martes, 10 de julio de 2018

Las consecuencias de cancelar este año las Pruebas Saber para tres grados

En febrero, el gobierno anunció que no se harán pruebas Saber 3, 5 y 9 en 2018, una decisión que tomó por sorpresa a la comunidad educativa. ¿Qué implicaciones tendrá esta medida para el país? 

Las consecuencias de cancelar este año las Pruebas Saber para tres grados 

La noticia pasó casi de agache: este año no habrá pruebas Saber para los grados tercero, quinto y noveno. Pero el impacto para la comunidad educativa es mayúsculo. A pesar de llevar solo nueve años, las pruebas Saber 3, 5 y 9 se constituyeron como un pilar fundamental para la medición del progreso académico. No solo son el primer indicador en el mejoramiento de la educación básica, sino el componente principal en la elaboración de los incentivos a la calidad educativa.

En el momento de su creación, en 2009, las pruebas se pensaron para hacerse cada tres años. Pero desde 2012 empezaron a realizarse anualmente y varios proyectos del gobierno nacional, de gobiernos locales y de los propios colegios se colgaron a los resultados de dichas pruebas.

Quitarlas, aunque sea solo un año, significa una reconfiguración no menor de las políticas educativas de los últimos seis años. En especial porque no se sabe cuándo ni cómo van a volver. Será potestad del próximo presidente decidirlo. Ante este panorama de incertidumbre, Semana Educación le pasó la lupa a esta decisión intempestiva del gobierno para contarle por qué se hizo y qué significa para el futuro de la educación en el país.

¿Por qué no harán las pruebas?

El 23 de febrero, durante la socialización de los resultados Saber 3, 5 y 9 de 2017, el Ministerio de Educación (MEN) anunció esta decisión como de pasada. Días después, en una entrevista con La FM, el presidente Juan Manuel Santos no supo responder el porqué. Según Ximena Dueñas, directora del Instituto Colombiano para la Evaluación de la Educación (Icfes), “la idea es hacer un alto en el camino para incorporar nuevos elementos que ya existen en el medio educativo, como son los lineamientos curriculares. El objetivo es volver a empezar con una nueva línea de base en 2019, incorporando estos elementos”.

Estas pruebas ya incluían unos lineamientos curriculares, los Estándares Básicos de Competencias, pero, como “se han desarrollado otros insumos –los Derechos Básicos de Aprendizaje y las Mallas de Aprendizaje–, también hay que tenerlos en cuenta”, le expresó una fuente del MEN a este medio.

Según la cartera educativa, las razones para no hacer las pruebas fueron tres: “Ya existe una cantidad importante de información de años anteriores, se cumple el ciclo de la prueba (usual- mente está entre los 9 y los 12 años) y hay estos nuevos elementos curriculares con los que se debe alinear”. Aunque otro motivo que pudo pesar en la decisión fue el tema financiero.

Varios funcionarios del Icfes aseguran que el MEN ya había tenido dificultades para financiar las pruebas Saber en 2017 y que gran parte de la financiación corrió por cuenta del Icfes, así este no fuera su programa, sino del ministerio. Sin embargo, esta versión no ha sido confirmada por fuentes oficiales.

¿En qué nos afecta?

Un año sin indicadores

El primer afectado son los indicadores de calidad. Sin las únicas pruebas nacionales que miden el desempeño educativo en la educación básica, “se pierde la trazabilidad que se traía año tras año y que por supuesto era un indicador para los cumplimientos internos de la institución y que anualmente nos mostraba la curva para mejorar.

Eso es lo que nos preocupa más”, dice Jorge Pérez, rector del Colegio Inem Francisco de Paula Santander, en Bogotá. Muchos planes de mejoramiento de instituciones educativas, secretarías de educación y fundaciones tienen como medida los resultados de las pruebas Saber 3, 5 y 9, por lo que eliminarlas un año (o más, según el tiempo que pase antes de que decida recuperar- las el próximo gobierno) desbarajusta la estructura existente. El mismo gobierno las usa como indicadores de varios programas.

Las Metas de Mejoramiento Mínimo Anual (MMA) del MEN, por no ir más lejos, se evalúan con dichas pruebas. Aunque, para la cartera educativa, esta no se tiene que hacer anualmente. “Está proyectada hasta 2025 y, en el año en que se haga una nueva medición, se podrá validar su cumplimiento”, expresó un vocero del ministerio. Por otro lado, los indicadores individuales no tendrán continuidad.

Este año se empezaban a dar los resultados por cada niño, con la idea de que los colegios pudieran monitorear su desempeño individualizado y trabajar sus puntos débiles. El Icfes anunció la nueva medida con bombos y platillos, como una herramienta más para “comprometernos para que los estudiantes logren cada vez un mejor desempeño”. Pero, al final, solo salió beneficiada una cohorte.

Incentivos, en el limbo 


Los resultados de las pruebas Saber 3, 5 y 9 son un insumo principal para elaborar el Índice Sintético de Calidad Educativo (Isce), que sirve para medir el progreso de un colegio. ¿Por qué importa el Isce? Porque las instituciones educativas con mejores resultados reciben ciertos incentivos por su progreso.

Si un colegio alcanza determinado puntaje, su rector, docentes y planta administrativa reciben un incentivo equivalente al 50 % de su salario más un incremento proporcional al crecimiento del puntaje con respecto al año pasado. Sin Saber 3, 5 y 9 no habrá Isce el próximo año, ni incentivos para directivos y profesores.

Como cuenta José Adolfo Henao, rector de la Institución Educativa Alexander Von Humboldt de Barranquilla, uno de los mejores colegios públicos según el Isce del año pasado, estos eran una fuente grande de motivación para la escuela. “Con los resultados anuales de las pruebas Saber, la gente quiere mejorar, sobre todo en el contexto de lo público. Eso de mirar al interior de la escuela, incluir a las familias y comenzar a analizar cómo estamos se convirtió en un ejercicio bien interesante. Sin duda, los incentivos movieron corazones y motivaron a los profesores”, asegura. “Muchas instituciones venían haciendo un esfuerzo grande por mejorar, no solo en resultados sino en eficiencia y ambiente escolar (los otros componentes del Isce), para conseguir la retribución. Ahora se están viendo perjudicadas. Sin pruebas anuales, al próximo gobierno le tocará desmontar ese sistema de estímulos”, agrega López.

En riesgo la comparabilidad 

Por otro lado, el argumento oficial de pausar los exámenes para hacerles mejoras puede poner en peligro la comparabilidad. Un cambio muy grande en la estructura de la evaluación haría incomparable las pruebas respecto a los años anteriores, lo que rompería con su propio objetivo: medir el progreso de la educación. “Lo grave es que no sabemos qué tipo de ajustes se le harán a las pruebas Saber 3, 5 y 9. Si son muy estructurales, van a hacer que los resultados no se puedan comparar con los años anteriores. Es decir que no podremos hacer valoraciones de los avances en la calidad del aprendizaje”, advierte Alejandro Álvarez, director del Instituto Pedagógico Nacional.

Campo para mejorar

Sin embargo, varios expertos coinciden en que es importante reformular las pruebas Saber 3, 5 y 9. Con el tiempo, su objetivo original se había empezado a desdibujar. Estas se diseñaron en 2009 para producir y hacerle seguimiento a los resultados institucionales, sin grandes incentivos atados a ellos. “Pero la introducción de incentivos con el Isce y, luego, de los resultados individuales, implicó unos cambios muy grandes”, cuenta Julián Mariño, director del Centro de Evaluación Educativa de la Universidad de los Andes y exdirector de evaluación en el Icfes. Antes, no todos los estudiantes de un colegio respondían las mismas preguntas.

Eso permitía tener una cobertura amplia de competencias que, al final, se agregaban para generar los resultados que indicaban la situación de la institución como conjunto. Naturalmente, eso no sirve para comparar a los niños entre sí.

Por eso, desde 2017 se tuvieron que hacer ajustes al diseño para producir evaluaciones comparables para cada niño. Para que esto funcione, se tienen que reducir los contenidos y las competencias que evalúan las preguntas. Se eliminaron las de Competencias Ciudadanas y Ciencias Naturales, y se dejaron solo las de Matemáticas y Lenguaje. “Eso puede tener efectos bastante negativos, en el sentido en que se vuelve mucha más obvia la prepa- ración para la prueba, ya que es más focalizada.

El colegio tiene todos los incentivos para enfocarse solo en lo que va en el examen; lo que este evalúa es limitado y no da cuenta de muchas cosas importantes de la formación escolar”, agrega Mariño. Por otro lado, una preocupación de muchos rectores tenía que ver con los indicios de corrupción de los resulta- dos. El Saber 3, 5 y 9 se aplica, hasta el momento, en los mismos colegios y por los mismos colegios. El Icfes se encarga de entregar los cuadernillos, pero son las instituciones educativas las que conducen la prueba y entregan los resultados.

Y son las mismas instituciones las primeras beneficiadas con tener un buen resultado. En otras palabras, son juez y parte. “Yo puedo ser honesto como rector, pero no saber lo que está pasando cuando están haciendo las pruebas en un curso. En ese sentido, el que la prueba pueda ser manipulada porque no hay un debido control y supervisión estaría mostrando unas señales de corrupción y unos resultados que no muestran la realidad efectiva de cómo estamos”, señala Henao. “Hay colegios en Colombia que están mostrando muy buenos resultados en tercero, quinto y noveno, pero son un desastre cuando llegan a grado undécimo. ¿Usted qué puede pensar de eso? Pues que es el resultado de que una prueba sea controlada y las otras no”, agrega.

Por estas razones, el rector señala que sí vale la pena hacerle una modificación al Saber 3, 5 y 9. Quitar las pruebas en pleno cambio de gobierno deja en el limbo a varios componentes estructurales de la política educativa, entre ellos, la cultura de una evaluación constante. El próximo presidente podría prescindir de una evaluación año por año alegando motivos de austeridad. Pero, al menos, podría ser una oportunidad para reformular las pruebas con un sentido más claro. “Yo creo que es sano parar, volver a pensar la cosa, decidir para qué quieren hacer estos exámenes y diseñar una prueba acorde con ello”, concluye Mariño.