sábado, 29 de septiembre de 2018

Las redes y los adolescentes

A medida que las redes sociales se consolidan como un componente ineludible en el crecimiento y desarrollo de nuestros niños, crece nuestra obligación de entender mejor a ese universo tan oscuro como apasionante. 

Pero no solo eso, también debemos esforzarnos en conocer qué es lo que está pasando por la cabeza de los jóvenes, por qué han hecho de estos canales su medio predilecto para comunicarse no solo con sus amigos, sino inclusive con sus familiares. 

Comenzar a deshilvanar esta madeja es el primer paso para afrontar un reto que si no se nos ha salido de las manos, está que se sale. Y las consecuencias serán nefastas. 

La influencia que las redes ya ejercen sobre nuestros adolescentes ha sido ampliamente documentada en diversos estudios. Somos conscientes de los peligros que hay en ellas. Sin embargo, creemos que los muchachos no saben sobre los riesgos y amenazas que enfrentan. 

Para empezar a tener este debate de dónde estamos y hacia dónde vamos, lo primero que debemos hacer es despojarnos de la soberbia con la que miramos y juzgamos a los jóvenes. Esa especie de desprecio con que los tratamos ha levantado un muro de concreto en nuestro diálogo. Hay que respetarlos y dejar de pensar que son bobos. O ignorantes. 

El último estudio al respecto, publicado por la empresa sin ánimo de lucro Common Sense, podría arrojarnos bastantes luces sobre el tema. Si bien se centra en niños estadounidenses, sus conclusiones pueden extrapolarse a nuestro país. 

Contrario a lo que pensamos, casi 75% de los adolescentes son conscientes de que las empresas tecnológicas los están manipulando para permanecer más tiempo pegados al celular. Asimismo, más de 50% reconoce que las redes los distraen de prioridades como hacer las tareas o prestarle atención a otras personas. 

Por otra parte, un porcentaje mucho más bajo de lo que se piensa las ve como algo positivo. Es decir, solo 21% de los encuestados considera que las redes los hacen más populares; 20% que los vuelve más seguros y 18% que se sienten mejor consigo mismo. 

¿Por qué esto es algo positivo? Porque nos indica que no comen entero y esto es un buen punto de partida para tratar de entablar un diálogo con ellos. En resumidas cuentas, es una puerta que se nos abre para acercarnos y entender mejor el mundo en el que se mueven, en el que piensan y en el que empeñan más horas al día de las que quisiéramos. 

El estudio, a su vez, indica que Facebook dejó de ser su plataforma predilecta. Solo 15% de los muchachos dijo estar en Facebook. En 2012 la cifra era de 68%. ¿Dónde están nuestros muchachos ahora? En Instagram y en las aplicaciones de chat como WhatsApp. 

Las redes sociales no son el problema de cómo están creciendo nuestros hijos, cada vez más aislados del mundo real. El problema somos nosotros. Tal cual como pasa con la guerra contra las drogas, el enfoque con el que hemos abordado el asunto es totalmente incorrecto. La solución nace de dos partes, no de la imposición de una sobre la otra. 

Estados Unidos ha ido abriendo espacios de pedagogía para enlazar a padres con hijos, pero no podemos cruzarnos de brazos en nuestro país a la espera de las propuestas de Washington. La pregunta que nos tenemos que hacer es: ¿Debemos ir al remolque de los norteamericanos en temas tan delicados como el futuro de nuestra sociedad? Desde luego que no.