miércoles, 23 de diciembre de 2020

Niñas desaparecidas. qué está pasando y por qué huyen de la casa

En las últimas semanas se han conocido varios reportes. Expertas explican el fenómeno.


A María Paula Chávez la dieron por desaparecida en la noche del 15 de diciembre luego de que saliera de su casa con rumbo desconocido en el norte de Bogotá. De Sharick Lizeth Márquez no hubo rastro en los últimos días de noviembre. Otras tres niñas en Nariño terminaron en Quito (Ecuador), luego de búsquedas incesantes en octubre.

En las últimas semanas en Bogotá, y en otras zonas del país, abundaban los llamados de padres desesperados quienes, por redes sociales, trataban de llamar la atención de autoridades y de ciudadanos para que les ayudaran a buscar a sus hijos. Todos quedan reportados como desaparecidos.

Solo en Bogotá, según la Alcaldía, la Policía recibe a diario entre dos y catorce llamados por desaparición, muchos de ellos niños y adolescentes. En 2019 fueron 2.944 los reportes.

María Paula, Sharick Lizeth y las tres niñas de Nariño, por fortuna, aparecieron sanas y salvas tras unos días como desaparecidas.¿Por qué los niños huyen de las casas?

No es desde ahora, durante la pandemia del covid-19, que los niños y adolescentes toman la decisión de escaparse de sus casas, el fenómeno siempre ha existido.

Una de las razones principales que puede llevarlos a tener este comportamiento es que no se sienten bien en sus hogares. El maltrato, la disfunción familiar o la soledad se convierten en detonantes que con la situación actual se exacerbaron, si se tiene en cuenta que antes los menores estaban en el colegio o con los amigos, espacios que servían como escape.

Para Sandra Piñeros, médica, siquiatra infantil y docente de la Universidad Nacional, la situación del confinamiento, la sobreprotección de los padres en algunos hogares o los problemas económicos, familiares o malos tratos generan niveles de ansiedad más altos en los menores, por lo que ellos determinan que su deseo es el de no estar en la casa.

Según la experta, pueden existir otros adolescentes que estén empezando a consumir drogas, tema que posiblemente es desconocido por los padres, y al no poder consumir en las casas buscan salidas para consumir, por eso se van.

Catalina Velandia, docente de la especialización en Psicología clínica y del desarrollo infantil de la Universidad El Bosque, explicó que las disfunciones familiares son un punto clave para estos comportamientos. Estas tienen que ver con maltrato, abuso sexual o familias recompuestas; es decir -por ejemplo-, la madre vive con una nueva pareja y el niño se siente incómodo.

“Los niños o adolescentes, usualmente, se escapan cuando existen ese tipo de disfunciones”, señaló Velandia.

Piñeros agregó que, en otros casos, el factor primordial es la susceptibilidad para ser engañados por redes sociales.

“Hay personas ingenuas o deprimidas que pueden ser contactadas por redes sociales, como las relaciones sociales están restringidas, ese escenario se vuelve un espacio de comunicación y se inmiscuyen con personas, se apegan a ellas, al punto de querer buscarlas”, dijo Piñeros.

También puede ocurrir que los adolescentes, en este caso de escasos recursos, busquen salidas a las dificultades económicas en sus casas, pensando que si se van dejan de ser una carga, planteándose la posibilidad de la independencia.

¿Por qué los menores deciden huir de casa? Los expertos responden

¿Qué pasa por la mente de un menor que huye?

Según Velandia, en la cabeza del menor que decide huir está la función del escape, buscar la manera de salir de la situación que está viviendo.

“Los niños o adolescentes pueden tener la idea latente de que son un estorbo, que no sirven para nada o que no tienen tiempo para él. Esos planteamientos son negativos y repetitivos, por lo que construyen planes desajustados, como buscar la posibilidad de conseguir trabajo o vivir donde un amigo, situaciones que los ponen en riesgo”, explicó.

Sin embargo, tomar una decisión como irse de la casa depende de distintos factores y, muchas veces, se piensa de manera impulsiva en el escape.

Uno de estos es la soledad. Piñeros señaló que muchos niños y adolescentes, no obstante estar en la casa con sus padres, se sienten solos, pues sus progenitores les dedican poco tiempo, porque destinan el día exclusivamente al trabajo.

“Los jóvenes están más solos ahora, los padres antes estaban trabajando, pero ellos se reunían con sus amigos. En la adolescencia los amigos son clave, es con quienes compartían. Ahora se pueden estar sintiendo en soledad”, indica.

Otros jóvenes salen de sus casas y piensan en conseguir sustancias alucinógenas, y sentirse invulnerables o en busca de una libertad sin restricciones.

En tanto, unos menores se van de sus hogares sin medir las consecuencias y cegados por las personas que las contactaron por redes sociales, “pensando que los van a acoger o satisfacer en otras necesidades emocionales”, dijo Piñeros.

¿Son las redes sociales una amenaza para los menores?

“El mensaje es claro: cuiden a sus hijos de las redes sociales”, señaló Jorge Hernán Chávez una vez se pudo reencontrarse con su hija María Paula, hallada en el centro de Bogotá.

El internet, fundamental para las clases virtuales durante la pandemia, se convirtió en la herramienta en la cual los jóvenes pasan sus días. Aunque es clara su importancia y las cosas positivas que ofrece, en algunos casos se convierte en una pesadilla para las familias.

Velandia señaló que es evidente que las redes sociales mal manejadas son riesgosas para los menores de edad. Muchos jóvenes todavía carecen de la madurez o las herramientas para entender cómo se deben utilizar estos espacios.

La experta aconseja que los padres acompañen a los niños cuando usen estos escenarios, sin llegar al punto de invadir su privacidad, pero sí guiándoles, pues los niños no tienen filtros sobre la información que reciben en estas plataformas.

En tanto, Piñeros agregó que no es nuevo el mal uso de las redes sociales, el cual ocurre en todas las clases sociales y se exacerbó durante la pandemia porque los menores se aíslan de sus familias y entablan relaciones con adultos en esos espacios virtuales.

Las expertas, además, alertan que muchas veces por medios sociales se gestan vivencias que no son buenas para los menores, como plantearse el consumo de sustancias, contactos que los engañan y que terminan en trata de personas, extorsiones o prostitución.¿Qué señales debe percibir un padre?

Para Velandia, los adultos no pueden pensar que los niños y adolescentes deben funcionar como ellos. “Debemos ser más empáticos para entender que piensan o sienten diferente, así entender sus necesidades, acompañarlos y establecer las reglas para su desarrollo”, dice.

No es fácil percibir las señales, teniendo en cuenta que cada menor es un universo diferente; sin embargo, es la responsabilidad de cada padre ir conociendo las dinámicas de su hijo e identificar los cambios del menor.

“La clave es identificar cambios en la forma de comportamiento, eso no significa que se va a escapar, pero sí que le pasan otras cosas. Si hay condiciones de violencia o situaciones que no los hace sentir a gusto van a considerar el escape como opción”, añade la sicóloga.

La médica siquiatra Piñeros añade que cualquier cambio en el estado de ánimo es una alerta, pues por la pandemia los jóvenes viven su propio drama, por lo que llama a los padres a mantener los canales de comunicación con sus hijos activos.

“Todos hemos perdido cosas en esta pandemia, pero los jóvenes pueden sentir más esa pérdida de la relación con sus iguales, con sus amigos. Ellos tienen un derecho a la privacidad, ese es un llamado de atención a algunos padres que son controladores y vulneran su espacio personal”, indicó Piñeros.

La experta explicó que hay situaciones desbordantes para algunos menores, quienes pueden terminar no optando por irse de la casa sino acabando con sus vidas, por eso la comunicación es clave.

¿Qué hacer cuando el hijo regresa a casa?

Piñeros considera que una situación de este estilo debe verse como una oportunidad para que la familia note el problema que pasaba o que quizá no querían ver.

“Los padres deben ser receptivos y, en ningún momento, castigadores o juzgarlos. Es un llamado de atención para que los padres analicen qué le sucede a su hijo, descartar casos de abuso y ser un apoyo”, dijo.

Por su parte, Velandia manifestó que se debe identificar la razón que tiene el hijo para irse de la casa. Señaló que la familia debe buscar ayuda profesional que sirva de guía para afrontar las situaciones que vienen.

“Lo más importante es no incurrir en el usual regaño o castigo. Si bien merece una consecuencia su comportamiento, es necesario vigilar el proceso emocional del adolescente, cómo se encuentra, cómo se siente”, explica.