sábado, 26 de noviembre de 2022

CÓMO SUPERAR EL DUELO DE TU ANIMAL

El Duelo duele

Esta etapa es inevitable e inherente a la partida de un ser querido. Ese dolor se debe a la ausencia física de ese ser que nos acompañaba en nuestro camino. De alguna manera, cuando muere un ser querido muere también una parte de nosotros, es decir, muere nuestra parte (nuestro Roll) con respecto a ese ser. Por ejemplo, para una madre que fallece su hijo, no sólo fallece alguien a quien ama si no también muere su Roll como madre con respecto a su hijo. Para los que amamos a los animales, cuando fallecen, muere también esa parte de nosotros que somos con respecto a ellos. Y eso es muchísimo. Pues somos como padres, cuidadores, responsables… Ellos dependen de nosotros para muchísimas cosas: comer, salir a jugar, estar sanos, etc.

Además los animales llenan muchísimos vacíos nuestros en diferentes etapas de nuestra vida. Cuando trabajaba en un centro oncológico me encantaba escuchar las historias que había detrás de cada paciente. Porque en muchas ocasiones el animal había ayudado a salir a su responsable de una depresión, o de una enfermedad,… y la familia de alguna forma se sentía en deuda con su peludo.

Es por ello que cuando un animal fallece, es como si tiraran muy fuerte de una tirita que está conteniendo una hemorragia. La herida que teníamos vuelve a sangrar y eso hace que duela aún más.
Cada duelo es un mundo

En una misma familia, cada miembro puede tener un vínculo diferente con un mismo animal. Por ello, cuando éste fallece cada persona va a vivir el duelo a su modo. Es más, cada miembro puede que esté en un momento de su vida diferente. Y al igual que hay días que nos sentimos bajos de energía y negativos y otros que nos sentimos pletóricos, es probable que si estamos viviendo una situación personal o profesional complicada, llevemos peor la muerte de nuestro animal. Por ello, es muy importante respetar cómo cada persona vive su duelo. Pues que no lo exprese con lamentos y lágrimas no quiere decir que no lo sufra.


El duelo tiene sus fases

Elisabeth Kübbler Ross, una psiquiatra experta en cuidados paliativos entendío el duelo como una consecución de fases que deben superarse una a una. Esta autora fue pionera en el mundo del cuidado al moribundo y es de agradecerle su impresionante aportación al estudio de la muerte. Pero hoy día recientes estudios, desvelan el proceso de duelo de una forma más multidimensional, es decir, las emociones y los estados del ser pueden ser coetáneos en el tiempo, pudiendo retroceder y avanzar en el proceso sin un orden preciso.

Personalmente me gusta hablar de las etapas del duelo basadas en las emociones que se sienten ya que nos es más fácil de identificar:SHOCK. Es el momento en el que recibimos la noticia de la muerte. Puede haber desde reacciones fisiológicas de todo tipo hasta enajenación mental o parálisis. Esta fase dependerá de si es suceso es esperado o inesperado. Suele durar poco tiempo y no siempre ocurre. Es normal que la persona afectada repita en bucle ciertos lamentos de incredulidad. Pero es que ¡es normal!. La vida pasa en un instante.
NEGACIÓN. Dicen que el ser humano sólo deja pasar el dolor que es capaz de soportar. Por tanto si lo niego no existe y si no existe no duele (o no dejo que duela). Éste es un mecanismo de defensa. Ya que aceptar la realidad de la muerte de ese ser querido produce un dolor insoportable. Se acompaña de «esto no puede estar pasando», «esto no es real»,…
NEGOCIACIÓN. Esta etapa es en ocasiones más imperceptible. En ella se fantasea con la idea de tener bajo control la situación. Esto suele ocurrir incluso antes del fallecimiento del animal (en el momento de la detección de la enfermedad). A veces coincide con el duelo anticipado. Es decir, nos acaban de anunciar la noticia de una enfermedad de nuestro compañero, entro en pánico no dejando que se aísle, y buscando cualquier cosa (ya sea real o no) para que no ocurra eso a lo que tenemos tanto miedo. Consiste en crear un desenlace imaginario diferente con la condición de que hagamos algo. Por ejemplo las promesas religiosas.

La IRA. En esta fase la rabia resulta fruto de la frustración que produce saber que se ha producido la muerte y no se puede hacer nada para arreglar o revertir la situación. Esta ira a veces se dirige al veterinario, a otro miembro de la familia o al propio ser querido. Cuanto más inesperada y abrupta es la muerte, más marcadas son las fases de negación e ira.

Cuando esta ira es dirigida a uno mismo es lo que llamamos CULPA. Por haber tomado ciertas decisiones que nos hacen sentirnos responsables del desenlace. Esta culpa viene acompañada de los malditos …»y sis». ¿Y si no le hubiera operado?, ¿Y si lo hubiera llevado antes al veterinario?, ¿Y si hubiera pedido una segunda opinión?. La mayoría de las veces la culpa es irracional y se mitigará a través de la confrontación de la realidad.

La DEPRESIÓN (no como enfermedad, si no como emoción). En la que asoma una profunda tristeza y sensación de vacío. Se acompaña de ganas de llorar, aislamiento, y en muchas ocasiones con ausencia de motivación y ganas de vivir. Es una de las emociones más duras y dificiles de transitar en el duelo.
Y la última sería la ACEPTACIÓN. Que llega una vez se supera el duelo. Esto no quiere decir que no haya dolor, si no que se restablece la vida de la persona, que aprende a convivir con la idea de que aquello que amaba no volverá a estar presente (al menos de manera físicamente).

Reconocer que estamos pasando por alguna de estas estapas (o dimensiones) nos puede facilitar la toma de consciencia de que necesitamos ayuda para convertir el proceso de duelo en una transformación persona de la que podemos salir fortalecidos.


¿Qué podemos hacer para superar el duelo por nuestro animal?

Una de las primeras cosas que podemos hacer para transitar el duelo es mirar a dentro: identificar que sentimos, y que hay debajo de esa emoción. Permitirte sentir miedo, sentir rabia, sentir tristeza. No anularlas o pensar que nadie te entiende, sólo hay que saber dónde buscar. ES posible que tu entorno más cercano te diga la típica frase «es sólo un animal», pero somos muchos los que comprendemos que este dolor es tan fuerte como el fallecimiento de otro ser querido sea de la especie que sea. Busca personas que piensen y sientan como tú para tener apoyo común.
Revisa tus creencias

Nuestras emociones van a estar muy relacionadas a nuestros pensamientos. Nuestros pensamientos a nuestras creencias. Y nuestras creencias no son más que ideas con fundamentos. Nuestras creencias son las gafas con la que vemos la vida. Y estas creencias varían dependiendo de nuestra familia, nuestra cultura, nuestra religión o nuestras experiencias pasadas, entre otras cosas. De hecho es probable que no se viva la muerte igual en una tribu indígena que en un país occidental, ni una familia mormona o una familia hindú. Por ello, no hay una sóla verdad, si no que según tus creencias vivirás la muerte de tus seres queridos de una forma u otra. En mi post «La muerte no es un fracaso» te muestro otra forma de ver la muerte.

La importancia de los rituales

Algo que brilla por su ausencia en los fallecimientos animales son los rituales. Y es que cuando fallece una persona de alguna forma u otra puedes despedirte, a través de una misa (si eres católico), a través de un entierro o en el mismo tanatorio. Pero cuando fallece un animal todo pasa muy rápido, quizás te avisan del veterinario, o si pasa en tu casa, no sabes que hacer y lo llevas rapidamente a alguna clínica y ellos ya se hacen cargo. Luego vuelves a casa y se acabó, no hay nada mas para hacer. Te quedas con tu vacío y tu dolor. Por ello otra cosa que puede ayudarte a transitar el duelo es hacer algún homenaje o ritual. Que puede ir desde una carta de agradecimiento, despedida o disculpa. Un entierro de sus cositas en algún sitio donde haya sido muy feliz. O hacerle un dibujo (esto es especialmente útil en los niños).
La muerte conlleva un aprendizaje

Reflexionar sobre todo lo aprendido. La muerte a veces nos trae poderosos regalos. Como dice el refrán: «no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos». Y es que muchos de los aprendizajes que mis clientes me comentan es que gracias a la muerte de su animal ahora disfrutan más de la vida, expresan más sus sentimientos y su amor a otros seres queridos. Se han dado cuenta de la importancia de tener una buena salud. O incluso han aprendido a gestionar la muerte de otra forma. Desde una posición más libre y amorosa y menos apegada. Personalmente trabajar sobre la muerte me ha hecho sentirme más viva, trabajar en mis sueños pero sin olvidarme de disfrutar del presente, pues quizás mañana ya no esté aquí, o alguno de mis seres queridos. Hace poco leí esta frase que me resonó muchísimo: «La muerte es maestra de vida. Aprendamos a morir, para saber vivir y si sabemos vivir, sabremos morir».

Pedir ayuda

Y la cuarta cosa es pedir ayuda si crees que lo necesitas. Es decir, es normal que estés triste, es normal que te duela. Pero es posible que llegue un momento en el que sientas que no puedes más y que necesitas la comprensión de alguien ajeno a tu familia (ya que a veces ni los propios familiares son capaces de entendernos). Para mí es un signo de fortaleza el saber pedir ayuda cuando la necesitamos.

El duelo tiene su tiempo, y en un estudio que hemos realizado hemos podido comprobar como las ganas de llorar y la sensaciòn de tristeza van aminorandose a medida que pasa el tiempo. Pero también es un proceso activo en el que el tiempo no es el único factor. Pues podemos quedarnos estancados en alguna fase y no conseguir salir de ahí. Ir transitando, y poniendo de nuestra parte es vital. Buscar un grupo de apoyo, un especialista en duelo, una lectura específica o cualquier cosa que nos haga ir adquiriendo herramientas e ir avanzando nos puede favorecer convertir el duelo en un proceso de transformación.

Lo que pensamos de la muerte, sólo tiene importancia por lo que la muerte nos hace pensar de la vida