sábado, 17 de mayo de 2025

Por qué nos paralizamos justo cuando más deberíamos movernos?



A veces me pasa que, mientras camino por la calle o voy en el bus con mis audífonos puestos, me quedo pensando en esas veces que la vida nos pone al borde de algo grande… y simplemente nos quedamos quietos.

No porque no queramos. No porque no sintamos esa chispa que nos dice "es ahora o nunca".

Sino porque algo dentro se congela, como si tuviéramos miedo a lo que puede pasar si nos atrevemos a dar el paso.

Esta reflexión no nació de un libro ni de un video motivacional que vi en Instagram.

Nació de esos momentos en los que me he quedado callado cuando debía hablar, me he quedado quieto cuando debía correr, o he soltado algo bueno por no saber lidiar con el miedo.
Y, siendo honesto contigo (y conmigo mismo), esas son de las cosas que más duelen después.

Muchas veces nos han vendido esa frase bonita de "nunca te arrepentirás de lo que hiciste, solo de lo que no hiciste".

Suena épico, ¿no? Pero en la vida real no siempre es tan cierto.

Yo me he arrepentido de haber actuado con orgullo, de haber hablado sin pensar, de haber tomado decisiones apresuradas.

Y también me he arrepentido de no haber actuado cuando el corazón me lo pedía.

Es curioso: el miedo no siempre aparece como ese monstruo gigante que te bloquea.

A veces se disfraza de dudas pequeñitas: "¿Y si no sale bien?", "¿Y si me rechazan?", "¿Y si después me arrepiento?".

Pero la verdadera ironía es que casi siempre nos arrepentimos más de habernos frenado que de haberlo intentado.

Recuerdo una vez, hace unos años, cuando pude acercarme a hablarle a alguien que significaba mucho para mí.

No lo hice. Me dio miedo verme tonto, me dio miedo no saber qué decir.

Y luego, cuando ya fue tarde, me di cuenta de que lo que dolía no era el rechazo que nunca ocurrió…

Era haberme fallado a mí mismo.

Esto me conecta mucho con algo que he leído en Mensajes Sabatinos, donde alguna vez escribieron sobre esas "batallas silenciosas" que vivimos todos los días.

Batallas internas que nadie ve, pero que nos cambian por dentro para siempre.

El problema de paralizarnos no es solo perder una oportunidad: es empezar a entrenar a nuestra mente para que dude de nosotros mismos.

Cada vez que dejamos que el miedo decida, fortalecemos la voz de la inseguridad.

Y eso, con el tiempo, puede terminar construyendo una jaula invisible, donde tú mismo eres tu carcelero.

¿Sabes qué es lo más loco?
Que la mayoría de veces el miedo no es real.
Sí, sentimos mariposas en el estómago, palpitaciones, sudor frío...
Pero el miedo casi nunca se materializa en el desastre que imaginamos.
Es nuestra mente exagerando escenarios.
Es la historia que nos contamos a nosotros mismos sobre todo lo que podría salir mal.

En esos momentos, cuando la vida nos pone en una encrucijada, deberíamos preguntarnos:
¿Qué pesa más, el miedo o el arrepentimiento que vendrá si no hago nada?

Lo que me ha ayudado —y que todavía sigo aprendiendo, porque esto es un viaje de toda la vida— es entender que no hay garantías.

Hacer lo que toca hacer, lo que sientes que es lo correcto, no te asegura que todo saldrá bien.
Pero sí te garantiza una cosa: que vas a estar en paz contigo mismo.

Prefiero mil veces equivocarme intentando, que quedarme preguntándome el resto de mi vida qué habría pasado si me hubiese atrevido.

Prefiero ser de esos que se lanzan, aunque caigan, porque al menos sé que estoy honrando mi propia vida.

En mi blog personal Juan Manuel Moreno Ocampo, he escrito también sobre cómo los momentos de incertidumbre son, en realidad, portales hacia nuestra mejor versión.

Y sí, puede que suene poético... pero lo he vivido.

Cada vez que he abrazado la incomodidad de actuar aun con miedo, he crecido.

Actuar no siempre significa hacer algo espectacular.
A veces actuar es simplemente decir lo que sientes.
Enviar ese mensaje.
Tomar ese curso.
Aceptar esa entrevista de trabajo aunque no te sientas 100% preparado.
O decirle a esa persona que te importa.

Lo importante es no dejar que la vida pase mientras tú solo te quedas viendo.
Porque después, cuando el miedo se va, cuando ya todo pasó… lo único que queda es la pregunta:

¿Y si lo hubiera intentado?

Hoy, te invito a que pienses en una cosa que has dejado de hacer por miedo.
No una lista interminable, no una gran meta lejana.
Solo una cosa.

Y que te preguntes: ¿Qué pasaría si esta vez no me paralizo?

En el blog Amigo de ese ser supremo en el cual crees y confías, aprendí que muchas veces la fe no se trata de esperar sentado a que todo salga bien, sino de caminar aun temblando.
De confiar en que al dar el paso, aunque no veas el camino completo, encontrarás la luz que necesitas.

Así que hoy no te pido que dejes de tener miedo.
Eso sería ingenuo.

Te pido que no dejes que el miedo sea el que decida por ti.
Tu vida es demasiado valiosa como para vivirla con el freno de mano puesto.

No siempre vas a poder controlar lo que pase.
Pero siempre podrás elegir no quedarte paralizado.

¿Hoy qué eliges?

📣 ¿Sentiste que esto te habló directo al corazón?
Escríbeme, cuéntame tu historia o compártelo con quien sabes que lo necesita.

Agendamiento: Whatsapp +57 310 450 7737

Facebook: Juan Manuel Moreno Ocampo

Twitter: Juan Manuel Moreno Ocampo

Comunidad de WhatsApp: Únete a nuestros grupos

Grupo de WhatsApp:    Unete a nuestro Grupo

Comunidad de Telegram: Únete a nuestro canal  

Grupo de Telegram: Unete a nuestro Grupo

👉 “¿Quieres más tips como este? Únete al grupo exclusivo de WhatsApp”.

✒️ — Juan Manuel Moreno Ocampo
"A veces no hay que entender la vida… solo vivirla con más verdad."

No hay comentarios.:

Publicar un comentario