miércoles, 1 de julio de 2015

Los ideales del preadolescente: ¿cómo me gustaría ser?

Los ideales del preadolescente: ¿cómo me gustaría ser?

Adquirir una identidad personal supone sentirse, concebirse a sí mismo como una persona separada. Separada y diferente de las demás y, al mismo tiempo, vinculada estrechamente con unas personas, una familia, una sociedad. El momento en que esto se configura más claramente es a partir de la pubertad.
  • A la reflexión del preadolescente acerca de ”cómo soy” le sigue la pregunta acerca de ”cómo me gustaría ser”.
Hemos visto que el preadolescente sabe lo que no quiere ser; sin embargo, le cuesta imaginarse cómo será su adultez. Mientras, el púber va adquiriendo cierta noción acerca de sus intereses, sus gustos, los objetivos que quiere alcanzar y los valores que fundamentan la convivencia en la sociedad, en definitiva, va creando su personalidad.
No obstante, para que estos aspectos adquieran solidez necesita personificarlos en alguien o en algo, y surgen así la figura del líder y los ideales. Éstos, ideal e ídolos, están determinados por los mensajes que envía la sociedad acerca de qué se debe hacer o cómo se debe hacer. Si el ideal o el ídolo funciona como tal, el púber se volcará apasionadamente y de manera desinteresada en defenderlo.
  • Los ideales de la juventud cumplen la función de propiciar la emancipación y permiten la estructuración de una identidad propia e individual.

Los ídolos actuales

“Los jóvenes de ahora carecen de ideales y de ídolos”. Esta frase se escucha a menudo cuando se intenta describir la juventud actual. El tipo de ídolos ha cambiado y también lo han hecho los ideales, pero esto no quiere decir que no los haya. La característica más peculiar de la época actual, respecto a las anteriores, es que sus ídolos son mucho más efímeros. Se erigen como tal cantantes, actores, artistas y modelos. Y su liderazgo está facilitado o creado por los medios de comunicación, radio, TV o revistas. Habitualmente son pasajeros, pues la moda impone un ritmo vertiginoso, impulsado por la búsqueda de originalidad. En el momento en el que un ídolo o corriente ideal entra en la sociedad de consumo, pierde su valor y hay que buscar nuevas tendencias que rompan con lo anterior.

El joven rechaza aquello que era

La pregunta ¿quién soy yo ahora?, que resulta acuciante para todos los individuos que se encuentran en la etapa de la pubertad, sólo tiene una respuesta clara: sabe quién ha sido hasta ahora y sabe, también, que ya no quiere ser así. Aún no sabe cómo será cuando sea mayor y adulto, pero sí tiene claro que ya no va a ser un niño. Una manera fácil y absolutamente normal de aceptar la pérdida de algo es rechazarla porque ya no sirve. El púber, para asumir lo que está perdiendo, suele rechazar lo que era hasta ahora: desprecia y se burla del mundo infantil o de lo que hacen los niños. Ya no quiere ir a ciertos sitios porque es de niños, no querrá que lo vean acompañado por su madre y se sentirá terriblemente avergonzado si, como castigo a su indisciplina escolar, lo envían con los pequeños, etc.

Cuando no se abandona el rol infantil de una manera adecuada o no se elabora su pérdida pueden surgir problemas. Así, cuando se configura demasiado rápidamente una identidad adulta por no poder esperar el tiempo que requiere el proceso adolescente, se pueden dar una rebeldía excesiva, una prematuridad en las relaciones sexuales o un abuso de sustancias tóxicas, como demostración de la adultez. Cuando no se puede realizar el proceso de pasar de niño a adulto aparecen sentimientos de incapacidad, de falta de fuerzas, que se manifiestan, generalmente, por medio de la inhibición en los otros.