miércoles, 3 de diciembre de 2025

Los emprendedores jóvenes que tenemos hoy, serán los fundadores del mañana


 

A veces pienso en esos días —no tan lejanos— cuando me preguntaba qué sería de mí, hacia dónde ir, qué quería hacer con mi vida. Tenía ideas sueltas, sueños que chispeaban sin forma concreta, esa mezcla extraña de esperanza y miedo joven. Pero hoy, al ver lo que está pasando con tantos de nosotros —jóvenes colombianos con ganas de más—, siento que somos parte de un renacer: un tiempo en que los emprendedores jóvenes que somos ahora, seremos los fundadores del mañana.

Las palabras de las emprendedoras Karen Carvajalino y sus hermanas Daniela Carvajalino y Stephanie Carvajalino —cuando dicen que “los emprendedores jóvenes que tenemos hoy serán los fundadores del mañana” — resuenan con fuerza en mí. Ellas, con su proyecto The Biz Nation, muestran con su propia historia que es posible —que con voluntad, creatividad y fe, se puede transformar una idea humilde en un camino real.

Hoy, esa idea deja de ser promesa y se convierte en urgencia, en responsabilidad colectiva.

Desde mi perspectiva personal —esa mezcla de juventud, curiosidad, ganas de aportar algo más al mundo, y un despertar espiritual constante—, quiero hacer un llamado: a los que sienten dentro de sí la chispa de hacer algo distinto; a los que creen, como yo, en el poder de las ideas unidas con valores, conciencia y comunidad.

Porque emprender no es solo abrir un negocio. Emprender es dar vida a sueños, es transformar ideas en acciones, transformar talentos en impacto. Emprender es proponer soluciones desde el corazón, con honestidad, con conciencia, con mirada social.

Recuerdo cuando leí que más del 90 % de los jóvenes en Colombia entre 14 y 25 años sueñan con emprender, buscan propósito más allá de un salario, se resisten al modelo tradicional de “jefe y empleado”. Esa convicción colectiva —ese deseo de libertad, de construir algo propio— me dio esperanza. Pensar que no estamos solos: somos muchos soñando, creando, luchando por transformar nuestras realidades y, por qué no, las del país.

Pero no basta con soñar. En ese “seremos los fundadores del mañana” hay algo más profundo: hay un llamado a la disciplina, al aprendizaje, a formarse, a buscar mentores, a aprender de quienes ya han caminado el sendero. Tal como lo hacen las Carvajalino con The Biz Nation: enseñan, guían, comparten herramientas.

Desde mi filosofía, parte del legado de familias, espiritualidad, tecnología, comunidad: emprender con conciencia. Me niego a pensar que los negocios se reducen a ganancias, inversiones o ventas; creo que pueden ser vehículos de cambio: de dignidad, de creación de oportunidades, de esperanza.

Y este es mi sueño: que tú —si estás leyendo esto—, te unas a esa fuerza. Que transformes tu inquietud, tu pasión, tu don, en algo real. Que comprendamos que emprender puede abrir no solo caminos individuales, sino caminos de comunidad, de empatía, de construcción colectiva.

Quizás ahora mismo, tu mayor obstáculo es la falta de recursos, el miedo, la incertidumbre, la falta de experiencia. Es válido. Muchos han sentido eso. Pero la historia demuestra que no siempre se necesita capital, se necesita visión, creatividad, disciplina, corazón. Justamente como lo enseñan en la obra de las Carvajalino en su libro 

Y hay más: instituciones como UNIMINUTO también están trabajando para brindar formación, acompañamiento, posibilidades reales de fortalecer ideas, transformar micro-negocios en oportunidades, consolidar proyectos. Eso me hace creer que no se trata solo de un puñado de personas con suerte, sino de un movimiento creciente, con ecosistemas de apoyo nacientes.

Desde mi vivencia: he aprendido que emprender implica también escucharse a uno mismo, reconocer lo que uno quiere, lo que uno puede ofrecer, lo que el mundo necesita. Implica humildad, resiliencia, voluntad de aprender. Implica valentía para persistir, para caerse, levantarse, adaptarse, crecer.

Y también —muy importante— implica conciencia: de que no somos islas, de que nuestros emprendimientos afectan vidas, generan realidades, abren puertas. Hacer empresa no puede ser algo frío o mecánico: tiene que ser un acto de servicio, de amor al prójimo, de consciencia social.

Hoy, en este país que a veces parece gritar desesperanza, los jóvenes estamos respondiendo con creación, con trabajo, con sueños vivos. Estamos mostrando que ser joven no significa esperar a que alguien más nos dé oportunidades, sino construirlas nosotros mismos, con mano firme, con visión, con fe.

Por eso, a quienes leen este texto: no dejen pasar esta época sin actuar. No esperen el “momento perfecto”. No permitan que el miedo o la duda apaguen la luz que llevas dentro. Haz que esa chispa crezca, haz que esa chispa encienda caminos, historias, sueños colectivos.

Puede que el camino sea duro. Puede que tengas noches de dudas, de agotamiento, de querer rendirte. Pero recuerda: muchos antes que tú han empezado con un sueño, han tropezado, han caído, se han levantado, y hoy inspiran a otros. Y eso es lo hermoso del emprendimiento: no es solo lo que tú construyes, sino lo que tu ejemplo puede encender en otros corazones.

Y si eres parte de los que buscan algo más —más conciencia, más propósito, un impacto real, una vida con sentido— te invito a que ese algo más lo pongas hoy en marcha. Que no solo sueñes, sino actúes. Que no solo pienses en ti, sino en otros. Que el emprendimiento no sea un destino, sino un camino para servir, para crear, para soñar juntos.

Porque creo en nosotros. Creo en ti. Creo en lo que somos capaces de construir cuando unimos juventud, tecnología, valores, conciencia y corazón.

Si alguna vez quisieras hablar, compartir tu idea, tu miedo, tu sueño —aquí estoy. No estás solo.

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