lunes, 13 de enero de 2020

El crítico estado de la especie más bella del mundo

De las ocho especies de tortuga que existen en el mundo, la Carey es una de las más amenazadas debido a la caza indiscriminada que sufrió por su bello caparazón, que fue utilizado como materia prima para joyería, muebles y decoración de paredes.

Aunque se han implementado programas de conservación que han sido exitosos, la tortuga Carey continúa en peligro crítico de extinción. 

De las ocho especies de tortuga que existen en el mundo, la Carey (Eretmochelys imbricata) es una de las más amenazadas debido a la caza indiscriminada que sufrió en el pasado a causa de su bello caparazón, que fue utilizado como materia prima para joyería, muebles y decoración de paredes. Japón fue el principal mercado tradicional de este comercio que se estima en casi 10 millones de tortugas. Hoy, aunque su comercialización está prohibida, en América Latina continúa habiendo un comercio para turistas que compran artesanías elaboradas con el caparazón de las tortugas Carey, muchas veces ignorando el daño que generan a la conservación de este animal considerado en peligro crítico de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. 

En el día mundial de las tortugas, Mongabay Latam eligió hablar de la tortuga Carey para entender y dimensionar su particular estado de vulnerabilidad. 
Su indiscriminada caza 

Esta cotizada especie se distribuye en casi todo el continente americano. Es posible encontrarla en el Atlántico Occidental —desde la costa este de Estados Unidos hasta el sur de Uruguay—, en el Gran Caribe —desde las islas Bahamas pasando por el Golfo de México y el este de Centroamérica— y en el Pacífico Oriental, desde el sur de California hasta Perú. 

Sin embargo, sus poblaciones han disminuido hasta en un 90 % respecto de su tamaño original. Aunque en algunos lugares del Caribe la especie ha mostrado signos de recuperación, en el Pacífico Oriental no ha ocurrido lo mismo e incluso, hasta hace unos 10 años, se llegó a pensar que en esa región la tortuga Carey estaba extinta. Aunque más tarde su extinción fue descartada, las poblaciones en América Latina son una de las más amenazadas del mundo por lo que, de todas formas, “si no se trabaja en políticas públicas que permitan su conservación, esta población está en grave riesgo de desaparecer”, asegura Felipe Vallejo, director del centro de investigación ecuatoriano Equilibrio Azul. 

Tortuga Carey.  

Ingrid Yáñez, encargada de Iniciativa Carey del Pacífico Oriental ICAPO — una red de individuos y organizaciones enfocada en la conservación e investigación de la tortuga carey en el Pacífico Oriental — señala que no está muy clara la disimilitud de conservación entre la población del Caribe y la del Pacífico. Sin embargo, explica que “puede tener algo que ver con las fuentes de alimentación que son más abundantes en el Caribe” al mismo tiempo que “los proyectos y esfuerzos de conservación en el Caribe datan desde hace muchas décadas” mientras que “el esfuerzo dirigido hacia la investigación y conservación de la tortuga carey en el Pacífico es reciente, desde el 2008”. 

A la caza indiscriminada sufrida en el pasado se suma el saqueo, por décadas, de prácticamente el 100 % de los huevos por parte de las comunidades costeras para su consumo y comercialización; la pesca incidental en artes de pesca artesanal, la contaminación marina y la pérdida de hábitat por el cambio climático y el desarrollo urbanístico en sus playas de anidación. Hoy “se cree que solo quedan 700 hembras anidadoras en todo el Pacífico Oriental”, asegura Yánez. 

Al igual que el resto de las especies de tortuga, las Carey desovan en la misma playa donde nacieron por lo que el ciclo reproductor es muy frágil. “Si la playa donde ellas históricamente han venido no cumple con las condiciones necesarias, ellas simplemente no desovan”, explica Jurguen Guevara, Oficial de Industrias Extractivas del Centro de Investigación Humboldt de Nicaragua. Esto hace que las tortugas sean particularmente sensibles a los efectos del cambio climático, ya que el deterioro de su hábitat terrestre, debido por ejemplo a la erosión de las playas por el incremento de las tormentas y al alza de los niveles del mar, puede poner en riesgo el nacimiento de nuevas generaciones.

Tortuga Carey. 

Además, “las tasas de masculinidad de neonatos pueden variar debido a los cambios en las temperaturas de incubación como resultado de las temperaturas del aire más altas, o en algunos casos, temperaturas de la arena más bajas debido al incremento de las lluvias en algunas áreas”, señala un informe sobre el estado de conservación de la tortuga Carey preparado por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES). 

Por otro lado, la destrucción de corales tiene un impacto directo en las tortugas Carey puesto que estos animales viven en los arrecifes. Al mismo tiempo, las tortugas protegen estos espacios puesto que se alimentan de esponjas que si no son controladas invaden los corales. “Es decir, la pérdida de los arrecifes es mala para las tortugas Carey y la pérdida de las tortugas Carey es mala para los arrecifes. Es un sistema perfecto que ha funcionado por millones de años y que los humanos estamos rompiendo en pocas décadas”, dice Vallejo. 
Programas de conservación 

Gracias al impulso de la red ICAPO, varios proyectos se han promovido y establecido en México, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia y Ecuador. 

Manuel Bravo, director de la organización medioambiental Wildaid, en Ecuador, señala que las iniciativas de conservación en ese país se han enfocado en la recuperación de tortugas a través de un centro de rescate, rehabilitación y reintroducción en el Parque Nacional Machalilla y el control y vigilancia en áreas marinas y costeras protegidas. “En los últimos cuatro años más de 130.000 neonatos llegaron al mar”, señala Bravo y, según información proporcionada por turistas buzos, “ha habido un incremento superior al 100 % de tortugas observadas durante los buceos”, agrega.

Tortuga Carey: 

Pero donde más se ha visto una recuperación de las poblaciones es en Centroamérica, asegura Vallejo. Allí, “casi todos los nidos eran saqueados para el comercio de huevos y ahora se protege un porcentaje muy alto de los mismos en los principales sitios de anidación”. Estos son Bahía de Jiquilisco, en El Salvador, y el Estero Padre Ramos, en Nicaragua, donde tras los primero esfuerzos de conservación por parte de la ICAPO, en el 2008, hubo una producción, entre los dos sitios, de 10.000 crías. 10 años después, en 2018, se liberaron 63.000 crías de tortuga carey. “Estos números significan que de un 0 % de protección hemos logrado una protección al 98 %”, dice Yáñez. 

Las fuentes de este éxito son atribuidas al trabajo de concientización realizado en las comunidades, así como al hecho de que los programas de conservación han proporcionado una fuente de ingreso para las personas. Los comunitarios patrullan las playas de noche y día, cuidan los nidos, alquilan y/o capitanean sus embarcaciones para los monitoreos acuáticos, proveen alimentación y hospedaje y participan en las actividades comunitarias de festivales y limpiezas de playa. 

De hecho, “muchos de los “careyeros” —nombre con que se les conoce a los recolectores de huevos de tortuga Carey— en El Salvador y Nicaragua han sido convertidos a labores de protección de la especie”, asegura Yáñez.


Las especies más amenazadas son la tortuga laúd y la carey cuya población se ha reducido en más del 80 %. 

Sin embargo, estos proyectos no han estado libres de dificultades siendo la mayor de ellas la continuidad del financiamiento. “Conseguir el financiamiento para cada temporada es crucial, determinante y nada fácil. Después de varios años los financistas se desgastan y quieren resultados concretos, pero hay que tomar en cuenta que la recuperación de una población requiere décadas de esfuerzo continuo y que los logros se materializan a largo plazo”, dice Yáñez. Además, “la incursión de grupos pandilleros criminales en ciertas porciones de las playas restringe el acceso y protección de sitios de anidación por razones de seguridad”, agrega la experta. 

En el resto de los países del Pacífico Oriental el conocimiento sobre las playas de anidación y los lugares de forrajeos de la tortuga Carey ha aumentado. Sin embargo, “todavía no se puede ver una recuperación de las poblaciones, al contrario, en algunos sitios se ha visto un descenso del número de nidos en los últimos años, señala Vallejos. 

Todavía queda mucho trabajo por hacer, aseguran los expertos, por lo que si no se toman medidas urgentes esta especie sigue en peligro de extinguirse.