miércoles, 12 de junio de 2019

POR QUÉ SE HA PERDIDO EL PRESTIGIO DE LOS DOCENTES?

Puntualmente hay dos factores clave que han influido en ese hecho.



Diana Hincapié, especialista en educación para el BID. 
El papel del maestro en la sociedad ha perdido relevancia. El protagonismo y reconocimiento histórico por su rol de liderazgo ha caído por muchísimos factores que tienen que ver con cambios sociales, económicos y políticos.

Guía Académica entrevistó a Diana Hincapié, especialista en educación de la división de educación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), quien junto con otros académicos ha venido estudiando por qué esta reputación se ha venido perdiendo.

- Exactamente, ¿por qué se ha perdido el prestigio docente?

Analizamos dos factores que creemos que han influido. Por un lado, la expansión en la cobertura escolar, que requirió que los sistemas educativos reclutaran a muchos docentes muy rápidamente y eso creó la necesidad de que muchos países relajaran los requisitos de la formación inicial de docentes. Por ejemplo, hubo expansión de escuelas normales, se acortó la duración de los cursos de formación de docentes. Asimismo, hubo una pérdida en la competitividad de los salarios.

El otro factor examinado tiene que ver con los cambios socioeconómicos que ha vivido el mercado laboral de las mujeres. Creemos que ha tenido un efecto indirecto en el prestigio de la profesión, porque antes muchas mujeres talentosas accedían a la profesión ya que era una opción atractiva para ellas; pero con el mayor acceso a educación superior y la variedad de programas, muchas de ellas empezaron a seleccionar otras carreras. Esto ha creado un desplazamiento.

- Los jóvenes no quieren estudiar docencia, ¿por qué?

Porque dejó de ser una opción atractiva, porque no tiene salarios competitivos, pero también porque en muchos países de la región no hay una carrera docente meritocrática, que tenga incentivos para el desarrollo profesional. También se ha perdido prestigio social, con ello, muy pocos jóvenes se sienten atraídos para hacerse maestros.

- ¿La duración del estudio garantiza buenos docentes?

Para que sean buenos profesionales, creo que se debe dar una combinación de todos los factores que menciono. Hacer la profesión llamativa, mejorar la calidad de la formación inicial, tener concursos de ingreso que permitan seleccionar a los docentes y los candidatos mejor preparados y motivados a estudiar. Eso toma mucho tiempo.

- ¿Cómo está Colombia en cuanto a otros países de la región en política docente?

Nuestro país es uno de los pocos de la región que ha tenido avances importantes para modificar dicha carrera, para hacerla más meritocrática, para tener una evaluación docente y muchas más cosas se han puesto en marcha; por supuesto, queda un universo de temas por resolver, pero ha habido avances importantes.

- ¿Hay incredulidad de los profesores hacia las políticas públicas en docencia?

La gente de estos países es muy crítica y demandante con lo que se está haciendo, la idea es darnos cuenta que sí hemos hecho cosas interesantes y que están en línea con lo que se aplica en naciones más desarrolladas. Creo que si bien es cierto que falta mucho por hacer, se ha avanzado.

- Entonces, ¿por qué hay múltiples protestas de los gremios de maestros?

En la mayoría de países de América Latina hay siempre demandas por mejorar el sistema educativo, creo que es importante que la sociedad siempre esté exigiendo avances en la calidad de la educación y que los docentes exijan mejoras en la carrera docente. También hay que saber que los gobiernos de la región han tomado medidas necesarias para encaminar al sistema educativo al éxito.

- ¿Cómo atraer, formar y seleccionar?

Hay que pensar en cómo hacemos para que los docentes que están accediendo a la educación sean más efectivos cuando estén en el aula. Es una parte de la ecuación, no es toda, porque hay que mirar la actualización de los profesores, hay que trabajar en políticas que desarrollen las habilidades que necesitan ellos. Creemos que esa es la forma de modificar el cuerpo docente para hacerlo más efectivo en el aula.

* Esta entrevista se realizó en el 9 seminario internacional de investigación sobre la calidad de la educación, evento que se realizó el 1 y 2 de noviembre, en Bogotá, con el respaldo del Gobierno nacional, el Ministerio de Educación y el Icfes.

martes, 11 de junio de 2019

La conversación: un gran hábito que se está perdiendo

El eclipse del diálogo cara a cara se traduce en merma de empatía. La tecnología, centro del debate.

La tecnología reconfigura y, además, transforma muchos de los presupuestos que hoy hacen posible una verdadera conversación.

Ya nadie habla. Todos prefieren teclear o mover los pulgares. Mensaje va, mensaje viene. Estás en pleno trabajo, escribiendo en el computador, y de pronto se abre en la pantalla la ventanita del chat interno: “Hola”. Dejas lo tuyo y respondes con otro “Hola”. Tu concentración pasa del trabajo al mensaje que se demora pero que está en camino, porque el ‘communicator’ te informa que del otro lado están... escribiendo. 

Llegan al fin tres líneas, y respondes con un OK, lo que sea para no perder el hilo del trabajo, pero te devuelven una pregunta que exige desarrollo y empiezas a teclear, hasta que te paralizas: tu respuesta provocará otra consulta, y así hasta... “Llámame al interno 1213 y lo hablamos”, cortas, esperando que el otro no se ofenda.

Pasa lo mismo con WhatsApp. Al cuarto ‘ping-pong’, pido tregua: “¿Puedo llamarte?”. A veces sobreviene una pausa en la que adivino cierto horror, un vacío que no puede interpretarse sino de una sola forma. No, no quiere que lo llame. Es raro.

Con un “hola” impune estás habilitado a disparar mensajes de WhatsApp a quien no conoces tal como si fuera un amigo de la infancia. Pero cuando se trata de hablar, la cosa cambia. ¿Será que el ‘ ¿puedo llamarte?’ supone el atrevimiento de pedir un grado de atención excesivo o exclusivo? ¿O sucede que el hecho de hablar podría llevar a una intimidad que se prefiere evitar? Como sea, si esquivamos hablar, ¿qué decir de la conversación, viejo arte cuyas condiciones de posibilidad parecen en vías de extinción?

Eso es lo que advierte Sherry Turkle, psicóloga y socióloga del instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), que desde hace treinta años estudia de qué modo las nuevas tecnologías cambian la forma como nos comunicamos. En sus entrevistas, una frase se repetía: “Prefiero mandar un mensaje antes que hablar”. Turkle decidió estudiar el asunto desde una perspectiva etnográfica. “Si realmente la gente prefería mandar un mensaje en lugar de hablar, ¿qué implicaciones tenía esto en las distintas esferas de sus vidas? ¿Sus trabajos, familias, relaciones amorosas, la educación de sus hijos? –planteó la experta en una entrevista con Ima Sanchís publicada en el diario español ‘La Vanguardia’–. ¿Cuál era el impacto real de esa frase en sus vidas?”.La erosión tecnológica

Las respuestas están en su último libro, ‘En defensa de la conversación. El poder del habla en la era digital’, en el cual demuestra que, sí, los más variados tipos de conversación –entre amigos, en la pareja, en la familia y hasta la que uno mantiene consigo mismo en soledad– han sido erosionados por la tecnología.

Estamos perdiendo el hábito de conversar cara a cara, dice Turkle. Textear –el diálogo editado, a distancia y por turnos– es menos riesgoso, más limpio y menos demandante. Pero no es gratis. El eclipse sutil de las conversaciones cara a cara pone en jaque mucho de lo que nos hace humanos, empezando por la capacidad de sentir empatía y leer las emociones de los otros.

La conversación atenta de los padres con sus hijos, por ejemplo, les permite a los chicos verbalizar sus sentimientos y desarrollar la confianza y la autoestima, además de la empatía. A partir de sus entrevistas, Turkle detectó un círculo vicioso: “Los padres les dan celulares a sus hijos. Los chicos no logran que sus padres dejen sus teléfonos, así que se refugian en los suyos. Después, los padres usan esa concentración de los chicos en sus celulares como un permiso para estar con sus dispositivos todo lo que quieren”.


Los padres usan esa concentración de los chicos en sus celulares como un permiso para estar con sus dispositivos todo lo que quieren

Turkle dice que el simple hecho de poner un celular en la mesa mientras hablamos afecta el contenido de la conversación. “No hablaremos de cosas importantes, de sentimientos profundos, de nuestra intimidad, sino que conversaremos de trivialidades, de asuntos superficiales de los que podamos desconectarnos con facilidad –afirma–. Ahí radica el problema: no es el mensaje de texto, el móvil o la tableta. Es cómo nos afecta interiormente, cómo nos modifica y cómo cambia nuestras relaciones sociales”.Cambios de fondo

Cada vez pasamos más tiempo ‘online’. Allí nos habituamos a dinámicas y comportamientos que después traemos a la vida ‘offline’ e impactan a largo plazo en nuestra existencia diaria, donde trabajos como los de Turkle registran cambios que van más allá de cuestiones de forma. La tecnología está haciendo algo más que reconfigurar la forma como conversamos. Y esto porque está transformando muchos de los presupuestos que hacen posible una verdadera conversación.

Conversar es sintonizar con la frecuencia del otro. Hoy, frente a los ruidos de la vida online, resulta difícil incluso encontrar la propia, condición para abrirse a los demás. Tal como la música, la conversación necesita del silencio. De allí nace, y el silencio es también la pausa o el epílogo que abre la posibilidad de que aflore lo inefable, lo que está más allá de las palabras. 

La avalancha de datos a la que estamos sometidos no solo enturbia el silencio, sino que reclama una atención que nos sustrae el tiempo. Tiempo al que, en la sociedad del rendimiento, hay que sacarle un rédito cuantificable. Acaso hoy la conversación no cotiza porque no persigue nada, salvo ir descubriendo al otro en el presente mismo del diálogo. 

Así, de paso, se descubre uno, tal como el improvisador que, de pronto, en respuesta a una frase de otro músico, da con una nota que encierra lo nuevo, lo inédito, aquello que estaba esperando las condiciones para manifestarse. La conversación es abandonarse a lo inesperado. 

“Creo que es Borges quien dice, citando a Stevenson, que el mejor poema no puede compararse a una bella conversación –dice Ivonne Bordelois, lingüista y poeta–. Hay algo en el acorde de clima y de ritmos de una hermosa conversación que nos calma, nos fusiona y nos transfigura. En la palabra ‘conversar’ está la idea de ‘verter conjuntamente’, como lo hacían los esposos al derramar simbólicamente líquidos en el rito matrimonial primitivo. Los holandeses llamaban ‘converseren’ al delito de adulterio, lo cual comprueba el erotismo básico de la comunicación verbal”.

¿Se conversa menos que antes?

Mucho de nuestra cultura contemporánea se funda en el atropello de la palabra por la imagen, que en cierto modo acorrala y acota las capacidades expresivas más complejas de la palabra. Vehículo capital en la civilización del consumo y de la velocidad, la imagen va deteriorando los poderes reflexivos de la palabra. Es el ojo antes que el oído el que decide nuestras elecciones e intercambios.¿Y el lenguaje? ¿Se ha empobrecido? ¿Influye esto en la calidad de las conversaciones?

La televisión es una máquina trituradora de lenguaje. Antes nos moríamos de risa; ahora nos cagamos de risa. Antes nos rompíamos el alma; ahora nos rompemos el culo. Estas metáforas se vuelven inaudibles o inocentes a fuerza de repetidas. Una pequeña ventana se abre cuando escuchamos a los venezolanos recién venidos a nuestras costas. En la gracia y la cortesía con que suelen expresarse advertimos cómo los porteños nos complacemos en degradar este maravilloso don de hablarnos que nos ha sido dado.

El deterioro de la palabra y el diálogo se percibe también en la esfera pública. Se trata de un fenómeno global que en la Argentina tiene rasgos propios. Basta recordar el trámite de la sesión en la que la Cámara de Diputados le dio media sanción a la ley de presupuesto. Fuera del Congreso, grupos de manifestantes apedreaban a la policía; dentro, los legisladores casi se van a las manos. 

“Para que la conversación pública tenga vigor, quienes participan deben estar guiados por la curiosidad (es decir, por el interés en aquello que no se conoce) y por su compañero de ruta, el escepticismo, es decir, la capacidad de desconfiar de los propios esquemas mentales –dice el ensayista y editor Alejandro Katz–. Hoy, la escena pública está estructurada sobre la certeza de que la propia visión del mundo es a la vez correcta y completa, y ese no es un buen punto de partida para la conversación”.

Katz afirma que ni el gobierno anterior ni el actual han intentado construir un espacio de conversación pública. El régimen discursivo del kirchnerismo fue el de la palabra religiosa emitida por el líder, que habla desde el púlpito o sus sucedáneos en la política de masas: el balcón o la cadena nacional.

Hoy la escena pública está estructurada sobre la certeza de que la propia visión del mundo es a la vez correcta y completa, y ese no es un buen punto de partida para la conversación

“No es una palabra sujeta a controversia porque es portadora de una verdad de fe, y no es democrática porque no es emitida por cualquiera sino solo por quien conoce esa verdad. Una palabra premoderna, anterior a lo político”, afirma. Tampoco es político, dice, el régimen que domina la producción del discurso del gobierno actual: “No interpela a ciudadanos como tales, sino a consumidores, y en relación con ellos ejecuta alternativamente dos estrategias: o se subordina a la demanda preexistente o hace una propuesta de venta de productos”.

Para Katz, la calidad de la democracia depende del modo como circula la palabra pública. “En la historia del país prevalecen períodos en los que quien controla el poder ha ignorado o acallado a aquellos con los que debería haber entrado en conversación. Esto se ve exacerbado hoy, en un contexto mundial de creciente polarización ideológica, de más énfasis que argumentos, una época que parece legitimar a quienes actúan en la ignorancia del otro. Para recuperar el diálogo, hay que aprender que en los otros siempre hay algo de verdad”.Menos empatía

Hay un problema de escucha. Tanto en la conversación pública como en la privada. Y sin escucha no hay conversación posible. Encerrados en nuestros propios mundos, o en nuestras propias tribus virtuales, tenemos un problema con el otro. Acaso se trate de una crisis de la empatía, como señala Turkle. Hay estudios serios que dicen que la comunicación a través de las redes sociales ha reducido los niveles de empatía de los universitarios estadounidenses en un 45 % en los últimos 20 años. 

No se trata de demonizar las redes. Skype permite hoy hablar con el amigo o el familiar que vive al otro lado del mundo como si estuviera a la vuelta de la esquina. La cuestión es que el afán de comunicarnos a la distancia a través de las pantallas con nuestros muchos contactos virtuales no nos haga olvidar a quienes tenemos al lado de cuerpo entero.

“La tecnología nos hace olvidar lo que sabemos de la vida –le dijo Turkle a Sanchís–. Sabemos que es esencial que los padres hablen y jueguen con sus hijos; sabemos que los alumnos deben escuchar al profesor en lugar de enviar mensajes en la clase; sabemos que los amigos deben hablar entre sí para serlo; sabemos que las relaciones amorosas nacen de la intimidad compartida, de la conexión personal; sabemos que el debate público en la universidad, en las aulas, en la política, es la mejor manera de construir nuestra identidad. Aceptemos entonces el resultado de nuestras encuestas: la conversación es la única manera de ser humanos. ¿Por qué no conversamos más?”.

Habrá que ver qué suerte corre el llamado de la experta. En la elogiosa reseña de su libro que Jonathan Franzen hizo en ‘The New York Times’, el novelista recuerda que Steve Jobs, el creador de Apple, prohibía las tabletas y los ‘smartphones’ en la mesa familiar. ¿Qué posibilidad existe de que actúe con la misma precaución gente menos esclarecida, es decir, la inmensa mayoría, en un mundo cada vez más desigual donde el capitalismo y el consumo bailan al ritmo de las innovaciones globales de la tecnología digital? Habrá que conformarse con seguir instalando el problema como tema de conversación. Al menos mientras haya dos que conversen de verdad.

lunes, 10 de junio de 2019

Stratolaunch, el avión más grande del mundo, vuela por primera vez

La aeronave, más larga que un campo de fútbol americano, despegó en California. 


Stratolaunch Systems Corp presentó la aeronave hace casi dos años, también en Mojave, California. Su función: servir de plataforma para lanzar cohetes. 

Este sábado una mole metálica sobrevoló el desierto de Mojave en California, Estados Unidos.


Se trata del Stratolaunch, una aeronave con seis turbinas, dos fuselajes, 28 llantas y una envergadura mayor a un campo de fútbol americano. 

El avión, considerado el más grande del mundo, fue creado por la compañía Stratolaunch Systems, fundada por el fallecido Paul Allen, cofundador de Microsoft. 

Durante su primer vuelo de prueba, el Stratolaunch estuvo en el aire durante dos horas y media. Logró una altura de 5 km y una velocidad máxima de 680 km por hora. 

Los pilotos de la aeronave evaluaron el desempeño de la aeronave y realizaron maniobras de control. 

"Este fue un fantástico primer vuelo", dijo en un comunicado Jean Floyd, director ejecutivo de Stratolaunch Systems. "El vuelo de hoy es un avance en nuestra misión de proporcionar una alternativa flexible a los sistemas lanzados desde tierra". ¿Para qué sirve?

El Stratolaunch fue diseñado para funcionar como una plataforma de lanzamiento para cohetes espaciales. 

El avión puede transportar varios vehículos para su lanzamiento. La nave puede soportar una carga total de más de 220 toneladas. 

Según explica el portal especializado Space, la nave puede transportar cohetes equipados con satélites y llevarlos a una altitud de unos 10 km. En ese punto liberaría los cohetes, para que pongan los satélites en órbita. 

Los creadores de Stratolaunch esperan que de esta manera se puedan reducir los costos de las misiones espaciales.

domingo, 9 de junio de 2019

Rhyder Ramos es el primer veterinario colombiano certificado por el Gobierno noruego


“Colombia podría ser potencia en la producción de pescado, y en cambio importa miles de toneladas al año”, recalca Ramos. 

Noruega produce más de 1 millón de toneladas de salmón al año, lo que lo convierte en el principal productor de esta especie en el mundo. Cuenta con tecnología acuícola de punta, siendo un país líder en temas de maricultura y pesca sostenible. Rhyder Ramos, médico veterinario y gerente general de RhyAkva, empresa noruega que se especializa en maricultura comercial, tecnología y ciencias veterinarias aplicadas, es ahora el primer veterinario colombiano certificado por el Gobierno noruego. 

La licencia veterinaria que le fue entregada le permite adquirir conocimiento avanzado en el área de la maricultura comercial. Ramos es egresado de la Universidad de la Salle y traerá sus conocimientos a Colombia para que, junto al Gobierno noruego, los pescadores del país sean apoyados y así se potencie la maricultura en la región. 

La maricultura es una rama de la acuicultura que se encarga del cultivo y producción de alimentos en espacios marinos y costeros. “Un pez saludable y sano tiene muy buenas repercusiones, tanto desde el punto de vista económico, como social. Solamente hay que tomar como ejemplo Noruega, que ha logrado en menos de 60 años establecer un sector acuícola y pesquero ejemplar que exporta anualmente más de 36 billones de pesos en productos marinos. Todo gracias a su enfoque sostenible donde los intereses animales, sociales, económicos y ambientales tienen la misma importancia y prioridad”, afirma Ramos. 

Noruega es un país cuya población es aproximadamente la mitad de Bogotá, aún así, este país produce cerca de siete millones de platos de comida marina al día. Además, exporta cerca del 95% de su producción a 146 países en todo el mundo. Colombia tiene potencial para desarrollar este sector, pues además de la diversidad de especies marinas, cuenta con acceso al Océano Pacífico y Atlántico, entre otras ventajas. 

“Colombia podría ser potencia en la producción de pescado, y en cambio importa miles de toneladas al año”, recalca Ramos.



sábado, 8 de junio de 2019

De qué depende el tiempo de vida de los perros?

El mito de que un año de un humano equivale a siete años de un perro es un error.

Los perros pequeños viven más tiempo que los de raza grande

Diferentes investigaciones científicas han permitido evaluar las características que determinan que un perro dure más tiempo que otro. Por lo general, factores como la raza, el tamaño o el peso influyen directamente en su ciclo de vida. 

Los caninos acostumbran a vivir en promedio entre los 8 y 20 años, aunque en ocasiones logran sobrevivir más tiempo del estipulado por cada raza. 

Los perros de raza grande suelen tener una esperanza de vida mucho menor que aquellos que son de raza mediana y pequeña. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los números promedio de edad son aproximados y cada mascota envejece a un ritmo propio. 

Es importante destacar que la edad biológica de un perro varía en función de su herencia genética, su estado de salud, su alimentación y el estilo de vida con el que convivió durante sus años. 

Por otro lado, el ser humano, durante año,s ha creado un falso mito que la ciencia logro desmentir: un año de vida humana equivale a siete de perro. La edad humana no se puede comparar con la de su mascota debido a que la los canes envejecen a un ritmo muy distinto que al del ser humano. 


Los perros de raza grande son mayores cuando tienen entre 7 y 8 años 

Los medianos son mayores a partir de los 9 años 

Los perros de raza pequeña son ancianos cuando llegan a los 11 o 12 años 



viernes, 7 de junio de 2019

Los límites legales que deben respetar los manuales de convivencia en colegios



Corte Constitucional recalcó que no se pueden vulnerar derechos fundamentales 

La Sentencia T-120 de 2019 de la Corte Constitucional recalcó que los colegios están en la obligación de respetar los derechos fundamentales de sus alumnos. 

La disputa que llegó a la sección de revisión del máximo órgano constitucional surgió la negligencia de un colegio para reubicar a una alumna que sufría de acoso escolar. Las directivas se apoyaron en su manual de convivencia y no escalaron el conflicto para reducir el impacto en la estudiante. 


Otro caso que también fue recogido por este pronunciamiento judicial se relacionó con un estudiante que fue expulsado por tener trastornos psiquiátricos. Según la corporación, este fue un acto de discriminación. 

Ante esto AL consultó a expertos en derecho de familia y políticas públicas de educación escolar quienes comentaron sobre el procedimiento que deben seguir los padres para proteger a sus hijos de los abusos en los manuales de convivencia y de la negligencia de las instituciones educativas. 

Lo primero que debe hacer un padre es realizar una reclamación directa mediante derecho de petición a las directivas del colegio. En la solicitud deben pedirle al colegio que corrija las situaciones que vulneren los derechos del alumnado. 

El abogado Kenneth Burbano Villamarin, director Observatorio Constitucional de la Universidad Libre, comentó que “la educación es un servicio público y la garantía de los derechos fundamentales opera de idéntica manera para los establecimientos de educación del Estado y privados”, razón por la cual siempre se debe pedir respeto por las garantías mínimas constitucionales. 

Si la situación se sigue repitiendo y el colegio actúa de forma negligente, los padres o el menor afectado pueden acudir a personeros municipales o ante la Defensoría para que se tomen planes de acción ante las instituciones educativas. 

Para denunciar las arbitrariedades de los colegios, las personas deben dirigirse ante las secretarías de educación municipales o ante el Ministerio de Educación, refiriendo los abusos o negligencias. La entidad iniciará el proceso pertinente para las correcciones a las que haya lugar, donde pueden realizar intervenciones en la institución. 

Cuando se genere una violación de derechos fundamentales, inminente y dañina para el menor, los afectados pueden interponer una acción de tutela para que un juez de la República corrija la situación adversa. 

Más allá del problema jurídico, los expertos en políticas educativas recomiendan que las instituciones no lleguen a estos extremos autoritarios, donde se reproducen acciones discriminatorias, afectando, principalmente, los derechos al libre desarrollo de la personalidad y de la dignidad humana. 

“Un manual de convivencia debe incluir un ejercicio de concertación entre todos los actores, donde participen los papás, alumnos y directivas. El manual debe ser fruto de una construcción de comunidad. Sin embargo, en los colegios no hay una construcción cooperativa, sino una acción impositiva”, comentó Margarita Useche, investigadora y especialista en derecho de familia del Externado. 

Por su parte, Alfredo Sarmiento, director de Misión para la Calidad Educativa, analizó la situación y consideró que la génesis del problema “es la falta de calidad en el aparato judicial para combatir con todas estas arbitrariedades en las instituciones educativas”. 

En sus últimos pronunciamientos jurisprudenciales, la Corte Constitucional ha buscado establecer un marco interpretativo para que los colegios no vulneren los derechos fundamentales de los menores de edad. Así se corroboró en las sentencias T-106 de 2019 y T-116 de 2019. Hechos como los ocurridos en instituciones de prestigio como el Liceo Francés ponen en tela de juicio la capacidad de las autoridades para actuar ante estas vulneraciones reiteradas de los derechos humanos en los colegios.

jueves, 6 de junio de 2019

Colombia necesita más profesionales en tecnología

Un estudio reciente en Colombia encontró que en 2018 creció la brecha de talento humano en profesionales de tecnología. Las empresas necesitan más personas que sepan programar. Esta es la oportunidad perfecta para aprender a hacerlo. 

 
Cada vez es más difícil para las empresas colombianas conseguir profesionales en TIC. 

Si está pensando en qué estudiar, pero no sabe qué profesión le dará plata, debería considerar nuevamente la Ingeniería de Sistemas. Cada día, las empresas colombianas están requiriendo más personas que sepan programar, hacer análisis de datos, crear bases de datos en la nube. 

El problema es que las universidades no los están graduando. En el 2016 (últimos datos disponibles) el número de graduados en áreas relacionadas con las Tecnología de la Información y Comunicaciones (TIC) disminuyó por primera vez en años. 

Ticjob.co, una bolsa de empleo especializada en trabajos de tecnologías de la información en Colombia, publicó este año un estudio en donde advirtieron la tendencia en el país al aumento de la brecha de talento en este sector. En otras palabras, cada vez es más difícil para las empresas colombianas conseguir profesionales en TIC. 

“Vemos que las perspectivas de empleo para 2019 son muy buenas, el 80% de las grandes empresas van a contratar más o igual que el año pasado, pero vemos que el problema es en la oferta. Los egresados caen. Entonces tienes una explosión de oferta trabajos y al mismo tiempo, una menor oferta de profesionales”, explica Maximilien de Coster, partner de Ticjobs 

Sin embargo, no todos los trabajos son igual de apetecidos en el sector. Una de cada dos ofertas de empleo en el mercado colombiano para profesionales de TIC pide desarrolladores y analistas-programadores y, únicamente, una de cada 4 hojas de vidas tiene este rol. Lo que más se pide hoy en Colombia son personas que sepan hacer código. 

Un círculo vicioso 

“Es un círculo vicioso, porque como hay menos gente en estas carreras, las universidades les apuestan menos y abren menos cupos. Es la ley del mercado”, agrega de Coster. De hecho, el número de egresados de carreras técnicas y universitarias, maestrías y doctorados en el sector bajó de 29.321 a 28.942 entre 2016 y 2017 (último dato del Ministerio de Educación). 

A esto se le suman dos tendencias propias del área de la tecnología: primero, que las carreras largas (como las de pregrado) son poco pertinentes en el mercado laboral. Como las tecnologías evolucionan tanto, en cuatro o cinco años que se tarda en sacar el diploma, ya las empresas están demandando otras competencias. 

Peor aún, en Colombia sacar un registro calificado, necesario para abrir un programa universitario, puede demorar años. Incluso recién inaugurado, un currículo de Ingeniería de Sistemas puede estar ya desactualizado. 

Por otro lado, aunque el salario de un programador experimentado es bueno, el salario de enganche de un recién egresado no lo es tanto. Esto se debe en parte a que las empresas prefieren los profesionales experimentados. 

“El 85% de las ofertas de empleo piden un profesional que tengan entre 2 y 5 años de experiencia, y únicamente el 20% de los postulantes lo tiene. Es decir que los que tienen experiencia pueden negociar su trabajo, porque están en una situación de fuerza, pero para toda la gente que está recién egresados de la carrera, la situación es al revés”, dice de Coster. 

Eso sucede en mayor o menor medida en casi todas las áreas laborales. Sin embargo, “en la industria TIC sucede que una empresa acaba de ganar un proyecto muy bueno, necesita 50 personas pero no tiene el tiempo de formarlas, las necesita con experiencia ya”, explica. 

Sin salarios de enganche atractivos, los bachilleres se desmotivan de estudiar una carrera en TIC. Las universidades abren entonces menos programas, y así continúa el ciclo que aumenta la escasez de talento. 

En su opinión, es fundamental romper este círculo vicioso mientras todavía está el país a tiempo. En Colombia apenas empieza a abrirse la brecha, y hay un promedio de entre 30 y 50 postulaciones por oferta de empleo. En países como Holanda o Alemania la brecha es mucho más grande el promedio está entre 2 y 6 postulaciones. 

También es natural que con el tiempo, esta tendencia se vaya autocorrigiendo, a medida que crezcan los salarios en el sector por la ley de oferta y demanda. Pero para entonces, advierte De Coster, es importante que el país compita en el mercado mundial no por sus bajos precios, sino por su alto talento humano.