lunes, 18 de enero de 2016

Estos son algunos hábitos que afectan el sueño de los niños

Permitir que cambien sus horarios para dormir puede alterar sus rutinas.

Se recomienda que el uso de pantallas se haga en un tiempo prudencial y no inmediatamente antes de dormir.
Se recomienda que el uso de pantallas se haga en un tiempo prudencial y no inmediatamente antes de dormir.

Si su hijo es de los que piden más televisión, juego, agua, comida o se inventan las excusas más rebuscadas con tal de aplazar el momento de dormir, no hay que resignarse a que esa sea la discusión de cada noche. Aprenda a detectar cuál es el factor perturbador del sueño en su caso y a tomar medidas para corregir esta conducta.
Esta es una situación más común de lo que se cree. Así lo detectó una encuesta en línea hecha por Ipsos Public Affairs, para Netflix, a 7.277 padres con niños entre los dos y los diez años en EE. UU., Reino Unido, Francia, Canadá, Australia, Brasil y México.

El 61 por ciento de los adultos que se encargan de llevar a sus hijos a dormir se enfrentan con las creativas ocurrencias de los niños para retrasar este momento. Esta situación se lleva, en promedio, 20 minutos.
Miguel Dávila, neurólogo y especialista en sueño; Gloria Mercedes Isaza, psicóloga y terapeuta de familia, y Claudia Jiménez Chacón, psicóloga de la Asociación Afecto, hablan de las fallas más comunes en este proceso, pero coinciden en que lo primero que se debe descartar, al buscar alteraciones del sueño, es un problema biológico o trastornos de miedo y ansiedad.
Reloj biológico alterado
El ritmo biológico de las personas es modulado por el medio ambiente, que influye de manera directa en funciones orgánicas, como el sueño. Esto define los tiempos de vigilia y descanso, la actividad cerebral y hasta las funciones digestivas; los horarios y la costumbre son determinantes para que el proceso sea adecuado. En el caso de los niños, los papás deben tratar de que asocien la noche con cama, pijama y dormir, incluyendo viernes y fines de semana. De este modo se evitan desfases de ciclo circadiano (reloj interno que regula funciones biológicas); sábados y domingos pueden permitirse modificaciones mínimas al levantarse y acostarse, pero nunca extremas, para evitar que los lunes sea difícil levantarse y retomar las actividades escolares.
El ritmo interno del cerebro es de 25 horas; por eso para las personas es más fácil acostarse más tarde que temprano, es decir, hay una hora de sobra, pero si se vuelve costumbre correr la hora de sueño se van a ver alterados los buenos hábitos.
Un estudio publicado en el International Journal of Obesity (2014) aseguró que los niños que duermen menos de diez horas diarias tienen un mayor riesgo de ser obesos. El desequilibrio de los horarios de sueño provoca mayor apetito al día siguiente, lo que favorece, además de la obesidad, la aparición de diabetes y problemas cardiovasculares.
No a la luz azul hasta tarde
El uso excesivo, y hasta altas horas de la noche, de dispositivos electrónicos puede ser adverso porque estos aparatos producen una luz azul que puede ser interpretada por el cerebro como luz día, lo que altera la producción de melatonina, y esa deficiencia entorpece la posibilidad de dormir. Televisores, celulares y tabletas usados hasta el momento inmediatamente antes de dormir no son lo más recomendado por los especialistas; su consejo es que sean utilizados, idealmente, hasta dos horas antes de ir a la cama.
Un estudio de la Universidad de Harvard, publicado esta semana en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, concluyó que la luz azul afecta negativamente el sueño y el estado de alerta matinal. De otra parte, una publicación en Pediatrics (2014) aseguró que cada hora extra de televisión está asociada con siete minutos menos de sueño en los niños.
Ahora, en los casos de niños que sufren de pesadillas y miedo es posible usar un bombillo pequeño de bajo voltaje rojo, para que no se frene el proceso de producción de melatonina.
Ojo con el mal manejo de la autoridad
De acuerdo con especialistas, los niños viven en una permanente medición de fuerza con sus papás y prueban a ver qué tanto ceden ellos a sus pretensiones.
Algunos niños no quieren dormir porque se niegan a perderse a lo que ellos consideran más diversión.
Vale anotar que aunque se pueden hacer negociaciones, estas se deben dar en los términos planteados por los papás, no por los niños. Por ejemplo: si el niño quiere ver su programa favorito, puede hacerlo en el horario que los mayores definan; también se puede acordar verlo al día siguiente, de manera que los ciclos de sueño no se vean alterados.
Uno error frecuente que cometen los papás es tratar de compensar el poco tiempo que se vieron en el día con sus hijos, permitiendo que sean ellos quienes pongan las reglas en las noches. Otra situación errada es condicionar el horario de dormir de los niños con el regreso del trabajo de los adultos que, suele ser muy variable.
Por otro lado, hacen mal las familias que permiten que la hora de dormir adquiera características de castigo, es decir, está mal decirles: ‘por portarte mal te acuestas ya’. La mejor forma de manejar la disciplina es que el niño tenga una rutina establecida desde muy pequeño con acompañamiento, motivación y persistencia.
Si el niño insiste en dormir con sus papás, no se rinda e intente acostumbrarlo a su espacio e independencia. En la creación del hábito es muy buena idea dedicar los momentos previos al sueño a leer un cuento, charlar, hacer masajes o tomar una ducha.