Adolescentes rusos recorren sector del Ártico que solía estar cubierto de hielo.
Cuatro casos ilustrativos de cómo el cambio climático afecta de manera importante el medio ambiente.
Faltan solamente unos días para la inauguración de la Conferencia de las Partes número 226 (COP26). Se trata de la conferencia bienal de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en la que se discuten temas relacionados con el cambio climático. Se llevará a cabo en Glasgow (Escocia) y varios países ya han adelantado algunas de las estrategias que se comprometerán a implementar y que presentarán oficialmente en la COP26, entre el 1.º y el 11 de noviembre.
Coincidencialmente, este año se han roto varios récords en los impactos que tiene el cambio climático en diferentes partes de la Tierra y, por lo mismo, se han afectado las economías de distintas maneras.
Mientras el hielo del Polo Norte se derrite, en Europa hay inundaciones que ponen en jaque al continente más poderoso del mundo. Los incendios forestales en California, el Mediterráneo y Siberia emiten toneladas de dióxido de carbono y la sequía en los ríos de América Latina tienen en alerta la biodiversidad y la producción de energía eléctrica.
Aquí le presentamos la ampliación de estos ejemplos con textos de diferentes procedencias, agencias y autores que demuestran el fuerte impacto del cambio climático en el planeta. Los ecosistemas manifiestan cómo los afecta el comportamiento de los seres humanos.Rompehielos no tendrán qué romper en el Ártico
Un rompehielos avanza en la inmensidad de la banquisa en dirección al Polo Norte. Pero no hay que dejarse engañar por este paisaje blanco que se extiende hasta donde alcanza la vista. El cambio climático está allí, dentro del hielo.
Dmitri Lobusov tiene a su mando desde hace trece años el ‘50 let Pobedy’ (50 años de la Victoria), uno de los enormes buques nucleares que Rusia construyó para garantizar su supremacía marítima en el Ártico y poder explotar sus recursos naturales y sus incipientes vías comerciales.
El capitán de 57 años, que alterna cuatro meses embarcado y cuatro en tierra, es un enamorado de esta banquisa que atraviesa con su inmenso buque rojo y negro de la agencia atómica rusa Rosatom. Su funcionamiento es tan silencioso que permite escuchar cómo se rompe el hielo bajo su casco.
A una velocidad mínima, este monstruo metálico de 159,6 metros de eslora parece deslizarse como un patín sobre el hielo.
En la bahía de Essen, frente a las costas de la Tierra de Jorge, una de las casi 200 islas que componen el archipiélago polar ruso Tierra de Francisco José, un oso blanco apenas se inmuta por el paso del buque.
“Aquí los jefes son los osos, es su casa, nosotros estamos de paso. Si están en nuestra ruta, frenamos, o los rodeamos”, asegura el capitán.
Su buque ha llegado ya 59 veces a los 90 grados de latitud norte, el polo geográfico. El marinero, con barba canosa y pipa en la boca, conoce bien la región y sus cambios.
Pero, tras casi treinta años en el mar, lo que mejor conoce es ese hielo que atraviesa. Y, debido al cambio climático, ya no es el mismo.
"Voy al polo desde 1993 y, en los años 1990 y principios de los 2000, el hielo era más complejo, difícil, espeso”, explica este marinero taciturno, impecable en su uniforme azul marino.
“Había muchos hielos plurianuales. Hielo así ya casi no encontramos”, afirma el capitán, que cumple una misión para mostrar el Ártico a estudiantes de instituto que ganaron un concurso científico.
La banquisa plurianual es más compacta porque, al haberse formado durante varios años, es pobre en sal, explica.
Pero hoy, la mayoría de este “campo blanco” está compuesto de hielo reciente que se funde rápidamente en verano.
Según los científicos, no hay ninguna duda, el calentamiento climático es el responsable.
Comparado con los años 1980, la superficie de la banquisa ártica de Rusia es entre “cinco y siete veces menor”, indicó el instituto meteorológico Rosguidromet en un informe de marzo.
El informe también desvela que el calentamiento en Rusia, con un tercio del territorio dentro del círculo polar, es más rápido que la media planetaria: desde 1976, la temperatura aumentó 0,51ºC por década.
Con una economía basada en la extracción de hidrocarburos, Rusia reconoce la existencia del calentamiento, pero muchos minimizan su vinculación con las actividades humanas.
Viktor Boyarski, pasajero del ‘50 let Pobedy’, es uno de ellos. Este explorador de 70 años, antiguo director del museo ruso del Ártico y la Antártida, estima que la actividad humana “no juega un papel clave” en este fenómeno a pesar de la abundancia de pruebas de lo contrario.‘Reacción en cadena’
Sin embargo, constata que la región polar entró en un círculo vicioso, puesto que el retroceso del hielo permite a las aguas templadas del océano Atlántico entrar en la cuenca ártica. Esto “impide que el hielo se forme como lo hacía hace 20 o 30 años”, indica este ex explorador, que es una celebridad en Rusia.
“Es un proceso de reacción en cadena: cuanto menos hielo, más agua y más calor. Y cuanto más calor, más se reduce la extensión del hielo”, explica este hombre barbudo ante la bruma que envuelve el Polo Norte.
Después de años en el mar, el capitán Lobusov ha sido testigo de los estragos del clima en las islas árticas.
“Cuando pasamos por el archipiélago de Francisco José, vemos que los glaciares ya no están donde se indicaba en los mapas”, explica.
Los glaciares reculan, no hay discusión ni duda alguna, y es el efecto del calor”, insiste.
Este viejo lobo de mar expone otra muestra de los cambios en curso. En verano, el Polo Norte está “cubierto de neblina”.
“Pienso que es efecto del calentamiento, hay más humedad en el aire”, asegura. “Antes, ir al polo sin gafas de sol era imposible debido al brillo del sol”, recuerda.
Proyección de calentamiento global.
La sequía obliga a Chile a retroceder en su producción de energía
Chile volvió al pasado. Gracias a una sequía prolongada que dificulta la generación de energía con hidroeléctricas, el país está regresando al carbón, lo que a su vez contamina más el ambiente.
Los menores caudales de los rios han reducido la generación de las represas, lo que ha obligado al país a recurrir a fuentes de electricidad mas sucias para mantener las luces encendidas.
Si bien ha sido una bendición para los 500 millones de dólares en bonos con vencimiento en 2025 de Guacolda Energia S.A. (que registraron el mayor retorno de América Latina en agosto, de un 21 por ciento), es una mala noticia para el clima, pues se trata de una contundente muestra de los impactos del cambio climático.
Se trata de nada más y nada menos que la peor sequía en la historia de Chile, que registro niveles de lluvia 50 por ciento bajo lo normal durante los ultimos ocho meses.
Es un drástico cambio de escenario en comparación con principios de este año, cuando las perspectivas para el carbón se tornaron sombrías debido a un proyecto de ley que busca eliminar el uso de plantas de este material para 2025.
De hecho, los ingresos del segundo trimestre cayeron un 25 por ciento debido a la expiración de los contratos de suministro a largo plazo que habían proporcionado la mayor parte de las ventas.
La sequía “refuerza el hecho de que el carbón sigue siendo necesario en el sistema y que eliminarlo desde el 2025 podría ser demasiado pronto”, dice Alejandro Toth, analista de renta fija de Credicorp Capital en Santiago.
“Ademas, las sequías suelen aumentar los precios, lo que beneficiaria a una empresa como Guacolda en el corto plazo”.
El carbón suministro el 39 por ciento de la electricidad de Chile en julio, frente al 34 por ciento de hace un año, según los últimos datos disponibles del Ministerio de Energía.
La energía hidroeléctrica cayó del 26 al 14 por ciento. El resto de la oferta provino de plantas de gas natural, así como de instalaciones solares y eólicas.
Chile no es el único mercado eléctrico que se ha visto afectado por un clima impredecible en la era del cambio climático.
La generación de carbón de Estados Unidos aumentó un 34 por ciento en junio con respecto al año anterior, mientras que la producción hidroeléctrica cayó un 14 debido a sequías históricas en el oeste de EE.UU. y a precios mas altos del gas natural.
En Brasil, el presidente Jair Bolsonaro advirtió el mes pasado que las plantas hidroeléctricas podrían dejar de funcionar debido a la sequía.
Por ahora, las previsiones apuntan a que continúe la sequía en Chile. Las lluvias de agosto solo redujeron la escasez de precipitaciones de este ano del 60 al 50 por ciento, segun el Ministerio de Medio Ambiente.
Toth, de Credicorp, dice que no hay duda de que la tendencia a largo plazo en Chile es de mas energía renovable con costos mas bajos, un cambio que, aunque dejaría vulnerables a las plantas de carbón, sería un gran avance en cuanto a los costos ambientales que deja la producción de electricidad con ese método.
Eduardo Thomson
BloombergIncendios forestales: récord de emisiones de CO2 en 2021
Los incendios forestales en el verano del hemisferio norte fueron tan fuertes que provocaron un récord de emisiones de dióxido de carbono (CO2) en julio y agosto de 2021. Así lo indicó un informe del Servicio de Monitoreo de la Atmósfera europeo Copernicus.
Copernicus, financiado por la Unión Europea, afirma que en el mes de julio se batió un primer récord de 1.258,8 megatoneladas de CO2 liberadas a la atmósfera por los incendios en el planeta (la mitad procedentes de América del Norte y Siberia). En agosto, se volvió a batir el récord con 1.384,6 megatoneladas.
La temporada de incendios en el hemisferio boreal va de mayo a octubre con sus picos en julio y agosto. Las regiones más afectadas fueron la cuenca mediterránea, bajo importantes olas de calor; Siberia Estados Unidos, donde el incendio denominado ‘Dixie’, en California, fue uno de los más graves.
“Los animales muertos yacían en los bordes de las carreteras. Los bomberos hacían intentos inútiles para detener las llamas de 105 metros de altura que se elevaban sobre ellos”, escribió el fotógrafo de la AFP Josh Edelson, quien hizo un reportaje gráfico del antes y después de ‘Dixie’ en California.
Para el científico Mark Parrington, de Copernicus, es alarmante “el número de incendios, el área quemada, su intensidad y su persistencia”.
Se trata de un fenómeno agravado por condiciones climáticas más secas y cálidas, “a consecuencia del calentamiento global”, añade, y pone como ejemplo los incendios del noreste de Siberia, que se extendieron de junio a agosto.
“El cambio climático está creando entornos ideales para los incendios forestales”, con fuegos más intensos y que se desarrollan más rápido, resalta Parrington.
Es un círculo vicioso: el cambio climático provoca los incendios forestales y estos, a su vez, también impactan el medioambiente.
Y lo hacen por doble vía: por un lado, por la quema de la vegetación y los suelos, que tardan en recuperarse. Por otro, por la cantidad de toneladas de CO2 que liberan a la atmósfera. Es una tormenta perfecta que afecta progresivamente varios entornos del planeta.
En el caso de Siberia, el aumento de las temperaturas y la sequedad del suelo están detrás del récord de emisiones de CO2 entre junio y agosto, el doble que en 2020, con un pico registrado el 3 de agosto.
En el Ártico, las llamas provocaron 66 megatoneladas de emisiones de CO2 entre junio y agosto de 2021.
Los científicos del Servicio de Monitoreo de la Atmósfera de Copernicus siguen casi en directo la evolución de la atmósfera gracias a satélites, y pueden estimar el impacto de las emisiones en la contaminación del aire.
En este sentido, sus observaciones registraron una columna de humo procedente de los incendios en Siberia y Norteamérica que cruzó el Atlántico y llegó hasta la costa oeste de las islas británicas.
AFP. ParísLa ruptura del ‘dique político’: análisis
de las inundaciones en el primer mundo
Grandes franjas de Europa están inundadas, y el oeste de Estados Unidos está sumido en el calor, el fuego y la sequía. Los países ricos están viviendo en carne propia lo que muchos países en desarrollo siempre supieron: un clima cambiante puede tornarse en inmanejable cuando falla nuestro control sobre el agua.
Tras las catástrofes ocurridas este verano, los líderes políticos, empezando por la canciller alemana Angela Merkel y hasta la gobernadora de Oregón Kate Brown, han hecho un llamamiento justificado a favor de acelerar la lucha mundial contra el cambio climático. Pero, si bien es necesario reducir con urgencia las emisiones de gases de efecto invernadero, eso no es suficiente. La pérdida de la seguridad hídrica de las comunidades ricas es una prueba que evidencia no sólo que el clima está cambiando, sino que también estamos frente a un fracaso político.
A principios del siglo XX, todos en el mundo estaban expuestos de forma rutinaria a condiciones climáticas difíciles. De manera similar, desde el colapso del Imperio Romano Occidental en el siglo V, el paisaje europeo había permanecido en gran medida indómito. Hoy en día podemos imaginar que los viejos bosques del continente lucían como lugares con una naturaleza románticamente salvaje; sin embargo, los cuentos de hadas para niños del siglo XIX los describían con mayor precisión: en su narración indican que eran lugares impenetrables y pantanosos habitados por lobos y bandidos.
A principios del siglo XX, el sistema climático aún dominaba el paisaje. La única forma universal de “adaptación climática” era la aceptación. Luego, todo cambió. Dos guerras mundiales y la creciente expansión política del derecho al voto avivaron las demandas de bienestar universal. El crecimiento económico (un fenómeno relativamente poco interesante para las élites del siglo XIX, que no tenían que compartir la riqueza) se convirtió en la principal preocupación de los políticos que tenían que dar respuestas ante los desempleados y quienes no contaban con seguridad. El acceso confiable al agua se convirtió en un imperativo político y en un instrumento en la construcción del Estado.
La mayoría de los países que contaban con los recursos financieros comenzaron a transformar sus paisajes acuáticos para ponerlos al servicio de la economía de consumo y de un sistema político en constante expansión. Los proyectos de recuperación agregaron tierras cultivables y ampliaron las oportunidades económicas. Luego vino la energía hidroeléctrica, la primera fuente de electricidad que podía escalarse completamente con el propósito de apoyar la industrialización y el empleo masivo. Los ríos se convirtieron en hojas de ruta para el desarrollo.
A medida que las ciudades crecían, las inundaciones se tornaron en políticamente intolerables. Las condiciones insalubres fueron eliminadas por el acceso casi universal a los suministros de agua potable. La forma del paisaje moderno cambió lentamente a medida que se llenaba de diques, defensas contra inundaciones, presas, canales y embalses. Estos fueron invariablemente financiados por el nuevo poder económico del Estado y apoyados por las aspiraciones de un electorado cada vez mayor.
Estados Unidos lideró el camino, culminando algunos de los proyectos hídricos más emblemáticos del siglo XX, desde las presas Hoover y Fort Peck hasta la gestión por parte del Cuerpo de Ingenieros del Ejército del Bajo Río Mississippi y de la Autoridad del Valle de Tennessee.
Las inversiones en infraestructuras hídricas modernas se extendieron por todo el mundo, impulsando una transformación a escala planetaria. A principios del siglo XX, la humanidad prácticamente no tenía ninguna infraestructura para el almacenamiento de aguas, ni tampoco grandes presas; sin embargo, en la década de 1970, la infraestructura podía captar aproximadamente una quinta parte de toda la escorrentía en el planeta. A medida que las personas volvían a construir los sistemas de tuberías del paisaje y dejaban a su paso amplias huellas en forma de consecuencias medioambientales imprevistas, se nutría un sueño modernista: finalmente, las personas podrían estar completamente aisladas de los efectos de un clima difícil.
Con el pasar del tiempo, muchos de los que vivían en países ricos simplemente se olvidaron de toda el agua que fluía detrás de las presas y diques. Ya que habían encasillado sus vidas dentro de normas que iban al son del ritmo ininterrumpido de la economía de consumo, los californianos y alemanes este año se vieron incuestionablemente atónitos por el violento regreso de la naturaleza. Las catástrofes que presenciaron se habían convertido en simplemente inconcebibles para las opulentas sociedades modernas.
A pesar de que las inundaciones y las sequías afligen rutinariamente a cientos de millones de personas pobres en todo el mundo, estos eventos rara vez llegan a aparecer en los noticieros (las principales excepciones fueron aquellos desastres que ocurrieron en países ricos, como por ejemplo cuando el huracán Katrina devastó en el año 2005 el vecindario Lower Ninth Ward, un barrio de Nueva Orleans poblado principalmente por afroamericanos. Haciendo eco de la falacia maltusiana que trata la pobreza como un síntoma del fracaso moral, los desastres que azotan a los países en desarrollo se desestiman como una consecuencia inevitable del subdesarrollo.
No obstante, la seguridad hídrica no es simplemente un producto del desarrollo y la estabilidad política. Por el contrario, la seguridad hídrica contribuye a ambos, es decir tanto al desarrollo como a la estabilidad política. Las economías modernas y las instituciones políticas estables se construyeron fundamentándose en promesas de seguridad hídrica y las oportunidades que brinda dicha seguridad. El cada vez más evidente fracaso de nuestras instituciones cuando llega el momento de cumplir esa promesa representa, por lo tanto, una amenaza directa al pacto cívico que vincula a los ciudadanos y al Estado.
Las soluciones supuestamente permanentes del siglo XX están resultando ser inadecuadas. Los desastres climáticos de este siglo son heraldos que presagian la llegada de una nueva relación con nuestro medio ambiente, lo que plantea interrogantes que no hemos tenido que hacernos durante muchas generaciones.
¿Cómo queremos que se vea nuestro paisaje? ¿Qué riesgos somos capaces de tolerar? ¿Qué debemos esperar del Estado en lo que respecta a nuestra seguridad ambiental y qué potestades serían necesarias para alcanzar dicha seguridad ambiental?
Estas no son preguntas técnicas. Son interrogantes políticas, y ellas ocuparán progresivamente un sitial cada vez más central en el escenario del siglo XXI.