dilema: vigilancia y seguridad contra privacidad y libertad de experimentar. Contra espacios de confusión, de prueba y error, de aprendizaje — sí, incluso de errores.

Y no puedo despegarme de la pregunta: ¿qué tan preparados estamos como adultos — como comunidad, como familia, como escuela, como sociedad — para acompañar a las nuevas generaciones en este nuevo mundo híbrido: humano + digital + espiritual?

En mis años de reflexión, de creer en algo más grande, he aprendido que no basta con dar herramientas. Hay que enseñar a usarlas con conciencia, a interpretar impulsos, a distinguir entre dolor, furia, curiosidad, insatisfacción, y voluntad de hacer daño. Hay que nutrir la empatía, cultivar la compasión, fortalecer la interioridad. Porque cuando un niño de 13 años se atreve a escribir algo así — aunque lo llame “una broma” — hay una semilla de sufrimiento, o de herida, o de desconexión, que merece una conversación profunda, humana, real.

También pienso — y lo digo desde mi fe, desde mi convicción espiritual — que la tecnología no es enemiga si nosotros no lo somos de nosotros mismos. Es espejo: refleja lo que llevamos adentro. Y si permitimos que ese espejo devuelva odio, violencia, desesperación, es porque quizá dentro de nosotros hay grietas que no hemos mirado, que no hemos sanado.

Si tuviera cerca a ese chico, le diría con calma: “Amigo, duele lo que piensas, duele lo que sientes, duele lo que intentas resolver con violencia. Pero la vida — tu vida — vale más que un impulso o un problema puntual. Hay salida, hay voz, hay ayuda. No te calles. Cuéntamelo. Hablemos. No te dejes llevar por el enojo, por el miedo, por la rabia. Que tu herramienta sea siempre la vida, no su destrucción”.

Y para quienes somos adultos, padres, maestros, mentores: no basta con censurar o vigilar. Hay que generar espacios de confianza, de escucha, de acompañamiento. Que los jóvenes sepan que pueden equivocarse, que pueden estar angustiados, confusos, enojados, pero sobre todo que pueden compartir, que pueden dialogar.

Este caso también expone algo urgente: necesitamos educación emocional, alfabetización digital, acompañamiento espiritual, sostén comunitario. Porque la inteligencia artificial — nuestras herramientas — avanzan con una rapidez que muchas veces nos sobrepasa, y si no las integran con alma, con conciencia, corremos el riesgo de reproducir lo peor de nosotros mismos.

Hace poco escribí algo sobre la responsabilidad compartida — que no basta con desear el bien, hay que construirlo todos los días — en mi blog “Amigo de ese Ser Supremo” (amigodeesegransersupremo.blogspot.com). Creo que ese llamado vuelve con fuerza hoy: somos guardianes del futuro que hoy gestamos. Y ese futuro se forja no solo con código, datos o dispositivos, sino con humanidad, con valores, con presencia.

Si algo me queda claro después de esta noticia: no podemos seguir dejando a los niños, a los jóvenes, solos frente a estos espejos digitales. Porque lo que se refleja muchas veces es su dolor, su confusión. Y ahí — en esa reflexión — es donde debemos estar nosotros: acompañando, escuchando, tendiendo puentes.

Te invito, a ti que me lees, a que lo veas así: si eres padre, tutor, maestro, mentor — haz de la conversación diaria un acto de acompañamiento real. Si eres joven — no temas compartir lo que sientes, lo que piensas; no lo guardes. Somos comunidad, somos seres humanos con historia, con vulnerabilidades, con esperanza.

Agendamiento: Whatsapp +57 310 450 7737

Facebook: Juan Manuel Moreno Ocampo

Twitter: Juan Manuel Moreno Ocampo

Comunidad de WhatsApp: Únete a nuestros grupos

Grupo de WhatsApp:    Unete a nuestro Grupo

Comunidad de Telegram: Únete a nuestro canal  

Grupo de Telegram: Unete a nuestro Grupo

👉 “¿Quieres más tips como este? Únete al grupo exclusivo de WhatsApp”.

¿Sentiste que esto te habló directo al corazón? Escríbeme, cuéntame tu historia o compártelo con quien sabes que lo necesita.— Juan Manuel Moreno Ocampo
“A veces no hay que entender la vida… solo vivirla con más verdad.”

No hay comentarios.:

Publicar un comentario