martes, 29 de septiembre de 2015

Normas, premios y castigos que influyen en el desarrollo personal del niño

Normas, premios y castigos que influyen en el desarrollo personal del niño

Premios y castigos
Los padres ponen en práctica el método de premiar o castigar al niño desde que éste es muy pequeño. En el momento en que empieza a razonar, sus padres recompensan o castigan en el niño diversas actitudes, reforzando las que creen oportunas o eliminando aquellas que no deben permitirse, según su código de normas sociales. Los padres educan al niño dentro de una escala de valores impuesta por su propio nivel social y cultural. De este modo, el niño intentará comportarse siempre del modo que sabe que será alabado o premiado y, por el contrario, eliminará de sus hábitos todos aquéllos por los que es reprendido o castigado.
Las actitudes que se refuerzan en los primeros años de vida del niño se convierten en hábitos con el tiempo: proceso muy importante dentro de su aprendizaje del comportamiento social. Los hábitos que adquiera el niño de forma incorrecta son muy difíciles de corregir, por ello, es evidente que, mediante los premios y los castigos irracionales y mal aplicados, el niño puede adoptar conductas nocivas que le perjudicarán, a él como individuo y también a sus relaciones personales y sociales. Los progenitores que refuerzan respuestas de dependencia están educando a un niño con personalidad débil y dependiente, incapaz de actuar y decidir por sí solo.
La búsqueda de la identidad propia
La individualidad que busca el niño en su identificación personal no es factible hasta que éste toma conciencia de la existencia de los demás. Le resulta difícil, pero a medida que supera las etapas correspondientes y se relaciona con los demás va encontrándose a sí mismo. Sigue su evolución según su edad. A los 6 años, el niño sigue siendo egocéntrico y necesita que todo gire a su alrededor; se cree siempre el centro del universo y reclama frecuentemente la atención de sus padres cuando ésta no va dirigida exclusivamente hacia él. A los 7 años su horizonte se ensancha e intenta encontrar un lugar en otros ambientes distintos al ámbito familiar, aunque sin abandonarlo, y cada vez se interesa más por el exterior. A los 8 años pasa por una etapa que resulta sumamente individualista, se interesa por todo lo que ocurre a su alrededor y quiere entender las diferencias que pueden existir entre las personas que se relacionan con él. Es ya a partir de los 10 años, que el niño va adquiriendo paulatinamente la capacidad de reflexionar y necesita ampliar sus conocimientos, viéndose a sí mismo como un individuo que se encuentra inmerso en un mundo de iguales; le preocupan los problemas de los demás y busca explicaciones que le sirvan para esclarecer el mundo que le rodea.
Normas y reglas familiares

A medida que el niño crece, la aceptación de las normas y reglas familiares resulta cada vez más complicada. Es lógico, ya que se encuentra en pleno desarrollo de su personalidad; puede dar unas respuestas y tener un comportamiento que le hacen parecer desafiante y mal educado. Las normas familiares resultarán más llevaderas si se han inculcado en el niño unos buenos hábitos. Si no es así, las entenderá como una imposición autoritaria de sus padres. Éstos deben establecer unas normas que sean lógicas, y nunca incoherentes, para su hijo. Estas normas deben ser comprensibles y ofrecer un margen de libertad. No se debe olvidar que el niño crece y que su actitud no siempre será la misma. Los padres deben variar su actitud y las normas de comportamiento para con sus hijos a medida que éstos crecen. Deben entender que sus procedimientos y demandas no pueden ser las mismas en las diferentes etapas por las que pasará. En muchas ocasiones, siguen viendo a sus hijos como bebés y el modo de relacionarse con ellos no es el acertado. Cada edad tiene sus necesidades y aunque resulten difíciles de asimilar para los padres y. a veces, contradictorias para los hijos, no se puede olvidar que ello es fruto del proceso de evolución.