martes, 12 de junio de 2018

Educación para cuidar el planeta: de los buses diésel a la bicicleta

Cuando reclamamos una educación pertinente y que enseñe a pensar de manera crítica estamos afirmando que requerimos generar en los seres humanos conocimiento y desarrollo que lleven a que nuestras reflexiones y toma de decisiones se basen en esencia en la protección de la vida humana y del medio ambiente. 

Hoy existe evidencia de que los vehículos a motor basados en derivados del petróleo contaminan y matan. La respuesta no podría ser otra: los gobiernos y la sociedad tienen la responsabilidad de premiar, incentivar y hasta obligar a que productores y usuarios de los vehículos empiecen a utilizar energías limpias. En el caso de Bogotá y de otras ciudades cuando se discute ¿cómo serán las características de los buses de transporte público en los próximos 10 años?, para los ciudadanos debería ser inaceptable que se propusiera seguir usando diésel. Causa desazón que este tema solo parece interesar a algunos políticos, académicos y especialistas en transporte; requerimos involucrar a todos los ciudadanos en estas discusiones. 

La sociedad debe entender que el uso de los vehículos a motor supone altos costos en términos de salud, medio ambiente y tiempo de desplazamiento, costos que alguien debe pagar. En la propuesta de construir ciudades que utilicen energías limpias sobresale el uso de la bicicleta como una decisión de transporte inteligente que cuida la vida y la tierra. El uso de la bicicleta conlleva un ahorro para la sociedad. 

Luego un reto de los sistemas educativos, pertinentes al entorno y al desarrollo del territorio, debería ser que la sociedad reflexione y reconozca los beneficios que tiene para la calidad de vida de los seres humanos el uso de energías limpias, además, saludables, como la bici.

Un primer paso es aprender a admirar, a reconocer y a poner de ejemplo a quienes se bajan del carro y se montan en una bicicleta. Esta es una decisión vital que toman seres humanos reflexivos para cuidar la vida y luchar contra el cambio climático. Existe amplia evidencia para afirmar que la bicicleta es silenciosa, no contamina, ayuda a la salud, predispone al trabajo y a la solidaridad y es un medio de transporte barato.


Sin embargo, en la sociedad colombiana el estatus del automóvil prima; basta mirar qué ocurre en los parqueaderos de los centros comerciales, de conjuntos residenciales y de las empresas. A la bicicleta se le arruma, el carro se cuida. El espacio en las vías es generoso para el automóvil, el carro pita y todos nos tenemos que hacernos a un lado. Sin olvidar los pueblos enteros en Colombia donde la moto manda, sin ningún tipo de orden y control; allí no hay otro medio de transporte público, el uso de la bicicleta es limitado y se restringe a los más pobres. 

La Secretaría de Salud de México sostiene que “estudios científicos específicos sobre el uso de la bicicleta han demostrado beneficios para la salud. Por ejemplo, se ha encontrado que andar en bici mejora el estado físico, la salud respiratoria y del corazón. Entre los adultos mayores, el ciclismo parece reducir el riesgo de caídas al mejorar el balance y la función de las piernas. Además, en lugares como los Países Bajos, se estima que el ciclismo evita alrededor de 6,500 muertes cada año y aumenta medio año la esperanza de vida, con las ganancias para la economía que eso representa”

Dados los indudables beneficios de la bicicleta, la escuela, la familia, la sociedad y el Estado estamos frente a la pregunta: ¿cómo lograr que los ciudadanos de manera reflexiva usen la bicicleta como medio de transporte y en caso de que no la usen respeten y protejan a quienes toman tan extraordinaria decisión, además de apoyar la reconstrucción de las ciudades y caminos para su uso? ¡No rotundo al trasporte público que contamine!.

Tranquilos, no todo es malo, me enorgullece comentar los logros de Bogotá en el uso de la bicicleta. Según la Secretaría de Movilidad estamos cercanos a los 500 kilómetros de ciclo rutas, por donde transitan ciclistas con seguridad y protegidos de motos, carros, buses y camiones. Emociona ver a miles de personas transitando en bicicleta, la alcaldía sostiene que el 8 por ciento y que en 15 años habrá más ciudadanos en biciceta que en carro. Soy usuario de la bici y reconozco que cada vez más en los cruces y otros sitios de la Ciudad, quienes conducen vehículos a motor empiezan a respetar a quienes utilizamos este medio de transporte. Además, la Secretaría de Educación de Bogotá destaca entre sus logros que: “cada día más de 6.000 estudiantes de sistema educativo oficial van al colegio en bicicleta”.

Por último, el ciclista merece toda clase de consideraciones, pero de manera especial que se reconozca su vulnerabilidad frente a toda clase de vehículos y motos, así como de los pillos. A futuro la legislación debe considerar que atacar o maltratar a un ciclista es un gran atento contra la sociedad. Según RCN, en 2017 se robaron más de 3.300 bicicletas en Bogotá, este año ya van más de 1.000, ¡no hay derecho!

Los buses, camiones y vehículos con motores diésel también matan a los ciclistas, sin atropellarlos. Invito a seguir en la lucha, a caminar un poco más, a usar la bici y a bajarnos del carro particular, hasta donde eso sea posible y la seguridad lo permita. Al final, la bici ganará.