martes, 1 de noviembre de 2016

A las niñas les ponen menos cuidado en las aulas de clase

Educación, clave para acabar con los estereotipos de género que pueden desembocar en violencia.

La educación es clave para acabar con los estereotipos de género.

La educación es clave para acabar con los estereotipos de género.
Parece mentira, pero es verdad: en un salón de clases es más probable que el profesor de ciencias, matemáticas, biología o educación física les dé la palabra a Andrés, Juan David o Juan José que a Luisa Fernanda, Paola o María José.
Según varios estudios, las niñas suelen quedarse con la mano levantada en estas clases (si se atreven a levantarla) cuando hacen parte de cursos mixtos.


En general, se cree que las mujeres no son buenas para estas materias, por lo cual hay que darles más juego a los varones, y en ese prejuicio incurren también los docentes.

Desde que entran a la escuela se marca la diferencia entre unos y otras, y no solo en materia de participación en clase. También se ve en la disposición de los pupitres y en la asunción de que los niños son dueños del patio de recreo, mientras que las niñas son relegadas a los rincones.
Además, las pequeñas suelen ser recompensadas por los profesores debido a su apariencia y los niños, debido a sus logros, y se tiene la idea que ellas son “mejor comportadas” y “más motivadas”, al contrario de los hombres, lo que hace que la atención pedagógica se centre más en ellos.
María Perdomo, cofundadora de Aequales, empresa que promueve el empoderamiento laboral de las mujeres, dice que los roles de género se conforman desde antes del nacimiento.
“Cuando los padres conocen el género de su hijo, pintan el cuarto azul o rosado y se imaginan las actividades que harán con ellos, como jugar fútbol o bailar ballet. Entonces, encasillan al niño de por vida”, explica.
Ese encasillamiento afecta a ambos géneros. Sin embargo, es más evidente en las niñas. De acuerdo con Marcela Henao, de la Fundación Plan, “en Colombia las niñas dedican 19 horas a la semana a labores domésticas como asear, cocinar y cuidar a los hermanos, mientras que los niños dedican ocho horas, principalmente a actividades que los llevan fuera de las casa, como hacer mandados”.
La experta explica que esta situación impacta en el rendimiento académico de las niñas porque muchas llegan cansadas al colegio y además tienen menos tiempo para estudiar o jugar. Ahí entra la responsabilidad de las escuelas, que en no pocos casos refuerzan los estereotipos de género.

El refuerzo de esos estereotipos no se da solo en la enseñanza de materias como las matemáticas, también en aspectos como el liderazgo. Para Perdomo, de Aequales, encasillar según el género repercute más tarde en la vida profesional: “Cuando las mujeres toman decisiones, hablan fuerte o proponen, se las mira diferente, porque esas son actitudes que no se consideran femeninas”.
Diana Gómez, investigadora de la Maestría en Género del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre Desarrollo de la Universidad de los Andes, opina que los estereotipos se marcan en la medida en que a las escuelas llegan los imaginarios de la sociedad. “Los cuentos para niños más comunes refuerzan la idea de las mujeres como reinas y princesas, y la de que la felicidad se alcanza por intermedio de un príncipe. Esto hace parte del currículo académico y del currículo oculto, que está implícito en los profesores”, dice a manera de ejemplo.
Según Martha Ordóñez, alta consejera presidencial para la Equidad de la Mujer, este encasillamiento hace que a las mujeres se las incentive a elegir carreras relacionadas con el cuidado. “Enfermería, pedagogía, psicología, trabajo social y comunicación son carreras que suelen tener un alto número de mujeres. En cambio, ingenierías, finanzas, arquitectura y otras carreras se caracterizan por ser de hombres. Esto solo sirve para perpetuar la idea de que la mujer sirve para una cosa y el hombre, para otras”, advierte.
En opinión de Ordóñez, ideas como estas causan violencia de género, porque hacen creer a los hombres que están en condición de superioridad frente a la mujer. “Es muy importante romper estos estereotipos porque generan violencia –insiste–; es necesario reforzar la idea de equidad desde pequeños, tanto en niños como en niñas. Si los estereotipos no se eliminan del imaginario colectivo, no habrá un desarrollo sostenible de la sociedad y las mujeres no se van a ver como sujetos activos”.

Para romper estos paradigmas, los especialistas coinciden en que la educación es esencial, pero aclaran que para lograrlo es necesario que toda la sociedad se una. Directivos de colegios, docentes, padres de familia, estudiantes e instituciones gubernamentales deben trabajar con el objetivo de que la se mujer empodere, afirman.
“En Colombia, el marco normativo es sólido. Estamos a la vanguardia en políticas que protegen a la mujer. Lo que dificulta la situación es la aplicación de estas políticas en las regiones”, plantea Gabriela Bucher, presidenta de la Fundación Plan, quien concluye que el machismo es mayor en el campo.
El ejemplo de Yadis Chocó, la niña que fue alcaldesa de Madrid por un día
Yadis Xiomara Chocó vive en un pueblo del norte del Cauca, tiene apenas 15 años y no es española. Sin embargo, durante un día fue la alcaldesa de Madrid. Ocurrió el 11 de octubre, con motivo de la celebración del Día Internacional de la Niña.
Tan pronto regresó al país, Chocó volvió a la escuela y a su misión: empoderar a las niñas de su comunidad para que pierdan el miedo a tomar decisiones. “Yo trabajo para que podamos decidir qué queremos hacer y expresar nuestras opiniones sobre lo que pasa en nuestros espacios”, cuenta esta embajadora de la ONG Plan Internacional.
Según ella, a medida que las niñas conozcan sus derechos, perderán el miedo a defenderlos. Eso ha ocurrido en su pueblo, donde antes se tenían en cuenta las opiniones de los niños por encima de lo que pensaban las niñas. “Las niñas ahora podemos decir ‘este trato no lo merezco’ o ‘no debo estar en este entorno’ ”, afirma.

Ese es el trabajo de Chocó y el motivo por el que la llevaron a España. Aunque fue alcaldesa de Madrid por un día, su sueño sigue siendo ser ministra de Educación.
“La sostenibilidad de un país mejora si la educación es de calidad, porque a medida que haya personas más cualificadas para ocupar un cargo, la nación crece. Si hay mejores doctores, se van a salvar más vidas. La situación del país puede cambiar por completo si hay mejores ingenieros, arquitectos, abogados y deportistas. De esta forma se atrae capital extranjero. La educación es la base del crecimiento”, concluye la adolescente.