martes, 9 de junio de 2015

Instagram para tu empresa “siempre visible”

Instagram para tu empresa “siempre visible”

Cuando comentamos esto y lo ponemos entre comillas es porque también es importante que nuestra empresa esté presente en las máximas redes sociales posibles. Es imposible estar en todas las que existen, pero sí que debes tener en cuenta y conocer las que más usuarios atraen.
Instagram para tu empresa
Instagram para tu empresa
Si navegas por Internet verás que en la página principal de muchas empresas aparecen en algún lugar de la home  (la página principal del site) los iconos de diferentes redes sociales: Facebook, Twitter, Pinterest, YouTube… Pero la red social de Instagram no suele estar entre estos iconos. ¿Quieres diferenciarte del resto de empresas? Pongámonos manos a la obra de una manera muy sencilla y descubre cómo aprovechar Instagram para tu empresa.

Cómo hacer útil Instagram para tu empresa

Instagram cuenta con páginas de ubicaciones con todas las fotos geolocalizadas que se han publicado. Si echas un poco de memoria, recordarás lo que a veces encuentras en Google Maps, cuando haces un zoom cercano a una localidad, muchas veces te sale el nombre del comercio/empresa que se aloja en dicho lugar. Esto sería algo parecido pero con fotografías, ya que Instagram es una red social basado en eso mismo, en fotografías.
Lo primero que harás es tomar una bonita instantánea de tu empresa. Normalmente lo harás de la parte exterior del edificio. Si consideras que el edificio no es muy bonito/relevante, también podrás hacerlo de las oficinas. Trata siempre de dar amplitud a la foto y que no sea de un puesto concreto o de una habitación concreta.
Una vez que la tengas, marca la casilla “Añadir a tu Mapa de fotos” y luego pulsa en “Nombra esa localización”. Selecci0na “Buscar” para ver si ya está creada la localización y si no lo está pues añádela. En el último paso, marca las redes sociales en las que quieres compartir la imagen y pulsa en “OK”.
De esta forma tan sencilla tendremos ya nuestra foto desde Instagram y vinculada a otras redes sociales. ¿Ha sido rápido no?

Instagram es una red social de fotografía y vídeo que está triunfando en Internet y genera muchas oportunidades laborales. ¿Quieres crecer profesionalmente como Marketing Online Manager? Infórmate en este enlace sobre cómo Deusto Formación puede ayudarte.

lunes, 8 de junio de 2015

La imaginación, el superpoder de los niños

La imaginación, el superpoder de los niños

A partir de los 2 años, los niños sorprenden a sus padres con una imaginación desbordante, capaz de inventar un juego absorbente con cualquier cosa. Una caja de cartón se convierte en una casa, un coche, un barco o una nave espacial; una sábana encima de dos sillas es un refugio, una tienda de campaña o una cueva. No es raro que el mejor amigo del niño sea un ser invisible para todos los demás, un amigo imaginario que a sus ojos tiene plena realidad, y con el que hay que contar. Otras veces, el amigo es un ser inanimado, como una muñeca o un osito de peluche, que escucha atentamente los consejos o el monólogo del niño. Los personajes de los cuentos, los juguetes y todo lo que rodea al pequeño cobra vida en su mente y le cuesta diferenciar entre los seres vivos y los objetos inanimados.

Jugar con muñecos

Durante algunos años, los muñecos son la válvula de escape a las fantasías infantiles, a la vez que se convierten en mudos y fieles compañeros de fatigas, tanto en los buenos como en los malos momentos. Para los niños de esta edad, los muñecos son seres animados con sentimientos y necesidades y con ellos reproducen las mismas actitudes que observan en los adultos.
Es recomendable que al jugar colaboremos y sigamos la corriente del niño en su relación con el muñeco, aprovechando la ocasión para hacerle reflexionar sobre los hábitos o las actitudes que debe tener con los demás. Debido a esta pasión por los muñecos, es aconsejable llevar a los niños, a partir de los 2 años, a sesiones de teatro infantil para que vean títeres o muñecos manejados por profesionales que les harán pasar ratos inolvidables. Asimismo, los títeres son juguetes que atraen a los pequeños porque los pueden manejar a su antojo y expresar, con distintos movimientos, actitudes o estados de ánimo de los personajes.

Los peluches

Pero, por más divertidos que sean los títeres, nada desbanca al peluche. El peluche es el muñeco rey por excelencia. Quizá sea su tacto suave o la gracia o el cariño que inspira a mayores y pequeños lo que le convierte en el mejor amigo del niño al que no abandona ni a la hora de irse a la cama. Con él, el niño suele reproducir las actitudes de los mayores.

¡Vamos a disfrazarnos!


Otra forma de dejar volar la imaginación del pequeño es con los disfraces. Por eso, no hace falta esperar al carnaval para disfrazarse. De hecho, es una de las actividades preferidas de los niños, especialmente a partir de los 2 años. Cuando son ellos los que toman la iniciativa, no hay que vetar su imaginación. Es precisamente ahí donde va a salir a flote la influencia que sobre ellos han ejercido los juegos, los amigos, los cuentos o la televisión. Una vez disfrazado, lo que más importa es mirarse al espejo y sentirse protagonista. No importa si la corbata del padre combina con la falda de mamá. Cuanto más estrambótico sea el resultado, mejor lo pasará el pequeño.

domingo, 7 de junio de 2015

El niño de mamá y la niña de papá

El niño de mamá y la niña de papá

La independencia que el niño adquiere entre los 3 y 6 años, y las relaciones afectivas que establece con sus padres hacen que llegue a mantener con ellos un vínculo de confianza que les convierte en muchas ocasiones en sus confidentes. Es frecuente que, en esta etapa, el niño se identifique más con uno de los padres que con el otro. Las niñas suelen sentirse más atraídas por la figura del padre por todo lo que éste representa; los niños, en cambio, suelen sentirse más atraídos por la madre, y se complacen en hacer proezas ante ella. Esta situación (denominada por el psicoanálisis «complejo de Edipo») debe verse con naturalidad, ya que no es más que un proceso perfectamente normal que le posibilitará, al final, determinar la identificación del propio sexo a partir del contrario.
También es frecuente que en esta etapa los niños sientan celos de la relación que hay entre sus padres, por lo tanto debemos encontrar el justo equilibrio para que el niño no se sienta excluido, sin renunciar a nuestra propia intimidad.

Los abuelos son necesarios

En general, se suele decir en tono recriminatorio que los abuelos son quienes más consienten a los niños, pero, aun así, debe tenerse en consideración que esta relación es un refuerzo importante en el mundo afectivo del niño. Además, el vínculo con los abuelos enriquece su ambiente familiar, ya que ven en ellos un tipo de autoridad muy diferente a la que ven en sus padres. Para empezar, los abuelos suelen disponer de más tiempo que los padres, y también están más dispuestos a pasear, a enseñarle a trasplantar geranios o a ayudarle a preparar una sorpresa para sus padres. Por lo general, el niño siente por sus abuelos un gran cariño y ternura, quizá tanta como ellos por su nieto.

Así pues, para un niño la relación con los abuelos es enriquecedora en todos los sentidos, ya que en ella se mezclan el respeto, el cariño y la protección.

sábado, 6 de junio de 2015

Los primeros amigos: aprendiendo a compartir

Los primeros amigos: aprendiendo a compartir

Entre los 2 años y medio y los 3 años, el niño empieza a jugar con otros niños por primera vez, compartiendo sus juguetes y colaborando en un proyecto común. Convivir con otros niños de su edad ya no es un acontecimiento casual en la vida del niño. Ahora, necesita el estímulo y la compañía de los demás. Los niños de 2 años, más que juntos, siguen jugando cada uno por su lado, pero la necesidad de verse e imitarse unos a otros se hace cada día mayor, aunque los encuentros vayan con frecuencia acompañados de empujones, golpes y pequeñas disputas por los juguetes. Si no ha asistido a un jardín de infancia anteriormente, ésta es la edad ideal. Cuanto más contacto tenga con otros niños de su edad, más rápido y fácil le será aprender a colaborar y adaptarse. Además las oportunidades de juego que se les pueden ofrecer en las guarderías son múltiples y variadas: un montón de arena y unos cubos de plástico, un juego de construcciones, una pelota, disfraces, etc. Los niños de esta edad, se cansan enseguida, y conviene que puedan hacer muchas cosas para distraerse. En este sentido es aconsejable que repartan el tiempo entre ejercicio físico y trabajos manuales para entretenerse. Cualquier juego es válido para que el niño aprenda a compartir.
Otra excelente oportunidad para entrar en contacto con otros niños es llevar a los pequeños a jugar a parques o plazas. En estos lugares, se forman grupos de niños y niñas de edades distintas, que juegan juntos, colaboran en alguna actividad, y, en definitiva, aprenden a convivir. Jugar de vez en cuando con niños mayores o más pequeños puede ser una oportunidad para aprender a relacionarse con otros niños. En las ciudades, los parques infantiles son el lugar idóneo para empezar a hacer amigos. Dado que los niños de estas edades son muy egoístas, la intervención del adulto es necesaria para enseñarles a compartir e impedir que los más fuertes dominen sobre los más débiles. La intervención de los adultos también puede ser útil cuando se trate de organizar alguna actividad colectiva, aunque no hay que estar siempre encima de ellos sin permitir que se dejen llevar por su imaginación.
Durante esta etapa empezará la socialización con el resto de niños, por lo que es importante estar preparado para lo que vaya a ocurrir. En nuestro curso de 2 a 3 años abordamos el proceso que inicia el pequeño al empezar a reconocerse e imitar a los demás.

Cómo actuar en caso de disputa en el juego

Los niños tardan en aprender a respetar los turnos y a compartir juguetes con otros niños de su edad. Por eso, el egoísmo propio de los niños de entre 1 y 3 años, que les impulsa a preservar los bienes materiales y afectivos, comporta, a menudo, pequeñas riñas entre hermanos o compañeros de juegos. En estos casos…
  • Los padres debemos intentar mantenernos al margen y solamente debemos interponernos cuando los ánimos se exaltan más de la cuenta.
  • No se trata de encontrar un culpable y un ganador, sino de buscar la solución que fomente la conciliación entre los implicados.
  • Los padres debemos saber que, a menudo, las peleas forman parte de un juego, por lo tanto tendremos que ser suficientemente hábiles para reconocer una pelea amistosa en la que no ha existido una agresión deliberada.
  • La disputa por un juguete entre dos niños de edades distintas suele acabar siempre igual: el mayor se adueña del juguete, mientras que el pequeño no tiene más remedio que reflejar su impotencia con una rabieta.
  • Si la riña es trivial hay que dejar que los niños, por pequeños que sean, discutan a su modo y manera, y vayan aprendiendo a ceder y tolerar las ideas de los demás.

Juegos para fomentar el compañerismo y la sociabilidad


  • Es sabido que no es necesario que exista un compañero para jugar con una pelota, pero lo que también es cierto es que los juegos con pelota son muy adecuados para aprender a compartir y a jugar en equipo. Los adultos podemos intervenir en el juego, ya sea como participantes o como organizadores. Es importante que los padres incitemos a los pequeños a jugar juntos a la pelota, que mediemos entre ellos imponiendo las reglas de/juego y que proporcionemos ideas atractivas para que los niños disfruten con el juego compartido.
  • Entre los 2 años y medio y los 3 años, cuando los niños empiezan a ser conscientes de lo que implica comprar y vender, disfrutan jugando a las tiendas. Asimismo, en estas edades es muy típico que niños y niñas se entretengan jugando a cocinar. Ambos juegos deben potenciarse, pues, como los juegos con pelota, permiten estimular la sociabilidad de los pequeños.

viernes, 5 de junio de 2015

Conductas problemáticas del adolescente (parte II): sexualidad y maternidad precoz

Conductas problemáticas del adolescente (parte II): sexualidad y maternidad precoz

Algunos adolescentes pretenden vivir la sexualidad como algo que sólo tiene un fin en sí mismo. Sus relaciones sexuales se basan en encuentros fortuitos, con parejas diferentes en cada ocasión y sin que después de cada relación aparezca el deseo de volver a ver a esa persona. Este comportamiento representa una falta de afectivación de la sexualidad y tiene que ver con una imposibilidad de asumir el temor o la angustia que ocasionaría implicarse demasiado afectivamente. Es decir, se intenta obviar el componente afectivo de las relaciones sexuales.
También se puede dar el caso opuesto, cuando las relaciones con el otro sexo son una fuente de angustia e inseguridad tan grande que llevan al joven a evitar la sexualidad. Surge así la inhibición, que se justifica mediante argumentos acerca de su escasa importancia, de su sentimiento de asco, de rechazo, etc. El interés por el deseo sexual se desplaza hacia otras actividades. Así, la dedicación exclusiva al estudio supone desplazar la curiosidad sexual a la curiosidad intelectual. La dependencia oral a determinadas sustancias puede pretender sustituir al compañero sexual. La negación de este deseo supone no ver la realidad del cuerpo a partir de la pubertad, como ocurre en la anorexia.

La  maternidad precoz

Muchos adolescentes no utilizan anticonceptivos en su primera relación sexual; no lo consideran necesario porque no imaginan que con una vez puede ser suficiente. La información que poseen es inadecuada, aunque los padres pensamos que los jóvenes ya lo saben todo sobre el tema. De hecho, existe un exceso de información, que no equivale siempre a que los mensajes sean escuchados. En ocasiones, consciente o inconscientemente se busca un embarazo: bien para probar la capacidad de reproducir, bien para procurarse un motivo para abandonar la dependencia paterna. Los padres tenemos un papel fundamental: debemos informar a los hijos de lo que es una relación sexual y de sus consecuencias. Hablar de estos temas no conlleva incitar a las relaciones precoces, sino que más bien posibilita la prevención. Prevenir permite evitar. Cuando el embarazo se confirma, hay que analizar la situación sin dramatismos y sopesar los pros y contras de ese nacimiento.

La legislación actual permite optar por interrumpir el embarazo durante las primeras semanas. En cualquier caso, es importante acudir a un psicólogo para analizar lo que comporta esta decisión. Los padres debemos tener en cuenta que la paternidad o maternidad de sus hijos adolescentes no implica madurez, por eso los hijos adolescentes, padres de un niño, seguirán necesitando la ayuda, consejos y apoyo de su familia.

jueves, 4 de junio de 2015

Conductas problemáticas del adolescente (parte I): insolencia y agresividad

Conductas problemáticas del adolescente (parte I): insolencia y agresividad

En la adolescencia, la oposición entre el actuar sin pensar o el pensar antes de actuar cobra toda su importancia. Su fuerza y actividad motriz está brutalmente desarrollada y necesitan descargar esta energía en actos. Esto se manifestará, a nivel patológico, en los trastornos del comportamiento que motivan la mayoría de las consultas al especialista.

Actitudes de insolencia o pasotismo

Cuando el adolescente no encuentra ni la manera ni el lugar concreto donde desarrollarse, aparecen conductas marginales que muestran su renuncia a inscribirse en un orden social estipulado. Pueden responder a problemas personales que se acarrean desde la infancia o a la relación con el medio y el entorno familiar que le impiden desarrollar una vida estable y normalizada. Aparecen cuando, más allá de la rebeldía y las reivindicaciones, el encuentro entre padres e hijo adolescente se ha roto, llegando a la más absoluta indiferencia. Uno de los problemas más serios del adolescente surge cuando se aísla porque siente que no interesa a nadie. En el otro extremo se encuentran algunos grupos de jóvenes que toman como punto de unión el sentimiento de rechazo hacia la sociedad.
La preparación para adquirir las normas de participación social y saber relacionarse con los miembros de la sociedad se realiza mediante un largo recorrido educativo que se inicia en la infancia. De ahí la importancia y a un tiempo la dificultad— de la función educativa de los padres: debemos esforzarnos por inhibir las tendencias antisociales y potenciar las que favorecen el respeto hacia los demás.

Violencia y agresividad

La agresividad es un sentimiento natural del ser humano, aunque es necesario canalizarlo. La adolescencia es una etapa donde las conductas violentas adquieren una mayor fuerza: se busca la velocidad, las palabras violentas, la música fuerte, los deportes violentos… Pero la agresividad se convierte en un problema cuando constituye la única manera de convivir y sustituye al diálogo. Ciertos adolescentes expresan así sus dificultades para aceptar la frustración, se alteran y se ofuscan cuando no consiguen lo que quieren. La agresividad puede llegar a situaciones graves, cuando golpean a los padres o hermanos, y puede ir unida a episodios de autoagresividad (mutilaciones, suicidio, comportamientos arriesgados…). Los padres no debemos dejarnos llevar por este comportamiento, sino que debemos fijar unos límites claros. La consulta a un especialista se hace indispensable.

Huida de casa


Si bien salir de casa es el objetivo del período adolescente, la huida representa algo diferente. Generalmente, se huye para resolver una relación difícil con los padres o para probar si los siguen queriendo; pero también la posibilidad que adolescente sólo quiera experimentar la sensación de independencia. En todos los casos, cuando el hijo vuelve a casa debemos replantearnos la convivencia y consultar a un especialista.

miércoles, 3 de junio de 2015

El adolescente contra el mundo

El adolescente contra el mundo

La adolescencia es una fase de transición que está llena de dificultades y existen ciertos comportamientos del adolescente que pueden llevarnos a pensar en una posible situación enfermiza. A esta etapa se le ha llamado «síndrome normal de la adolescencia», tratando de acentuar la combinación paradójica entre la noción de síndrome, que apela a la enfermedad, y el calificativo «normal», que indica la naturalidad de muchos de sus comportamientos. Sólo si sabemos y entendemos  sus conductas dentro de este parámetro podremos soportarlas y ayudarle con mayor entereza.
En esta etapa, las fluctuaciones del carácter y las contradicciones a la hora de tomar una decisión son normales, aunque pueden llevar a pensar que el adolescente ha perdido el carácter firme que hasta entonces tenía. Los padres nos preocupamos aún más cuando vemos que sus opiniones ya dependen de lo que ha hablado con un amigo. La frase «no sé lo que haré o dónde iré» no responde a un deseo de ocultar algo, sino que suele reflejar que su decisión variará según lo que acuerden con el grupo de amigos.
En las descripciones que desde fuera se hacen del hijo adolescente, no es extraño que los padres tengamos la impresión de que nos hablan de varios personajes distintos. Depende de la persona con quien esté, puede darnos versiones contradictorias acerca de su madurez, educación, bondad, capacidad intelectual o facilidad para la comunicación. En el adolescente conviven, a veces en armonía, otras veces con grandes conflictos, el niño que era y el adulto que llegará a ser.
Además, el adolescente descubre que puede utilizar una capacidad nueva: la posibilidad de pensar y razonar con una facilidad mayor para la crítica y la opinión personal. Y esto se materializará a través de la necesidad de manifestar una rebeldía constante. Se queja por todo: la ropa que hasta ahora le compraban, la habitación y sus muebles, las indicaciones de los padres… nada de ello le sirve ni le gusta. Para encontrar una manera de ser propia, necesitará rechazar, despreciar, ir en contra de lo que hasta entonces le había servido. Aunque no cabe duda de que es un aspecto molesto y difícil para la convivencia familiar, es importante que los padres intentemos ser coherentes con nuestras ideas y no cedamos ante todas sus peticiones o en aquello que consideramos inamovible. En la primera etapa, durante la pubertad, lo conseguiremos fácilmente, pero hacia los 15 años, tendremos que imponernos mucho más y acabar aceptando que no siempre será posible. Al llegar a los 18 años, los padres permitiremos que el adolescente vaya llevando a cabo lo que pide, después de asegurarnos de que sean cuestiones que le sirvan y no le causen ningún daño.
Por otro lado, también se puede dar el caso contrario. El adolescente no se rebela, sino que está de acuerdo con los padres, comparte nuestros gustos y, por lo tanto, no plantea ningún problema en la convivencia. A pesar de que esta actitud puede interpretarse como una señal de su bienestar interior, en realidad significa que no es capaz de salir del refugio familiar y renunciar a su posición infantil.

Un paso más


De la rebeldía familiar individual se pasará, paso a paso, a la indisciplina escolar compartida por la clase y de ahí a las reivindicaciones sociales a nivel grupal. El adolescente encuentra la posibilidad de canalizar su “ir en contra” a través del grupo de iguales. Este rechazo a lo establecido tiene un aspecto de ruptura, de destrucción, pero también de construcción de salidas novedosas ante los problemas de la sociedad. Estas vías de salida son las reivindicaciones. Pueden ser activas, cuando se movilizan grandes masas de jóvenes en torno a unos líderes y los esquemas de la sociedad quedan conmovidos por ellas; o serán pasivas, si se trata de una actitud individual, dispersa.