lunes, 7 de julio de 2025

Retroceso o despertar? Lo que Mercedes-Benz nos está diciendo sin querer

 


Esta mañana leí algo que me dejó frío y con un montón de preguntas encendidas por dentro. El titular decía: “Mercedes-Benz detiene su transición eléctrica y volverá a invertir en motores de gasolina.” No era un rumor. Era una decisión oficial. Una de las marcas que durante años se mostró como pionera en movilidad sostenible, ahora retrocede. O eso parece.

Y lo primero que pensé fue: ¿qué está pasando en el mundo cuando ir hacia atrás se vuelve estrategia?

Pero antes de caer en el juicio fácil, respiré hondo. Porque algo que he aprendido en mis 21 años —entre conversaciones con mi papá, lecturas de Mensajes Sabatinos y silencios conmigo mismo— es que nada es blanco o negro. Y a veces, las decisiones que parecen incoherentes esconden realidades mucho más complejas que solo “ganar dinero” o “contaminar más”.

Mercedes no está sola. El mundo está viviendo una especie de doble filo entre el ideal verde y la necesidad económica. Las ventas de autos eléctricos no crecieron como esperaban. Las cadenas de producción son más costosas. Y, quizás lo más humano de todo: la gente común sigue prefiriendo lo que ya conoce, lo que le da confianza, lo que puede pagar.

Pero eso no significa que esté bien.

Lo que me preocupa no es solo el regreso a la gasolina. Es el mensaje que esto manda: que cambiar es opcional, que lo sostenible es una moda, que el futuro puede esperar. Y yo no creo que el planeta tenga tiempo de esperar más.

En Bienvenido a mi blog, una vez escribieron que “la coherencia no siempre es rentable, pero siempre es digna”. Y creo que ese es el dilema que tenemos como humanidad: ¿seguimos haciendo lo mismo porque es lo que da plata, o nos atrevemos a sostener decisiones que construyen futuro, aunque cuesten más?

No soy ingeniero mecánico, ni economista, ni CEO de una multinacional. Pero sí soy parte de una generación que va a vivir con las consecuencias de estas decisiones. Y por eso, siento que no podemos quedarnos callados.

¿Queremos un mundo donde las marcas digan “sí, lo intentamos, pero fue muy difícil”?

¿O un mundo donde la dificultad no sea excusa para abandonar la transformación?

Y ojo, entiendo los retos. Los autos eléctricos también contaminan, especialmente por las baterías. La minería del litio no es inocente. Pero al menos es un intento por romper el círculo. Volver a la gasolina, en cambio, es como si después de dejar una relación tóxica, volviéramos porque “ya la conocemos”.

No hay revolución sin resistencia.

Y tal vez lo que está pasando ahora sea justo eso: una prueba. Un punto de quiebre. Una oportunidad para preguntarnos: ¿qué tan comprometidos estamos realmente con cambiar el mundo?

En El Blog de Juan Manuel Moreno Ocampo, he escrito más de una vez que los cambios reales no siempre son lineales. A veces retrocedemos para coger impulso. A veces dudamos. A veces la economía nos presiona. Pero la conciencia no puede desaparecer solo porque el Excel dice que no es rentable.

Mercedes dice que no descarta los eléctricos, solo que ahora priorizará también los motores a combustión. ¿Es eso una estrategia temporal? ¿Una adaptación al mercado? ¿O una renuncia camuflada?

No lo sé. Pero lo que sí sé es que esta noticia debería ser una alarma, no un titular más.

Porque si las grandes marcas retroceden, ¿qué mensaje le dan a los gobiernos, a los jóvenes, a las startups que están apostando por lo verde?

¿Qué le dicen a quienes ya están haciendo el esfuerzo de moverse en bicicleta, de usar transporte público, de replantearse su huella ecológica?

Y en el fondo, creo que este no es solo un tema de movilidad. Es un reflejo de algo más profundo: nos cuesta sostener nuestras decisiones cuando dejan de ser cómodas.

Y eso lo vemos en todo: en las relaciones, en los hábitos, en la política. Cambiar es fácil en el discurso, difícil en la práctica.

Pero si algo me ha enseñado la espiritualidad —esa que cultivo cada vez que escribo en Amigo de ese ser supremo en el cual crees y confías— es que el camino correcto casi nunca es el más fácil. Pero siempre es el que vale la pena.

No sé si Mercedes se va a arrepentir. No sé si otras marcas harán lo mismo. Lo que sí sé es que nosotros no podemos dejar de exigir coherencia. Ni dejar de creer que otro mundo es posible.

Porque si aceptamos que se puede retroceder sin consecuencias, entonces ¿qué sentido tiene avanzar?

Y tal vez el futuro no dependa solo de lo que las empresas hagan. Dependa también de lo que tú y yo elijamos cada día: qué consumimos, qué compartimos, qué defendemos, qué nos atrevemos a imaginar aunque parezca difícil.

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✒️ — Juan Manuel Moreno Ocampo
“A veces no hay que entender la vida… solo vivirla con más verdad.”

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