viernes, 27 de junio de 2025

Y si fue cierto… ¿cómo cambia tu forma de vivir?



Imagina que te dijeran que encontraron pruebas científicas, restos reales, rastros físicos que confirman que aquel lugar que millones de personas consideran sagrado, lo es de verdad. Que ese sepulcro, ese espacio cargado de fe, historia y silencio, sí albergó el cuerpo de un hombre que cambió el curso de la humanidad. Un hombre llamado Jesús. No como personaje de cuento, ni como símbolo cultural, sino como alguien real, vivo, humano.

Yo lo leí así, casi sin buscarlo, en una nota de noticias virales: “Hallan restos biológicos de hace 2.000 años bajo el Santo Sepulcro que confirman la veracidad del Evangelio.” Y algo dentro de mí se movió. No por el hallazgo en sí, sino por lo que representa.

Porque no es lo mismo creer por tradición, que creer con conciencia. Y no es lo mismo saber que algo pudo haber ocurrido, que enfrentarse a la posibilidad de que sí ocurrió… y que eso te mire de frente y te pregunte: ¿y ahora qué haces con esta verdad?

Yo crecí en una familia donde se habla de Dios como se habla del desayuno: con naturalidad, sin necesidad de solemnidades. Y también con dudas. Porque sí, he tenido épocas donde me pregunto si todo esto de la fe es real, o si es una forma de sostenernos cuando la vida duele. He sido el que ora… y el que no encuentra sentido. El que se siente acompañado por ese “ser supremo en el que confías”, como escribo en este blog, y el que a veces se siente hablando con una pared.

Por eso, encontrarme con noticias como esta me confronta. Porque es fácil hablar de espiritualidad desde lo simbólico. Pero cuando la arqueología, la biología y la ciencia empiezan a decir “esto sí pasó”, entonces la conversación cambia. Ya no se trata solo de fe heredada, sino de una historia que pide ser vivida en presente.

Y lo que más me impacta es que, a pesar de este tipo de hallazgos, muchos seguimos caminando la vida como si nada tuviera sentido. Seguimos viviendo desconectados, peleando por bobadas, comparándonos todo el tiempo, olvidando lo esencial. ¿Será que el problema no es si fue cierto o no… sino que no queremos que sea cierto?

Porque si fue cierto, si Jesús vivió, murió y resucitó —no solo como idea, sino como evento— entonces todo lo que nos enseñó no es una opción bonita, sino una forma de vida urgente. Y eso implica amar al otro de verdad, perdonar aunque cueste, vivir con propósito, y soltar el ego que tanto nos distrae.

Yo no soy cura ni teólogo. Soy un pelado de 21 años que ha visto a su generación perderse entre pantallas, ansiedad y expectativas absurdas. Y que también ha visto cómo la espiritualidad auténtica —esa que no juzga ni etiqueta, esa que se vive en silencio, en acciones, en decisiones— puede ser el cable a tierra que necesitamos.

Y me atrevo a decirlo así, porque lo he vivido. Porque cuando me sentí más solo, más vacío, más confundido… no fue un algoritmo el que me salvó. Fue esa fuerza que no sé explicar del todo, pero que sentí. Esa presencia que a veces llega con una canción, con un abrazo, con una oración que no suena a oración pero lo es. Como escribo en Bienvenido a mi blog, a veces lo espiritual se nos revela cuando dejamos de buscarlo con los ojos y empezamos a sentirlo con el corazón.

Por eso esta noticia, más que un titular viral, me parece un llamado. No a entrar en debates históricos, sino a hacernos una pregunta muy personal: si realmente crees que Jesús caminó por esta tierra… ¿estás viviendo como si eso significara algo?

No hablo de religiosidad impuesta. Hablo de coherencia. De integrar esa verdad —si la sientes tuya— a tus días. A tu forma de trabajar, de amar, de responder cuando te fallan, de elegir en lo pequeño. Porque si fue cierto, entonces el amor es más fuerte que el odio. Entonces la muerte no tiene la última palabra. Entonces el dolor puede redimirse. Y eso cambia todo.

Me impresiona cómo la tecnología nos permite hoy confirmar cosas que hace años eran solo relatos orales. Pero también me entristece ver que, aunque tenemos más información que nunca, muchas veces estamos más vacíos que nunca. Y eso me lleva a algo que he aprendido leyendo y compartiendo en Mensajes Sabatinos: el conocimiento sin transformación es ruido. Saber que algo ocurrió no cambia nada si no cambia tu forma de vivir.

Quizá por eso este hallazgo no ha sido noticia principal en todos los medios. Porque una cosa es conmocionarse por un descubrimiento… y otra muy distinta es dejarse transformar por él.

Hoy, desde esta esquina del mundo, escribo esto como un acto de fe. No de fe ciega, sino de fe lúcida. Una fe que se permite dudar, cuestionar, investigar… pero que también elige confiar. Porque hay cosas que no necesitan demostración científica para sentirse verdaderas.

Y si mañana alguien viniera y dijera “no, eso del Santo Sepulcro fue una confusión”, igual seguiría creyendo. Porque no creo solo por pruebas, sino por encuentros. Porque he visto cómo la vida cambia cuando decides vivir con sentido, con compasión, con conexión. Y eso, para mí, ya es milagro suficiente.

Así que si llegaste hasta aquí, no te vayas igual. Detente un momento. Respira. Y pregúntate: ¿qué pasaría si todo eso de lo que hablan los evangelios… fuera cierto?

No para que entres a una iglesia, sino para que entres en ti. Para que veas tu historia con otros ojos. Para que dejes de sobrevivir y empieces a vivir con más verdad.


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