domingo, 6 de julio de 2025

Lo que entra por los ojos… ¿también debería pasar por el corazón?

 


A veces siento que lo más pequeño, lo más invisible, es lo que más influye en cómo vivimos. Un aditivo en la comida, un colorante en una bebida, una decisión tomada por alguien a kilómetros de nosotros, pero que termina en nuestro plato, en el cuerpo, en el alma. Leí hace poco que la FDA aprobó tres nuevos colorantes naturales para uso alimentario. Y aunque puede sonar como una noticia técnica, de esas que uno pasa por alto, a mí me hizo detenerme. No solo por lo que implica en la industria de alimentos, sino por todo lo que hay detrás del concepto de “natural”.

Porque ¿qué significa hoy que algo sea natural?

Según Revista IAlimentos, la FDA dio luz verde a tres nuevos ingredientes: dos extractos de achiote (norbixina) y uno de cártamo. Todos utilizados como alternativas a los colorantes sintéticos, los mismos que durante años se han asociado con alergias, trastornos de atención, e incluso con enfermedades más graves. Y aunque esto puede parecer un paso pequeño, me parece profundo.

No por la lista en sí, sino porque muestra un cambio de dirección. Una señal de que estamos comenzando —por presión, por conciencia o por estrategia— a mirar más hacia lo real.

Yo crecí en una generación que tragó muchos colores: cereales fluorescentes, helados azul eléctrico, juguitos de caja con tonos que ni los arcoíris tenían. En ese momento, todo parecía normal. Nadie preguntaba. Nadie se cuestionaba. Lo importante era que supiera rico, que fuera barato, que viniera con muñeco. Pero ahora… ahora no me basta con que algo “se vea bien”.

Ahora quiero saber qué hay detrás.

Y esa búsqueda no es solo por salud. Es por respeto. Por ética. Por un deseo profundo de no seguir llenando nuestro cuerpo de cosas que fueron diseñadas más para vender que para nutrir. En Bienvenido a mi blog, aprendí que cada acción cotidiana —como elegir un alimento— puede ser un acto de amor o de descuido. Un camino hacia la conexión o la desconexión.

Y es ahí donde todo se conecta. Porque no se trata solo de un tema alimentario. Es un tema espiritual, emocional, cultural. Si lo que entra por mis ojos me deslumbra, pero lo que entra por mi cuerpo me envenena, algo no está bien. Y si la industria necesita aprobación legal para usar colores que vienen de la tierra, mientras lleva décadas usando químicos sin tanto filtro… algo no cuadra.

Me alegró saber que están aprobando pigmentos como la norbixina, que viene del achiote. En mi casa, mi abuela lo usaba para dar color al arroz. Y no había químicos, ni tablas nutricionales, ni etiquetas con números raros. Solo conocimiento ancestral. Solo lo que el campo ofrecía con generosidad.

Pero ¿por qué tardamos tanto en volver a lo obvio? ¿Por qué se necesitan estudios, informes y sellos para que algo natural sea aceptado, mientras lo sintético tuvo vía libre durante tanto tiempo?

En El blog de Juan Manuel Moreno Ocampo, he escrito antes sobre esa contradicción entre lo que se permite y lo que se cuida. Y creo que esta noticia refleja eso: una industria que está empezando a cambiar, sí, pero también un sistema que aún funciona al revés. Porque en el fondo, no es solo qué se permite, sino a quién le conviene.

Y sin embargo, hay esperanza.

Porque hoy, más que nunca, hay personas leyendo etiquetas, preguntando, investigando. Hay voces que ya no aceptan lo que nos dan por costumbre. Hay familias que eligen frutas en vez de golosinas, que vuelven a cocinar, que siembran. Y eso, aunque no sea noticia, también es revolución.

Los tres nuevos colorantes naturales aprobados por la FDA pueden ser una puerta, pero el verdadero cambio está en el corazón del consumidor. En ti, en mí. En decidir que ya no queremos más color de mentira, más sabor falso, más cuerpo lleno de adornos sin alma.

Y no lo digo desde el perfeccionismo. Aún hay días en que compro algo sin pensar. Aún hay momentos en que el antojo me gana. Pero cada vez soy más consciente de que mi cuerpo merece verdad. No solo en palabras. También en pigmentos.

En Amigo de ese ser supremo en el cual crees y confías, he leído muchas veces que lo divino se manifiesta en lo cotidiano. ¿Y qué más cotidiano que lo que comemos? Si un color viene de la tierra, si un alimento fue hecho con respeto, entonces me conecta. Me acerca. Me limpia.

Por eso, más allá de las aprobaciones, los permisos y las normativas, yo celebro cada vez que la naturaleza gana espacio. Cada vez que el achiote reemplaza al tartrazina. Cada vez que el cártamo pinta más que un número E-123. Porque es una victoria silenciosa. Pero es nuestra.

Y tal vez algún día, cuando un niño vea un jugo rojo, no tenga que preguntarse si lo va a enfermar. Sino solo si está frío. O si lo quiere compartir.

📣 ¿Sentiste que esto te habló directo al corazón?
Escríbeme, cuéntame tu historia o compártelo con quien sabes que lo necesita.

Agendamiento: Whatsapp +57 310 450 7737

Facebook: Juan Manuel Moreno Ocampo

Twitter: Juan Manuel Moreno Ocampo

Comunidad de WhatsApp: Únete a nuestros grupos

Grupo de WhatsApp:    Unete a nuestro Grupo

Comunidad de Telegram: Únete a nuestro canal  

Grupo de Telegram: Unete a nuestro Grupo

👉 “¿Quieres más tips como este? Únete al grupo exclusivo de WhatsApp”.

✒️ — Juan Manuel Moreno Ocampo
“A veces no hay que entender la vida… solo vivirla con más verdad.”

No hay comentarios.:

Publicar un comentario