Hoy tengo 21 años, y aunque no soy dueño de un perro ni un gato en este momento, he sido testigo directo —en casa de mis amigos, en redes, en la calle, y en mi propia familia— de cómo las relaciones con los animales están cambiando. Y lo están haciendo en serio. Ya no se trata solo de tener un animal “porque sí” o como accesorio emocional. Se trata de incluirlo en decisiones importantes, en dinámicas familiares, en procesos de duelo, en rituales de vida. Y no, no es exageración ni moda. Es evolución emocional.
Leí el artículo de Antrozoología que decía que los españoles están gastando más que nunca en sus animales de compañía, y lejos de quedarme en el dato frío (que también es revelador), me hizo pensar en lo que hay detrás. Porque cuando uno decide gastar más en alguien —y digo “alguien” y no “algo”— es porque lo siente parte de sí. Porque le importa. Porque hay un vínculo real. Y eso habla más de nosotros que de los números.
Me puse a pensar en cómo eso también pasa aquí, en Colombia, en mi entorno. ¿Cuántos de mis amigos no han llorado más por la muerte de un perro que por la de un familiar lejano? ¿Cuántos han dicho frases como “mi perro me entiende más que mucha gente”? ¿Cuántos publican más fotos de su gato que de ellos mismos? Y sí, muchos se burlan, pero en el fondo lo que hay ahí es algo muy fuerte: una necesidad profunda de conexión, de afecto incondicional, de presencia sin juicio.
Y es que, seamos sinceros… a veces nuestras mascotas son los únicos que están realmente ahí cuando más lo necesitamos. No preguntan, no opinan, no interrumpen. Solo se quedan. Escuchan con los ojos. Se acomodan al lado nuestro cuando nos ven llorar. O se nos suben encima cuando sienten que algo no anda bien. Y eso, en un mundo donde todo el tiempo estamos siendo medidos, evaluados y exigidos… es un bálsamo. Es hogar.
En uno de mis blogs favoritos —Amigo de ese ser supremo en el cual crees y confías (ver aquí)— alguna vez escribieron sobre los animales como “creaciones puente”. Seres que nos recuerdan lo que es el amor sin condiciones, la lealtad sin estrategia, la entrega sin ego. Y lo creo con todo el corazón. Tal vez por eso ahora los tratamos distinto. Porque nos hemos dado cuenta de que no son propiedad, sino presencia. No están para cumplir un rol, sino para enseñarnos algo que la sociedad nos ha ido robando: la ternura auténtica.
Me sorprende cómo incluso los espacios de consumo están cambiando. Antes, llevar a un animal al veterinario era una obligación esporádica. Hoy, hay seguros de salud para perros. Terapias emocionales. Masajes. Escuelas de comportamiento. Crematorios especializados. Juguetes con inteligencia artificial. Y aunque a veces me parece excesivo —como todo lo que el mercado convierte en oportunidad— también lo entiendo. Lo entiendo porque detrás del gasto hay afecto. Y detrás del afecto hay historia.
Una historia que no empieza con una compra. Empieza con una mirada. Con una patita apoyada en tu pierna. Con un ronroneo que te hizo sonreír cuando tenías un nudo en el alma. Con una cola que se movía cada vez que volvías a casa, aunque tú no tuvieras fuerzas ni para moverte. ¿Cómo no valorar eso?
Pero también hay una reflexión que me nace desde la conciencia social: ¿y si este amor por los animales también nos ayuda a ser más conscientes con otros seres vivos? ¿Y si el respeto que empezamos a sentir por nuestros compañeros peludos se convierte en respeto por la vida en general? ¿Y si cuidar de un perro nos entrena para cuidar de un niño? ¿O de un anciano? ¿O de un planeta?
En mi blog El blog de Juan Manuel Moreno Ocampo, he hablado mucho de vínculos, de relaciones reales, de lo que nos conecta de verdad. Y cada vez tengo más claro que los vínculos no se definen por especie, sino por energía. Y que si un animal logra despertarte ternura, paciencia y empatía… entonces ese vínculo es tan válido como cualquier otro.
Por eso me parece lógico que hoy se hable de “familias multiespecie”. De incluir a los perros en testamentos. De legislar sobre bienestar animal con más fuerza. De ofrecer acompañamiento en los duelos por una pérdida de este tipo. Porque estamos evolucionando. Porque estamos reconociendo que el amor no tiene un solo formato. Y que el cuidado, cuando es auténtico, transforma.
Así que sí, gastamos más que nunca en nuestros animales. Pero tal vez no es un gasto. Tal vez es una inversión. En ellos, sí. Pero también en nosotros. En lo que queremos ser. En lo que estamos recuperando. En lo que estamos recordando.
Agendamiento: Whatsapp +57 310 450
7737
Facebook: Juan Manuel Moreno Ocampo
Twitter: Juan Manuel Moreno Ocampo
Comunidad de WhatsApp: Únete a nuestros
grupos
Grupo de WhatsApp: Unete a nuestro
Grupo
Comunidad de Telegram: Únete a nuestro canal
Grupo de Telegram: Unete a nuestro Grupo
👉 “¿Quieres más tips como
este? Únete al grupo exclusivo de WhatsApp”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario