domingo, 20 de junio de 2021

Las palmadas afectan el cerebro de los niños: Harvard

Jorge Cuartas, investigador colombiano, dice que el castigo físico afecta el desarrollo de los niños


El estudio será publicado en la prestigiosa revista científica ‘Child Development’.

Los castigos físicos en la infancia son contraproducentes al supuesto objetivo con el cual se ejercen: corregir malas actitudes. Entre otros tantos motivos porque, según una investigación reciente de la Universidad de Harvard, tiene fuertes repercusiones en el cerebro de los niños y niñas. Es decir, si usted cree que es necesario golpear o gritar a su hijo para que estudie más o tenga mejores notas, se equivoca y está generando el efecto contrario.

La investigación de la prestigiosa universidad encontró que los niños que sufrieron esta forma de maltrato (palmadas) a manos de sus padres o cuidadores tienen un funcionamiento cerebral atípico.

Específicamente, las áreas del cerebro que se ven afectadas se encuentran en la corteza prefrontal, tal como el córtex del cíngulo anterior. ¿Qué significa esto? Que se ven afectadas directamente las áreas encargadas de múltiples funciones cognitivas y de regulación emocional.

Las consecuencias de esta afectación en el cerebro impactan directamente en el comportamiento emocional e intelectual de los niños y, por lo tanto, tiene repercusiones en su futuro. Según Jorge Cuartas, miembro del Seed Lab de la Universidad de Harvard y autor principal de la investigación del impacto del maltrato en el cerebro junto con la reconocida neurocientífica Katie McLaughlin y otros expertos, las afectaciones del castigo físico pueden ser a largo plazo: dejar en serias desventajas académicas y laborales desde sus primeros años a los niños que son castigados físicamente, así como problemas psicológicos a lo largo de la vida, como menor autoestima y consumo de sustancias.

Señala, además, que los niños castigados físicamente tienden a desarrollar menores comportamientos prosociales en la adolescencia. Y para sumar un punto adicional a la gravedad del impacto de las palmadas, la investigación recoge un estudio en Colombia con más de 7.000 niños que encontró que aquellos que son castigados físicamente tienden a desarrollar mayores problemas externalizantes y de agresividad en la adolescencia.

Es decir, el problema no es menor. Y una circunstancia que genera repercusiones mayores es que el castigo físico en la infancia es un mal incrustado en la forma como gran cantidad de padres entienden que debe funcionar la crianza de sus hijos.

“A la fecha, solo en 63 se ha logrado prohibir el castigo físico. De acuerdo con nuestra investigación, tres de cada cuatro niños en los países en desarrollo, menores de cinco años, reciben castigo físico. La abolición del castigo físico es un indicador de progreso. Creo que el cambio viene, y eso es lo que estamos haciendo desde acá”, dice Cuartas.

El investigador, en otro estudio que realizó, encontró que Colombia es un país en donde el castigo físico prevalece más que en otros países de la región. Según datos de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud, 1,7 millones de niños y niñas menores de 5 años (40 por ciento en ese rango de edad) son castigados físicamente con palmadas y golpes con objetos. Y una cifra aún más impactante: más de un 10 por ciento de niños ya son golpeados físicamente incluso antes de cumplir su primer año de vida. Los hallazgos de Cuartas ya han tenido repercusiones. De hecho, sus investigaciones sustentaron el proyecto de ley aprobado esta semana por el Congreso en el que se prohíbe el castigo físico en Colombia.

¿Cree que con la nueva ley se empezará a disminuir el maltrato físico?

Creo que la ley no va a ser la solución final. Pero sí creo que es necesaria y útil por varios motivos. Lo primero, porque la ley es claramente un mensaje de que como sociedad, no vamos a aceptar de ninguna forma la violencia contra los niños. Segundo, por la deuda histórica que tiene Colombia frente a los compromisos internacionales. Es decir, Colombia ratificó la Convención de los Derechos del Niño; también, los Objetivos de Desarrollo Sostenible y otros convenios que de forma muy enfática hablan de la abolición del castigo físico. Pero, fuera de eso, ¿qué nos dice la ciencia? Y es que tenemos evidencia al respecto, tenemos un estudio en el que se miraron ocho países que implementaron la ley para prohibir el castigo físico y miraron qué pasaba con el castigo físico antes y después de la implementación de la ley, y lo que se empezó a ver es que esos ocho países, al contrario de otros países que no tiene esa ley, están teniendo una reducción mucho más acelerada de casos de castigo de físico que en países sin la ley. ¿Por qué razón? Porque la ley va acompañada de estrategias pedagógicas, de un trabajo muy fuerte del gobierno para generar ese cambio, entonces ese cambio no es solo por la ley, sino por todo lo que la acompaña.

¿De dónde surge la investigación que hizo?

Desde hace cuatro años empecé a investigar sobre el maltrato infantil y encontré que en Colombia hay poca investigación. Después de indagar en el tema llegué a preguntarme: ¿será que esas violencias más leves, que de todas formas generan en los niños miedo, dolor, malestar, generan un cambio en el cerebro? Y ¿será que ese cambio en el cerebro explica un poco los efectos que vemos después en el desarrollo cognitivo y socioemocional? Nos basamos en un modelo de neurociencia que hicieron dos de las coautoras: el modelo multimidensional de la adversidad con el que intentan explicar cómo distintas adversidades pueden impactar el desarrollo cerebral y, al final del día, el desarrollo humano. Ellas identificaron que hay dos adversidades grandes que un ser humano puede vivir: privación, que es básicamente no tener exposición a un cuidador, o a interacciones con una persona en la primera infancia. La otra adversidad es la de la amenaza, que generan que uno se sienta amenazado y que se relaciona más con la violencia, y lo que ellas plantean es que mientras peor es la amenaza, más efectos neuronales tendrá.¿Cuál es la hipótesis?

Lo que dice es que cualquier exposición a cualquier maltrato o violencia va a generar afectaciones en las mismas áreas del cerebro, solo que la intensidad o la magnitud de esas afectaciones va a ser mayor a medida que la amenaza sea mayor. Dado eso, nuestra hipótesis era que el castigo físico seguramente va a producir unas afectaciones en las mismas áreas generadas por el maltrato o la violencia sexual, que son en la corteza prefrontal. Dado que es una violencia menos severa, las afectaciones iban a ser menores.¿Cuáles son los hallazgos y por qué es tan importante- esta investigación?

La investigación se centró en niños que recibían la palmadita, y se comparó con niños que no recibían ningún tipo de maltrato. No incluimos ningún otro tipo de maltrato más severo. Solo la palmadita. Y lo que empezamos a encontrar es que esos niños, cuando los exponían a estímulos que pueden relacionarse con situaciones amenazantes, como rostros con cara de miedo o de rabia, el cerebro automáticamente responde y tenían una respuesta mucho más fuerte a esos estímulos.

¿Por qué es importante?

Es muy importante en relación con otros estudios, en particular con los que he hecho en Colombia, porque lo que vemos es que los niños castigados físicamente en general se vuelven más agresivos o tener mayores niveles de depresión o ansiedad, incluso más problemáticas frente al desarrollo cognitivo y académico, y este resultado nos muestra un posible canal o mecanismo que explica esos efectos. Son niños que tienen una afectación en la corteza prefrontal y que hacia el futuro, si alguien en la calle los empujó, les cerraron el carro, alguien los empujó o algo les salió mal, automáticamente su cerebro responde de una forma más fuerte. Entonces son niños que van a estar mucho más desregulados emocionalmente por cuestiones netamente cerebrales.¿Qué decirles a los que dicen: ‘A mí me pegaron y salí bien’?

Si uno piensa en el caso de Colombia, eso de ‘me pegaron estoy bien’, cuando uno mira la cantidad de violencia que tenemos, que responden mal solo porque uno les dice que no se cuelen en la fila o que le bajen a la música, pues yo siento que es una de esas fuentes iniciales de que respondamos tan fuerte a todo, sobre todo porque en Colombia no solo estamos hablando de la palmadita suave, sino del chancletazo, correazo y cosas mucho más severas y mucho más frecuentes que seguramente van a generar efectos más fuertes. Es decir, si vimos solo un efecto solo con palmaditas suaves, imagínese con el castigo severo.Si un día está de mal genio, y nunca le ha dado una palmada al niño, ¿es diferente eso a una frecuencia de castigar todo el tiempo, aunque, claro, ninguna de las dos es aceptable?

Las consecuencias son diferentes. Si todos los días recibe castigos físico, claramente los efectos van a ser mucho peores que si lo recibió un día. Yo creo que esa pregunta la tenemos que ver viendo la realidad de Colombia, y es que al niño no le pegan una vez, donde hay castigo físico usualmente es algo mucho más frecuente. Y que se usan objetos. Entonces, a esa pregunta de si una palmadita está bien, la respuesta es que eso no es lo que ocurre en realidad.¿Qué es lo que se evidencia en las imágenes del cerebro?

Las áreas con colores son las que se prenden cuando se ve una cara de miedo, de rabia o algo que puede ser eventualmente una amenaza. Luego, lo que es más interesante es ver la diferencia entre los niños a los que les pegan palmadas y a los que no les pegan palmadas. Como puede ver, es un área importante en la corteza prefrontal, un área bastante grande que se activa mucho más en niños a los que les pegaron frente que a los que no. Son afectaciones en nuestra biología que pueden perdurar a lo largo de la vida.

Dice que tiene impactos cognitivos, ¿se refiere a problemas en el aprendizaje?

Encontramos en otro estudio que publicamos el año pasado, en el que seguimos en el tiempo como a 1.300 niños y niñas de un año a 4 años, y les aplicamos una escala en la que podemos ver el desarrollo cognitivo de los niños. Lo que empezamos a ver es que hay un desarrollo cognitivo más lento en los niños a los que les pegan frente a los que no.¿Cuál es el impacto a largo plazo?

Encontramos que puede haber afectaciones en el rendimiento académico, y no solo por el lado cognitivo, también por el emocional... Y de adultos son personas que pueden tener dificultades en el ámbito laboral, económico, y todo esto se puede relacionar con lo que le muestro a nivel cerebral. Si tiene más dificultades de regularse, de prestar atención, si tiene una dificultad con un colega y su cerebro reacciona de una forma tan fuerte, mucho más fuerte que otros, pues todo eso le va a dificultar la vida y oportunidades laborales y económicas.

¿Cómo cambiar la mentalidad de los papás que fueron educados con el garrote?

Hay muchas cosas que se pueden hacer. Se puede pensar desde distintos niveles. Por un lado, hay esfuerzos universales que tenemos que hacer: campañas educativas muy grandes, masivas, con las que empecemos a cambiar ese chip; con eso me refiero a empezar a cambiar el imaginario alrededor del castigo físico y de la violencia, dejar de legitimarlos, dejar de hacerlos chistes... También, educar directamente a los padres: sabemos que esto es difícil, pero ¿cómo responder de la mejor forma frente a esta situación? Cuando pensamos en la parte emocional, es más complicado. Y empieza por pensar en cuidar a los cuidadores. Nada de lo que hagamos va a ser tan útil si los papás y las mamás están superestresados, no tienen para comer, están pensando en el día a día, en cómo vamos a sobrevivir el próximo día... Si no garantizamos esos temas estructurales, es muy complicado pasar a trabajar esta temática.