miércoles, 27 de abril de 2016

Estudiantes con bajo rendimiento escolar, prioridad para mejorar la calidad

Las políticas educativas determinan y apoyan a los centros educativos, así como a los rectores, docentes y personal especializado para que trabajen con niños y jóvenes con atraso escolar, tanto en el aula escolar, como en horario extraescolar y con sus padres.

Hoy sabemos que existen buenos colegios porque tienen un proyecto educativo y se concentran en lograr que la mayoría de los estudiantes aprendan y no se atrasen. Para ello, la institución escolar, el rector, los docentes y el personal de apoyo desarrollan propuestas pedagógicas y metodológicas donde involucran a los estudiantes para lograr que el éxito académico y de formación sea compartido y logrado por la mayoría de ellos. En este esfuerzo participan y se comprometen los padres de familia.  
También, existen colegios donde imperan procesos competitivos e individualistas en educación, con maestros que focalizan su acción en el aula con los mejores estudiantes, en quienes aprenden más rápido y desarrollan condiciones especiales de liderazgo. Son instituciones escolares que contribuyen a ampliar la brecha entre estudiantes y donde se van creando condiciones que propician el ausentismo, la repetición del grado escolar y finalmente la deserción de la educación de quienes tienen problemas de aprendizaje y con seguridad escaso apoyo familiar.  
Así mismo, En el caso de Colombia hay colegios que aglomeran a niños, niñas y jóvenes que provienen de familias pobres, desplazadas, monoparentales y cuyos padres tienen escasa educación medida en años escolares. Estos colegios, normalmente, son colegios públicos, donde los procesos educativos deben superar, entre otras, las barreras asociadas a las condiciones en las cuales llegan los estudiantes a la institución escolar. Condiciones recurrentes como maltrato, violencia intrafamiliar o de entorno, baja estima, desesperanza, no futuro y alteraciones emocionales.
En estos colegios se necesitan maestros especiales con la mejor formación y práctica, con apoyo de los rectores y secretarías de educación. Docentes con altas expectativas sobre la capacidad de los estudiantes para aprender y desarrollarse, que entiendan que ellos solos no pueden enfrentar el entorno social y cultural de los niños, ellos necesitan trabajar en equipo y bajo la orientación de un rector líder que logre establecer metas y procesos de apoyo individual y grupal para los estudiantes que tienen atraso escolar.
En estas instituciones escolares los rectores y los docentes deben ser conscientes que la escuela avanzará en la calidad de la educación en la medida que se tomen acciones para disminuir y remediar, desde los primeros años de la vida escolar (educación inicial y primaria), los efectos del atraso en el aprendizaje o en la formación para la vida en comunidad, además, ellos deben lograr que los padres de familia asuman la responsabilidad de ayudar a la acción educativa de sus hijos.
La OCDE (Low-Performing Students) sostiene que “los estudiantes tienen menos posibilidades de tener bajo rendimiento escolar cuando asisten a escuelas donde los maestros tienen más apoyo y están más motivados, mientras que los estudiantes tienen más posibilidades de bajo rendimiento con maestros con bajas expectativas sobre ellos y se ausentes más del aula”.
Reconozco que el país requiere incrementar los recursos para la educación, garantizar el acceso la educación preescolar de los más pobres, apoyar a los niños cuyas madres son cabeza de hogar, aumentar los programas de inclusión escolar y disminuir la relación alumnos docentes, entre muchos otros. Sin embargo, también es posible realizar reformas y cambios en las aulas de clase y en la forma como trabajan los docentes con los estudiantes.
Está probado que la calidad de la educación mejorará cuando los estudiantes que siempre están abajo, o no rinden, avancen, la escuela no puede continuar reproduciendo y ampliando brechas de cuna o de condición social. En Bogotá hay evidencia de colegios públicos cuyos estudiantes obtienen mejores resultados frente a otros, sin ser afectados porque los colegios estén ubicados en el mismo barrio, o sector, y los alumnos provengan de familias con estatus socioeconómico similar; es decir, el efecto colegio sobre el niño logra ser mayor, que el efecto familia y entorno social. Lo anterior sólo se puede lograr con un equipo de profesores y directivos docentes comprometidos con sus estudiantes, quienes necesitarán de un proyecto educativo institucional y lograr comprometer a estudiantes y padres de familia en su alcance.
Los colombianos debemos ser conscientes que hoy la educación coadyuva a las diferencias entre las habilidades y competencias de la población, razón por la cual, sólo mejorando la calidad de la educación, de los más pobres (cerca del 70% de los estudiantes), seremos capaces de generar nuevas oportunidades y formas de desarrollo y convivencia.   
No puedo estar más de acuerdo con una de las conclusiones del estudio de la OCDE antes citado: “Cuando una gran parte de la población carece de las habilidades básicas, el crecimiento económico de un país a largo plazo está severamente comprometido”