Hay frases que se repiten tanto que uno termina creyéndolas.
Casi sin pensarlo, las aceptamos como verdades absolutas.
Frases como: "Los gatos solo te quieren porque les das comida."
¿La has escuchado? Seguro que sí.
Tal vez incluso, en algún momento, la dijiste entre risas, como quien no le da mucha importancia.
Pero hoy quiero detenerme en eso.
Quiero hablarte no desde la arrogancia de quien pretende saberlo todo, sino desde la sinceridad de quien ha aprendido (a veces a las malas) que las cosas importantes de la vida rara vez son tan simples como parecen.
Decir que un gato solo te quiere porque le das comida es como decir que un amigo solo te aprecia porque le prestas dinero.
Es reducir algo profundo, complejo y hermoso a una transacción básica.
Y no, el amor de un gato, su confianza, su entrega, no se compran.
Se construyen.
Cuidar a un gato es algo mucho más delicado que llenar su plato de croquetas dos veces al día.
Es como intentar ajustar un reloj suizo con la punta de los dedos.
Si no sabes cómo hacerlo, si no tienes la paciencia, la sensibilidad, el respeto necesarios… terminas dañándolo, sin querer.
Hace poco reflexionaba sobre esto leyendo los contenidos de Amigo de ese ser supremo en el cual crees y confías.
La verdadera conexión, con las personas, con los animales, incluso con lo divino, no nace de cumplir requisitos mecánicos.
Nace de una entrega consciente, de una presencia real.
Un gato necesita mucho más que agua, comida y una caja de arena limpia.
Necesita que sepas leer su lenguaje silencioso.
Que respetes su espacio.
Que entiendas sus tiempos, sus silencios, sus huidas y sus regresos.
Y aquí es donde muchos fallamos —yo mismo he fallado alguna vez.
No por maldad.
No por desinterés.
Sino por ignorancia.
Pensamos que con cubrir las necesidades básicas ya está.
Que mientras el gato coma, esté limpio y tenga un sitio donde dormir, debe estar bien.
Pero no siempre es así.
Cuando su humano se va y lo deja al cuidado de alguien más, aunque ese alguien le dé la mejor comida del mundo, el gato puede sentir un vacío.
Puede dejar de comer.
Puede esconderse.
Puede desarrollar conductas que ni siquiera sabemos interpretar.
Y cuando los dueños regresan, ¿qué encuentran?
Un gato diferente.
Más nervioso, más distante, más triste.
¿Resultado?
Desconfianza.
Desilusión.
Y probablemente, una decisión silenciosa de no volver a confiar en quien "cuidó" de su gato.
Esto no lo digo para generar culpa.
Lo digo para despertar conciencia.
Cuidar un gato es, en el fondo, cuidar una relación.
Una relación que, como todas las verdaderas, necesita respeto, conocimiento y humildad.
Hace unos días, mientras revisaba Bienvenido a mi Blog, pensé en lo importante que es formarse.
Buscar información.
Escuchar a los que saben más.
No quedarnos en lo que "siempre se ha dicho".
Porque cuando decides cuidar un gato, asumes una responsabilidad que va mucho más allá de mantenerlo alimentado.
Asumes la tarea de ser un puente entre su mundo y el nuestro.
De proteger su bienestar emocional tanto como su bienestar físico.
Y no siempre será fácil.
Habrá gatos que necesiten tiempo para confiar.
Otros que parezcan rechazarte sin motivo.
Otros que te regalen una caricia inesperada justo cuando estabas a punto de rendirte.
Así son ellos.
No fáciles.
No inmediatos.
Pero profundamente verdaderos.
En Mensajes Sabatinos, alguna vez leí que el verdadero amor es paciente.
Y los gatos, más que ningún otro ser, nos enseñan que la paciencia es una forma de amar.
No basta con quererlos porque son bonitos.
No basta con alimentarlos.
Hay que aprender a ser dignos de su confianza.
Porque cuando un gato te elige —cuando realmente te elige— no es por el olor de tu comida.
Es por el silencio que compartieron sin presiones.
Por el respeto que le diste cuando otros intentaron forzar su cariño.
Por el espacio que le ofreciste para ser él mismo.
Hoy te invito a que, si tienes un gato cerca, lo mires diferente.
Que no veas su amor como algo que puedas comprar o merecer solo por cumplir.
Que entiendas que su entrega, cuando llega, es un regalo, no un intercambio.
Y si alguna vez tienes la oportunidad de cuidar un gato que no es tuyo, hazlo con todo el respeto, la delicadeza y la humildad que tendrías al cuidar un alma que no comprendes del todo, pero que valoras infinitamente.
No somos dueños de ellos.
Somos apenas compañeros de camino, si ellos así lo permiten.
Y créeme:
Ese tipo de amor, libre, real y consciente, vale mucho más que cualquier gesto automático.
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✒️ — Juan Manuel Moreno Ocampo
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