domingo, 28 de diciembre de 2025

El fenómeno del algospeak y lo que revela sobre nosotros


 

Hay días en los que uno siente que internet se volvió una especie de idioma paralelo, una mezcla extraña entre creatividad, miedo, humor y pura supervivencia digital. Y sí, digo supervivencia porque estar en redes hoy se parece más a caminar por una ciudad llena de cámaras que a ese espacio libre donde muchos crecimos expresándonos sin filtros. A veces veo un video en TikTok y la gente no dice “suicidio” sino “unalive”. No dicen “sexo” sino “seggs”. No dicen “violencia” sino “v1ol3ncia”. Y podría hacer una lista larguísima. Pero más allá del inventario de palabras prohibidas, lo que me inquieta —y me inspira a escribir este blog— es lo que esto dice de nosotros como generación.

El algospeak, ese lenguaje en clave que millones usan para burlar el algoritmo, no es solo una moda. Es un espejo. Un reflejo incómodo de lo que se ha convertido la vida online. Y lo fascinante es que esta tendencia no surge de un laboratorio, ni de empresas, ni de gobiernos. Surge de la gente. De usuarios que, como tú o como yo, están tratando de decir cosas reales sin ser silenciados, castigados o invisibilizados por sistemas automáticos que deciden qué merece existir y qué no.

La nota de Portafolio hablaba de listas secretas de palabras que los creadores evitan para no ser penalizados por las plataformas. Pero más allá del titular, lo que yo veo es otra cosa: cada palabra censurada es una puerta cerrada a una conversación importante. Cada palabra reemplazada es una señal de que estamos adaptándonos a vivir bajo la mirada de un algoritmo que, aunque invisible, dicta ritmos, tonos, alcances, y hasta emociones.

Pero también —y aquí es donde me gusta respirar más profundo— el algospeak demuestra que la creatividad humana siempre encuentra un camino.

Me pregunto algo que quizá tú también te hayas preguntado sin decirlo en voz alta:
¿A dónde nos lleva un mundo en el que no podemos decir las cosas como son?

¿Y qué pasa con nuestra verdad cuando comienza a disfrazarse para poder existir?

A veces siento que gran parte de nuestra generación ha normalizado algo que, en el fondo, nos afecta más de lo que admitimos. Publicamos, borramos, editamos, suavizamos, volvemos a intentar. Nos cuidamos de que el algoritmo “no nos castigue”. Nos cuidamos de no herir susceptibilidades. Nos cuidamos de no quedar fuera de la burbuja de contenido aceptado. Y terminamos moldeando nuestra voz para que encaje con lo que una máquina considera adecuado.

Pero luego recuerdo algo que leí un día en Bienvenido a mi blog (https://juliocmd.blogspot.com/): “La palabra que nace desde la conciencia no necesita permiso: solo necesita valor.” Y desde entonces trato de escribir —y de vivir— recordando que la autenticidad sigue siendo un acto revolucionario.

El algospeak puede verse como una especie de resistencia silenciosa. Una rebeldía suave, creativa. Un mensaje cifrado que viaja entre millones diciendo: “No nos callarán tan fácil”. Pero también puede ser un síntoma de que algo anda mal: ¿cómo es que en un planeta con tanta tecnología todavía tenemos miedo de conversar abiertamente sobre temas humanos, reales, urgentes?

Pienso en los adolescentes hablando de salud mental usando códigos; pienso en comunidades minoritarias adoptando metáforas para evitar que su contenido sea eliminado; pienso en quienes denuncian injusticias usando símbolos o chistes para que su mensaje llegue a algún lado antes de ser filtrado.
Y entonces pienso en mí.
En cómo también he tenido que adaptar mis palabras para no activar alertas automáticas. En cómo todos hemos aprendido este lenguaje sin que nadie nos lo enseñe formalmente. Es casi instintivo.

Pero hay algo que me cuesta aceptar: el hecho de que, a punta de restricciones digitales, hemos ido normalizando la autocensura. Y la autocensura, aunque parezca ligera, termina afectando la forma en la que pensamos. Si cambiamos palabras por miedo al castigo, ¿no terminamos también cambiando nuestras ideas?

Hace unos días escribía sobre este tema en mi propio blog (https://juanmamoreno03.blogspot.com): como seres humanos necesitamos espacio para expresarnos de forma sincera. No una sinceridad perfecta, sino una que respire. Una que sea incómoda, pero real. Y el algospeak, aunque inventivo, nos muestra que algo se está perdiendo en esa lucha constante por existir dentro de los límites del algoritmo.

No quiero sonar dramático, pero a veces siento que vivimos en una especie de “selva digital” donde cada frase puede generar una consecuencia. Y sí, entiendo que las plataformas intentan combatir discursos peligrosos, odio, desinformación… pero al mismo tiempo han creado un terreno donde lo humano se vuelve sospechoso por defecto. Es como si para hablar de nuestros miedos tuviéramos que disfrazarlos de chiste. Como si para compartir experiencias fuertes hubiera que esconderlas bajo letras cambiadas.

Me pasa que cuando entro a Mensajes Sabatinos (https://escritossabatinos.blogspot.com/) y leo textos que hablan de la vida tal como es —con sus sombras y sus luces— recuerdo lo poderoso que es un lenguaje sin filtros. No uno agresivo, sino uno honesto. Y me pregunto por qué hemos llegado al punto de necesitar claves para poder hablar de emociones profundas.

A veces lo pienso así:
El algospeak es como un dialecto creado por jóvenes que simplemente quieren compartir quiénes son sin que una máquina les cierre la puerta. Es tierno y triste al mismo tiempo.

Tierno porque revela una creatividad infinita.
Triste porque evidencia que no nos sentimos completamente libres.

Y, sin embargo, hay esperanza. Porque este fenómeno también está demostrando algo que no deberíamos perder de vista: los algoritmos aprenden de nosotros, pero también nosotros aprendemos a hackearlos. Y eso nos recuerda que la tecnología, por más dominante que parezca, no es un dios. No es un destino. Es un sistema creado por humanos y que puede transformarse si tenemos la voluntad colectiva de cuestionarlo.

A veces, cuando me siento un poco perdido con estas reflexiones, me apoyo en algo que aprendí en el blog Amigo de ese ser supremo (https://amigodeesegransersupremo.blogspot.com/): que las palabras son energía, y que la energía encuentra caminos incluso cuando las puertas parecen cerradas. Eso también aplica aquí. No importa cuántas restricciones aparezcan, la gente siempre encontrará cómo hacerse escuchar.

Pero creo que debemos preguntarnos otra cosa más profunda:
¿Queremos seguir hablando en clave para siempre?

¿O queremos construir espacios donde podamos decir “esto me duele”, “esto me preocupa”, “esto me importa”, sin que la plataforma nos castigue, sin que el sistema nos esconda?

Hablar en clave es ingenioso. Pero hablar con verdad es liberador.

Por eso creo que la conversación no debe quedarse en el meme ni en la risa de ver palabras inventadas. Debe ir más allá. Debemos preguntarnos qué tipo de internet queremos heredar. Ya no somos niños. Somos una generación adulta que creció a la par de las redes. Y tenemos derecho a exigir un espacio digital más humano, menos punitivo, más consciente de que la vida es compleja y no cabe en listas de palabras prohibidas.

Yo no tengo todas las respuestas —y espero nunca tenerlas—, pero sí tengo preguntas que me mueven. Preguntas que me ayudan a entender que este fenómeno no es solo lingüístico, sino emocional y social. El algospeak no nació porque queramos obviar las palabras reales, sino porque queremos seguir hablando aun cuando el sistema nos pone trabas.

Y mientras escribo esto, pienso que tal vez este “idioma secreto” también nos deja una lección espiritual: ninguna fuerza externa puede apagar una voz que nace del corazón. Puede distorsionarla un rato, puede hacerla susurrar, pero nunca silenciarla del todo.

Al final, creo que el reto está en elegir cuándo usamos estas claves por supervivencia y cuándo decidimos hablar con la verdad completa aunque no sea lo más conveniente para el algoritmo. En decidir cuándo adaptarnos y cuándo decir “esto soy yo, así hablo, así siento”.
Y creo, con toda mi alma, que en esa mezcla de rebeldía y vulnerabilidad está nuestro verdadero poder como generación.

¿Sentiste que esto te habló directo al corazón?
Escríbeme, cuéntame tu historia o compártelo con quien sabes que lo necesita.

Agendamiento: Whatsapp +57 310 450 7737

Facebook: Juan Manuel Moreno Ocampo

Twitter: Juan Manuel Moreno Ocampo

Comunidad de WhatsApp: Únete a nuestros grupos

Grupo de WhatsApp:    Unete a nuestro Grupo

Comunidad de Telegram: Únete a nuestro canal  

Grupo de Telegram: Unete a nuestro Grupo

👉 “¿Quieres más tips como este? Únete al grupo exclusivo de WhatsApp”.

Juan Manuel Moreno Ocampo

“A veces no hay que entender la vida… solo vivirla con más verdad.”

No hay comentarios.:

Publicar un comentario