sábado, 4 de noviembre de 2023

Cómo afrontar la despedida de un miembro de nuestra familia multiespecie

Una vez, en un pequeño pueblo donde las casas estaban adornadas con tejas color miel, se contaba la historia de un gato llamado Lunar.

No era un gato común y corriente, se decía que cada una de sus manchas representaba una vivencia o lección aprendida.

Con el tiempo, esas manchas se volvieron más numerosas y su pelaje blanco comenzó a mezclarse con tonos plateados.

Los niños del pueblo, fascinados, preguntaban a los ancianos:

¿Por qué Lunar tiene tantas manchas ahora?

Los más sabios contaban que Lunar, en su juventud, corría tras mariposas, trepaba tejados y jugaba con las sombras durante las noches de luna llena.

Pero con cada travesura, con cada caída, con cada ronroneo compartido, Lunar adquiría una nueva mancha.

Esas manchas no eran señales de vejez, sino medallas de vida, de experiencias vividas y lecciones aprendidas.

Cada mancha era una historia, una aventura, una risa o incluso una lágrima.

El Viejo Gato Lunar se convirtió en una leyenda viviente del pueblo, un recordatorio de que el tiempo no solo trae cambio, sino también sabiduría y belleza.

Las personas venían de lugares lejanos solo para ver al famoso gato y escuchar las historias que sus manchas contaban.

Y así, a través de la historia de un gato y sus manchas, las generaciones aprendieron a valorar el presente, a atesorar los recuerdos y a entender que con el tiempo, todos llevamos nuestras propias manchas, que cuentan quiénes somos y qué hemos vivido.

Uno de los grandes retos que tenemos como familia multiespecie es afrontar la despedida de cualquiera de sus miembros.

Hace años escuché que el compromiso que adquirimos con ellos es que, de la misma manera que nos regalan una vida tan feliz, nosotros debemos saber acompañarlos en sus últimos momentos.

Porque puede que haya miles de situaciones que unos vivamos y otros no, es cierto, pero este es un proceso por el que sí o sí pasaremos.