martes, 6 de mayo de 2025

Qué tanto creemos en lo que esperamos?

 


A veces pienso que vivir es como caminar sobre un hilo invisible, entre lo que deseamos y lo que creemos posible. Crecemos soñando en grande: ser astronautas, artistas, líderes, agentes de cambio… pero conforme vamos avanzando, algo empieza a cambiar dentro de nosotros. No es que dejemos de soñar, pero sí empezamos a preguntarnos si de verdad es posible. Si de verdad merecemos lo que anhelamos.

Y justo de eso, en parte, trata lo que estuve leyendo esta semana sobre el "placebo psicodélico" en un ensayo clínico con LSD y TDAH, compartido por Psyciencia. Más allá de los tecnicismos médicos, lo que me golpeó fue algo mucho más humano: el enorme poder que tienen nuestras expectativas. Cómo, sin siquiera haber recibido la sustancia real, muchos participantes sintieron efectos simplemente porque creían que la habían recibido.

Y no pude evitar hacerme una pregunta que me ha rondado todo el día: ¿cuántas veces nuestras vidas han cambiado, no porque haya pasado algo “real” allá afuera, sino porque dentro de nosotros decidimos creer que ya era posible cambiar?

Hay algo fascinante y también un poco perturbador en saber que nuestro cerebro puede construir experiencias tan vívidas basadas en una expectativa. No porque sean "mentira" —eso sería demasiado fácil y hasta cruel decirlo—, sino porque habla de lo profundo que es el vínculo entre lo que sentimos y lo que esperamos sentir.

En un mundo que a veces se burla de los soñadores, que nos vende una idea de éxito basada en métricas tan frías como el dinero o los seguidores en redes, este hallazgo científico me recordó que hay una fuerza silenciosa más poderosa que cualquier algoritmo: la fe. No una fe ciega o religiosa necesariamente (aunque también puede serlo), sino una fe profunda en la posibilidad de que algo cambie, de que algo nuevo sea real.

Y ahí es donde me entra el conflicto. Porque también he visto cómo esa misma fuerza puede ser usada en nuestra contra. ¿Cuántas veces hemos creído en personas que no lo merecían? ¿Cuántas veces hemos apostado todo por un proyecto, una amistad o un amor que al final solo nos dejó vacíos?
A veces tener fe duele. A veces desear mucho algo nos expone brutalmente al vacío de no obtenerlo.

Pero, ¿sabes qué? Prefiero ese riesgo mil veces antes que endurecerme hasta dejar de creer. Prefiero caminar con la posibilidad del dolor antes que anestesiarme con el cinismo.

Mientras leía más sobre el experimento, pensaba en los chicos y chicas que viven con TDAH y la carga que eso significa en una sociedad que aún entiende muy poco de neurodiversidad. Muchos de ellos, seguramente, viven día a día con el estigma de “ser distraídos”, “ser vagos”, “no ser capaces”. ¿Qué pasaría si en lugar de enfocarnos en todo lo que “falta” empezáramos a sembrar en ellos (y en nosotros mismos) la expectativa de que pueden, de que son valiosos, de que su forma diferente de vivir la atención y el mundo también tiene un lugar?

La expectativa es medicina.

La expectativa también puede ser veneno.

Todo depende de qué tan conscientes seamos de lo que estamos esperando… y de lo que estamos dejando que otros nos hagan esperar.

Algo que aprendí muy joven, gracias a las conversaciones profundas en familia y al contacto con el espíritu que compartimos en Amigo de ese Ser Supremo, es que la vida no siempre va a ser justa en el sentido lógico. Pero sí puede ser profundamente justa en el sentido espiritual: cada acto de fe verdadera, cada esperanza sembrada en amor, no se pierde. Puede que no siempre regrese en la forma en que queremos. Pero regresa.

A veces no es la meta la que nos transforma. Es el hecho de haber creído en el camino.

Y esto también conecta con lo que he reflexionado en otros momentos, como escribí en mi blog Bienvenido a mi Blog: la verdadera fuerza de una persona no se mide en las veces que “ganó”, sino en las veces que creyó, aun cuando no había garantías de ganar.

Y hoy, después de darle muchas vueltas al tema, me atrevería a decir algo que a mis 21 años siento con más certeza que nunca: no hay tal cosa como una vida desperdiciada cuando esa vida se vivió apostando por lo que el corazón decía.

¿Que a veces vamos a sentirnos decepcionados? Obvio.
¿Que vamos a caer y sentir que no valía la pena? Probablemente.
¿Que habrá momentos donde la expectativa se sentirá como una traición? Claro.

Pero aun así, el simple hecho de habernos permitido creer ya habrá sido una revolución en un mundo que cada vez apuesta más por la indiferencia, la apatía y el descreimiento.

Piensa en eso la próxima vez que dudes de ti mismo.

Piensa en eso cuando tengas miedo de volver a intentarlo.

Piensa en eso cuando sientas que todo está en tu contra.

Tu expectativa, tu fe, tu amor… aunque parezcan pequeños, pueden mover mundos dentro de ti.

Y eso, créeme, es más potente que cualquier dosis de LSD.


¿Sentiste que esto te habló directo al corazón?
Escríbeme, cuéntame tu historia o compártelo con quien sabes que lo necesita.

Agendamiento: Whatsapp +57 310 450 7737

Facebook: Juan Manuel Moreno Ocampo

Twitter: Juan Manuel Moreno Ocampo

Comunidad de WhatsApp: Únete a nuestros grupos

Grupo de WhatsApp:    Unete a nuestro Grupo

Comunidad de Telegram: Únete a nuestro canal  

Grupo de Telegram: Unete a nuestro Grupo

👉 “¿Quieres más tips como este? Únete al grupo exclusivo de WhatsApp”.

✒️
— Juan Manuel Moreno Ocampo
"A veces no hay que entender la vida… solo vivirla con más verdad."

No hay comentarios.:

Publicar un comentario