Hay cosas que parecen simples hasta que las ves de cerca. Como cuando crees que trabajar con personas es igual que “saber tratar gente”, y luego descubres que cada individuo es un mundo entero, con sus propias reglas internas, miedos y formas de relacionarse. Lo mismo pasa con los vínculos entre humanos y animales, o entre humanos y humanos: creemos que son universales, pero lo que en realidad los define es la historia emocional que los sostiene.
Hace poco leí un estudio australiano sobre la escala MDORS, una herramienta que mide la relación entre las personas y sus perros. Lo curioso es que, aunque el estudio se enfoca en animales, sus conclusiones son aplicables a casi cualquier vínculo profesional, educativo o social. En esencia, propone que hay tres perfiles principales de relación, y que comprenderlos puede marcar la diferencia entre conectar… o chocar.
Cuando terminé de leerlo, pensé: esto no solo explica por qué algunos entrenadores logran resultados y otros no; también explica por qué algunos líderes inspiran, otros controlan, y unos pocos simplemente… fluyen.
El cuidador emocional
Hay personas que viven desde el afecto. No lo disimulan, no lo racionalizan. Son las que te escuchan de verdad cuando hablas, las que te dicen “tranquilo, yo te entiendo” y no porque lo aprendieron en un curso, sino porque lo sienten.
El cuidador emocional es ese tipo de profesional que construye vínculos desde la empatía. Su motivación es servir, proteger, acompañar. En el contexto laboral, puede ser un jefe que se preocupa por el bienestar de su equipo o un compañero que prioriza la armonía antes que el resultado.
El problema es que, cuando no logra equilibrio, puede absorber demasiado del otro. Se sobrecarga. Se olvida de sí mismo. En el caso de los tutores de perros, son los que humanizan tanto al animal que dejan de ver sus necesidades reales. En el caso de las personas, son los que confunden amor con dependencia.
Me hizo pensar en algo que escribí hace unos meses en mi blog Amigo de ese Ser Supremo en el cual crees y confías:
“A veces cuidamos tanto a los demás que olvidamos preguntarnos quién nos está cuidando a nosotros.”
Ser cuidador no está mal. Es una forma de amar. Pero como todo amor, necesita límites para no transformarse en carga.
El compañero social
En el estudio de los perros, son las personas que tratan a su mascota como parte activa de la familia. En el mundo profesional, son los que logran que las reuniones fluyan, que los proyectos tengan ritmo, que el trabajo se sienta vivo.
Son el pegamento del equipo, los que organizan actividades, los que unen los puntos invisibles. Pero también pueden caer en el exceso de querer agradar. Si sienten que no los incluyen, se desmotivan. Si no hay conexión emocional, pierden interés.
Me recuerda a lo que escribió mi padre en Bienvenido a mi blog:
“Las empresas más exitosas no son las que solo miden resultados, sino las que saben celebrar juntos sus pequeños logros.”
El compañero social necesita sentirse parte del propósito. Si el ambiente se vuelve frío o mecánico, su energía se apaga. Pero cuando encuentra un grupo que vibra con su misma frecuencia, puede transformar cualquier espacio en comunidad.
El responsable pragmático
En el estudio MDORS, son los que ven a su perro como una responsabilidad que requiere estructura. En la vida real, son los que planifican, los que mantienen el orden cuando todos improvisan.
Pero también pueden ser los más incomprendidos. La gente suele confundir su eficiencia con frialdad, cuando en realidad, su lenguaje del cariño es el compromiso. No te dicen “te quiero”, te dicen “ya lo resolví”.
En la Organización Todo En Uno.NET, se habla mucho de este tipo de profesional: el que combina emoción y método, propósito y acción. No se trata de eliminar la sensibilidad, sino de dirigirla hacia algo concreto.
Después de pensar en estos tres perfiles, entendí algo esencial: no hay uno mejor que otro. Lo importante no es clasificarnos, sino reconocer qué lugar habitamos más y cuándo nos estamos desequilibrando.
A veces somos cuidadores, otras compañeros, otras responsables. Todos coexistimos en diferentes proporciones. Pero el error es creer que el otro siente como nosotros.
Ahí nace la frustración: cuando un cuidador espera gratitud y recibe datos; cuando un pragmático ofrece estructura y le piden cariño; cuando un compañero busca juego y encuentra silencio.
En el fondo, lo que necesitamos aprender —ya sea con animales o con personas— es leer el tipo de vínculo antes de actuar.
Porque entrenar, liderar o acompañar sin comprender al otro es como hablar en un idioma distinto y esperar que te entiendan por intuición.
Entender los vínculos es, en realidad, entender la humanidad.
¿Sentiste que esto te habló directo al corazón?
Escríbeme, cuéntame tu historia o compártelo con quien sabes que lo necesita.
Agendamiento: Whatsapp +57 310 450
7737
Facebook: Juan Manuel Moreno Ocampo
Twitter: Juan Manuel Moreno Ocampo
Comunidad de WhatsApp: Únete a nuestros
grupos
Grupo de WhatsApp: Unete a nuestro
Grupo
Comunidad de Telegram: Únete a nuestro canal
Grupo de Telegram: Unete a nuestro Grupo
👉 “¿Quieres más tips como este? Únete al grupo exclusivo de WhatsApp”.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario