domingo, 25 de mayo de 2025

No somos una campaña: lo que la Generación Z realmente está buscando



¿Alguna vez te has sentido observado como si fueras un experimento?

Yo sí. Y no solo por las redes, los algoritmos o los profesores. También por las empresas. Por las marcas. Por los políticos. Por adultos que aún creen que a los jóvenes se nos conquista con memes, colores neón y una que otra “tendencia”. Nos estudian como si fuéramos una tribu exótica a la que hay que descifrar para venderle algo, como si no pensáramos, como si no sintiéramos con fuerza, o como si no tuviéramos un propósito que arde por dentro.

Hace poco leí un artículo titulado “Cómo captar a la Generación Z en México” y aunque el enfoque parecía positivo, en el fondo sentí ese viejo patrón de intentar “captarnos” como si fuéramos objetos de mercado y no sujetos de transformación. Se hablaba de que usamos TikTok, de que valoramos el sentido de propósito, de que tenemos poco tiempo de atención y muchas ganas de cambiar el mundo. Y aunque algo de eso es cierto, la forma en que se presenta me dejó pensando:
¿Captar? ¿Enganchar? ¿Convencer?
¿Y si la pregunta no es cómo captarnos, sino cómo escucharnos?
¿Y si en vez de campañas se atrevieran a construir comunidad?

Porque no somos una campaña. Somos una generación que nació en medio de la incertidumbre y aprendió a hablar de salud mental antes de que se pusiera de moda. Una generación que vivió pandemias en la adolescencia, que fue testigo del colapso climático antes de entrar a la universidad, que creció entre apps pero también entre pérdidas.
Y que, a pesar de todo, no ha perdido la esperanza. Solo que la estamos canalizando distinto.

Yo nací en el 2003. Tengo 21 años. Me crié entre clases de colegio, mensajes familiares, silencios que duelen, canciones que marcan, y conversaciones con personas que, como mi papá, me enseñaron que se puede ser firme sin dejar de ser humano. Que no hay contradicción entre la tecnología y la espiritualidad. Que se puede estudiar Ingeniería y llorar con un poema. Que se puede construir una empresa y seguir sintiendo con el alma abierta.

Por eso, cuando me hablan de “captar” a mi generación, mi primera reacción es desconfiar. Porque nosotros ya no creemos en discursos vacíos. Nos alejamos de lo que no vibra con autenticidad. Preferimos una historia contada desde la verdad que una campaña diseñada desde el marketing. Preferimos una empresa que reconozca que no lo sabe todo, a una que finge cercanía. Y sí, usamos TikTok. Pero también meditamos. Leemos. Cuestionamos. Apagamos el celular cuando sentimos que nos estamos perdiendo.

En mi blog https://juanmamoreno03.blogspot.com, muchas veces he compartido esa tensión interna entre lo que el mundo espera de mí y lo que realmente soy. No siempre es fácil. Vivimos en una época que nos exige estar conectados todo el tiempo, pero que rara vez nos enseña a conectar con nosotros mismos. Nos dicen que debemos tener éxito, pero no nos muestran cómo lidiar con el miedo. Nos aplauden cuando producimos, pero nos abandonan cuando colapsamos.

Y en medio de todo eso, lo único que pedimos —de verdad— es un poco más de verdad.
Verdad en los discursos.
Verdad en las intenciones.
Verdad en la forma de hacer empresa, de hacer política, de hacer familia.

Hay una entrada muy especial en el blog de mi papá, Bienvenido a mi blog, que habla sobre los líderes que “no buscan aplausos, sino despertar conciencias” (leer entrada aquí). Y siento que ahí está la clave: lo que necesitamos no es más “influencers” de ocasión. Necesitamos líderes coherentes. Gente real. Marcas que se atrevan a decir “esto no lo sabemos, pero queremos aprender contigo”. Que reconozcan que la humildad también es estrategia.

Y ojo, no estoy diciendo que todo esté mal. Hay proyectos que sí nos representan, que nos invitan, que nos inspiran. Como los mensajes que leo cada semana en el blog Amigo de ese Ser Supremo en el cual crees y confías, donde se habla de fe, de humanidad y de propósito sin imponer ni manipular. O como algunos emprendimientos sociales que no solo “nos venden sostenibilidad”, sino que realmente trabajan desde ella.

Porque esa es otra cosa que a veces olvidan cuando hablan de nosotros: que también estamos emprendiendo. Que también estamos sanando. Que también estamos formando comunidades. Que también estamos liderando causas. Y que muchas veces lo hacemos en silencio, sin necesidad de que nos aplaudan, pero con una fuerza que viene desde muy adentro.

Entonces no, no somos una audiencia por captar. Somos una generación que está pidiendo coherencia. Que quiere que la espiritualidad no se quede en frases bonitas, sino que se viva en las decisiones. Que sueña con tecnología al servicio de la humanidad. Que no se conforma con saber, sino que quiere entender. Y que está dispuesta a caminar con quienes no nos subestiman, sino que caminan a nuestro lado.

¿Sabes cuál es la campaña que sí nos mueve? La que nace del alma.
La que no necesita slogans porque está viva en cada gesto.
La que no busca likes, sino la transformación real.

Y para quienes me preguntan cómo conectar con la Generación Z, les diría:
No lo hagan desde el marketing. Háganlo desde la escucha.
Desde el silencio que acoge. Desde la conversación que no busca ganar, sino comprender.
Desde el respeto profundo por quienes estamos aprendiendo a vivir en un mundo que, a veces, se siente demasiado rápido para poder respirar.

Pero aún respiramos.
Y aún escribimos.
Y aún creemos.


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✒️ Juan Manuel Moreno Ocampo
A veces no hay que entender la vida… solo vivirla con más verdad.

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