domingo, 18 de mayo de 2025

Cuando el remedio se convierte en una nueva herida

 


A veces la vida nos enseña de las formas más silenciosas, ¿sabes?
Uno no siempre se da cuenta en qué momento lo que buscaba sanar, empieza a doler de otra manera.

Lo entendí más fuerte cuando empecé a leer sobre algo que, aunque no me ha pasado directamente, me tocó muy de cerca al ver amigos, conocidos e incluso familiares atravesar por algo similar: el uso de medicamentos como las benzodiazepinas.

Quizás has escuchado nombres como lorazepam, clonazepam o alprazolam.
Medicamentos que muchos reciben cuando la ansiedad los está sobrepasando, cuando el insomnio se vuelve insoportable o cuando el miedo parece más grande que uno mismo.

El problema no siempre es tomarlos.
El problema es que nadie te habla de lo que puede pasar después.

Resulta que un estudio reciente, publicado en 2023 en PLOS ONE, habló de algo que me dejó helado: la Disfunción Neurológica Inducida por Benzodiazepinas, o como la llaman, BIND.
Y no, no es el síndrome de abstinencia que muchos mencionan.
Es algo más profundo.
Son síntomas nuevos, que no estaban antes de empezar el tratamiento, y que pueden quedarse meses o incluso años después de dejar el medicamento.

Imagínate cargar con ansiedad, insomnio, cansancio extremo, dificultades para concentrarte, pensamientos oscuros... y todo eso sin saber que no es tu "problema original" volviendo, sino un efecto de algo que, en teoría, iba a ayudarte.

Me impactó saber que en la encuesta más grande realizada hasta ahora, con más de 1200 personas, el 76% seguía experimentando estos síntomas por más de un año después de dejar las benzodiazepinas.
Y que más de la mitad reportaba no uno ni dos, sino 17 síntomas diferentes.
Eso no es solo duro. Es devastador.

Leyendo más a fondo, entendí que este tipo de heridas invisibles no solo afectan la mente o el cuerpo.
Afectan matrimonios, trabajos, amistades, sueños.
Más del 50% de los participantes reportaron haber tenido pensamientos suicidas.
Casi el 50% perdió su empleo o su capacidad de trabajar.
Un porcentaje importante perdió su casa, su negocio, su capacidad de sostener a sus familias.

Ahí fue donde algo dentro de mí hizo clic.
Porque no estamos hablando solo de un efecto secundario pasajero.
Estamos hablando de vidas enteras transformadas por algo que, al principio, parecía un salvavidas.

Y no es que las benzodiazepinas sean el enemigo absoluto.
A veces, en crisis agudas, pueden ser necesarias.
Lo que duele es que nadie nos enseña a ver el panorama completo: el costo que puede venir después.

Esta reflexión me llevó inevitablemente a pensar en el valor de la información y el acompañamiento consciente, algo que también aprendí leyendo espacios como Bienvenido a mi blog, donde se insiste tanto en la importancia de actuar informados, desde la verdad y no desde la ignorancia cómoda.

Creo que uno de los peores errores que cometemos como sociedad es simplificar las cosas que no queremos enfrentar.
Tomar una pastilla para no sentir ansiedad parece más fácil que aprender a sentarnos con nuestras emociones incómodas.
Buscar una solución rápida a una herida profunda es tentador.
Pero tarde o temprano, la herida se abre de nuevo si no sanamos desde el fondo.

El problema no es sentir ansiedad.
El problema es no entender de dónde viene esa ansiedad.
No permitirnos procesarla.
No buscar alternativas más integrales: terapia, cambios de estilo de vida, apoyo emocional, espiritualidad viva como la que se refleja en espacios como Amigo de ese ser supremo en el cual crees y confías.

Me preguntaba mientras escribía esto:
¿Por qué nos cuesta tanto aceptar que sanar de verdad toma tiempo?
¿Por qué nos enseñaron que el sufrimiento tiene que anestesiarse en lugar de comprenderse?

Quizás porque duele.
Y porque vivimos en un mundo que nos exige funcionar, producir, sonreír, a pesar de todo.

Pero la verdad es que las heridas ignoradas nunca desaparecen.
Se transforman.
Se esconden bajo la piel.
Y a veces, como pasa con BIND, se convierten en tormentas internas que nadie más ve.

La medicina tiene que ser un puente, no una cárcel.
Un apoyo, no una condena.
Y para que eso pase, hace falta mucha más conciencia, educación y humanidad en la forma en que tratamos la salud mental.

Si tú, o alguien que conoces, está lidiando con síntomas prolongados después de dejar benzodiazepinas, quiero decirte algo que aprendí también leyendo en Mensajes Sabatinos:
No estás roto. No estás solo. Y mereces un camino de sanación real, no un silencio que te haga sentir culpable por algo que no fue tu culpa.

Buscar ayuda profesional especializada es vital.
No intentes enfrentar esto solo.
No permitas que el miedo o la vergüenza te hagan cargar una batalla que no tienes que pelear en soledad.

Y si eres de los que aún no ha tenido que enfrentar algo así, toma esta reflexión como una invitación a mirar con más ternura a quienes sí están luchando.
A entender que no todo dolor es visible.
Que no toda herida tiene cicatrices que los ojos puedan ver.

Hoy, más que nunca, necesitamos construir una cultura que no glorifique las soluciones rápidas, sino que abrace el proceso real de sanar, con toda su crudeza, su lentitud y su belleza escondida.

Porque vivir no es evadir el dolor.
Es atravesarlo.
Es entender que hasta nuestras grietas pueden ser lugares por donde entra la luz.


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✒️ — Juan Manuel Moreno Ocampo
"A veces no hay que entender la vida… solo vivirla con más verdad."

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