viernes, 22 de mayo de 2015

El padrastro o la madrastra y su lugar en la familia

El padrastro o la madrastra y su lugar en la familia

El padrastro o la madrastra —más allá de los tópicos que rodean a estos personajes, identificados tradicionalmente con conductas malvadas—, a pesar de no ser el padre o la madre, tiene un lugar en la jerarquía del hogar y una autoridad reconocida, y ambas cosas deben ser respetadas. Para que sus opiniones y normas puedan ser acatadas sin conflictos, es imprescindible que el progenitor de los niños apoye y confirme su autoridad doméstica. Sin embargo también es perjudicial para los niños, además de peligroso para la dinámica familiar, que el padrastro o madrastra intente reemplazar al padre o a la madre naturales.
Por eso, cuando aparece esta figura en la vida del niño se inicia una nueva etapa en la que hay que establecer nuevas reglas, fronteras, alianzas y lealtades. El reparto de las funciones de autoridad respecto a los hijos es absolutamente necesario para el buen funcionamiento doméstico, y también para que no haya confusiones acerca de la identidad —sexual y generacional— de cada uno. Así, aunque los hijos deben responder fundamentalmente a la autoridad de sus padres naturales, en el ámbito de la nueva familia han de reconocer también la autoridad de la nueva pareja del progenitor con quien conviven.
Sin embargo, en algunos casos„ surgen situaciones difíciles, especialmente cuando los hijos de una persona divorciada no aceptan a la nueva pareja que ésta ha escogido. La lógica crisis que implica para los hijos el hecho de tener que adaptarse a una nueva situación respecto a sus padres, puede generar en el progenitor el temor a vivir una nueva relación conflictiva. El paso del tiempo y la paciencia son fundamentales para que los niños vayan  aceptando a la nueva pareja, confíen en ella, y a partir de ahí puedan, en consecuencia, aceptar sus normas y opiniones dentro del hogar. Al igual que frente al padre y madre naturales, el niño no ha de colocarse por encima de la nueva pareja, y la intervención de su progenitor en este sentido es de suma importancia. En definitiva, el nuevo matrimonio ha de poder establecer sus reglas de convivencia en el hogar, pero también ha de respetar las normas generales que los padres naturales comparten en la educación de su hijo, al mantener la función coparental entre ellos
En algunas ocasiones, tras la inclusión de un nuevo compañero sentimental en la dinámica familiar, hasta entonces monoparental, aparecen algunas dificultades en la educación de los niños. Las situaciones conflictivas suelen ser de dos tipos:
  1. El progenitor divorciado delega sus funciones parentales a la nueva pareja, que paulatinamente se va haciendo cargo de cuestiones que hasta entonces correspondían al progenitor en exclusiva, con la consiguiente confusión de roles para los niños. Podemos decir que el progenitor está abdicando y delegando sus tareas y responsabilidades como padre a alguien que no debe hacerse cargo de ellas.
  2. En otras ocasiones, nos encontramos con progenitores divorciados que se sienten muy ambivalentes cuando su nueva pareja toma decisiones con sus hijos, o cuando hace prevalecer sobre ellos sus normas de convivencia. Se diría que el progenitor no acepta bien los derechos que se atribuyen al nuevo cónyuge, en el sentido de desempeñar una función educativa con los hijos de su primer matrimonio. El niño percibirá esta ambivalencia y tendrá conductas sintomáticas de rebeldía, enfrentamiento, desobediencia y descaro hacia la nueva pareja de su progenitor. Para restablecer la alianza de los nuevos cónyuges puede ser muy útil la ayuda de un terapeuta de pareja.
Recuerda

  • Los padres naturales son los encargados de fijar las líneas generales que presiden la formación del niño como persona.
  • El nuevo compañero puede asumir funciones con los hijos de su pareja, corno ayudarles en los estudios si ellos se lo piden.
  • El niño debe tener muy claras las normas domésticas de cada hogar, lo cual es más fácil de conseguir si se le exponen, desde un principio, con claridad

jueves, 21 de mayo de 2015

La importancia de los abuelos en la crianza de nuestro hijo

La importancia de los abuelos en la crianza de nuestro hijo

Los abuelos pueden ser de gran ayuda para la crianza de los niños si el trabajo no permite que se pase tanto tiempo en casa como se quisiera.

En las últimas dos décadas los abuelos se han convertido cada vez más en un soporte físico y financiero de sus nietos. Ellos están ahí para cuidar de los niños especialmente cuando tienen padres que aún están tratando con la conciliación familiar y laboral, algo que se ve tanto en familias con dos progenitores como con padres solteros.
Los abuelos dan un poco de solidaridad a sus hijos para ayudarlos con la crianza de los nietos especialmente en esta economía difícil en todos los países del mundo. Es vital que los pequeños reciban cuidados de personas que tengan experiencia criando niños y que los quieran incondicionalmente.

Antes de pedirle ayuda a los abuelos hay que ser honesto

Muchos abuelos dirán que sí de inmediato si se les pide cuidar a los nietos con frecuencia, pero esto no quiere decir que estarán listos para la responsabilidad. Así que hay que hablar honestamente al respecto para evitar problemas más adelante. Los que siguen son los puntos más importantes a discutir.

¿Está listo para el compromiso?

Si ellos deciden que sí van a ayudar, ¿se comprometerán a todo el tiempo que se les necesite? Deben decidir si sienten que pueden cuidarlos a largo plazo. Quizás se pueda comenzar probando una semana para ver cómo se sienten.

¿Tiene suficiente energía?

Si los nietos son pequeños necesitarán muchísima energía para cuidarlos. Hay abuelos que ya no tienen muy buena salud ni tampoco pueden hacer mucho ejercicio. Si igualmente quieren participar en la crianza de los niños, lo ideal sería limitar el tiempo para que no se desgasten.

¿Qué reglas se seguirán, las de los abuelos o las de los padres?

Como distintos individuos que son es posible que cada pareja tenga ideas diferentes acerca de reglas o creencias y deberán ponerse de acuerdo en cuáles deben ser seguidas si van a comenzar esta nueva etapa de su relación.

¿Quién paga mientras los abuelos cuidan a los niños?

Si han decidido que sí quieren ayudar con la crianza de los nietos hay que establecer límites y crear un presupuesto para los gastos de los niños mientras estén con ellos. De esta forma no se gasta de más ni se abusa de la confianza y el dinero de los abuelos.

¿Se les debe pagar algo por la ayuda?

Esto dependerá de la situación. Muchos dicen que no quieren un sueldo, pero si se le está interrumpiendo su trabajo o sus actividades normales por ayudar con los niños, quizás la mejor opción es aportar algo de dinero a su vida también. Si estos se niegan a aceptarlo, de igual manera se les puede llevar a cenar o a hacer algo que les guste como agradecimiento por su colaboración. 

La ayuda tiene algunas desventajas

Pedirles ayuda a los abuelos mientras se concilia el tiempo entre la familia y el trabajo tiene muchas ventajas, pero también algunas desventajas para todos los involucrados. Cada situación es distinta, aunque en general hay algunas cosas que atender durante todo el proceso. Listamos algunas comunes.
- Los niños pueden confundirse y no saber cuál es la figura de autoridad: ¿son los padres o los abuelos?
- Se pueden crear conflictos entre los padres y los abuelos si no se siguen las reglas que se establecieron antes de tomar el compromiso de crianza.
- Los abuelos pueden sacrificar demasiado, incluyendo su salud y su dinero, por ser incondicionales con sus hijos y sus nietos.

Se debe mantener una buena comunicación constantemente entre abuelos y padres para evitar malos entendidos y problemas en el futuro. 

miércoles, 20 de mayo de 2015

Cómo viven los hijos que no podamos conciliar la vida laboral y familiar

Cómo viven los hijos que no podamos conciliar la vida laboral y familiar

La vida laboral y la familiar no son fáciles de conciliar y puede que esto provoque en nuestros hijos ciertos trastornos emocionales.

Lo que esto causa

Es común sentir frustración e impotencia al saber que estamos muchas horas alejados de nuestros hijos a causa de nuestro trabajo. Que los niños lleguen a un hogar en que no hay nadie después de la escuela, o que los esté esperando el personal doméstico, crea en ellos sentimientos de soledad y desatención. A esto se le suma la falta de un referente, ya que los pequeños necesitan de la identificación con sus progenitores para poder desarrollarse de manera saludable. Los adultos trabajamos mucho para que no les falte nada, pero sin embargo les falta lo único que necesitan, sus padres.
Este vacío emocional que sienten, ligado a las responsabilidades de atenderse solos, de hacer solos sus tareas escolares, entre otras cuestiones, se ve reflejado en diversos trastornos psicológicos que pueden aparecer en ellos, como el estrés causado por la separación y diversos problemas de conducta.

Horarios irracionales

Lo peor de todo es que la mayoría de las veces no podemos hacer nada para poder pasar más tiempo con nuestros hijos y llegar a una conciliación entre el trabajo y la familia. La sociedad española se ve ante el tremendo problema de los horarios, sin encontrar compatibilidad entre las horas en que estos están en la escuela y los adultos en su trabajo.

Lo que los niños necesitan

Nuestros hijos necesitan afecto, cariño, contacto físico y atención a cada instante. Si les damos tiempo de calidad, su autoestima y confianza se incrementarán y no tendrán dificultades emocionales. Para ello es necesario que el poco tiempo que tenemos para estar con ellos sea placentero, que podamos volcarnos de manera natural en sus necesidades, en escuchar lo que tienen en su corazón, en jugar con ellos y en demostrarles nuestro amor.
Nosotros, los padres, somos la base en la cual estructuran su personalidad, y si pasamos nuestro día en el trabajo y cuando estamos en casa no les dedicamos el tiempo que necesitan, se sentirán abandonados e interpretarán que no los queremos y nos molestan. Deben sentir que son lo más importante de nuestras vidas, porque en realidad lo son, y no debemos dejar que piensen lo contrario. Pero todo esto se demuestra con hechos.

¿Cómo conciliar la vida laboral y familiar?

Cuando ambos padres trabajamos fuera de casa durante largas horas no deberíamos llenar a nuestros hijos de actividades extraescolares para que estén ocupados todo el día, con la ilusión de que de esta manera no nos extrañarán ni necesitarán tanto. El tiempo que les prodiguemos a nuestros pequeños no se compara con nada.
Lo mejor sería que uno de los dos, ya sea mamá o papá, pueda recortar su horario laboral para poder estar con los niños cuando salen del colegio. Pero esto a veces es más una utopía que una realidad. En caso de ser imposible, la solución radica en tomar conciencia que las pocas horas que compartimos con nuestros hijos deben ser de calidad. Jugar, dialogar, cantar, interesarnos por sus tareas… cualquier actividad en la que estemos en contacto es buena. Hasta sirve preparar juntos la cena o ponerles la ropa de dormir y leerles un cuento, juntos en la cama.

A cada minuto deben sentirse amados y protegidos. Y en las horas en las que están en casa y nosotros en el trabajo, podemos llamarlos por teléfono para conversar, aunque sea durante unos minutos, para saber cómo ha sido su día, que nos cuenten algo que les haya pasado o simplemente decirles que los amamos y que, aunque estemos fuera de casa, son nuestra razón de vivir.

martes, 19 de mayo de 2015

La importancia del deporte en la escuela

La importancia del deporte en la escuela

La escuela es un escenario ideal para fomentar el interés por el deporte, ya que suele disponer de personal e instalaciones adecuadas para practicarlo. El niño podrá ejercitarse en la actividad deportiva al tiempo que su desarrollo biológico y psicológico.

El ámbito escolar ofrece la oportunidad de practicar deporte de manera organizada y según las necesidades de cada niño.

La práctica deportiva ejerce una gran atracción, tanto en la infancia y la adolescencia como en la edad adulta. Pero los niños y jóvenes sienten una fascinación especial por la actividad deportiva, que parece estar en consonancia con su desarrollo y la evolución de su morfología muscular, fisiológica y también psicológica.

El ejercicio físico produce un cierto grado de excitación y placer por las condiciones físicas inherentes a estos procesos.

La competencia, los logros, la lucha por conseguir objetivos y el reconocimiento de los demás son también componentes de esa atracción. Por eso hay que ser prudente y evitar que los niños que se inician en la práctica de un deporte se sientan presionados por unos niveles de exigencia demasiado elevados para su edad y sus aptitudes.

Características del deporte escolar

Lo importante del deporte en la escuela es que da prioridad al objetivo de: Mantenerse en buena forma física y ayudar al niño a iniciarse en la práctica deportiva.
Aunque exista la competición, será siempre menos exigente y más tolerante, para permitir que todos los niños puedan participar. A medida que avancen los cursos, los deportes escolares se harán más competitivos y se sustituirá cada vez más el placer de jugar por el placer de competir, de ganar y de obtener resultados.

Deporte y socialización

El deporte contribuye a la socialización del niño ya iniciada desde la primera infancia por su relación con el núcleo familiar. Además, el colegio le proporciona un ambiente social diferente al familiar.
El deporte exige una determinada forma de comportamiento, de acuerdo con unas reglas estrictas, y marca también unas relaciones determinadas con los compañeros (entrenamientos, consecución de un objetivo común, disciplina…).

Para el niño que se movía en el entorno familiar y escolar, practicar un deporte representa un paso más adelante en la socialización, ya que no basta con la simple asistencia, sino que exige poner en funcionamiento las ganas de compartir un objetivo y el esfuerzo común.

lunes, 18 de mayo de 2015

Educar al joven en el deporte de competición

Educar al joven en el deporte de competición

La competición es el eje central alrededor del cual gira la actividad deportiva. Sin ella, no habría propiamente deporte, sería sólo un juego. Precisamente porque hay competición, se necesitan normas que la regulen.

Los deportistas de alta competición o de élite son aquellos cuyas marcas deportivas se hallan entre las más altas de su categoría, es decir, pueden competir con los denominados plusmarquistas.

La adolescencia es la etapa en la  que empiezan a despuntar los llamados deportistas de élite, que reciben este nombre por pertenecer al pequeño grupo de deportistas preparados y entrenados especialmente para la alta competición. Estos jóvenes presentan unas características físicas y psicológicas muy especiales, adecuadas para un deporte determinado. Normalmente suelen ser elegidos con mucha antelación, incluso siendo niños en edad escolar. En esa temprana época, se fijaron en ellos al presentar destacadas características morfológicas y de habilidad que llamaron la atención, por ejemplo, como corredor o como nadador.

Para ser un deportista de alta competición se exige un gran compromiso tanto por parte del joven como por parte de los padres.

Cualquier joven ha soñado alguna vez con llegar a ser un gran deportista. No obstante, son minoría los que llegan a alcanzar algún día las cotas más altas de la competición. Sin tener que llegar a esos extremos, se puede ser un deportista con una calidad aceptable y conseguir un reconocimiento por parte de amigos, compañeros y conocidos.

La agresividad en el deporte

Toda actividad deportiva se caracteriza por dos elementos muy importantes: la combatividad y la competitividad; una no puede existir sin la otra.

No debe olvidarse que el deporte se basa en el enfrentamiento contra un oponente en condiciones de igualdad de oportunidades, es decir, en el deporte siempre está presente de una manera más o menos manifiesta la agresividad.

Esta agresividad se expresa esencialmente bajo la forma de dominación, en definitiva se trata de vencer al oponente según las reglas establecidas para cada deporte. Si bien cierta agresividad en los deportistas es necesaria para la obtención de los objetivos propuestos, ésta aparece más manifiesta cuando el afán de ganar, de conseguir el logro, se convierte en el único sentido de la actividad deportiva, es decir, cuando se pierde lo que entendemos como el «espíritu deportivo».

Cuando la consecución de los logros predomina como una exigencia por encima de todo, sin tener en cuenta los valores deportivos, el deporte en sí degenera, perdiendo su valor formativo.

Los resultados que se obtienen siempre son efímeros y, por tanto, toda actividad deportiva puede fácilmente pasar de una situación de éxito a otra de fracaso. Pero tal vez ahí radique la pasión que todo acontecimiento deportivo suscita, lo efímero de su éxito produce un estado de expectación casi constante.

Los padres han de tener presente este carácter efímero de los logros deportivos para inculcar a sus hijos el valor de la lucha deportiva como parte de la nobleza humana, donde el buen juego sea reconocido por su valor, más que por el resultado.

domingo, 17 de mayo de 2015

7 consejos útiles para que tu hijo disfrute del deporte

7 consejos útiles para que tu hijo disfrute del deporte

En el artículo de hoy os damos las claves para que vuestros hijos lleguen a disfrutar del deporte gracias a siete consejos que ayudarán al niño de cualquier edad a desarrollarse gracias a la actividad deportiva:

  1. El deporte tiene efectos formativos tanto para los niños como para los jóvenes. Los niños deben introducirse en el mundo del deporte de manera gradual teniendo en cuenta su edad, constitución física, sus preferencias e inclinaciones deportivas…
  2. A partir de los 7 o 8 años es cuando se les puede incluir en un equipo deportivo, porque ya están preparados para asimilar las reglas del juego, pero aun así habrá que esperar hasta los 11 o 12 años para que el juego pase a ser más competitivo.
  3. Será en la adolescencia cuando el niño dé plenamente todo su rendimiento. Los padres y responsables deben alentar a sus hijos a que participen en algún deporte que ellos elijan libremente. Pero deben evitar ser demasiado exigentes en sus logros.
  4. El deporte debe tener principalmente un carácter formativo, de convivencia y sana combatividad. Si se convierte en una exigencia para conseguir únicamente la victoria, el deporte pervierte ese carácter formativo y de integrador social.
  5. Uno de los deportes que se puede fomentar en los niños, ya desde bien jovencitos, es la natación, pero siempre de forma que parezca un juego y sin ningún tipo de imposiciones. Nunca debe haber obligación, sobre todo si existe miedo.
  6. Los padres son los más indicados para iniciar a sus hijos en el deporte por medio de su ejemplo. La escuela es el lugar donde se puede seguir la evolución deportiva de los niños.
  7. El deporte tiene un valor de integración individual y social, porque permite fomentar la amistad y, también, encauzar la agresividad inherente al ser humano, tanto a los deportistas como a los espectadores, quienes se identifican con sus equipos.

sábado, 16 de mayo de 2015

El peligro de criar niños narcisos

Estudio prueba que excesiva alabanza hacia un hijo puede traer consecuencias negativas a futuro.

La actitud de los progenitores no es totalmente responsable del narcisismo de un niño.
La actitud de los progenitores no es totalmente responsable del narcisismo de un niño.

Brad Bushman, doctor en psicología social y profesor de Comunicación Social en la Universidad de Ohio, cambió la forma de criar a sus tres hijos al terminar, a finales del 2014, una de las investigaciones más novedosas de su carrera. “Nuestros hallazgos científicos, que nos tomaron dos años, nos mostraron que un niño sobrevalorado por sus padres será probablemente un joven y un adulto narciso, que tendrá dificultades para funcionar en sociedad”, dice este psicólogo con 30 años de experiencia.
El experto se puso una meta desde entonces: decirles a sus hijos “los quiero mucho”, en vez de “ustedes son lo mejor”, para enseñarles que cada miembro de la raza humana es igualmente valioso.

La creencia es compartida por Eddie Brummelman, coinvestigador del estudio ‘Mi hijo es el regalo de Dios a la humanidad: desarrollo y validación de la escala de sobrevaloración parental’. “Se llega más lejos en la vida tras sentirse amado y aceptado, que luego de creerse el niño-rey”, advierte.
Este investigador de la Universidad de Ámsterdam es uno de los cuatro científicos que trabajaron de manera activa en Europa para complementar el trabajo de Bushman. En equipo, este año produjeron el que se considera el primer estudio longitudinal sobre los orígenes del narcisismo, publicado en febrero en el Journal of Personality and Social Psychology de Estados Unidos.
“El narcisismo tiene profunda influencia en la sociedad. Es un rasgo de personalidad negativo, hasta peligroso, porque va unido a altos niveles de agresividad y a muy bajos niveles de empatía. Hasta aquí, la ciencia no había estudiado sus orígenes; nosotros quisimos averiguar cómo se desarrolla en un niño, porque todo parte en la infancia. Descubrimos que los padres que sobrevaloran a sus hijos tienden a construir narcisos”, dice Bushman.
Y agrega: “Es una forma de crianza arriesgada: si un niño en pleno crecimiento se convence de que es el mejor de todos, jamás querrá mejorar ni corregirse como adulto. Si los padres entienden este riesgo, si aprenden y reflexionan, pueden transformarse en un instrumento de educación potente”.
Por su parte, Brummelman sostiene: “El narcisismo es un rasgo fascinante de la personalidad. Los niños narcisistas se sienten superiores a sus pares, están convencidos de que ameritan todos los privilegios y su meta es ser admirados. Pero estudios han probado que cuando un narciso es rechazado o humillado, puede desatar una tormenta de agresiones –explica–. Un adulto narciso puede convertirse en un peligro para la sociedad y nunca vivirá una vida equilibrada. Porque, tarde o temprano, la realidad contradice sus creencias: nuestras mediciones probaron que los narcisos no son, necesariamente, más inteligentes ni tienen mejores notas ni les va mejor en la vida que a sus pares”.
Padres narcisos
Otra dimensión que afloró en este estudio es el nexo directo entre padres que son narcisos y su mayor tendencia a la sobrevaloración de sus hijos. “Los padres tienden a mirar a sus niños con anteojos color rosa, pero hay tendencias diversas. Desde la psicología antigua, los teóricos han observado que algunos padres poseen visiones infladas y poco realistas de sus hijos. La sobrevaloración filial fue un concepto introducido por primera vez en psicología por Freud. Ella es especialmente alta en padres narcisistas. Perciben a sus hijos como más inteligentes de lo que sus tests de coeficiente intelectual prueban”, indica el estudio.
No obstante, la actitud de los progenitores no es totalmente responsable del narcisismo de un niño. Hay otros poderosos factores que inciden, como la carga genética y los rasgos propios del temperamento.
Rasgos de personalidad
La infancia tardía –entre 7 y 12 años– es la edad en que afloran rasgos de la personalidad que permiten visualizar el narcisismo incipiente, de acuerdo con Brummelman.
Y es que en este periodo de la vida, un niño ya adquirió suficiente capacidad cognitiva para poder autoevaluarse desde la perspectiva de los otros. Las encuestas midieron narcisismo, autoestima, sobrevaloración parental, calidez emocional. El resultado del trabajo científico apoyó la teoría del aprendizaje social: todos los niños con rasgos claros de narcisismo habían llegado a ese estado por tener padres que los sobrevaloraban.
Es fácil para un niño que recién despunta al mundo el “creerse el cuento”, si lo escucha permanentemente de sus máximas figuras de respeto: sus padres. “Es normal que si un pequeño escucha día a día que es el mejor, el más inteligente, el más capaz y el más bello, lo interiorice. Al crecer, sus expectativas pueden estrellarse con la realidad”, agrega Brummelman.
Otra sorpresa de este revolucionario estudio fue que se probó que los padres que crían a sus hijos con calidez y les brindan atención emocional y contención producen niños seguros de sí mismos y con alta autoestima, aunque jamás hayan escuchado “que son los mejores”. Eso, porque la contención emocional no está ligada a la sobrevaloración. Estos niños, además de estar mejor armados en la vida, dicen Bushman y Brummelman, no correrán riesgo de sufrir algunos trastornos de la salud mental que sí acechan a los narcisos en la adultez.
Y, debido a las huellas de individualismo exacerbado presentes en las personalidades narcisas, estudios anteriores en psicología observaron que “personas de culturas individualistas como la occidental corren riesgo de sufrir niveles más altos de narcisismo que las culturas colectivistas, como las orientales, por ejemplo China”, señala el holandés.
Pero ¿un hijo único está en mayor riesgo de ser un narciso? “Sí, corre un riesgo ligeramente mayor. Pero, una vez más, todo recae en la crianza que reciba”, indica el estudio.
El doctor en psicología de la Universidad de Mississippi del Sur Christopher Barry concluyó en su investigación ‘Narcisismo y maquiavelismo en los jóvenes’, del 2010, que, simplemente, los narcisos no son felices. “Un mundo narciso sería un lugar muy solitario. Quien padece este rasgo, si bien hace amigos fácilmente, no los conserva. Tiene una visión inflada de sus cualidades, reñida con la realidad, lo que dificulta sus relaciones”, señala Barry. Y las investigaciones de Jean Twenge, doctora en psicología de la Universidad de San Diego, comprobaron que, en un cuarto de siglo –entre 1982 y 2006–, los rasgos de narcisismo entre los estudiantes universitarios estadounidenses habían aumentado notoriamente, lo que la crisis económica hizo menguar. Dice Twenge: “Las estadísticas de narcisos entre los universitarios de este país iba en alza por más de 20 años, apoyados en el éxito, el crédito fácil y en una sociedad altamente individualista. Aunque la crisis financiera bajó en algo las cifras, otras fuerzas culturales, como las redes sociales, y en especial los padres, empujan las estadísticas hacia el narcisismo”. Influye igualmente una sociedad que va en aumento en sus niveles de individualismo y materialismo.
El estudio de Brummelman, Bushman y su equipo probó con creces que, a veces, los padres llegan a extremos. En uno de los bloques de su investigación, la sobrevaloración paternal rozó los límites de la imaginación.
“A los padres participantes se les presentaron 80 términos de diferentes temas, desde geografía mundial hasta palabras y personajes que un niño debiera conocer a esa edad. Por ejemplo, Primera Guerra Mundial y El Mago de Oz. De ellos, 20 eran inventados por nosotros, personajes como Reina Alberta y cuentos como La princesa y las uvas. Nos dimos cuenta de que los padres que más sobrevaloraban a sus hijos afirmaban que sus pequeños conocían incluso estas palabras inventadas”, concluyó la investigación.
Cerca de mil encuestas
Los autores del estudio establecieron una escala de sobrevaloración parental (POS).
Para ello, encuestaron a casi mil personas, entre los siete y los 74 años; en total, 565 escolares, entre 7 y 11 años, además de sus padres y madres.
Los investigadores confrontaron dos premisas: la teoría del aprendizaje social, que apoya la idea de que el narcisismo es causado por sobrevaloración parental, y la teoría psicoanalítica, que responsabiliza del narcisismo a la falta de calidez emocional en la crianza.