La vida a veces se parece mucho a un videojuego. No porque tengamos superpoderes o porque nos enfrentemos a dragones gigantes (aunque a veces los problemas se sienten igual de grandes), sino porque cada etapa que vivimos parece un nuevo nivel, con nuevos desafíos, nuevas reglas y, sobre todo, nuevas formas de descubrir quiénes somos realmente.
Pensaba en eso mientras leía el artículo sobre los juegos más esperados antes de que acabe este año. Y aunque hablaban de títulos específicos como "Starfield", "Assassin's Creed Mirage" o "Call of Duty: Modern Warfare III", sentí que en el fondo estábamos hablando de algo más que entretenimiento. Estábamos hablando de esperanza.
Esperamos estos juegos porque, de alguna manera, necesitamos nuevas historias. Necesitamos nuevos mundos a los cuales lanzarnos, nuevas batallas que librar (aunque sean virtuales), nuevas misiones que nos recuerden que, incluso en un universo ficticio, el esfuerzo, la valentía y la persistencia siguen teniendo valor.
En mi día a día, veo a muchos de mi generación buscando eso: espacios donde sientan que su esfuerzo vale algo, que sus sueños importan. Y a veces, en el mundo real, eso se vuelve difícil de encontrar. Nos movemos entre sistemas que valoran más la productividad que el corazón, entre redes sociales que premian la apariencia antes que la verdad, entre trabajos que a veces sofocan más de lo que inspiran.
Entonces, claro, tiene sentido que los videojuegos nos emocionen. No porque escapemos de la realidad, sino porque, en muchos casos, nos recuerdan que cada elección que hacemos puede tener impacto, que cada obstáculo puede ser superado, que cada nivel tiene su recompensa.
Mientras leía sobre "Spider-Man 2", pensaba en cómo todos, en algún momento, llevamos una máscara. A veces para protegernos, a veces para escondernos, a veces porque sentimos que si mostramos nuestro verdadero rostro seremos rechazados. Y sin embargo, como también escribo en mi blog Juan Manuel Moreno Ocampo, la verdadera fuerza no está en ocultarnos, sino en atrevernos a ser.
Cada lanzamiento de un nuevo juego es también una oportunidad para conectar con otras personas. Con amigos que se reúnen a jugar, con comunidades que celebran cada avance, con desconocidos que en un equipo aleatorio terminan siendo aliados inesperados. Hay algo profundamente humano en esa búsqueda de conexión a través de la aventura compartida.
Y sin embargo, también sé que, como toda herramienta, el mundo gamer tiene sus luces y sus sombras. Hay quienes se pierden en el juego para no enfrentar su vida. Hay quienes sustituyen sus sueños reales por logros digitales. Y eso, en el fondo, es una tristeza que no debería pasarnos desapercibida.
No se trata de demonizar los videojuegos, ni de glorificarlos sin sentido. Se trata de recordar que, como en todo en la vida, el valor está en cómo usamos lo que tenemos. Un juego puede ser escape o inspiración. Puede ser adicción o puede ser impulso para crear, para imaginar, para conectarnos.
Mientras escribo esto, pienso en lo que compartimos en Mensajes Sabatinos: la importancia de vivir con más conciencia, de preguntarnos a cada paso: ¿Esto que estoy haciendo, me está acercando o alejando de quien quiero ser?
Creo que cada juego esperado este año es también una especie de recordatorio silencioso: siempre hay nuevos mundos por descubrir, nuevas formas de superarnos, nuevas misiones que solo nosotros podemos cumplir.
La verdadera pregunta no es si vamos a ganar o perder en un juego. La verdadera pregunta es si, después de apagar la pantalla, estamos listos para seguir jugando el juego más importante de todos: el de nuestra vida real.
Porque la vida, a diferencia de los videojuegos, no tiene "saves" automáticos. Cada elección importa. Cada día cuenta. Cada batalla interna que libramos deja una marca.
Y aún así, también como en los mejores juegos, siempre hay redención posible. Siempre hay una segunda oportunidad, siempre hay un nuevo nivel si no nos rendimos.
Quizás eso es lo que más me emociona de pensar en los juegos que están por salir. No las gráficas espectaculares ni las mecánicas innovadoras. Sino esa chispa de esperanza que nos recuerda que siempre podemos volver a empezar, que siempre hay una aventura esperándonos, que nunca estamos completamente derrotados mientras sigamos intentando.
¿Sentiste que esto te habló directo al corazón? Escríbeme, cuéntame tu historia o compártelo con quien sabes que lo necesita.
Agendamiento: Whatsapp +57 310 450
7737
Facebook: Juan Manuel Moreno Ocampo
Twitter: Juan Manuel Moreno Ocampo
Comunidad de WhatsApp: Únete a nuestros
grupos
Grupo de WhatsApp: Unete a nuestro
Grupo
Comunidad de Telegram: Únete a nuestro canal
Grupo de Telegram: Unete a nuestro Grupo
👉 “¿Quieres más tips como
este? Únete al grupo exclusivo de WhatsApp”.
— Juan Manuel Moreno Ocampo “A veces no hay que entender la vida… solo vivirla con más verdad.”